Declaración pública indirecta.

Hola.El momento ha llegado.Por fin Draco vuelve a la escena.

Capítulo 13: Declaración pública indirecta.

—Bueno... — dijo poniendo sus manos sobre sus hombros. — ¡Te apoyaré!

al escuchar aquellas palabras saliendo de la boca de Ron la alegría y calma que invadieron el alma de Harry fueron indescriptibles. Lástima que todo aquello se vio interrumpido por el chillido de la rata mascota de ron que se asomaba desde el bolsillo izquierdo de su pantalón.

Por un segundo el odio y la furia resplandecieron en los verdes ojos con una intención asesina que clamaba su sed de sangre pero esta fue rápidamente cubierta cuando el chico desvió su mirada hacía la puerta que fue abierta por donde se asomaba la señora del carrito.

—¿Queréis algo del carrito, guapo? — dijo la anciana.

La señora del carrito y Madame Malkin deben de ser parientes. — pensó reflexivo Harry. — Ambas tienen la manía de llamar guapo a todos los chicos que ven.

—No gracias. — rechazó cortésmente el pelirrojo en un murmullo con las orejas coloradas.

—Dos de cada uno, por favor. — dijo el moreno educadamente sacando algunos galeones de su bolsillo.

—¡Qué chico tan educado! — exclamó con una sonrisa la señora mientras le iba dando su pedido para después continuar con su camino.

Harry dejo las cosas sobre el asiento, le dijo a Ron que comiese lo que desease y con mucho cuidado coloco el lirio junto a su bolso.

—Vuelvo en un minuto. — se excusó Harry saliendo al pasillo yendo tras la señora del carrito. — ¡Espere! — pidió en voz alta cuando la vio a unas puertas de distancia.

—¡Se le ofrece algo más, guapo!

—Me gustaría preguntarle algo. — dijo finalmente una vez que llego a su lado.

—¡Claro! Déjame terminar aquí y enseguida te atiendo. — respondió ella mientras se volteaba hacia los estudiantes que se habían acercado a ella para comprar algunos dulces. — Muy bien, guapo. Adelante pregunta lo que quieras. — le dijo volteándose a verlo una vez que terminó su venta.

—Mientras estuviste en tu recorrido no viste a un chico rubio, de ojos plateados, más o menos de mi tamaño y de piel blanca.

—Mmm... me temo que no me he encontrado a nadie que coincida con su descripción de momento. — dijo ella luego de pensarlo un poco.

—¡Ya veo! — respondió este algo decepcionado.

—No te desilusiones tan rápido guapo aún no he terminado mi recorrido. — dijo está poniendo una mano sobre su hombro derecho tratado de reconfórtalo.

—¿En ese caso usted podría entregarle algo de mi parte? — preguntó con ojos de cachorro.

—¿Y que sería ese algo, jovencito? — comentó burlona extendiendo su mano.

Harry sonrió victorioso mientras le entregaba unos cuantos galeones.

*** *** *** *** *** *** *** *** ***

Desde que se había levantado esa mañana la ansiedad y el nerviosismo que recorrían por el cuerpo de Draco no lo habían abandonado ni por un segundo.

Aquel encuentro en la tienda de Madame Malkin había cambiado algo en él, apenas si podía mantener su actitud habitual. En un principio creía que estaba haciendo un buen trabajo hasta que su familia, más específicamente su madre, mencionaba algo que tuviese que ver con su reciente falta de mención sobre "El Niño que Vivió" o sea "Harry Potter" quien Draco pensaba y estaba casi seguro de que probablemente era el chico moreno de ojos verdes que había conocido aquel día en la tienda de túnicas. Además de que tenemos que sumarle la reacción que tenía el pequeño rubio cada que la palabra túnicas era mencionada, actualmente Draco odiaba esa palabra, cada que la escuchaba por su mente lo único que paraba era el recuerdo de aquellos brillantes y penetrantes ojos verdes que lo miraban fijamente como si le devorasen el alma.

