Mi muerte

Estoy en la escuela de nuevo y espero que toque el timbre para salir y correr a mi casa, en eso el timbre de salida suena, pero en la puerta de aula me detiene Marisa.

–Hola Mar.

–Ésta quiere algo, nunca me suele dirigir la palabra —pienso desconfiada.

–¿Si? –respondo para que continúe.

–¿Quieres venir a mi fiesta?

–No soy buena para las fiestas, además no tengo amigos con quién ir –digo seria.

–No es para que hagas amigos torpe, te quiero allá como mi asistente o mesera. ¿Qué te parece? –habla sonriendo cínicamente mientras sus amigas se ríen.

–Vete al carajo, no voy a ser tu perrito faldero como todas éstas –contesto frunciendo el ceño.

–Pero si ya eres el perrito de los profes –Marisa contraataca con esto, yo no tengo nada que decir sólo salgo chocando su hombro y camino a casa.

–Ella es una maldita perra... –refunfuño enojada pero después reflexiono–. Y tiene razón. –Llego a mi casa y me encuentro con Sergio, él está besando a una chica y la tiene acorralada contra la heladera.

–Es un idiota, le dije que no trajera a nadie, con Oriana basta –pienso mientras rodo los ojos. Impulsada por el hambre, me acerco e intento abrir la heladera–. ¡Permiso! –exclamo aclarando mi garganta.

–Mar, ¿no estabas en la escuela? –pregunta agitado y teniendo todo su cara con lápiz labial, puedo notar que esa chica tiene su cuello varios moretones y chupones. Mi hermanito estaba ocupado.

–Revisa la hora idiota –contesto tomando la chocolatada y sirviéndola en un vaso.

–Eh... yo me voy –murmura la chica arreglando su cabello despeinado.

–Nos vemos. –Sergio la despide con un beso en la boca y cierra la puerta cuando la chica se va.

–Dijiste que no traerías a nadie –cuestiono estando cruzada de brazos.

–No tenía plata –sube y baja los hombros–. ¿Pero no pudiste esperar hasta que me bajara los pantalones? –pregunta serio.

–¿Y qué? Eres tan imbécil que seguramente la dejarías embarazada –me defiendo para luego tomar un gran trago de chocolatada.

–Pero de seguro ella se cuidaría. Creo... –murmura dudoso–. Eh, ¿y vos? –cambia de tema codeándose.

–¡¿Yo qué?!

–¿Cuándo traerás a tu novio? –me pregunta mientras me mira pícaramente.

–No tengo.

–Estás mintiendo –me contradice.

–Okey... –suspiro, simplemente es imposible.

–Ori fue a una fiesta, sabes que cuando mamá y papá van a  trabajar, ella va a divertirse –me explica.

–Hablando de fiestas, me invitaron a una –comento sentándome en el sofá.

–Ve.

–¿Qué?

–Ve a divertirte –habla sonriendo revolviendo mi cabello.

–Estas queriendo deshacerte de mí para volver a tu asuntito.

–Si pero también quiero que hagas amigos –me lo dice casi suplicando.

–Okey, voy a ir –acepto pero antes de salir digo–. Cuidate.

-Tú también.

Cierro la puerta y camino hacia la playa, no es el mar, sino que es un río grande y profundo pero hermosas playas se encuentra en sus costas, allí es la fiesta. De hecho no me invitaron pero no me importa, iré de todos modos. No me vestí para la ocasión pero para mi está bien, tengo unos jeans negros a la altura de los tobillos, una remera blanca con una escritura en negro y brillantes que dice "Kiss me", también llevo unas zapatillas grises con bordes rosados, no me maquillé. Nunca lo hago.

Luego de una caminata, llego al muelle y allí armaron una especie de galpón con lona blanca que está lleno de personas divirtiéndose. Cuando entro nadie me nota por suerte, camino a la barra y pido una cerveza. Mientras la bebo, veo a mi derecha y me encuentro con los ojos marrones de un chico que me mira fijamente desde el otro lado de la barra.

Él sonríe y me hace una seña para que me acerque, niego con la cabeza y lo ignoro. Unos minutos después intento tomar mi cerveza pero alguien se adelanta y me la quita.

–Hola, ¿por qué estás tan solita? –hace una cara de pena y me entrega la lata de cerveza. Lo miro bien y se trata del mismo que hace un momento me llamaba.

–Hola... -respondo en un tono serio, él toma el asiento que está junto a mi y se acerca, demasiado para mi gusto. Debo reconocer que tiene lindos ojos, pero que ni crea que soy una fácil como mi hermana.

–Soy Fernando, me dicen Fer –se presenta mientras me mira a los ojos.

Los míos son marrones también, tengo mi cabello negro largo hasta la cintura y es lacio. Pero estoy seguro que él está mirando mis piernas, son largas y atractivas para los hombres.

–¿Cómo te llamas linda? –pregunta después de mi silencio.

