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Aclaración:
➳Contenido 🔞
➳Canción: Need to Know — Doja Cat ♡
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El buen ambiente se percibía por cada rincón del bar, la música retumbaba por toda la zona y la mayoría de los jóvenes presentes se encontraban bailando con sus bebidas en las manos en extrema proximidad, tratando quizás de ligotear un poco, tener una noche de copas o simplemente gozar del frenesí y vigor del momento. El canadiense, por su parte, caminaba con un sensual movimiento de caderas en dirección al sitio donde su mejor amigo se localizaba. Podía observarlo con claridad desde la distancia, tenía aquel típico gesto implantado en su rostro que plasmaba cierta confusión y a su vez, repiqueteaba la plana superficie de la barra con las cortas uñas de sus dedos mientras contemplaba el reflejo de su rostro a través del vaso vidrioso de su trago, pues el bartender lo había dejado solo para atender a los clientes que recién llegaban.
Con cada paso que daba podía sentir los ojos de sujetos desconocidos examinando su anatomía, y no era de extrañarse en lo absoluto porque la simple presencia de Mark era fuerte por sí sola... llamativa, muy atrayente, y por supuesto que la misma no pasó desapercibida por el joven de cabellos blancuzcos, quien por cierto, no tardó ni un segundo en devorarlo sutilmente con la mirada.
Mark sonrió con picardía al percatarse de su reacción cuando volteó a verle. A pesar de que demostraba una campante y fuerte seguridad por fuera, los nervios le carcomían todo su sistema por dentro, ¿para qué mentir? Sin embargo, la adrenalina que también corría por sus venas y el afán por cumplir su fantasía de tener a Yuta encima suyo... amándole, tocándole, besándole y teniendo su cuerpo a su merced eran lo suficientemente fuertes como para no dar un paso atrás y acobardarse. Él estaba perdidamente enamorado de su mejor amigo y no podía soportarlo más.
Ya no había tiempo que perder.
En el momento que estuvieron uno frente al otro, se miraron a los ojos como si el mundo se hubiese detenido a su alrededor, tan sólo disfrutando del abrasador y chispeante contacto visual que ambos mantenían. Mark podía jurar haber sentido el fuego incandescente en su mirar calándole las entrañas e incitándole a seguir con su cometido de esa noche estrellada y próxima a ser su íntima confidente.
—Oppa... —le llamó en un tono bajo y seductor una vez que apartaron la mirada, situándose entre sus piernas con confianza y rodeando su cuello con sus brazos para así tener una mayor cercanía. —¿Por qué te alejaste de la mesa en la que estábamos todos, eh?
Yuta estaba pasmado a decir verdad. ¿Desde cuando su mejor amigo le hablaba de ese modo tan provocador? Siempre lo había considerado un chico atractivo y coqueto por naturaleza pero esta vez su accionar le transmitía una determinación única que jamás había visto en él, y lo cierto era que si no paraba de hacer lo que sea que se trajese entre manos, su cuerpo sufriría graves consecuencias.
—Y-Yo... —balbuceó nervioso al sentir el rostro del menor cada vez más cerca del suyo. ¿En qué momento se había acercado tanto? —Quería charlar con Kun un rato... sí, eso. —contestó con una mentira poco convincente, tratando de ignorar a toda costa los apetitosos belfos que se movían sin compasión delante de sus orbes.
—Ah. —rezongó cortamente a la vez que giraba su cabeza con ligereza hacia ambos lados, observando con desdén a las mujeres que contemplaban cada uno de sus movimientos y que previamente se habían acercado al japonés, ¿o acaso creían que se olvidaría tan fácilmente de sus patéticos intentos de coquetear con su hombre? No señor. —¿Sabes? Cuando estaba bailando con Jongin noté que varias chicas se te estaban insinuando. Supongo que tú... —acercó su boca al oído del contrario. —Las rechazaste, ¿no es así? —preguntó de forma lenta y ronca.
El gruñido que Nakamoto estuvo por emitir al recordar la escena del imbécil de Kim Jongin bailando junto a su amado castañito fue inmediatamente remplazado por un intenso escalofrío que recorrió su espina dorsal cuando el cálido aliento de Mark chocó contra su lóbulo. ¿Qué demonios estaba haciendo? No se había recompuesto de lo anterior y éste ya lo estaba atacando nuevamente.
Si su objetivo era volverle loco, entonces ya lo estaba consiguiendo.
—S-Sí, lo hice.
Lee sonrió con satisfacción al escuchar su respuesta. Siempre tan honesto, tan dócil ante cualquier cosa que le pidiese.
