3 de 4. #miedo #terror #ozuna
—¿Por qué estás escribiendo sobre mí? —repitió Delfina, ahora en voz baja, y en un tono más curioso que acusador. Su muro de defensa comenzaba a mostrar grietas, que se manifestaban en el color rojizo que se acumulaba en sus mejillas. Lamentablemente, era adorable.
Tania tragó saliva. Ver a Delfina así amenazaba su convicción de convertirla en la villana del libro. Desvió la vista, maldiciéndose para sus adentros por no haber usado un nombre común. ¿Cómo iba a justificarlo ahora? Y, si Delfina había llegado a leer varios de sus fragmentos, sabría que las similitudes iban más allá del nombre: la descripción también coincidía. A pesar de eso, se arriesgó.
—Que usara tu nombre no significa que sea sobre ti —masculló, cruzándose de brazos—. No se me ocurría ninguno, así que puse uno provisorio. Y el libro es sobre otra cosa.
El rubor de las mejillas de Delfina se intensificó.
—¡Ya me di cuenta! No es un libro de hechizos...
Esa última frase hizo que a Tania se encogiera el estómago, pero aun así se atrevió a mirar a Delfina y murmuró, temblorosa:
—¿Le vas a contar al resto?
Delfina se acomodó un mechón de pelo tras la oreja y bajó la vista hacia el cuaderno abierto. ¿Qué tanto llevaba leído? Al menos, su reacción inmediata no había sido horrorizarse, o quizás estaba tan impactada que todavía no sabía bien cómo reaccionar. Aprovechando el silencio, Tania decidió probar una medida desesperada.
—Si no le dices a nadie —susurró—, haré lo que quieras.
Aquella jugada la pondría en desventaja, pero no estaba en condiciones de negociar un mejor trato. Sin embargo, aunque tampoco sabía si ella tenía algo para ofrecer que Delfina quisiera, la propuesta pareció llamar su atención.
—¿Lo que quiera? —preguntó Delfina, intrigada.
—Te doy mi palabra. Puedo hacer tus tareas o lo que necesites. ¿Limpiar? ¿Pasear perros? No sé si tienes perros...
—¿Tanto te molestaría que supieran que escribes? ¿Prefieres que te crean peligrosa?
Tania resopló. Tenía sentido que para Delfina fuera difícil entender que le era más cómodo fingir.
—Siempre me han molestado por rara —explicó Tania, con la cabeza gacha—, imagina si ven sobre qué escribo. Es el primer año que me dejan en paz, no quiero perder eso. Sí, prefiero que crean que tengo un cuaderno de magia negra y no de... príncipes gay.
Por primera vez, Delfina sonrió un poco; sin darse cuenta, Tania terminó por hacer lo mismo, y entre las dos surgió un silencio que no era incómodo, sino lo contrario: estaba cargado de una extraña complicidad que las conectaba. La luz mortecina de la tarde de otoño, que entraba a través de los cristales rotos del salón, rellenó con calidez el espacio que las separaba.
—¿Y cómo sigue la historia del príncipe gay? —preguntó Delfina—. Luego de que el guardaespaldas empieza a protegerlo...
—En el camino al palacio de la princesa se tienen que quedar en una posada donde solo hay una cama. Iba a escribir esa parte hoy, pero me di cuenta de que me había olvidado el cuaderno y por eso vine.
—Ya veo —dijo Delfina—. En ese caso quiero pedirte algo mientras pienso en tu propuesta.
Tania aguantó la respiración mientras Delfina se ponía de pie y le entregaba el cuaderno.
—¿Qué cosa? —preguntó Tania, con un hilo de voz.
—Quiero leer cómo sigue.
Descolocada por la petición, Tania tardó en contestar. No tenía ningún sentido. ¿Era una broma? ¿Dónde estaba el truco?
—¿En serio...?
Delfina se encogió de hombros y miró hacia afuera por la ventana. El fantasma del rubor seguía dándole un toque rojizo su rostro.
—Me da curiosidad. Luego hablamos de si hay algo que puedas hacer por mí.
Todavía sin terminar de creerlo, Tania volvió a su casa con el cuaderno y el número de Delfina guardado en su teléfono. El seguir debiéndole algo le inquietaba un poco, pero esa nueva interacción había reavivado la llama de su interés por ella, para su desgracia. Aunque era verdad que no se parecía en nada a la Delfina idealizada de su imaginación, ese vistazo a su lado real le causaba curiosidad. Después de todo, ella también era más de lo que aparentaba.
El café la esperaba en su casa, helado a esas alturas. Se hizo uno nuevo y esa tarde trabajó en el capítulo de la cama única. Luego de pensarlo bien, decidió que Alexei y Caelian sí que la compartirían, y no solo eso. ¿Qué tal si, luego de una pequeña discusión sobre su historia pasada, terminaban besándose, y más? Era la oportunidad perfecta para avanzar esa parte de la trama. Se enfocó tanto en la escritura que las horas volaron, y al final del día le envió el resultado a Delfina, que respondió al archivo con un emoji de carita traviesa.
