4 | El Rey Tuerto del Bosque Amarillo
Heme aquí, en el Bosque Amarillo, en busca del enigmático Rey Tuerto desde hace más de un par de meses. Mi propósito inicial era revelar los enigmas que la sencilla gente que habita Ponro, un pequeño pueblo aledaño al bosque, cuenta con sorprendente efusividad y detalle. No obstante, más de sesenta días después de iniciado mi fatídica travesía, mi única motivación está a cargo del más primitivo instinto de supervivencia que nace en medio de la desesperación de mi desdichada alma.
Ahora, en medio de esta calurosa y tétrica noche, he decidido escribir esta última entrada en mi diario, con la esperanza de que, en algún momento en el lejano futuro, algún insensato pueda ser testigo de mi funesto final. La única fuente de luz que me alumbra proviene de una desgastada vela color sangre, y mi lamentable estado, junto con el ardoroso clima, no hace sino dificultar estas que serán mis últimas palabras escritas.
Si bien acepto mi próxima expiración y tengo claro que no hay nada que pueda hacer para enfrentar los escabrosos designios del Rey Tuerto, no puedo irme de este mundo sin antes descargar toda mi ira contra el indirecto causante de mis desgracias. Es cierto que fue mi propia voluntad la que me llevó a embarcarme en este viaje sin sentido, pero todo inició por culpa de una recomendación que recibí hace casi un año de parte de uno de mis peores y más crueles clientes.
Mi trabajo consistía en asesorar a diversos tipos de artistas para que pudieran desarrollarse dentro del competitivo mundo al que aspiraban ingresar. Uno de ellos, al que llamaré el Escritor Desquiciado ya que su repulsivo nombre nunca será pronunciado nuevamente por mi lengua ni tampoco escrito por mis manos, me dijo un mal día que deseaba escribir una tétrica historia de horror fantástico tomando como base su pueblo natal, Ponro. En ese entonces, lo único que sabía de aquel lugar era que estaba compuesto por un puñado de casas destartaladas, habitadas por gente humilde e increíblemente supersticiosa. Considerando que una historia ambientada en tal pueblo tan poco interesante no conseguiría sino cosechar el antónimo directo de la palabra "éxito", le sugerí cambiar su perspectiva y olvidar aquel hoyo insignificante plagado de ignorancia y oscurantismo del cual había logrado escapar.
El Escritor Desquiciado, maldito sea él y toda su descendencia, en lugar de escuchar mis sabias palabras, decidió buscar asesoría por otros medios. Para mi gran pesar, aquel desgraciado hombre tuvo la suerte de que había gente tan poco cuerda como él en el mundo, de modo que rápidamente consiguió el apoyo que tanto anhelaba hasta terminar y publicar su repulsiva y horrible obra literaria, con el ridículo título de "El Rey Tuerto".
Los primeros días tras la publicación de aquella repugnante novela esperé con gran regocijo que la crítica especializada la destruyera sin piedad, de modo que sólo consiguiera empolvarse en las estanterías de las librerías baratas. Sin embargo, mis esperanzas no encontraron su destino cuando, con sorpresa y rabia, descubrí que la inmunda obra del Escritor Desquiciado no solo estaba siendo un rotunda éxito en ventas, sino que estaba cerca de convertirse en uno de los libros más importantes de nuestro siglo.
Sin dar crédito a aquella ilógica situación, dediqué gran parte de mi tiempo y dinero en destruir la carrera de aquel Escritor Desquiciado. Tuve relativo éxito en algunos países, donde censuraron su grotesca historia al considerarla...
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Los ruidos nocturnos de los árboles azotados por el inclemente viento y de los estridentes pájaros dementes ha cesado repentinamente hace tan solo un segundo. No me atrevo a siquiera mirar a través de una rendija de la tienda de campaña en la que me cobijo, pero estoy seguro de que alguien o algo está deambulando entre la espesura amarillenta del bosque. Lo más extraño de todo es que la temperatura parece haberse reducido drásticamente hasta el punto que no puedo dejar de temblar.
Obviamente, mi final está a tan solo un paso.