–Soy Mar, no "linda" –sonrío pero después me pongo seria.

–¿Con quién viniste? –pregunta sonriendo.

–Sola –contesto tomando un sorbo de mi cerveza, en eso siento que una mano acaricia mi pierna, es Fer pero no lo hace con las intenciones de sexo sino que con ternura, creo.

–Eres la chica más hermosa que he visto –murmura mientras se acerca y me da un corto beso en los labios, cuando se aleja extrañamente tengo ganas de más–. Tu beso sabe a cerveza –comenta, haciéndome reír.

–Perdón... –digo entre risas.

–¿Quieres caminar? –pregunta tomando mi mano y después la acaricia con su pulgar suavemente.

–Si, vamos –acepto, él toma mis manos y caminamos afuera hasta que llegamos a la playa, la arena es mojada por las aguas del río, una brisa fresca se siente alrededor, todo está oscuro pero eso es genial porque la luna nos ilumina y miles de estrellas están en el cielo. Fer podría asesinarme en este momento para vender mis órganos pero no parece ser más que un chico urgido.

–Por eso quería venir –habla Fer sonriendo.

–Es muy hermoso –murmuro, en eso él toma mi rostro.

–¿Quieres otro beso? –susurra acercándose mientras sonríe coqueto.

–Si –me apresuro a decir, esta vez lo haré bien porque comí una menta.

–Lo que tú quieras... –se acerca y me besa de nuevo, correspondo plenamente. Él rodea mi cintura con sus brazos acercándome más a él, yo rodeo su cuello mientras que nuestras lenguas se tocan y disfrutamos el beso apasionado que tenemos.

–Besas muy bien –dice, alagándome mientras se separa de mí pero no mucho.

–Gracias. –Suelto una risita, nada mal para mi primera vez.

–¿Quieres más? –susurra Fer mirándome a los ojos.

–Si... –susurro entrelazando mis dedos en su cabello haciendo que me bese otra vez. Poco a poco me recuesto en la arena con Fer a mi lado, besándonos y acariciándonos, él pasa su mano por mi pierna y sube hacia mi muslo, me gusta creo, pero ya es demasiado.

–L-Lo siento... –murmuro alejándolo.

–¿Qué tienes? –pregunta Fer confundido.

–Es suficiente.

–Oh, entiendo –dice abrazándome y dándome un beso en el hombro. Después me recuesto en su pecho. Es tarde y debo regresar antes de que mis padres vuelvan del trabajo, seguramente Sergio dejó todo desordenado y sucio, luego yo debo limpiar.

–Tengo que irme –le digo luego de ver la hora en su celular.

–Pero es temprano –trata de convencerme de quedarme más tiempo con él pero no puedo.

–Nos veremos mañana –le doy esperanza antes de irme y lo beso de nuevo.

–Hey, miren es Mar –dice un sujeto acercándose, detrás de él están sus amigos y Marisa.

–Ay no.

–Mar, me alegro verte –me saluda alegremente. Un oscar para la mejor actuación.

–Hola –respondo nerviosa.

–Fer, ¿por qué no me dijiste que Mar era tu novia? –se dirige a él.

–¡¿Qué?! –me sobresalto, apenas nos conocemos.

–No –ríe nervioso–. Nos conocimos en la fiesta.

–Pero están tan juntos y solos aquí, es romántico –comenta sonriendo.

–Bueno yo sólo-

–Vamos a jugar a un juego, ¿quieren? –nos pregunta Hector, el novio se Marisa. Su sonrisa macabra me da escalofríos.

 –¿Qué clase de juego? –pregunto curiosa.

–No es un juego de verdad, estamos bebiendo y nadando –confiesa Héctor.

–Suena bien –habla Fer sonriendo.

–Okey –digo subiendo y bajando los hombros. Definitivamente es la peor idea que he escuchado, pero por una vez en mi vida quiero despreocuparme. Me dieron un vaso con cerveza creo, lo bebí y al poco tiempo comienzo a sentirme mareada y ver un poco borroso.

–Fer... no me siento bien –le digo tocándome la sien, también me duele mi cabeza.

–Bueno, te acompaño a casa entonces –responde él con amabilidad pero Marisa nos detiene.

–Esperen, ¿a dónde van? –pregunta arqueando una ceja–. Nos estamos divirtiendo.

–Yo-

–¡Vamos a nadar! –propone ella tomándome de los brazos y acercándome al muelle.

–Es que... –no tengo tiempo de explicarles y Héctor me alza en sus brazos.

–¡Suéltala! –ordena Fer pero Dario, el mejor amigo de Héctor, lo golpea sin razón en el rostro dejándolo tirado en la arena.

–¡Bájame! –digo golpeándole la espalda, cada vez me siento más mareada. Marisa, Dario y los demás saltan desde el muelle al agua, Héctor corre y se lanza conmigo pero tocar el agua me suelta y caigo hacia el fondo.

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