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Hoseok amaba a Jimin y Jimin lo amaba a él, ambos tenían una conexión que nadie podría romper. Los dos con personalidades tan diferentes que no habría forma posible de encajar en ningún lugar pero con un lazo irrompible, más que la sangre, son los diecisiete años creciendo juntos: jugando juntos por los extensos campos de la mansión Jung, bailando juntos en la terraza bajo la luz de la luna mientras daban vueltas de un lado a otro, escuchando la tradicional música de su ciudad, o cabalgando por la ciudad de Gwangju uno más rápido que el otro y Hoseok luchando por alcanzar a su atrabancado hermano menor, incluso los momentos de estudios juntos, un poco aburridos y veces Jimin sobando las manos de Hoseok que estaban rojas e hinchadas, o limpiando sus lágrimas provocadas por los regaños de sus profesores queriéndolo volver el novio perfecto. También estaban los días en los que peleaban, cuando aplicaban la ley del hielo uno al otro, por cualquier cosa que llegara a molestarles, Hoseok siendo el hijo más razonable, era el primero en ceder y hablar, pero Jimin aflojaba su temperamento y se lanzaba a los brazos de su hermano mayor para abrazarlo con fuerza. Todos esos momentos irremplazables, nadie los podría destruir. Ni siquiera un rey.
Cuando Jimin miro por primera vez al príncipe, supo que traería problemas. Se trataba de un hombre demasiado apuesto a su percepción: alto y joven, pero con un rostro maduro, cabello espeso y negro, ojos sabios, un cuerpo fuertemente construido, piernas y espalda ancha, brazos largos, manos amplias, dos coquetos hoyuelos, labios delgados pero atrevidos, un tono de voz que erizaba si voz, nunca se había sentido tan atraído por nadie.
Era inexperto en temas de amor o romance, pero era incapaz de controlar la excitación que provocaban sus jóvenes hormonas. No pasó desapercibido para él, las miradas llenas de interés que le dedicaba el futuro rey, había atracción mutua y la cabalgata de esa tarde en su compañía solo hizo que está creciera. El interés que mostraba Namjoon por él lo hacía sentir halagado, como si fuera algo más que solo ser el hermano menor del prometido del príncipe. Aunque nunca había envidiado a su hermano, y fue testigo en primera fila de su sufrimiento, si le molestaba que las personas lo mirarán como el hijo menos favorecido, como si fuera menos importante porque no se había comprometido con un príncipe.
Pero Kim Namjoon era un hombre prohibido para él, era el hombre con el que su hermano se iba a casar. Solo mirarlo con intenciones impuras ya era un pecado y nunca fue el hijo pródigo y perfecto, estaba lleno de defectos ante los ojos de los demás, pero a Hoseok nunca le molesto su forma de ser, a veces lo regañaba y sin embargo nunca fue seriamente. Cuando estaba aburrido, triste, enojado o feliz, el que estaba a su lado siempre era Hoseok.
Se tiró a la cama de mala gana, ligeramente molesto por los comentarios del príncipe hacía su hermano, Hoseok se merecía algo mejor, alguien que lo amara de verdad y no un tipo que lo veía como sólo un compromiso que debía de cumplir, un deber, mucho menos alguien que mirara a otros con ojos lujuriosos, pero también molesto consigo mismo por haberse sentido atraído por el hombre por el que su hermano se había esforzado tanto.
Hubo dos toques en su puerta y Jimin se hizo a un lado, para ocupar menos espacio de la cama.
—Adelante.
Hoseok se asomó, solo la cabeza.
—¿Puedo pasar? —Jimin palmeo el otro lado de la cama para invitarlo. Hoseok se apuró a entrar y cerró la puerta, ya usaba su ropa de dormir, la bata largar solo cubría hasta los tobillos y se podían ver los pies descalzos de Hoseok—. ¿Qué ha pasado hoy?, parecías molesto en la cena y estuviste casi todo el día deambulando por ahí, el caballo que trajiste de tu paseo estaba completamente agotado, pobrecillo animal, no hay forma de que pueda seguir tu ritmo.