—Qué bueno que lo hiciste porque... —hizo una pausa para alejarse de aquel erógeno punto de su cuerpo y mirarlo con seriedad. —Tú eres sólo mío, Nakamoto Yuta. —soltó con firmeza y acarició los cabellos blancos que sobresalían de su nuca.
El aludido parpadeó con incredulidad y abrió su boca para responder, mas ninguna palabra salió de ella. ¿Acaso había entendido bien? ¿Estaba tan borracho como para llegar al punto de escuchar al canadiense proclamarlo como suyo? No tenía ni la más remota idea pero aquella posible y muy atrevida declaración lo prendió como nunca, pues sólo Dios sabía cuánto había soñado con esas palabras expresadas por el dueño de esa dulce y exquisita voz... era toda una polución nocturna hecha realidad.
—Oppa, ¿podemos ir a casa? —le volvió a hablar en cuanto notó que se quedó perplejo. Mark logró percibir el efecto que había causado en el chico y eso le animó bastante a profundizar su jugada. —Bebé está cansado de este ambiente y quiere mimitos. —mintió con una voz melosa que lo dejó mareado.
—C-Claro, uh... sólo déjame pedir la cuenta, cariño. —musitó algo descolocado y Mark asintió sin moverse de su lugar. Habían sido demasiadas emociones en un maldito día para él y todas provocadas por la misma persona.
Cuando Yuta llamó a Kun para pedir la cuenta de sus tragos, éste hizo un ademán con su mano para que esperase unos minutos a que se desocupase. El canadiense, aprovechando la distracción de su mayor, enterró el rostro en la curvatura de su largo cuello para así dejar besos húmedos por la zona... todo de forma lenta y tortuosa, deleitándose con la exquisitez de su dermis y ocasionando a su vez que su víctima diese un respingo, abriese los ojos en demasía y comenzase a sentir leves punzadas en su parte baja.
—M-Mark... ¿Q-Qué crees que haces? —un suave jadeo escapó de sus labios. No entendía lo que estaba sucediendo pero estaba mal... estaba mal porque el menor tenía novio y por mucho que lo odiase no quería causarle un problema ni mucho menos hacerse falsas ilusiones al respecto. Necesitaba detenerlo para evitar perder la cordura que tanto trabajo le había costado conservar a su lado y no cometer una terrible estupidez.
Antes de que Mark fuese capaz de dejar su labor para contestarle, el bartender chino apareció en el momento menos oportuno para entregar la cuenta previamente solicitada.
—Yuta, aquí tienes tu... —se detuvo en el instante que alzó su vista de la factura y observó lo que el de cabellos castaños estaba haciendo. —...cuenta.
Un silencio incómodo se apoderó de la atmósfera por unos segundos, segundos en los que Kun alternaba su mirada entre ambos chicos, estupefacto ante el descaro del más pequeño y lo estúpido que resultaba ser su amigo. ¿Todavía osaba afirmar que Mark no le correspondía?
¡Patrañas!
—G-Gracias bro... —Yuta sacó su tarjeta de crédito a como pudo y se la entregó al chino para que le procesara el pago respectivo, sonrojado hasta más no poder. —¡Bebé, aquí no, por favor! —le pidió en un susurro nervioso para que se despegase de su cuello, estaban comenzando a llamar la atención y no quería ocasionar malentendidos que por mucho que quisiese que fuesen ciertos, no lo eran.
—Mhg, entonces... ¿podemos seguir en el apartamento? —Mark sacó la cabeza de su nuevo paraíso y le miró con sus ojitos más brillantes que la luna y las estrellas juntas.
El japonés, cautivado por la profundidad y el resplandor de los luceros de su amado, sólo atinó a dar un leve asentimiento de cabeza, sumido en el plácido anhelo de poder contemplarlos por el resto de su vida, de sumergirse en aquel color marrón oscuro que lo deleitaba con cada pestañeo y que no cambiaría por nada en el mundo. O bueno, eso hasta que su cerebro procesó debidamente la pregunta, la cual le cayó como un jodido balde de agua fría.
—Espera, ¿dijiste seguir en... ?
—Ten tu tarjeta, Yuta. —interrumpió el chino por segunda vez en la noche. —Por cierto, les pedí un taxi con antelación. Los está esperando afuera del local.
Sacudió su cabeza para alejar los repentinos cuestionamientos que abordaron su mente. Lo más seguro es que Mark estuviese pasado de tragos y por ende no estaba consciente de lo que hacía, o bien le estuviese gastando una simple jugarreta, de muy mal gusto a su parecer.
Sí, debía ser eso.
—Oh, ¿en serio? ¡Te lo agradezco, amigo! —sonrió de lado, tomó de vuelta su tarjeta y se despidió del bartender con un apretón de manos. Probablemente tendrá que explicarle muchas cosas la próxima vez que se encuentren. —¡Nos vemos!