Para evitar tener que confrontar a sus padres el joven Malfoy había optado por pasar la gran parte del tiempo encerrado en su habitación o en alguna de las bibliotecas de la mansión bajo la escusa de que estaba estudiando las asignaturas de su primer año por adelantado, aunque para sus padres era obvio que algo le había pasado a su pequeño pero como este se negaba a decirles y siempre trataba de evitar la conversación usando todo tipo de escusas, ellos habían decidido tomar un enfoque pasivo con respecto al tema pues estaban convencidos de que con la personalidad de su hijo, si le hubiese pasado algo malo enseguida se los estaría contando.

Claro que... el hecho de que los señores Malfoy no estuviesen sobre su hijo haciéndole un interrogatorio no significaba que dejarían de lanzarle miradas fulminantes llenas de preguntas en los días cercanos a su entrada a Hogwarts, cuando la personalidad de su preciado hijo se había vuelto cada vez más irregular, algunas veces parecía estar sumido en sus pensamientos sonrojándose, la señora Malfoy juraba que incluso lo había escuchado suspirar, y al instante siguiente era como si estuviese al borde de un ataque de nervios.

Para evitar cualquier incidente en este día Lucius no tuvo más opción que ordenar que mesclasen un poco de poción calmante con el té de su hijo.

Cuando llegaron a la estación aún faltaba media hora antes de que partiera el tren por lo que todavía no había una multitud de gente recorriendo la plataforma.

—¿Estás seguro que lo tienes todo, amor? — pregunto cariñosamente Narcissa.

—Mmm.

El chico asentía a cada una de las preguntas que le hacía su madre sin prestar algún tipo de atención a lo que se le estaba preguntando pues estaba más concentrado en escanear cada rincón de la plataforma nueve y tres cuartos buscando al chico de los ojos verdes. Lamentablemente no lo vio entre las personas que ya se encontraban en el andén por lo que inconscientemente bajo la cabeza y suspiro decepcionado.

—¿Ocurre algo, dragón? — pregunto su madre en voz baja al ver aquella triste expresión dibujada en el rostro de su hijo.

—No... nada...

—¡Seguro! — insistió ella.

—Sí, seguro.

Ella iba a decir algo más pero sus palabras se vieron interrumpida por la llegada de los amigos de Draco.

—¡Buenos días señor y señora Malfoy! — dijeron educadamente a coro.

—¡Buenos días! — les respondió ella con una alegre sonrisa mientras que su esposo solamente les dio un asentimiento de cabeza con un rostro sin expresión. — ¿Ansiosos por estar en Hogwarts?

—Sí.

—¡Deberían ir subiendo antes de que lleguen más personas y sea difícil transitar! — les comentó ella con calma. — ¡Recuerda escribir! — dijo viendo a su hijo que le asintió dejándose llevar por sus amigos.

La pareja espero hasta que su hijo se monto en el tren para aparecerse en la sala de té de la mansión Malfoy.

—¡Creo que me estoy arrepintiendo que no estudie en casa! — exclamó sentándose sobre un cómodo y suave sofá de terciopelo.

—¡No seas tan melodramática Cissa! ¡Va a estar bien! ¡Severus cuidará de él!

—¡Cierto!

Mientras tanto Pansy, Blaise, Vincent, Greg y Draco se habían instalado en una de las cabinas del segundo vagón. Todos hablaban animadamente de sus viajes familiares a excepción de cierto rubio que no había dicho ni una sola palabra desde que se habían reunido en la estación.

¿En dónde estás? ¡No dijiste que me buscarías! ¿Por qué demoras tanto? — se preguntaba el rubio viendo el paisaje a través de la ventana. — ¡No has olvidado tu promesa! ¿Verdad?

—... Draco... Draco... ¡DRACO! — gritó Blaise tratando de hacerle reaccionar.

—¡Eh! ¿Qué ocurre? ¿Por qué me gritas? — preguntó algo confundido.

—¿¡Es en serio!? — dijo cruzándose de brazos. — A penas si nos saludaste cuando nos encontramos en la estación, no, de hecho, ¡ni siquiera nos saludaste! y desde entonces llevas callado todo el tiempo sumido en tus propios pensamientos. Antes de que el tren partiera no apartabas tu vista de la ventana y cuando arranco te la pasas viendo cada tanto hacia la puerta y sueltas un suspiro cada qué vez a alguien pasar. Llevamos llamándote desde hace rato y es como si no nos escuchases en absoluto y todavía preguntas que es lo que ocurre. ¡Eso deberíamos preguntarte nosotros a ti! — le dijo mirándole seriamente mientras los otros asentían en mutuo acuerdo.

