10 | La Voluntad del Pájaro de Ojos Negros
Durante gran parte de mi vida nunca tuve una muy buena imagen de los pájaros que me rodeaban.
Los consideraba fútiles formas de vida, sin más gracia que la de su mirada vacía e ingenua. Me molestaba mucho tener que escuchar sus chirriantes cantos cada vez que me levantaba por las mañanas, y no soportaba sus fúnebres ululares rompiendo el silencio de la noche. Realmente nunca los vi más que como pequeños y aberrantes martirios emplumados.
Mi aversión por ellos llegaba al punto de que me obligué, por muchos años, a evitar a toda costa toda fuente de información que siquiera hiciera una lejana referencia a su especie. En tal sentido, durante mucho tiempo no era capaz de diferenciarlos ni conocía los múltiples nombres que cada tipo tenía. Palomas, lechuzas, águilas, gallinas, halcones, kiwis, cóndores, cacatúas, buitres, para mi eran todos lo mismo: enemigos naturales a los cuales debía evitar con toda mi fuerza.
Sin contar el extraño e inexplicable odio que sentía por los pájaros, mi vida transcurrió de forma relativamente normal. Asistí a buenas escuelas, tuve la suficiente cantidad de amigos, me gradué de la universidad y conseguí un trabajo estable como corrector de obras literarias. Realmente parecía una rutinaria vida común y corriente, hasta que llegó aquella fatídica tarde.
Todo comenzó un día por la mañana, cuando tuve la inmensa desgracia de verme en la obligación de corregir la última obra de uno de los más misteriosos clientes de la editorial para la cual trabajaba. Nadie conocía el verdadero nombre de aquel autor. Había firmado el contrato con la editorial bajo el seudónimo de "El Escritor sin Cordura", y era así como certificaba todos sus libros. Posiblemente, en cualquier otro caso la editorial hubiera preferido rechazar tratar con alguien así de especial, pero la prosa del Escritor sin Cordura era realmente buena y generaba valiosos ingresos.
Volviendo al punto, aquella mañana me tocó una obra de ese escritor titulada "Los pájaros deben ser escuchados". Con tan solo ver la palabra "pájaro" sentí que un incómodo sudor frío me recorrió la espalda, y no dude en que aquella habría de ser la tarea más difícil y molesta de toda mi vida. Lamentablemente, no había más correctores en aquel momento y no era sensato para la empresa posponer aquel trabajo ni siquiera un día. Por eso, con gran pesar, tuve que empezar a leer aquella nefasta obra, temiendo sufrir alguna consecuencia perjudicial producto del quiebre del principio que había regido durante mi vida.
Durante los días siguientes pude percatarme, con total consternación, que mi mundo estaba cambiando de manera ilógica y extrema. Poco a poco, mi irracional desprecio por los pájaros fue desapareciendo, al mismo tiempo que mi interés por aquellos enigmáticos animales se incrementaba a pasos agigantados. No obstante, mi antiguo odio por las aves se había visto reemplazado por un incontrolable horror absoluto por "Los pájaros deben ser escuchados".
Aquella demoniaca obra curó mi fobia por los pájaros, pero a cambio ella misma se convirtió en el centro de mi desesperación. Y, aún más que eso, junto al terror indescriptible que me causaba, también despertó en mí una enfermiza obsesión por leerla y releerla sin descanso. No tardó mucho para que mi vida personal se viera afectada por aquella inesperada y problemática situación.
Me olvidé de comer y de dormir, ya que no podía desperdiciar ni un segundo sin estar leyendo aquella maldita obra. Mi extraño comportamiento causó que me despidieran de mi trabajo, tras lo que fui internado en un centro de reclusión mental. Todo esto poco me importó, ya que nada ni nadie era capaz de despegarme de aquel fatídico y misterioso libro.
¿Qué era lo peor de todo esto? Simple y llanamente, "Los pájaros deben ser escuchados" era, citando las palabras de diversos críticos en literatura, "la mayor y más detallada basura literaria que alguien con deficiente capacidad mental podría haber escrito, obviamente como una especie de broma personal". Y no les faltaba razón, ya que aquella obra no era más que un desorden sin sentido, incapaz de ser catalogada como prosa o lírica y cuya única característica especial era la constante mención de la frase que componía su propio título.
Sin embargo, yo no era el único afectado por la inexplicable fuerza atractiva que emanaba de aquel escrito. Alrededor del mundo, muchas personas, entre hombres, mujeres, niños y ancianos, vieron su cordura y sus vidas completamente destruidas antes de que se emitiera una ley internacional que prohibía la reproducción, total y parcial, además de la comercialización e incluso la lectura de "Los pájaros deben ser escuchados". Este hecho, para bien o para mal, fue el desencadenante de mi tragedia, ya que un día, al despertar, note que me habían separado de mi odiado y amado libro.
