The only chance.

Harry consideraba que haber ido a La Madriguera aquel día había sido una buena elección. Logro calmar la preocupación de su familia, porque para Harry los Weasley eran su familia no importa que no compartieran la misma sangre, había conseguido aclarar las cosas que quedaron pendientes entre Ginny y él y ya no tenía las dudas con respecto a la veracidad de la carta.

Si había algo que Harry lamentara eso sería el hecho de haberse dado cuenta que había perdido aquello que durante años había deseado y ahora solo tenía que pensar en lo que iba a hacer con su vida de aquí en adelante. No podía permanecer para siempre encerrado en aquella casa que constantemente le recordaba la muerte de Sirius, sin embargo tampoco quería marcharse.

Acostado en la cama de una de las tantas habitaciones de la Ancestral Casa Black y que temporalmente había tomado como suya, Harry se encontró a si mismo contemplando una vez más la carta que le había mandado Draco.

Draco.

Se le hacía tan extraño referirse a su antiguo rival por su nombre pero el moreno no podía evitarlo, por más que una parte de él siguiese diciendo que era Malfoy, el cabrón pura sangre hijo de papi que durante años se había encargado de hacerle la vida imposible, la otra no dejaba de reprocharle que todo había sido para llamar su atención y que él hacía lo mismo cada vez que el rubio no le tomaba en cuenta y le ignoraba; Harry no sabía que decir para contrarrestar ese argumento, ni siquiera podía negarlo porque su sexto año en Hogwarts fue una prueba irrefutable de ese hecho y él sabía mejor que nadie que no lo seguía/acosaba solo porque pensase que estaba tramando algo. Además de que la sola idea de que esas bellas lagunas plateadas que tenía el príncipe de las serpientes por ojos mirasen a alguien más le revolvía el estómago y le daban ganas de vomitar, esos ojos solamente tenían que mirarle a él.

Pero ahora nadie podrá verlos otra vez.

—¡Por Merlín! ¡Como había podido ser tan ciego! —exclamó. — ¿Por qué no pude darme cuenta antes? ¿Por qué ahora? ¡Debiste habérmelo dicho antes! ... Si lo hubiese sabido... tal vez... las cosas podrían haber sido diferentes... —decía mirando la carta como si esta tuviese las respuestas a sus preguntas. — Siempre me decías que yo era un estúpido... tenías razón... lo soy... te observe durante años y nunca fui capaz de darme cuenta de tus sentimientos... pero... si yo soy un estúpido entonces tu eres un idiota... No debiste haberte callado y esperar hasta el último momento... No estoy de acuerdo con tu forma de hacer las cosas... No me gusta el hecho de que ya no estás más aquí... Preferiría que estuvieses entre mis brazos como cuando te rescate del Fiendfyre.... Me niego a aceptar que ha muerto... Espera y verás... encontraré una manera de traerte de vuelta... y cuando te tenga.... ¡No podrás escapar! ¡Te perseguiré incluso si me toma toda la eternidad!

Con ese tipo de pensamientos y divagaciones Harry poco a poco se fue quedando dormido y por primera vez en mucho tiempo no fue acosado por pesadillas.

Soñó con una vida diferente, donde Voldemort no había sido revivido y por consiguiente sus dolores de cabeza ya no se debían a las locuras de ese psicópata, ni tenía que sufrir las pérdidas de sus seres queridos. En sus sueños vivía junto a Sirius en una casa en el campo como una verdadera familia, recibiendo ocasionalmente la visita de Remus y de sus amigos y celebrando el no tener que volver a casa de sus tíos nunca más. Las navidades las pasaba en casa de los Weasley, rodeado de pelirrojos y disfrutando de las constantes bromas de los gemelos que eran regañados por Molly. Volviendo a Hogwarts con sus amigos para ser recibidos por Hagrid, escuchando las nuevas canciones del Sombrero Seleccionador y viendo a Dumbledore dar un cálido discurso de bienvenida. Haciendo hasta lo imposible por aprobar Pociones, porque no importa lo que otros digan, Severus Snape odia a Harry casi tanto como odia a Sirius, además de que esa materia y Harry no tienen una muy buena relación y el hecho de que haya podido pasarla todos estos años es un milagro con todas las de la ley.

Definitivamente aquel era un sueño perfecto y lo mejor de todo es que únicamente tenía que preocuparse por perseguir a una cierta serpiente escurridiza.

Para cuando Harry se despertó, aún a pesar de no tener puestos sus lentes, pudo notar, gracias a la luz que penetraba a través de las destrozadas y viejas cortinas, que ya era de día. Sentándose en la cama comenzó a tantear por sobre las sabanas buscando sus lentes y una vez que los tuvo puestos comenzó a examinar la habitación, una manía que había adquirido hace algún tiempo atrás.