—¿¡Estas buscando a alguien!? — pregunto Pansy afirmando lo obvio.

—¿QUÉ? — gritó sonrojándose. — No, no, no, no, no. — negaba nervioso. — Pero que dices Pans... yo... yo... ¿A quién podría estar buscando? ¿Tus imaginaciones cada vez van más lejos?

Para todos en ese cubículo era obvio que lo que estaba diciendo la chica había dado justo en el clavo de la cuestión, de lo contrario... ¿por qué otra razón Draco iba a reaccionar de ese modo ante sus palabras?

Los cuatro miraron al rubio fijamente interrogándolo en silencio pero este simplemente evito sus miradas fijando la suya en la ventana por donde se podría apreciar una hermosísima vista.

—Dracooo. — llamó Pansy con una suave y dulce voz que le dio escalofríos al chico. — ¡No trates de evitar lo inevitable!

—¡No sé de que hablas! — dijo cruzándose de brazos y haciendo un puchero.

—¡Si que sabes, no te hagas! — respondió Blaise.

—Solo ríndete. — dijeron Vincent y Greg a la vez.

—Deberías escucharles. Aunque por lo general no son muy listos, hasta ellos saben que en este tipo de situación lo mejor que hay es confesar.

—¡Estas delirando Blaise! — rebatió el rubio.

—¡Y tú estás acabando con mi paciencia! — dijo Pansy levantándose de su asiento.

La chica estaba lista para saltar sobre el rubio en cualquier segundo pero fue retenida por Blaise.

—¡Cálmate Pansy, no hagas una escena! — le reprendió este mientras la obligaba a sentarse.

—¡Cómo quieres que me calme Blas! ¡Míralo! — dijo señalando al rubio. —¡Está pidiendo ser atacado! Qué esperas que haga cuando el chico que ignoro mi propuesta con una expresión indiferente y fría actúa así.... Todo sonrojado, tierno y adorable... — decía ella con un puchero.

—¡Pansy cuando aquello teníamos cinco años! — dijo Greg.

—¡Y no ignoró tu propuesta, las rechazó públicamente y en tu propio cumpleaños! — comentó Vincent.

—Una palabra más y me aseguraré de que no puedan volver a comer. — les amenazó la niña con una mirada llena de furia e intenciones asesinas.

Ambos chicos bajaron la cabeza en sumisión.

—¿Qué tiene que ver eso de todos modos? — preguntó Draco.

—Nada. — le respondió Blaise. — Esa es su escusa para decir como sigas actuando de un modo tan violable se te va a tirar encima para comerte.

—No seas vulgar Blaise. — le reganó Draco con el seño fruncido.

—¡Solo digo la verdad!

—¿Queréis algo del carrito, niños? — preguntó la anciana desde la puerta.

—Yo quiero.

—Yo también.

Soltaron Vincent y Greg mientras se levantaban rápidamente de su asiento.

—Dame tres pudines, una caja de Grageas Ber­tie Bott de Todos los Sabores,... y dos pasteles de calabaza

—A mi dame cuatro ranas de chocolate, tres manzanas de caramelo, cinco baritas de regaliz....

Los chicos pidieron dulces como para alimentar a todos los presentes pero sus amigos bien sabían que todo lo que habían pedido era insuficiente para llenar a ese par.

—¿Queréis algo más?

—No, gracias. — negaron los otros.

Justo cuando se iba a marchar la señora del carrito depositó su mirada en Draco.

—¿Tu eres Draco no es así? — pregunta la mujer mirándole con una sonrisa.

—Sí. — asiente este confundido.

—¡Ten! Me pidieron que te diese esto. — le dijo mientras le extendía un caja de ranas de chocolate y una manzana de caramelo.

—¡Eh! ¿¡Para mí!? ¿De quién?

—Lo siento, guapo, él no me dijo su nombre pero dijo que definitivamente te atraparía en Hogwarts. — dijo pícaramente la anciana. — Bueno si no se les ofrece nada del carrito, me retiro.