Tan pronto como se levantaron, ambos echaron un vistazo por los alrededores en busca del resto de sus amigos. Al encontrarlos bailando en medio de la muchedumbre en la pista de baile, decidieron no molestarlos y seguir con su paso directo a la salida. Para ese entonces, los nervios de Mark se habían esfumado por completo, pues había notado lo lento que era su mejor amigo para captar las indirectas y además, las reacciones que obtuvo de su parte a sus algo sutiles travesuras le confirmaron, hasta cierto punto, que quizás él no era el único que se sentía de esa manera.
Y eso era lo mínimo que necesitaba saber para por fin dejar la fatigosa sagacidad de lado en su comportamiento. De aquí en adelante, esa cualidad ineludible pasaría a ser solamente algo de su pasado.
Todo era un arriesgar para ganar.
Juntos salieron del establecimiento y se encontraron con el taxi que pidió el chino. Se acercaron al auto y Yuta procedió a abrir la puerta trasera para que su bebé subiese primero y se sentase con comodidad. Una vez listos, dieron la dirección de su apartamento al taxista y tomaron ruta directo hacia su destino.
El trayecto fue relativamente corto y tranquilo, la radio que se saturaba de interferencias cada cierto tiempo era lo único que se escuchaba, las calles no estaban tan concurridas al ser casi media noche y el gélido viento se colaba por las ventanas semiabiertas. Al cabo de unos minutos, ambos vislumbraron el par de enormes edificios a través de los vidrios, Yuta se apresuró en buscar su billetera para pagarle al hombre del volante, sin embargo, Mark fue más rápido y pagó el viaje por su cuenta. Con unas cuantas quejas de por medio bajaron del auto, saludaron al portero e ingresaron al ascensor que acortaría el camino que los llevaría a su domicilio.
El castaño tomó la mano del japonés y entrelazaron sus dedos como ya era costumbre entre los dos, nada incómodo, nada fuera de lo normal. Ya frente a la puerta, este último sacó sus llaves y abrió el cerrojo con su mano desocupada sin ningún tipo de problema.
—Hogar dulce hogar. —soltó en un largo suspiro al adentrarse.
—Oppa, deja y te quito la chaqueta. —dijo de inmediato al ver que Yuta trató de quitársela por sí mismo.
El aludido acató la orden sin chistar y se dejó hacer, nunca estaba de más el recibir pequeñas atenciones de su bebé... sumando el hecho de que éste se veía más sosegado, quizás ya había vuelto a sus cinco sentidos, ¿cierto?
Mark por su parte, aprovechó la "ayuda" que ofreció para deslizar sus blandos y largos dactilares por la rugosa tela de cuero negra con delicadeza, de arriba abajo, de izquierda a derecha hasta llegar hacia aquellos amplios hombros que lo hacían delirar. Allí detuvo sus movimientos previos y comenzó a darle un corto pero confortante masaje que obligó al mayor a echar su cabeza hacia atrás por la relajación que le estaba brindando, dejándole el paso libre hacia aquel paraíso que tuvo el gusto de probar con sus labios cuando estuvieron en el bar.
En ese instante, Mark no pudo luchar contra la inminente tentación que le acechaba. Terminó por deshacerse del estorboso accesorio y siguió con su ruta de caricias desde los hombros hasta el fornido pecho del contrario. Acto seguido, le tiró del cabello para así tener un mayor acceso a su cuello, donde primero se dedicó a olfatear la fragancia excéntrica y varonil de su colonia, causando que Nakamoto se erizase por el choque de su acompasada respiración contra su piel al inhalar y exhalar con suavidad, y por último a trazar un camino de besos desde sus ya descubiertas clavículas hasta la punta de su barbilla.
—Mark... Mgh... —Yuta mordió sus labios con fuerza para intentar acallar los gemidos que querían escapar de su boca. ¿En qué momento la situación se había tornado tan excitante? —D-Detente... Ah... esto no está bien.
—¿El qué? —preguntó sobre su garganta como quien no quiere la cosa. Un beso por allí, otro beso por allá. —Sólo... relájate, ¿sí? Yo te haré sentir bien.
Ambos pares de ojos se encontraron, unos envueltos por una brillante capa cargada de deseo y lujuria que ha sido abnegada durante tanto tiempo, otros empapados por el torrente de emociones que fluían a través de su cuerpo debido a la excitación, y que a su vez, lo hacían sentirse aterrado de lo que sería capaz de hacer si se dejase llevar por sus impulsos, por la concupiscencia que causaba el más pequeño en sus entrañas.
El gran dilema de su vida.