Sentí entonces que una locura sin precedentes se apoderó de todo mi ser. Berreé y grité durante toda la mañana, exigiendo desquiciadamente que me devolvieran la obra para poder continuar leyéndola, pero nada sucedió. Fue al llegar la tarde, cuando caí seminconsciente por la falta de energías, que acaeció aquel hecho que marcaría mi vida por la eternidad.
El Pájaro de Ojos Negros descendió hasta mí, atravesando el techo de mi celda, y me saludó con una melodiosa voz que inundó todos mis sentidos de la más profunda paz. Era una criatura inmensamente bella, de suaves plumas blancas que le cubrían el pecho y ascendían por sus cuatro pares de brazos dejando sus viscosas tenazas triples al descubierto, mientras que una sedosa mata de pelambre amarillento caía alrededor de su cintura, dejando solo unos pocos tentáculos inferiores bailando a la vista. Su rostro, cuan retrato de los mismos ángeles, era similar al de un águila y un buitre al mismo tiempo, con un aire imponente gracias a los tres rojizos picos afilados que brotaban debajo de sus treinta y tres pequeños ojos negros.
El Pájaro de Ojos Negros abrió uno de sus picos y afirmó que había oído mis lamentos. Abrió otro de sus picos y dijo que me buscaba porque necesitaba mi ayuda y quería ayudarme. Finalmente, utilizó el pico restante para indicarme que lo siguiera, al mismo tiempo que esgrimía sus alas membranosas para levitar hasta la puerta de la celda, la cual se abrió permitiéndole el paso.
El Pájaro de Ojos Negros, entonces, dijo que amaba a la humanidad con todo su corazón. Añadió que consideraba a nuestra especie como una de las más sublimes y maravillosas, dignos de recibir la gracia del Creador. Sin embargo, reveló que le embargaba una profunda tristeza al saber lo que estaba sucediendo en todo el mundo. Dijo que yo y mis congéneres humanos habíamos sido engañados para leer un escrito infame, pero que nuestra liberación había sido idónea para permitirle paso al mundo terrenal.
Yo, hasta ese momento muy confuso, le pregunté qué era lo que estaba sucediendo. Entonces, el Pájaro de Ojos Negros me explicó que, sin lugar a dudas, el autor de la nefasta obra que había sumido a parte de la humanidad en la locura habría de ser un sirviente del Pájaro que Debe ser Escuchado. Esta era una entidad cruel y perversa, que se regocijaba con el sufrimiento y la desesperación de las formas de vida a las que consideraba espiritualmente inferiores.
Este segundo y malvado Pájaro acostumbraba deslizarse entre el éter del cosmos, a la espera de caer en un mundo habitado para poder infectar la mente de algún ser viviente inteligente para obligarlo a cumplir sus pérfidos designios. Esa era la razón por la cual el Escritor sin Cordura había escrito "Los pájaros deben ser escuchados". Si bien existían otras nefastas criaturas que pugnaban por sumir a la humanidad en la miseria, nunca antes se había visto un actuar tan masivo y repelente como el realizado por la voluntad del Pájaro que Debe ser Escuchado.
Sin embargo, el Pájaro de Ojos Negros me confesó que su propio accionar no era completamente desinteresado y bondadoso. Lo cierto era que él odiaba toda clase de cuerpos celestes, entre los cuales se incluía mi propio planeta, la Tierra, y los demás elementos del sistema solar. El Pájaro de Ojos Negros deseaba propiciar el desarrollo de la humanidad para que esta destruyera su propio planeta y continuara el ciclo de aniquilación a lo largo y ancho del universo.
Me puse a reflexionar que, si tuviera que elegir entre salvar a mi especie o a mi planeta, lo lógico sería apostar por la primera opción ya que así aseguraba mi supervivencia. Por eso acepté formar un Pacto con el Pájaro de Ojos Negros No pretendo convertirme en un héroe, ni tampoco pienso realizar actos nefastos como un villano, pero haré lo que sea necesario para salvaguardar a la humanidad. Y, el primer paso para conseguirlo, es acabar con el Escritor sin Cordura y con su atroz amo, el Pájaro que Debe ser Escuchado.
Yo, Mörder der Vögel, juro por mi vida que no descansaré hasta eliminar por completo cualquier cosa, material o espiritual, que se atreva a interrumpir el desarrollo de mi especie. Nos convertiremos en seres temidos en toda la Creación, nadie se opondrá a nuestras decisiones y todas las demás formas de vida nos rendirán pleitesía o serán exterminadas.
Porque esa es mi voluntad.
Porque esa es la voluntad del Pájaro de Ojos Negros.
Únete a nosotros, o acepta tu final sin oponer resistencia.
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