Todo parecía estar en su lugar. —pensó. — Las ventanas están cerradas, mi maleta sigue junto al viejo espejo de pared en el que aún sigo pudiendo distinguir mi reflejo, un par de ojos que me miran a través de la puerta entreabierta, la vieja mecedora que había en la habitación continu....

Harry detuvo su observación y regreso su vista a la puerta donde una vez más se topo con un par de ojos grises mirándole.

—¡No puede ser! — susurro. — Draco.

Quien sea que fuese él que le estaba observando le dedico una sonrisa antes de dar un paso hacia atrás y mezclarse con la oscuridad del pasillo. El silencio permitió escuchar los pasos que se alejaban y Harry no lo pensó dos veces antes de tomar su varita y salir tras él.

Harry corrió por los pasillos para tratar de alcanzarle pero no importa que tan rápido fuese no conseguía acercarse, incluso cuando le grito que se detuviese aquella persona no le hizo caso y siguió ignorándole. Hubo un momento en el que le perdió la pista pero cuando bajo por una vieja escalera, que no recordaba haber visto antes, se encontró con un largo pasillo que estaba desprovisto de cualquier decoración más allá de la negra alfombra que cubría el piso y de los candelabros encantados que estaban en las paredes; Harry dirigió su vista hacia el final del pasillo donde se encontraba una antigua puerta de madera con extraños tallados y frente a ella se encontraba una persona vestida de negro que tenía el pelo rubio y que le estaba dando la espalda.

—Draco. —le llamó pero en respuesta solo recibió el ruido de la vieja puerta al ser abierta.

El rubio se adentro en la oscuridad tras la puerta que permaneció abierta, como si estuviera esperando a que Harry también entrase. Tomando una profunda respiración y apretando fuertemente la varita Harry siguió los pasos de aquel tipo.

Lo primero que noto al atravesar las puertas fue que se encontraba en una especie de biblioteca o tesorería si tenemos en cuanta la gran cantidad de objetos, esculturas, cuadros y joyas que habían por todo el lugar. Lo segundo de lo que tomo nota fue de que todo parecía estar libre de cualquier tipo de suciedad, parecía que todo a su alrededor estaba recién colocado, como si fuese nuevo; excepto una sola cosa. En el centro de aquella habitación había una mesa sobre la cual descansaba un antiguo libro que desprendía un aura oscura y gélida que le erizaba la piel.

De pronto la puerta por la que había entrado Harry se cerró con un fuerte estruendo, asustando al muchacho quien rápidamente se giro alzando la varita, listo para defenderse, sin embargo, no había nadie allí.

Una brisa, que supuestamente no debería existir en un lugar cerrado y desprovisto de ventanas, le acaricio el rostro y le hizo volver su atención al viejo libro que se abrió y comenzó a pasar rápidamente sus páginas hasta detenerse.

Harry se acerco a la mesa con pasos lentos y observo el libro con total desconfianza, detuvo su andar cuando estuvo a un metro de él. Había algo que no estaba bien. Tenía la sensación de que estaba siendo observado.

—Sé que estas aquí. No sé quién eres o lo que seas pero por favor, muéstrate. —pidió mirando a su alrededor.

El silencio le acompaño durante unos segundos antes de que el sonido de unos pasos resonara por el lugar. Harry dirigió su vista hacia donde creyó que provenían los pasos y lo primero que pensó Harry al verlo fue que se trataba de Draco pero había algo en la manera en que lo miraba que le hacían sentir como si estuviese en frente de un extraño.

—¿Quién eres y porque luces igual a Draco? —le pregunto el moreno.

El rubio no le respondió pero se acerco hacia la mesa y con su mano izquierda señaló hacia el libro antes de desaparecer. Harry dio un par de pasos adelante para poder ver mejor.

Tergum in Tempus. —alcanzó a leer. — ¿Qué es esto?

¡ELIGE! —dijo una voz en su cabeza.

—¿Quién eres?

ROMPE LAS CADENAS DE TU DESTINO.

—¿Ehh?

VUELVE AL MOMENTO EN QUE TODO EMPEZÓ.

—¿De qué hablas? —decía Harry confundido

PAGA EL PRECIO.

—¿Precio?

RENUNCIA A TU VIDA, DESTRUYE TU CUERPO, SACRIFICA UNA PARTE DE TU ALMA Y COMIENZA DE NUEVO.

¡ESTÁ ES TU ÚNICA OPORTUNIDAD!

Para Harry el destino ciertamente era un "Real hijo de perra" pero él no estaba dispuesto a resignarse y aceptarlo, todo lo que su destino como ¨Él-Niño-Que-Vivió¨ y ahora como ¨Él Salvador del Mundo Mágico¨ le había quitado Harry deseaba recuperarlo incluso si para ello tuviese que venderle su alma al mismísimo Diablo, por lo que con la determinación brillando en sus ojos extendió su mano para tomar el libro.

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