—¡Espera! —A estas alturas, su entrepierna pedía a gritos una pronta liberación ya que aquellos ceñidos pantalones pasaron a ser parte de un doloroso calvario... pero claro, esto sin la problemática presencia de Mark a su lado. —Y-Yo...
—¿Qué pasa? —cuestionó con una tranquilidad irracional, como si no acabase de sobrepasar el límite de lo que se podría considerar algo "normal" en una estrecha amistad como la que ellos tenían.
—Tengo que darme una ducha.
—¿Una ducha? —lo miró confundido.
—S-Sí, una ducha.
—Pero... —hizo un mohín berrinchudo. —¿No puedes esperar un poquitito?
—No.
—¿Por qué?
—P-Porque yo... —tartamudeó, pensando en una excusa lo suficientemente convincente. —Porque debo apestar a alcohol.
—¿Y desde cuando eso te ha importado? —soltó una risita.
—¡Me ofendes, Mark!
—Ya, ¿pero tiene que ser ahora mismo?
—Sí.
Yuta aprovechó que el menor se deshizo del agarre en su blanca cabellera a regañadientes para así empujarlo sin mucha fuerza aplicada, salir corriendo escaleras arriba y encerrarse en uno de los baños del apartamento. Con la espalda apoyada en la puerta tomó una profunda respiración para calmar el instinto animal que le estaba poseyendo.
Estaba caliente... muy caliente a decir verdad, por lo que se despojó de su ropa y entró a la ducha sin más dilación, recapitulando cada uno de los sucesos ocurridos durante todo ese descabellado día. A lo mejor el agua fría de la regadera sería un método idóneo y eficiente para acabar con ese viril martirio que estaba sufriendo su parte baja.
Sí, quizás funcione.
Por otra parte, Mark miraba hacia el lugar por donde Yuta se había ido corriendo con una sonrisa victoriosa.
—¡Oh no, de esta no te vas a salvar Nakamoto! —exclamó con diversión y se dirigió al baño que quedaba disponible para darse de igual forma una ducha y aplicarse sus exóticas lociones frutales que al japonés tanto le gustaban.
La noche apenas comenzaba para ambos.
( ☽ )
No, definitivamente aquello no fue suficiente.
Yuta estuvo por casi media hora bajo el agua fría, esperando a que su duro pene se pusiese flácido y libre de problemas pero cada que estuvo a punto de lograrlo su mente le jugaba sucio y rememoraba como un maldito cassette rayado el momento en que Mark besaba su cuello con tanta fascinación y pasaba sus delicadas manos a través de todo su pecho, causando que se excitase aún más de lo que ya estaba.
Aquello sólo dio como resultado que tuviese que llegar a la penosa situación de masturbarse con la viva imagen de su mejor amigo en la cabeza y vaya que había funcionado. En el fondo se sentía como todo un pervertido, ya que Mark probablemente estaba borracho y no pensaba lo que hacía con lucidez, aunque también sería muy hipócrita de su parte hacerse el puritano cuando no ha sido una sino varias las veces en las que se había dado placer a sí mismo mientras se imaginaba múltiples escenarios morbosos que involucraban al castaño y a su persona cumpliendo muchas de sus fantasías para nada decorosas.
Todo era una completa locura.
Salió del baño en silencio e ingresó rápidamente a su habitación, una vez dentro tiró la ropa sucia en el canasto, se quitó la toalla que envolvía su cintura y se colocó únicamente un bóxer negro y un jogger de color gris que además de ser cómodo para dormir se amoldaba perfectamente a sus musculosas piernas.
La luz de la luna atravesaba las puertas corredizas que separaban su habitación del balcón del apartamento e iluminaba tenuemente todo el espacio, el viento se colaba por las rendijas y movía con fiereza las largas cortinas, disminuyendo por consiguiente la temperatura incidentalmente.
Yuta se acercó al balcón y se apoyó en el barandal para apreciar la vista de esa gélida noche, sumergido en el sonido persistente de los grillos e insectos desconocidos que se encontraban en los árboles de la zona a tal nivel que no se percató de que su puerta había sido abierta ni mucho menos de las pisadas sigilosas de cierta personita que se acercaba hacia él y lo miraba de arriba abajo, mordiéndose el labio por semejante obra maestra que se mostraba frente a sus orbes.
No fue hasta que sintió un par de brazos envolverlo desde atrás y unas escurridizas manos posicionarse en medio de su torso desnudo para acariciarle con sutileza, que se dio cuenta de que no estaba del todo solo. Su corazón dio un vuelco, giró su cuello hasta toparse con unos inconfundibles cabellos castaños que se movían al compás de la brisa que chocaba contra ellos y que de paso desprendía cierto aroma exquisito, para su gusto, que invadió sus fosas nasales.
Sandía y frutos rojos.