Considerando el poco tiempo que me queda, no me extenderé demasiado en detalles banales y solo diré que armé una verdadera guerra contra el Escritor Desquiciado. Había quienes apoyaban mis inteligentes e indiscutibles mociones y posturas, pero también estaban aquellos insensatos de nula capacidad intelectual que se atrevían a ponerse en contra de mi magnífica persona. Al cabo de un par de años, "El Rey Tuerto" era considerada una de las obras más apreciadas y más odiadas al mismo tiempo alrededor de todo el mundo. Aquel resultado, si bien no era el esperado, al menos resultaba mejor que tener que soportar aquella inmundicia literaria en el podio de la escritura mundial.
No obstante, una de mis peores pesadillas se confirmó el desafortunado día en el que el Escritor Desquiciado publicó su segundo libro, "El Bosque Amarillo". Al igual que con la obra anterior, esta consiguió una buena aceptación del público en general de forma sencilla y rápida. Yo era plenamente consciente que no podría luchar nuevamente contra aquel inesperado éxito, ya que no poseía los recursos económicos de antaño, por lo que decidí tomar medidas drásticas...
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La entrada de mi tienda se ha abierto repentinamente. El inclemente viento en el exterior es recio y amenazador, pero no lo considero capaz de realizar una acción tan compleja. Creo que, estando cara a cara con aquello que acabará conmigo, debo de dejar este escrito como confesión.
Cabe recalcar que no me arrepiento de mis actos, más bien al contrario, considero que haber terminado con la insulsa e insignificante vida del Escritor Desquiciado es uno de los mayores favores que he prestado a la humanidad. Puede que aquellos que lleguen a leer esto crean que he perdido la cordura, pero estoy completamente seguro que aquel repulsivo autor de "El Rey Tuerto" y "El Bosque Amarillo" era cualquier cosa excepto un humano común y corriente.
Posiblemente si hubiera seguido mis planes originales, simplemente habría asesinado al Escritor Desquiciado y tras desaparecer su cadáver, me habría olvidado rápidamente del caso. No obstante, cometí la torpeza de acceder a escuchar sus últimas palabras, las cual pronunció mientras se desangraba como un cerdo al mismo tiempo que un potente veneno desbarataba el funcionamiento de sus múltiples y extraños órganos tentaculares.
El Escritor Desquiciado me dijo:
"En Ponro está la respuesta. En el Bosque Amarillo está el camino. Y en el Rey Tuerto está el final. Aliméntalo"
Luego murió en una cómica postura que no hizo sino sacarme una sonora carcajada. Sin embargo, luego de incendiar su mansión con sus restos dentro, no pude sacarme de la cabeza aquellas enigmáticas palabras, al parecer, sin sentido alguno. Aquello me carcomió la atención por varios días hasta que, incapaz de soportarlo más, decidí pedir el consejo del causante de mi llegada a este bosque maldito. A este cliente tampoco quiero mencionar de forma directa, así que lo llamaré el Hombre Embustero.
Este Hombre Embustero, quien había sido mi cómplice en el asesinato del Escritor Desquiciado debido a sus contactos políticos, afirmó que, indudablemente las palabras finales del desagradable finado escondían una importancia subliminal que había que considerar con cuidado. En tal sentido, me instó a leer las dos obras del Escritor Desquiciado, cosa que había evitado desde el primer instante en que lo conocí, pero que al final tuve que realizar con la intención de encontrar alguna pista al misterio.
Dediqué un año entero a leer, releer y analizar aquellas pútridas obras hasta que no pude más y decidí rendirme. Ante esto, el Hombre Embustero me indicó que él había sido capaz de resolver el enigma luego de mucho trabajo, aunque yo sospechaba que siempre había tenido la respuesta consigo. Según lo que me dijo, los dos nauseabundos libros del Escritor Desquiciado no eran sino el prólogo de un tercero, mucho más impactante y espectacular que los anteriores. El Hombre Embustero afirmó que, indudablemente, "El Rey Tuerto" y "El Bosque Amarillo" formaban, en conjunto, un intrincado mapa literario que revelaba la ubicación del manuscrito de "El Rey Tuerto en el Bosque Amarillo".
