Frustración
La cálida luz solar se colaba por la ventana del dormitorio del matrimonio, acariciando la pálida piel desnuda en aquélla cama.
Amaba verlo dormir plácidamente, con la paz tatuada en su rostro. Y más si, ese bello francés de sensual cuerpo, estaba totalmente desnudo, como acostumbraba a dormir.
Los ojos color turquesa recorrieron lujuriosos la figura acostada a su lado. La sábana blanca estampada de flores coloridas, solo tapaba sus piernas y pelvis, admiró por un instante la incipiente erección de su pareja. Se mordió sus labios por la tentación.
Siguió su curso con la mirada admirando el abdomen y torso bien trabajo del francés. Se relamía los labios, su compañero de vida, era jodidamente atractivo. Y era todo para él.
Y ni hablar de las piernas del que era poseedor, torneadas y trabajadas a la perfección. Era lo que más le gustaba de él. Esas piernas eran todo un poema.
Se atrevió acariciar uno de sus musculosos, pero armoniosos brazos, que lo abrazaban toda la noche. Deslizaba sus dedos lentamente para no despertarlo.
Finalmente termino contemplando su perfecto rostro. Sus labios finos y seductores, que lo invitaban a devorarlos con los propios. Sus largas pestañas que enmarcaban los ojos más hermosos que haya visto nunca, poseedores de un color azul violáceo tan precioso como único. Su pelo, del color del océano tropical, aguamarina, era un deleite para la vista. Amaba ver ese cabello mecerse en su espalda al compás del movimiento de cadera del galo. Lacio y sedoso, solo alborotados en su flequillo. Y cómo le gustaba tomarlo de el cuando hacían el amor.
Un calor muy conocido comenzó acrecentarse en la entrepierna, culpa de cuerpo que admiraba, con notable deseo y lujuria.
Inclinó levemente el torso hacía el pecho del galo para darle un efímero beso en los labios y bajar lentamente, repartiendo besos suaves, hasta el glorioso abdomen que el francés poseía. Eso termino de avivar la propia erección.
El contacto con ese hombre lo excitaba en demasía.
Con una sonrisa pícara destapó la formidable carne que le daba tanto placer. Mojó sus labios con la legua, acercó su boca y la rozó pacientemente por toda la longitud, río cuando está reaccionaba al contacto.
Saco su lengua cargada de saliva caliente para saborear el glande. Hacía danzar su lengua como si de un helado se tratara. Una vez que estuvo bien mojada lo metió en su boca. Quería sentir como ese pene se hinchaba dentro de su cavidad bucal.
- Mmmm - se removía placentero aún profundamente dormido.
El griego sonrió con su boca pegada a la pelvis del otro. El aguamarina estaba respondiendo a sus atenciones.
Subió su cuerpo, ya desnudo, sobre el cuerpo de su pareja, que aún dormía profundamente.
Lubricó su ansiosa estrada y comenzó con una auto penetración tortuosa y lenta. Un gemido mudo salió de sus labios.
El aguamarina despertó bruscamente al sentir el cálido y apretado interior del peliazul.
- ¿Milo? - lo llamo - aahh ... ¿Qué haces?
- ¡Ah! ¡Camus! - Milo comenzó a cabalgar rítmicamente al francés, mientras gemía su nombre - ¡Que rico! ¿Acaso no te gusta? - preguntó jadeante.
Milo se movía frenético arriba de Camus, su trasero hacía movimientos de ocho, usando el falo del acuariano como conductor.
El griego no paraba de gemir debido al placer que el miembro erecto del francés le proporcionaba.
Después de que logró liberar su viscoso semen, sobre el abdomen de Camus, esté lo apartó.
- Espera ¿No vas a terminar tú? - le cuestiono sorprendido por tal acción.
- No cariño - acarició el pelo azul - así estoy bien, debo ducharme para ir a trabajar.
Camus se levantó de la cama y se dirigió al baño privado de la habitación.
Milo quedó angustiado en la cama. Se preguntaba la razón del actuar de su esposo. Estaba erecto y deseoso ¿Por qué no acabar? ¿Lo estaría engañando?
Se horrorizó por esa suposición.
Colérico e histérico apartó de un manotazo la sabana y caminó hacía el baño. Le cuestionaría todo.
Mientras Camus disfrutaba de una reconfortante ducha y sentía el agua recorrer su desnudo cuerpo, el griego irrumpió el baño de un portazo.