Jimin río por el comentario.
—Sólo paseaba para conocer los alrededores. Nada importante.
—Está bien, convencí a mamá para que no te castigara por salir sin su permiso, me puedes agradecer mañana trayéndome algunas flores para mi habitación.
—Deberías venir conmigo, es mejor que estar socializando con nobles de caras sombrías y doncellas y donceles coquetos que no hacen más que buscar marido.
—Socializar es importante, más bien, tu deberías venir conmigo, en un año ya tendrás edad para casarte y tienes desde ya que buscar pretendientes. Tal vez sonriendo más y usando ropas con menos lodo, consigas muchas propuestas—. Jimin frunció el entrecejo e inmediatamente Hoseok dejo un beso ahí mismo—. Pero por ahora es mejor que duermas y te relajes.
Bajo de la cama y cubrió a Jimin con las mantas.
—Buenas noches Hoseok, te quiero.
—Yo también, nos vemos mañana, te llevare a dar una vuelta por los jardines.
—Eso suena muy aburrido.
Como Hoseok había prometido, a primera hora en la mañana, ya estaba parado frente a la puerta de la habitación de Jimin para evitar que escapara, busco en el baúl un atuendo apropiado y les pidió a las empleadas que prepararan el baño, incluso peino su cabello en una trenza. Casi a rastras lo llevo de paseo por los jardines del palacio, a Jimin no le disgustaban las flores, ni el hermoso paisaje frente, lo que me disgustaba era la gente, cada que encontraban algún noble tenía que sonreír y fingir que estaba a gusto a su lado, que sus pláticas eran divertidas o que los halagos a su belleza eran lo mejor que le podían ofrecer. Como si esa cortesía valiera millones saliendo de sus bocas.
Hoseok estaba acostumbrado a este ambiente, él no, su padre no lo obligaba a hacer nada que no quisiera, si su padre viviera le dejaría correr por ahí y explorar los alrededores. Hoseok miro al príncipe caminando a su dirección, le dio un codazo en la costilla al hermano menor y ambos sonrieron cuando la presencia del hombre estuvo a su lado.
—Mi príncipe —Hoseok hizo una reverencia seguido por su hermano menor.
—Dejemos las formalidades por favor, espero me hagan el honor de acompañarme en esta caminata.
Ambos jovencitos asintieron y caminaron al lado del príncipe, todas las miradas como imanes se dirigieron a ellos, Hoseok iba hombro con hombro a lado del futuro rey, como esperaban los comentarios sutiles y silenciosos no faltaron. Algunos diciendo que hacían bonita pareja, otros diciendo que Hoseok era afortunado por haber sido elegido y que ni siquiera se tenía que esforzar por conseguir marido en los siguientes días.
La charla con el príncipe fue simple, hablaron un poco de los intereses de cada uno. Hoseok explico que le gustaba bordar y leer, también le gustaba tocar el piano, mientras que Jimin se limitó a decir que le gustaban los caballos y correr en ellos. Por su parte el príncipe explico que le gustaba la pesca y que quería invitarlos a ambos a un recorrido por el río de la ciudad. Ambos hermanos aceptaron encantados, Hoseok porque quería acercarse un poco más a su futuro esposo, Jimin porque quería explorar más a fondo la ciudad. Pocas veces viajaban y pasar sus días encerrado en el castillo sería un desperdicio.
Cuando el príncipe fue solicitado por algunos otros nobles tuvo que despedirse de sus acompañantes, disculpándose y tomando sus manos para dejar un beso. El simple contacto con la piel hizo a Jimin estremecer, como si su cuerpo vibraba descubriendo algo nuevo, una sensación deliciosa, así como peligrosa o al menos eso le hizo creer su corazón que latía con fuerza.
—Ha sido muy amable el príncipe con su invitación. Será bueno que busquemos atuendos adecuados para acompañarlo mañana en su pesca.
Jimin sonrió un poco afligido, acción que no pasó desapercibido para Hoseok.
—Hermano —Jimin susurro a Hoseok mientras tomaba su mano— ¿Tú, amas al príncipe?
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