Desiciones
–No, no, no –digo moviendo la cabeza de un lado al otro.
–Escúchame Mar. –Darío me toma de los hombros. Sus ojos fijos en los míos.
–No podemos tener una hija –repito, aunque me agradaría cuidar a esta pequeña niña simplemente no puedo.
–¿Por qué no? es nuestra hijita –murmura él sonriéndole a la pequeña.
–No podemos tenerla, somos asesinos –susurro agachando la cabeza.
–Tienes razón –asiente Darío, entonces toma a la bebé entre sus brazos y comienza a caminar.
–¿A dónde vas? -pregunto al seguirlo, él mira a la niña y sonríe–. Tu mami tiene razón pequeña, no puedes ver cómo cortamos cuellos y sacamos tripas.
–¿Mami? –Esa palabra es muy fuerte para mí.
–Te llevaremos a un orfanato.
–¡No! –me niego–. No podemos dejarla con los vivos, se darán cuenta que es diferente y le tratarán como un monstruo.
–Okey, ¿qué tienes en mente? –pregunta Darío dándome a la niña.
–Bueno... la criaremos nosotros pero estará oculta –respondo. Entonces recorrimos en río hasta llegar a una casa que está en una pequeña isla en medio del río.
–¿Qué te parece este lugar?
–Mmm... seguramente alguien vive ahí –contesto desconfiada. Darío sonríe y camina hacia la casa y abre la puerta de una fuerte patada, yo me quedo afuera con la bebé y escucho unos gritos hasta que todo vuelve a estar tranquilo. Él sale de la casa teniendo un poco de sangre en sus manos.
–Ahora ya no vive nadie –habla acercándose al agua y limpiando sus manos.
–Está bien. –Camino hacia la casa y ve los cuerpos de un hombre y de una mujer.
–Tranquila, ya limpio el desastre –dice Darío sacándolos de adentro.
Recorro la casa y hay cuatro habitaciones, un dormitorio, un baño, una pequeña cocina y una sala.
–Le hace falta unos arreglos pero está bien –pienso. Miro a la bebé y se encuentra dormida, entonces la dejo en la cama.
–¿Qué nombre le pondremos? –me pregunto sentándome en el sillón de la sala.
–Mar, estaba pensando en llamar Brenda a nuestra hija –dice Darío entrando por la puerta.
–No me gusta, mejor Luciana.
–Se llamará Brenda –insiste.
–Luciana –repito poniéndome de pie.
–Me gusta cuando te molestas –sonríe tomándome de la cintura.
–No empieces. –Lo empujo pero no me suelta.
–No seas tan cruel conmigo preciosa –murmura mirándome a los ojos. Lentamente comienza a besarme, primero mi boca y después mi cuello haciéndome suspirar.
–Basta, la bebé se puede despertar –digo soltando una risita.
–Descuida, vamos a hacer esto en silencio –susurra en mi oído acariciando mi espalda y luego mis piernas con cuidado.
Marisa...
Hoy le pedí prestado la lancha a mi papá y con unos amigos recorremos por el río, hacemos una mini fiesta con música y bebidas.
–Siempre haces buenas fiestas –me dice Héctor dándome un beso.
–Claro que sí.
–Miren, ese es el muelle dónde mataron a Clarisa y a Darío –comenta Maxi, un amigo de mi novio.
–Dicen que fue la sirena maldita quién los mató, un espíritu muy molesto que mata a cualquiera que entre en su territorio, ó sea el muelle –agrega.
–Esas son idioteces –interrumpo seria.
–¿Quieren acercarse un poco? –pregunta entonces asiento. La lancha se acerca un poco al muelle y no hay nada fuera de lo normal, las maderas están opacas y sucias, los pastizales crecieron y las aguas están tranquilas.
–Ven, no hay nada raro –digo cruzandome de brazos, entonces el lancha se detiene de repente, parece a algo se trabó en el motor.
–¿Qué es esto? –Héctor revisa y encuentra algo enredado por las hélices–. Es... ¿Alambre de púas? –habla confundido, él toma una pinza y las corta. Así el motor vuelve a funcionar y vamos río arriba.
–¿Qué hacían esas alambres de púas en el río? –murmura Maxi pensativo.
–Ya basta de querer asustar a todos –lo regaño, golpeando su brazo.
La música y la bebida continúan hasta que el maldito motor se para de nuevo.
–No es nada grave, sólo son líneas de pescar –explica Héctor, él los corta como antes pero siente que algo está atrapado por las líneas–. ¡Sácalo, debe ser un pez o algo así! –lo alienta Maxi, entonces mi amorsito comienza a estirar estas líneas negras hasta que sale a la superficie un cuerpo.
–¡Ah! –gritamos al ver aquello tan horrible, es una chica que tiene todo su cuerpo envuelto con las líneas y que parece que murió ahogada.
Mar...
Abro mis ojos para encontrarme con Darío frente a mí.
–Buenos días –me saluda, dándome un beso corto en los labios.
–Hola –murmuro juntando nuestras frentes, ambos estamos acurrucados en el sillón desnudos después de haber pasado una noche maravillosa con él, me hizo sentir viva de nuevo.
–Valió la pena esperar –comenta Darío llevando un mechón de mi cabello hacia atrás. Rodo los ojos y beso su cuello una vez más.
–No esperaste demasiado –respondo sonriendo.
–Fue una eternidad –susurra besándome como él sabe hacerlo, toma mis labios con fuerza y su lengua acaricia la mía.
–Debo ir a ver a la niña. –Yo me separo para vestirme y camino hacia la habitación.
–Hola pequeña Luci –digo tomándola entre mis brazos, noto que está un poco más pesada y grande.
–Se llama Brenda –escucho decir a Darío desde la sala.
–Algo extraño pasa.
–¿Qué pasa? ¿Estás lastimada? ¿Brenda está lastimada? –pregunta rápidamente muy preocupado.
–No, es que... Luci está un poco más grande –le explico.
–Ella no es normal como los otros bebés, ahora sabemos que crece rápido –dice sonriendo y tomando la pequeña manito de Luciana.
–Hola Brenda –la saluda haciéndome enojar.
–Iré a buscar unas cuantas cosas para la casa -se propone Darío saliendo de ahí.
Darío...
Sí, logré que Mar se olvidara de esa maldito de Fernando.
–Esta noche fue la mejor, esta vez nadie me mató –me digo caminando hacia la orilla de la isla, llego a la playa y miro con atención la orilla de enfrente, cierro mis ojos y cuando los abro aparezco allá.
–A ver qué encuentro. –Pongo mis manos en mis bolsillos y camino río arriba, hay casas al principio pero después el río da una curva y se adentra a la ciudad–. Es perfecto –digo sonriendo y preparándome para una asegurada diversión este día, si alguien me molesta con mucho gusto lo mataré.
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