Sin embargo, lo que Mark susurró en su oído a continuación lo dejó todavía más mareado de lo que había hecho el olor de su cuerpo, pues fue algo que no se esperaba en lo absoluto y lo congeló de pies a cabeza.
—La luna está hermosa hoy, ¿no lo crees, oppa?
Yuta podría concluir fácilmente que todo esto lo decía porque en realidad la luna sí se veía hermosa esa noche, mas eso era ciertamente cuestionable por dos simples razones:
1. Él mismo le había enseñado a Mark todas las costumbres de su país natal y entre ellas estaba la famosa frase de la luna que los japoneses solían utilizar para declarársele a una persona especial.
2. El tono en el que se lo susurró fue por mucho sospechoso, toda su forma de actuar apuntaba a que la cosa iba realmente en serio.
El silencio reinó entre ellos por un corto lapso de tiempo en el que el japonés trataba de asimilar la situación y de no ilusionarse más de lo que ya estaba. Conectó su mirada con la del canadiense que estaba tan radiante como el sol de verano por alguna razón.
—¿Qué dijiste? —preguntó bajo, con el corazón en la mano. Llámenlo tonto o incrédulo pero él tenía que estar cien por ciento seguro.
Lee tomó su brazo y tiró de él con suavidad para voltear su cuerpo y estar cara a cara. —Dije que la luna está hermosa hoy.
—¿Lo dices de forma literal?
—No.
—Joder Mark, no juegues conmigo. Tú sabes bien lo que esa frase significa.
—Yo nunca juego, Yuta.
—¿Y tu novio? —su respiración se estaba tornando irregular, la mezcla de emociones se estaba volviendo insoportable.
—¿Cuál novio? —replicó con cierta burla, entrelazando sus dedos con los de Yuta.
—¿Cómo que cuál novio? —frunció el ceño. —Hablo del jodido Kim Jongin, ¿ves cómo sí estás jugando conmigo?
—Ah, te refieres al novio de Do Kyungsoo.
—¿De qué demonios estás hablando? Yo mismo te vi en el bar bailando pegadito a él. —deshizo la unión de sus manos y lo apuntó con un dedo molesto. —Yo mismo vi con mis propios ojos cómo ese tipo te ponía sus asquerosas manos encima.
—¿Acaso estás celoso, oppa? —inquirió coqueto, rodeándole el cuello con sus brazos. El mayor sólo bufó en respuesta. —En todo caso no tienes porqué estarlo, yo soy solamente tuyo.
Yuta abrió los ojos como platos. —E-Estás borracho, ¿verdad? Deja de jugar, esto es serio.
—Por supuesto que no, un mísero trago de vodka no es lo suficientemente fuerte para emborracharme. —chasqueó la lengua indignado. —Si te lo explico todo, ¿dejarás de dudar de lo que te digo?
—Tal vez.
—De acuerdo, verás... yo... —calló para respirar hondo y darse fuerza a sí mismo. —Yo estoy enamorado de ti, Yuta. —lo miró con intensidad, sus recientes nervios se estaban disipando porque por fin había dicho lo que tanto tiempo quiso decir y no pudo por miedo al rechazo. —Lo estoy desde que nos conocimos hace diez años.
—Pero Mark...
—Nunca te lo dije por miedo a que me rechazaras y que nuestra amistad se acabase yendo al caño. No sabes lo aterrado que estuve de perderte por culpa de mis sentimientos. —agachó la mirada unos segundos y siguió. —Con el paso del tiempo llegué a confundirme más por la manera en la que me tratabas e incluso decidí llegar más lejos contigo varias veces pero tú por alguna razón terminabas alejándote de mí.
—Pero yo... —intentó hablar pero fue interrumpido de nuevo.
—Fue en ese momento que recurrí a Donghyuck para que me ayudara a conquistarte o al menos a entender qué carajos sucedía entre nosotros. —suspiró. —Donghyuck contactó a Jongin porque supo por medio de Taeil hyung que yo sería su "próxima presa" para darle celos a su ex.
—¿Que tú qué? Lo mato, ahora sí que lo mato. —apretó los puños con enojo e hizo amago de moverse para ir en busca del moreno y darle su merecido sin importarle nada pero Lee se lo impidió abrazándose fuerte a su cuerpo. —¡Suéltame, Mark! Ese imbécil me va a conocer, tú no eres ningún pedazo de carne ni mucho menos un juguete para el uso personal de nadie.
—Ya, cariño. Tranquilo, deja que termine de contarte, ¿sí? —le trató de convencer dulcemente. Yuta sólo exhaló y se resignó, pues cualquier cosa que Mark dijese era santa palabra para él. —Jongin y yo habíamos quedado de vernos una tarde que teníamos libre en la Universidad y acordamos ayudarnos el uno al otro.