- ¡¿Tienes otro?! !Habla! ¡¿Por qué no terminaste?!
Milo gritaba y movida exageradamente sus manos mientras cuestionaba de modo agresivo a su esposo, que lo miraba sin entender nada.
Ante el silencio del otro, el heleno siguió gritando.
- ¡Dime! ¡Habla! ¿¡Te estás tirando a otro!?
- Cálmate, estás sacando conjeturas erróneas - Milo lo miró con enfado - no me acuesto con nadie amor. No tengo tiempo ni para ti. Estoy estresado por el trabajo. Sabes que estamos con un proyecto importante y me ocupó de eso prácticamente todo el día. Sería incapaz de engañarte.
- No me deseas más - espetó aún consternado el griego - ¿No te atraigo? Dime.
Camus puso los ojos en blanco, su pareja no lo comprendía ni escuchaba cuando le hablaba.
- Si te deseo, eres hermoso Milo. Solo estoy con la mente en otra cosa.
- Pues llevas la mente en otra cosa hace rato, por qué este problema que pasó viene sucediendo desde hace tiempo.
Con esto último el escorpiano se retiró del bañó dando un portazo.
Camus se preguntaba cuál era la molestia de su pareja si este había gozado y acabado en el acto sexual. Él nunca había dejado de cumplirle a su pareja, aunque él no encontraba su propio placer.
Serio hacía en desayuno para ambos. Siempre preparaba exquisitos banquetes para el desayuno, pero está vez su mal humor solo inspiró para hacer unas simples tostadas y café.
Las dejo sobre la mesa junto con la mermelada de arándanos - la favorita de Camus - y su taza de café color negra que siempre usaba.
Camus sonrió cuando vio la mesa acomodada. Se imaginaba que su esposo no estaba de humor.
Se acomodó en su lugar en la mesa y espero a Milo qué lo acompañará, pero esté estaba más ocupado en hacer ruido en la cocina con cada cosa que encontraba haciendo notar su molestia.
Al notar que su pareja no lo acompañaría para desayunar, Camus tomó todo lo preparado y se mudó a la cocina con él. Se acomodó en la Isla y contemplaba a Milo qué lo ignoraba aún enfadado.
- ¿Vas a estar mucho tiempo sin hablarme? - preguntó divertido.
Milo estaba en la estufa dándole la espalda cocinando huevos revueltos. Al escucharlo posó una mano en su cintura y con la otra seguía revolviendo. Contó hasta 5 y se dio vuelta.
- ¿ Vas a seguir concentrándote más en el trabajo que en mí? Pues si - reclamaba señalando en dirección de Camus con la espátula y su mano aún posada en su cintura.
- Pareces una vieja gruñona - Milo abrió sus ojos y boca sorprendido por lo dicho - me voy al trabajo cariño.
El francés se levantó de su lugar, caminó hasta un muy ofendido Milo. Inclinó su cabeza para besar los labios de su pareja pero esté ahora, más enojado que antes, corrió su rostro. Camus suspiro cansado y termino por darle un beso en la cabeza, aspirando el afrutado aroma de su cabello.
Una vez sólo, Milo sintió la necesidad de contarle a su amigo Mu de lo sucedido con su esposo. El tibetano, era su mejor amigo y conocía a Camus y a él a la perfección. Era el único que podría escucharlo y comprenderlo.
Saco su teléfono del bolsillo trasero de su short de jean y le mandó un mensajes.
- Hola amigo, no vemos en el gimnasio. Necesito desahogarme contigo.
- Claro amigo, allí nos vemos. Luego iremos por unos batidos.
Dicho esto, el heleno se vistió con la típica ropa que usaba para ir al gimnasio, un short corto y una musculosa holgada.
Hablaría con Mu y le pediría consejos para poner en marcha algún plan para salvar su vida sexual con el galo. Estaba claro que esto no podía seguir de esta manera y sabía bien que Mu unos meses atrás había sufrido algo parecido con su pareja y mejor amigo de Camus, Shura.
Hola mí bellos lectores.
Aquí les traigo está nueva historia.
Espero que les guste y se diviertan.
¿Quién ama como yo a Camus de activo?
Pues si les gusta disfrútenlo.
La personalidad de Milo tiene algunos cambios. Si bien es bien fogoso e intenso, tiene actitudes más amo de casa histérico y un poco más afeminado (sin ofender) por así decirlo.
Espero que les guste y gracias por leer.
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