A Delfina le tomó unos minutos leer lo que a Tania le había tomado horas escribir. Pronto llegó un nuevo mensaje de ella, preguntando por la continuación, y así se pusieron a discutir sobre posibles caminos.
«Mi idea es que de ahí vayan al palacio de la princesa Delfina, donde se reúnen los candidatos a casarse con ella», explicó Tania. «No te preocupes, le estoy pensando un nuevo nombre».
«Se puede llamar Delfina», respondió ella, acompañando el mensaje con un emoji de risa disimulada.
«Weno», fue la contestación de Tania.
Delfina era mucho más relajada por mensaje que en persona, pero Tania no tenía todavía la confianza de preguntarle lo que había pasado para que la tratara tan mal en su primera interacción, así que le siguió la corriente.
Durante los días siguientes continuaron discutiendo por mensaje sobre el futuro de la historia y otros temas: que si la publicaría en alguna parte (sí, pero Tania se abstuvo de decir dónde, por el momento); que si la madre de Alexei estaba basada en la estricta profesora de matemática que tenían (correcto); que qué le parecería Jason Momoa para Caelian en una película (podría ser, y si tenía sugerencias para Alexei, estas eran bienvenidas).
Lo bueno fue que Delfina cumplió con su palabra de guardar el secreto. En clases continuaron guardando distancia, cada una fiel a su rol, aunque de tanto en tanto intercambiaban una sonrisa disimulada. Así, con el correr de los días, el interior de Tania pasó de ser un flan a una estufa cuyo fuego ardía más fuerza cada vez que recibía un mensaje de Delfina o cruzaba una mirada con ella. Luego recordaba que en cualquier momento tendría que cumplir con algún favor sorpresa, y la llama se apagaba un poco. Tenía que ser algo que Delfina necesitara de verdad, aunque no habían vuelto a tocar el tema.
Después de un pequeño bloqueo, una noche de viernes Tania consiguió avanzar con la historia. Le preocupaba la siguiente escena porque la princesa haría su aparición, y Tania no quería que se notara lo parecida que era a Delfina. Si le mostraba a aquello, ¿no estaría revelando que la encontraba atractiva?
Cruzando los dedos para que el resto del texto la distrajera lo suficiente como para que no se fijara en ese detalle, Tania le envió por fin el siguiente fragmento:
La fiesta de bienvenida en el palacio de la princesa Delfina le habría quitado el aliento a cualquiera. La decoración del gran salón de baile incluía arreglos florales, telas finas y estatuas de hielo, que se mantenían congeladas gracias al trabajo de los magos de la corte.
Los pretendientes, llegados de reinos cercanos y lejanos, se paseaban por el salón de baile cual pavos reales, con sus atuendos de colores vivos y telas finas con bordados dorados. Lucían también joyas exquisitas, aunque ninguna brillaba con la esplendorosa intensidad del collar de rubíes que llevaba puesto la propia Delfina, que observaba la escena desde el trono, rodeada de sus damas de compañía, quienes le hablaban al oído con aire cómplice.
Delfina era tan hermosa como decían las leyendas, y lo hubiera sido sin ayuda de joya alguna. Llevaba en la cabeza un tocado de perlas, y era de él que su larguísimo pelo oscuro caía en cascada sobre su espalda, hasta pasada la cintura. Aquella era la primera de las noches en que la princesa evaluaría a sus candidatos, y la excitación burbujeaba en el aire, en la forma de murmullos que iban y venían entre la música que sonaba.
Alexei suspiró y miró de reojo a Caelian, serio y solemne a su lado. Desde que habían compartido aquella fría noche en la cama de la posada, eso era todo lo que podía pensar. Los lujos de aquel lugar no eran nada en comparación con el placer que había experimentado al ceder la tentación. Su mente se aferraba a ese desliz y le hacía revivir la intensidad, la magia y el peligro. Una última noche juntos, por los viejos tiempos, habían dicho mientras se entregaban el uno al otro. Ahora, la idea de que ese hubiera sido el verdadero fin le hacía sentir náuseas. Su cuerpo se negaba a aceptar que no volvería a ocurrir.
Alexei intentó volver su atención al salón de baile y vio la mirada de Delfina posarse sobre él. Pensó en acercarse a hablar con ella y comenzó a caminar hacia su trono, pero al intentar abrirse paso a través del mar de invitados que bailaba, se sintió mareado. El exceso de música, voces y colores lo ahogaban.
—Majestad —susurró Caelian en su oído. Su voz desató un torrente de emociones en Alexei, cuyo cuerpo se tensó de punta a punta.
—Aléjate —dijo Alexei, poniendo una mano sobre el pecho de Caelian. Eso no ayudó en nada. Lo sintió firme, caluroso, tal como en la posada.
Aunque Caelian siempre obedecía, esta vez fue distinto. No solo no se alejó, sino que tomó a Alexei por la cintura y lo atrajo contra sí en un movimiento brusco que casi lo hizo perder el equilibrio. Al levantar la vista, confundido, Alexei se encontró con que el rostro de Caelian estaba rígido y que su mirada navegaba nerviosa entre la multitud, mientras lo alejaba del centro de la pista y lo guiaba en dirección al trono de la princesa.