—¿Ayudarse en qué? —alzó una ceja. Mentiría si dijese que los celos no salieron a flote y le carcomían.
—En fingir ser una pareja para darle celos a Kyungsoo hyung y ver si lograba causar algo en ti.
—Pues vaya que te salió bien el teatrito. —rodó los ojos. —¿Era necesario dejar que te manoseara?
—Yah, eso ya no importa. ¿Estás molesto? —hizo un puchero.
—Nunca estaría molesto contigo, mucho menos si me haces esa carita tan linda. —le dio un besito en la frente. —Perdóname por haberme alejado de ti, bebé. Es sólo que fui un tremendo idiota que también temía arruinar nuestra amistad si te seguía el juego, de igual forma no capto muy rápido las indirectas por si no lo habías notado.
El menor soltó una risita adorable. —Créeme que sí lo noté.
—Ya ves. —le sonrió en grande, mostrando esa reluciente sonrisa que derretía a Lee por completo. —¿Te confieso algo?
—Dime.
—Yo también me enamoré de ti desde el primer día en que nos conocimos. —le envolvió la cintura con sus fuertes brazos. —He pasado diez años soñando con este momento, diez putos años amándote y deseándote con locura, Mark Lee.
—¿Ah sí? Entonces... —lo miró con todo el amor del mundo, acariciándole el cabello para así confirmarle una vez más sus profundos sentimientos. —La luna está hermosa hoy, oppa.
—Puedo morir en paz, bebé. —acercó su rostro lentamente al contrario y Mark cerró los ojos por inercia.
Tal cercanía les permitía llenarse del calor del otro, embriagarse de la esencia que ambos emanaban y sentir sus cálidas respiraciones abrigarles la piel y erizarles el cuerpo en su totalidad. El reflejo de ese hermoso satélite natural, los cósmicos cuerpos celestes titilantes y el viento que atizaba la copa de los árboles romantizaba el ambiente, los grillos y las cigarras que comenzaban a aparecer eran testigos de lo que estaba por suceder, ambos corazones latían desbocados y sincronizados creando a su vez una mágica melodía interna.
—Te amo tanto, Mark. —musitó, rozando sus labios con los del menor. —Tanto, tanto, tanto...
—Yo te amo más, Yuta. —contestó de la misma manera y terminó por acortar la poca distancia que los separaba.
Sus labios se unieron en un suave y dulce beso que transmitía todo lo que sentían el uno por el otro, el contacto les quemaba la piel e implantó un alocado zoológico en el fondo de sus estómagos, una intensa corriente eléctrica recorría sus cuerpos y era palpable. Mark amaba cómo sus cálidos belfos encajaban y hacían contraste a la perfección con los álgidos del peliblanco, se sentían tan bien que no podía imaginarse besando a otra persona que no fuese él.
Yuta inclinó levemente la cabeza para poder profundizar el beso, su lengua traviesa empezó a hacer de las suyas, lamiendo sutilmente el labio inferior del castaño para pedir permiso de entrada implícitamente, el cual fue accedido de forma casi que inmediata. Exquisito, maravilloso y placentero eran adjetivos con los que podrían calificar el apasionado intercambio, todo era un deleite... tal y como ambos lo habían imaginado. Con cada separación de sus bocas, suspiros y jadeos ahogaban sus sentidos, Yuta saboreaba con plena dedicación y gozo cada parte de su cavidad oral, sus lenguas se enredaban y comenzaban una lucha interna entre sí por ver cuál dominaba a la otra, sacándoles pequeños gemidos involuntarios.
El aire se estaba volviendo escaso, llevándolos a la jodida necesidad de cortar el fogoso beso para poder respirar apropiadamente. Se separaron y juntaron sus frentes mientras lograban estabilizarse, y fue entonces cuando Yuta reparó en la sensual apariencia del más bajo. Cabello desordenado, labios rojos e hinchados por la previa sesión amorosa, una bata de ceda negra transparente que dejaba a la vista esos preciosos botoncitos cafés, mas sin embargo, lo que lo dejó sin aliento fueron esas largas medias negras de encaje unidas al liguero que sostenía una pequeña tanguita del mismo color.
¡Oh por todos los cielos! Mark estaba usando lencería y él ni cuenta se había dado de ello.
Abrió su boca anonadado, la excitación renacía en su sistema como un ave fénix... mucho más fuerte e imperiosa que antes, cosa que no pasó desapercibida por el menor.
—¿Te gusta lo que ves?
—M-Me fascina, sí. —titubeó y tragó duro.