Aquella era una información trágica que me llenó de la más profunda desesperación. Si todo aquello era cierto y algún insensato admirador del Escritor Desquiciado llegaba a descubrir el mapa hasta encontrar el manuscrito, no podría haber forma de detener el inconmensurable éxito de aquella obra póstuma. Si bien el Escritor Desquiciado estaba ya muerto, mi anhelo era que también llegara a ser olvidado por completo, objetivo que se vería trincado si sucedía una desgracia de tal magnitud.
Por ello, hace poco más de un año, acepté la cruel sugerencia del Hombre Embustero y me aventuré en esta fatal travesía. Arribé a Ponro sin muchas dificultades y dediqué cerca de seis meses en recabar toda la información posible. De esa manera me enteré, completamente anonado, que tanto el Rey Tuerto como el Bosque Amarillo no habían sido invenciones del Escritor Demente, sino que existían de verdad. Lo más sorprendente era que las leyendas y los mitos que recorrían las lenguas de los primitivos habitantes de Ponro eran muy similares a las líneas argumentales de las obras del Escritor Desquiciado.
Fue entonces que se me ocurrió una brillante idea. Me encargaría de desmentir por completo las habladurías de la gente de Ponro, además de revelar al mundo que el Escritor Desquiciado no había hecho sino robar vilmente las tradiciones culturales de la mitología de aquel insignificante pueblo, lo cual, creía yo, sumiría en la desgracia su memoria dentro del mundo de la literatura. Además, para alcanzar un resultado óptimo, sería yo quien hallara el manuscrito de "El Rey Tuerto en el Bosque Amarillo" y, luego de unas modificaciones, lo publicaría como autor indiscutible.
Lamentablemente, nada de eso sucederá ya que presiento que esta noche...
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He releído lo que escribí en este diario la noche pasada y me sorprendo de cuan cobarde puedo llegar a ser. Ahora, con un bello día soleado por delante, me encuentro en el hospedaje de Ponro, donde alquilé una sencilla y apacible habitación. Resulta sumamente extraño lo que viví en el Bosque Amarillo, y más extraño aún es el hecho de encontrarme todavía con vida.
Conocí al Rey Tuerto.
No tengo ni idea de por qué recibe ese nombre, pero fue así como se presentó. No tenía la magna apariencia de un rey, y tampoco parecía disponer de ojos en alguna parte del cuerpo, de modo que sería ilógico denominarlo tuerto. Desde mi perspectiva, tenía la perturbadora apariencia de un oso escuálido, con seis pares de patas y tres colas terminadas en húmedas puntas membranosas. Poseía un par de bulbos anquilosados emergiendo de la espalda, lo cuales parecían actuar a modo de antenas y de alas al mismo tiempo, ya que se movían frenéticamente elevando al Rey Tuerto unos centímetros sobre la tierra.
Aquella fascinante y aterradora criatura fue sumamente amable y me aseguró que mi vida no correría peligro si aceptaba tan solo una condición: alimentarlo. Para ello, me entregó el manuscrito de "El Rey Tuerto del Bosque Amarillo", el cual extrajo del interior de uno de los bulbos de su espalda, y me ordenó publicarlo bajo mi nombre. Tras eso, se elevó lentamente hasta desaparecer en medio de la penumbra de la fría noche.
Aún no tengo una idea clara de qué sucederá cuando "El Rey Tuerto del Bosque Amarillo" llegue a las manos del público. Lo único de lo que sí estoy seguro es que el Hombre Embustero tenía pleno conocimiento de toda esta particular situación y me envió al Bosque Amarillo para ser devorado por el Rey Tuerto. Dado que su maligno plan no tuvo el resultado que él deseaba, es mi deber devolverle el favor de la manera más amistosa y sangrienta posible.
Dentro de unas horas iniciaré el camino de vuelta a la capital. Cumpliré mi objetivo inicial y destruiré la imagen del Escritor Desquiciado, tal como estaba planeado, tras lo que publicaré el manuscrito que me entregó el Rey Tuerto. En verdad me pregunto qué sucederá cuando lo haga...
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