—Peligro —murmuró Caelian entonces, casi atragantándose con la palabra.
Alexei notó entonces el hilo de sangre que salía de la boca de Caelian, y no pudo hacer más que dejarse llevar, estupefacto como estaba. Cuando ambos llegaron ante los pies del trono de la princesa, Caelian soltó al príncipe y se arrodilló, presionando una mano contra su propio vientre. Lo que cubría con ella era la huella roja de un ataque destinado a Alexei, sin lugar a duda. Acababa de salvarle la vida, luego de interponerse entre un asesino y él.
La princesa también lo entendió: sus ojos se abrieron enormes, alarmados. Se puso de pie de inmediato y ordenó a los guardias que custodiaban su área que se movieran para escudar a Alexei y a Caelian. Aquella reacción provocó que el público comenzara a dispersarse, y a continuación la música se detuvo, reemplazada por una ola de susurros de pánico que se extendió por el salón de baile.
—¡¿Qué pasó...?! —exclamó Alexei, arrodillándose junto a Caelian, quien respiraba con dificultad.
—Quizá se cumpla vuestro deseo de verme morir, al final de cuentas —respondió Caelian, con una sonrisa débil—. Lo que importa es que estéis a salvo.
Para Alexei, las palabras fueron un tipo diferente de puñalada: una invisible, que se clavó directo en su corazón.
¿Su deseo?
¿Cuál era su deseo real?
Luego de enviar el archivo, Tania se recostó en su cama e intentó distraerse de los nervios buscando modelos pelirrojos en Internet, para ver si alguno encajaba con su idea de Alexei, con poca suerte. El mensaje de reacción de Delfina al fragmento no tardó en llegar, y era una sola palabra:
«Miedo», decía. A eso le siguió un sticker de un señor temblando con una botella en la mano.
«¿De qué?», preguntó Tania. Tenía la garganta seca.
«¿Vas a matar a Caelian?».
La pregunta le devolvió el alma al cuerpo. Al final, le aliviaba que Delfina estuviera más preocupada por eso que por la forma en que la princesa era presentada.
«Puede ser», confesó Tania.
La idea de un romance trágico, en el que Alexei aceptara su amor por Caelian cuando ya era demasiado tarde, era muy tentadora. Se imaginaba la escena a la perfección: Caelian moribundo, acostado en la cama con dosel de una lujosa habitación de huéspedes, y Alexei guardando vigilia a su lado. Luego de años de reprimir sus emociones, Alexei lloraría y admitiría que su sueño siempre había sido poder estar con él. Caelian sonreiría y diría que entendía que alguien de su linaje no podía involucrarse con un simple guardaespaldas, y que no lo culpaba. Después vendría un último beso entre los dos, y Alexei se acostaría junto a Caelian, lamentando el tiempo perdido. Claro que sus lectores llorarían, pero era un buen final, ¿o no?
«No puede ser», dijo Delfina en respuesta. «¿Por qué no pueden ser felices?».
«No tengo experiencia en romances con finales felices», respondió Tania. Se arrepintió de mandarlo apenas terminó de enviarse, pero de nada valía borrarlo. Delfina lo vio de inmediato.
La nueva respuesta tardó en llegar, tanto que Tania empezó a preocuparse de haberlo arruinado todo con su dramatismo, y más cuando la vio escribir y detenerse varias veces, sin enviar nada.
Por fin le llegó un nuevo mensaje, luego de lo que pareció una eternidad:
«¿Puedes venir a mi casa mañana? Me gustaría que habláramos del favor que ofreciste hacerme».
Continuará (próximo: sábado).
¡Holaaaaa, gracias por estar! Sigo sin promocionar esta historia (como es corta, no sé cómo hacerlo xD), así que gracias a quienes han estado leyendo, votando, comentando, recomendando ❤️ Lo aprecio muchísimo.
A propósito, yo estoy como Tania, no tengo idea de actores para mis personajes, en general, por eso nunca pongo un fancast. ¡Alguna gente me propone cosas y siempre lo agradezco! Ahora mismo no se me ocurre un pelirrojo super lindo que pudiera encajar con Alexei, creo que tendría que buscar modelos desconocidos.
¿Vos solés imaginar celebridades cuando lees un libro o te lo imaginas a tu manera?
El gif del hombre nervioso con la botella de agua que mencioné:
Perfecto para cuando estás leyendo o viendo algo y empezás a sospechar de que podría terminar mal, jajajaja. ¿Te ha pasado?
¿Y sos de espiar el final cuando algo te da miedo? Yo confieso que sí me fijé si ciertos personajes de un libro que estaba leyendo terminaban juntos o si uno moría xD
En fin, un abrazote grande a vos que estás leyendo esto ʕっ• ᴥ • ʔっ
PD: Al final usé Plutonista para poner un par de anuncios en nombre de Tania y fue divertido, jajaja (siéntanse libres de chusmear). Gracias a quienes interactuaron con ella :D
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top