—Qué bueno porque... —arrimó su cuerpo con el del mayor, restregando disimuladamente la erección oculta en su ropa interior contra la que se estaba formando en aquellos exquisitos pantalones grises y con una voz cargada de deseo dijo. —Todo esto es para ti, oppa.
—¡Maldita sea, Mark!
Las manos de Yuta se apoderaron del trasero de Mark, y allí se dedicó a amasarlo a su antojo y conveniencia al mismo tiempo que su boca bajaba hasta el blanquecino cuello con olores frutales tal cual animal privado de alimento para chuparlo y besuquearlo con ímpetu hasta dejar una que otra marca rojiza y posesiva.
—Mhg, oppa... tócame, bésame... ah... haz lo que quieras conmigo.
Yuta gruñó contra su garganta. —No te atrevas a tentarme así porque no respondo.
—¿Quieres... mgh... saber qué hacía por las noches cuando pensaba en ti? —preguntó jadeante y con los ojos nublados por la excitación.
El peliblanco lo observó en el mismo estado y asintió embobado para luego ser arrastrado dentro de la habitación.
—Oh vaya, ¿acaso ya tenías planeado todo esto? —cuestionó pícaro al encontrarse con una botella de lubricante sobre su cama.
—Algo así. —sonrió de lado y volvió a besarlo con fiereza, después lo empujó hasta sentarlo en una silla que yacía delante de su cama y que tampoco recordaba que estuviese allí antes. —Ahora ponte cómodo, cariño.
Yuta obedeció y Mark se acercó al parlante inalámbrico que estaba debajo del televisor, tomó su teléfono que había dejado en la mesilla de noche y emparejó los dispositivos por medio de bluetooth, después en una playlist de Doja Cat seleccionó la canción "Need to Know" con un volumen moderado y comenzó a bailar al ritmo de la música, lenta y sensualmente con el fin de seducir al único espectador de tan íntimo acto y quien a propósito se le caía la baba de tan sólo observar sus largas y torneadas piernas cubiertas por la delicada tela negra de sus medias.
Wanna know what it's like
(Quiero saber cómo es)
Caminó alrededor de Yuta, con toda su atención puesta sobre sus movimientos y soltó con suma parsimonia el nudo de la cinta que mantenía su bata cerrada.
Baby, show me what it's like
(Bebé, muéstrame cómo es)
Dejó caer la prenda con elegancia, mostrando su tronco descubierto, sus pezones estaban erectos y a la espera de ser succionados por esa carnosa boquita de su amado japonés.
I don't really got no type
(Realmente no tengo un tipo)
I just wanna f*ck all night
(Sólo quiero follar toda la noche)
Guió sus manos hacia sus tobillos, revelando de esta manera una pose bastante seductora a su parecer, con lentitud realizó un recorrido ascendente hacia su cuello, y posteriormente a su cabello, donde se dedicó a tirar de sus mechones desordenados con cierta ligereza. Cerró los ojos, deslizó sus dedos desde los costados de su frente hasta sus labios y luego mordió levemente su meñique, guiñándole un ojo al hombre frente a él.
I just been fantasizin'
(Sólo he estado fantaseando)
And we got a lotta time
(Y tenemos mucho tiempo)
Le dio la espalda, dejando a la vista ese par de nalgas respingonas... tan perfectas y apetitosas para el mayor cuya fuerza de voluntad se estaba viendo flaqueada por su latente lascivia. Se acercó a la cama, se acomodó en ella y abrió las piernas para así dar inicio al verdadero espectáculo.
—Apenas empiezo y ya luces desesperado... —dejó caer su cabeza hacia atrás y suspiró lo suficientemente alto para que Yuta lograse escucharlo mientras se tocaba a sí mismo por sobre la tanguita. —Oh, Y-Yuta...
El mencionado gruñó inquieto con su pene endurecido a más no poder y sus manos aferradas con fuerza desmesurada a los brazos de la silla, llegado a este punto sus ojos ya no eran capaces de despegarse de la figura de Mark quien ya se hallaba chupando y humedeciendo sus dedos con su propia saliva. El raciocinio de Yuta se encontraba distorsionado por el hambre sexual que el menor despertaba en él y que aumentaba conforme pasaban los segundos, añadiendo el hecho de que su autocontrol para no tirársele encima y devorarlo entero estaba llegando a su límite.
—Oh bebé, no sabes lo mucho que lo estoy. —consiguió decir, siguiéndole el juego. —¿Cuántas veces te has tocado pensando en mí?
Mark dejó de chupar sus dedos, los sacó de su boca dejando un hilito de saliva a su paso y contestó. —Tantas que hasta ya perdí la cuenta.
—Joder Mark...
