Cuatro
Cuando el Gran Sacerdote se fue, reparó mi cocina. No sé que hizo exactamente, pero cuando salí del baño todo estaba como antes, impecable y en su lugar. En cuanto a Bíter estaba metido en esa cápsula que quedó en medio de mi cama. Se veía muy tranquilo, metiendo el puño de su mano derecha en su boca. Algo que me resultaba asquerosamente tierno. Fui a ver las cosas que me dieron mis vecinas entre las cuales había un chupete. Ya saben, esas cosas que le dan a los niños para que tenga en la boca y... Creo que es todo lo que hacen con esas cosas. Miré unas prendas de ropa, muy bonitas, de colores neutros. Entre toda esa ropa, encontré una especie de mameluco de color verde, con un angelito a la altura de la pancita. Me pareció simpático y se me ocurrió que podía ponérselo.
Tengo que admitir que por un rato me olvidé del bebe. Llamé al trabajo para solicitar un permiso especial de dos semanas a raíz de un asunto inventado. Me lo dieron sin demasiados cuestionamientos. Eso me dió un mal presentimiento. Después me preparé un té sin ninguna prisa. Una hora más tarde recordé que no estaba sola y que había alguien a quien debería estar cuidando. Salí corriendo a mi habitación temiendo lo peor,
pero Bíter seguía metido en en su cápsula.
Un largo suspiro escapo de mi boca, mientras el bebe agitaba sus manitas hacia mi como tratando de alcanzarme.
-Supongo que estás algo aburrido- le dije- Te sacaré de ahí si prometes portarte bien ¿está claro?
Agitó brazos y piernas mientras parecía reír. Apenas toque la cápsula se desintegró dejando al bebe sobre mi cama. Lo tomé con cuidado, pues solo estaba envuelto en una manta. Me quedé con él, un rato, antes de ir a la cocina por algo de comer. Tomé un pote de yogurt y una cuchara. Biter volaba a mi costado, viendo todo lo que hacía con curiosidad. Cuando me vió probar el yogurt abrió la boca muy grande y frunció el ceño, al ver que la cuchara quedó vacía.
-¿Quieres?- le pregunté al recordar que el Gran Sacerdote, dijo que podía comer cualquier cosa.
Bíter agitó las manos y abrió la boca. Después de la primera cucharada pareció desatar energía porque comenzó a balbucear con gran entusiasmo y a hacer unos movimientos rápidos con los brazos. Cuando no hubo más, hizo un puchero.
-Te lo comiste todo- le dije y le enseñe el recipiente- No hay más.
No debí decirle eso porque rompió a llorar con todas sus fuerzas. Razón por la cual,
termine por abrír otro pote de yogurt, mas en ese momento sonó mi celular e ingenua o distraídamente, fui a contestar. Esperaba un llamado importante desde el hospital, no podía no responder el teléfono, pero resulto un amigo del trabajo que quería saber porque no asistí ese día. Fui breve al responder con la misma mentira con la que conseguí el permiso. Regresé a la cocina y descubrí a Bíter, sentado en la mesa bañado en yogurt. Mire al refrigerador, que estaba abierto, solo para terminar descubriendo mi dotación semanal de yogurt en el piso, las paredes y todo en cuanto pudo salpicar ese pequeño y malvado bebé que estrellaba sus manos contra la mesa mientras reía.
-Te ganaste un baño- le dije conteniendo mis ganas de darle unas buenas nalgadas.
Mientras llenaba la tina, escondía cualquier objeto peligroso de ese pequeño demonio de linda sonrisa. Bíter volaba derramando yogurt de su cuerpo desnudo. Me costó cinco minutos atraparlo entre mis brazos para meterlo en la tina, pero al adivinar mis intenciones intento escapar.
-¡Oh vamos! ¿Tienes complejo de gato o qué? Es sólo agua y esta tibia. Lo juro- le dije, pero no me entendía.
Terminó por levantarme del suelo, unos diez centímetros, algo que me hizo soltarlo.
-¡Bien! Sino te quieres bañar lo haré yo- le dije y comencé a desvestirme. No me había bañado esa mañana.
Me ignoró por completo hasta que me metí en el agua. Entonces se acercó a la bañera para verme hacer espuma con el jabón. Se quedó colgando del borde hasta que perdió el balance y cayó de cabeza al interior. No saben el alivio que sentí de que ese niño no fuera un humano. De todas formas me causó terror y lo saque del agua a toda prisa. Pensé que rompería a llorar, pero no. Solo parecía molestarle la espuma en los ojos. Le sople en el rostro para quitarla y luego tomé la regadera para echarle algo de agua encima. Abrió los ojos a más no poder y después rompió a reír, pero cuando corte el flujo del agua se quedo muy serio.
-Eres un bribón- le dije y volví a echarle agua sobre la cabeza.
Fue curioso lo rápido que se pasó el día en compañía de Bíter. Limpiar sus desastres, pasármela corriendo detrás de él para evitar que tomará objetos peligrosos. Tener que esconder esos objetos peligrosos y darle de comer, lograron distraerme de muchas cosas que antes de que llegara, rondaban mi cabeza.
Lo vestí con ese trajecito verde y lo puse en el cochecito que me dio la vecina después de terminar el baño.
-Vamos a dar un paseo, pero no quiero que vueles o hagas cosas extrañas-le advirti mientras le ponía esos cinturones y correas.
¿En serio se necesitan tantas cosas para mantener a un niño seguro? Creo que los padres son unos exagerados. Bueno al menos todo eso me permitiría controlar a Bíter.
-Te vas a portar bien ¿verdad?- le pregunte, pero él solo sonrió y agitó las manos hacia mi.
Tomé una de esas mantas que dejó el Gran Sacerdote y partimos. Me gusta caminar por el sendero que lleva a casa. Es un camino rodeado de grandes álamos que bailan al compás del suave viento de abril. Pocas personas transitan por ahí, en especial a esa hora. Bíter se veía tranquilo. Supongo que el paisaje le daba curiosidad,
aunque pronto comenzó a balbucear casi como si estuviera cantando. Moví la cubierta del cochecito para poder verle y me miró mientras se agarraba los pies con sus manitas.
-Eres tan lindo-le dije.
-En efecto, lo es- dijo alguien a mi costado- ¿Es suyo?
-No, él es hijo de...¡Daishinkan!
-grite cuando lo ví a mi costado y es que me asusto verlo ahi,
caminando a mi lado, vestido como un hombre cualquiera y con un aspecto humano.
-¿Puedo?- me preguntó haciendo un ademán que me señaló que quería llevar el cochecito.
-Adelante- le dije y me aparte.
-Este es un objeto muy útil- comentó dándome una sonrisa- Y bien pensado también- añadió al ver las correas que retenían a Biter- ¿A donde iban?
-A ninguna parte en realidad. Silo quería caminar, pero no podía dejarlo solo-le dije.
-Entiendo. Ciertamente es una situación muy pacífica-me dijo.
No estoy segura de porqué, pero me quedé un poco atrás. Cuando lo noto se detuvo volteando a verme.
-¿No nos acompañará?- me preguntó.
Tarde en responder porque recordé algo que intentaba olvidar. Sacudí mi cabeza y camine hacia ellos con cierta timidez.
-Supongo que conocé algún lugar donde podamos ir a disfrutar del agradable clima- me dijo el Daishinkan.
-Hay un estanque cerca de aquí- le dije y al levantar mi mirada, me encontré con mi vecina que iba a su casa.
Retomamos el camino sin prisa, bajo la sombra de los álamos. Todavía era temprano, no hacia frío. Tarda esa situación me era amena, aunque un poco extraña .
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