Una vez que la anciana se marcho Blaise cerró la puerta acallando cualquier sonido del exterior por lo que todo quedo en silencio. Draco sintió su cara arder debido a las palabras de la señora y el que sus amigos le estuvieran mirando fijamente en busca de respuestas no lo estaba ayudando en nada, por el contrario solo agravaba la situación.

¡Me atraparas en Hogwarts! — pensaba avergonzado. — ¿¡Qué se supone que significa eso!?

—Bueno eso aclara mucho. — comentó Blaise mientras volvía a sentarse sin apartar la vista de su amigo.

—¿Qué? — preguntó este molesto de tantas miraditas pero él muy bien sabía por dónde iba la cosa. — ¡Ya dejen de mirarme! — gritó pero ni aún así sus palabras fueron escuchadas.

—Jajaja... — se burlo Pansy con una sonrisa traviesa. — Entonces Drac... piensas seguir evitando el tema. — decía con una dulce sonrisa mientras se sentaba a su lado. — ¡Todavía piensas negarlo, nee!

—Serás víbora. — maldijo Draco en un murmullo.

—¡Qué dijiste querido! — exclamó reteniendo su brazo derecho en un abrazo. — No pude escucharte.

—¡Qué eres molesta! — le contestó este soltándose de su agarre. — ¡Y no te me pegues tanto, sabes que odio cuando haces eso!

—Mmm — asintió ella estando de acuerdo con sus palabras. — Entonces, ¿Es por culpa del que estabas ansioso antes? ¿Quién es el chico? ¿Por qué te envía ranas de chocolate y manzanas de caramelo? ¿De qué familia es? ¿Qué edad tiene? ¿Lo conocemos? ¿Te esta cortejando? ¡Espera, acaso ya te comprometiste y no pensabas decirnos nada! ¡Tu bribón! ¿Por qué aún no ha salido ningún anuncio en El Profeta?...

Escuchando el cuestionario de preguntas de la chica todos no pudieron evitar sentirse mareados, aunque la peor parte se la estaba llevando Draco que era el interrogado en este caso, de tantas preguntas ya sentía que le estaba dando migraña.

—¡ PARKINSON, POR LAS BARBAS DE MERLÍN, CÁLLATE DE UNA VEZ! — le ordenó en un gritó el rubio. — ¡Déjate de tanta preguntadera! ¡Ni que fueras mi madre! — exclamó exasperado.

—El Draco de siempre volvió. — celebraron Vincent y Greg a la par.

—¡Qué lástima ya me estaba empezando a acostumbrar al nuevo Drac! — dijo falsamente decepcionado Blaise encogiéndose de hombros pero con una brillante sonrisa en su rostro.

—Se veía muy lindo todo sonrojado y tímido. — comentó Pansy.

—¡USTEDES!.... — Draco tomo su barita en su mano. — ¡Sus últimas palabras! — les dijo cuando de la punta de su barita comenzaron a salir chispas.

—E-e-espera Draco... no hay necesidad de llegar a los extremos... estábamos bromeando.... — decía Blaise pegándose a la puerta.

—Eso, eso... — estuvo de acuerdo inmediatamente Pansy mientras se acurrucaba a Blaise temblando. — Solo era una broma... una pequeña bromita... por favor... se razonable....

—Aún somos muy jóvenes para morir. — dijeron Vincent y Greg mientras se abrazaban incluso se habían olvidado de masticar los pasteles que se estaban comiendo por lo que casi se ahogan.

—Ten piedad. — dijeron los cuatro a la vez.

—Hmm... Piedad... ¡Esta bien! — aceptó el rubio. — ¡Los dejaré medio vivos entonces! — dijo con una diabólica sonrisa en su rostro.

Durante varios segundos se escucharon lloriqueos y suplicas en aquella cabina cada que una corriente eléctrica plateada recorría la estancia.

Ignorando los míseros lloriqueos de sus amigos Draco se recostó a la ventana, tomó la manzana de caramelo que había recibido de regalo y comenzó a comerla mientras admiraba el paisaje con una dulce sonrisa.

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Próximamente en TERGUM IN TEMPUS:

["Manual para conquistar a tu futuro esposo" por Harry James Potter.]

Capítulo 2: Marcar Territorio.

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