—¿Ya ves lo que causas en mí? —jadeó impúdico a la vez que tanteaba con sus dedos su pequeño orificio anal. Una vez que lo encontró, apartó la tela, acarició el perímetro de la zona e insertó suavemente su dedo del medio, soltando un gemido más de placer que de dolor ya que se había preparado un poco con anterioridad en la ducha. —A-Ah... Yuta...
—¡Suficiente, ya no lo soporto ni un minuto más! —exclamó exasperado y se levantó con rapidez de su asiento, seguidamente se abalanzó sobre Mark como un animal salvaje, tomó sus manos y con una sola de las suyas le aprisionó sus muñecas y las colocó por encima de su cabeza, dejándole sin escapatoria.
—¡O-Oye! N-No había terminado aún. —jadeó dominado por la fogosidad.
—Me importa una mierda, ahora soy yo el que te hará sentir bien. —se acercó a su oído derecho. —¿Entendiste, bomboncito? —susurró ronco y mordió levemente su lóbulo.
—S-Sí, oppa.
Yuta sonrió socarrón ante la inesperada sumisión y con su mano desocupada acarició el majestuoso rostro de su castaño como si fuese el tesoro más preciado en su vida, cosa que sí era. Se miraron a los ojos, ratificando asimismo el amor que ambos se profesaban y el deseo que abundaba en sus cuerpos, acercaron sus rostros para probar el sabor de sus labios nuevamente como si fuese la primera vez que lo hacían, pues la locura irrefrenable de amarse más allá de la piel y más allá de la fruición era fundamental.
—Eres tan precioso.
—Tú lo eres más. —le dio un piquito que lo hizo sonreír automáticamente. —Ahora te pido que me revientes la existencia. Ya no soporto la tensión que hay entre nosotros.
El mayor sólo se carcajeó de su ocurrencia. —¿Donde quedó mi tímido e inocente bebé, eh?
—Eso ya es cosa del pasado. Ahora prosigue.
Negó con su cabeza divertido y procedió a besar cada mínima parte de su cuello, descendiendo tiempo después hacia sus sensibles y desatendidos pezones, los cuales succionó como si su vida dependiese de ello y lamió para contrarrestar el efecto de la acción previa, ganándose cortos y agudos gemidos del menor que lo alentaron a seguir con su labor.
—Oh Dios... ¡Y-Yuta! —Mark se retorcía del placer bajo el cuerpo del japonés cuando éste sopló uno de sus pezones y lo mordió mientras que el otro lo pellizcaba con sus dedos simultáneamente.
—¿Te gusta, bebé?
—S-Sí. S-Sigue, por favor.
Nakamoto continuó besando y saboreando el torso del menor, contorneó su ombligo con su lengua y cuando llegó a la zona pélvica alzó su mirada para toparse con la necesitada de Mark, sonrió travieso y sin cortar el contacto visual palpó con sus dedos su miembro oculto en la tanguita.
—Pero mira qué húmedo estás y eso que no hemos llegado a la mejor parte. —le lamió lenta y sensualmente por encima. —Aunque yo estoy peor que tú. Me la pones demasiado dura, bebé.
Mark no pudo siquiera responder a lo anterior debido al golpe de calor que atacó su interior al observar a Yuta quitarle el pedazo de tela con sus dientes, jamás en su vida había visto una imagen más caliente que esa y sin duda alguna quedaría guardada en su memoria para sus futuros momentos de autoplacer.
—Date la vuelta y ponte en cuatro, amor. —le ordenó.
—Espera, oppa... —trató de detenerlo con un puchero que no hizo más que desquiciar al peliblanco. —Yo... quiero chuparte la polla.
—Y yo quiero comerte ese pan dulce que tienes como culo.
—Oh pues... en ese caso tengo una solución. —sugirió jocoso. Se levantó de la cama, empujó al mayor en ella y luego se colocó arriba suyo. —Pero primero...
Los labios delgados de Mark golpearon de lleno los contrarios con ferocidad, moviéndolos sin cesar y de forma casi que desesperada. El jugueteo se tornaba cada vez más intenso y profundo hasta el punto en que sus lenguas se enredaban y producían sonidos obscenos que aumentaban su líbido.
Yuta gruñó durante el intercambio cuando el canadiense pasó sus manos a lo largo de su fuerte pecho y abdomen, y comenzó a mover sus caderas al ritmo de la música que seguía sonando de fondo, creando así una exquisita fricción entre sus dolientes erecciones. Unos segundos después, Mark se arrastró hasta la altura de su cintura, bajó casi sin cuidado el pantalón deportivo que aún llevaba puesto y sin esperar más se deshizo también de los bóxers mojados por el líquido preseminal.
La erección del peliblanco era tan grande que en el momento que fue liberada golpeó su mejilla al rebotar contra su pelvis. No obstante, eso parecía no ser un gran problema para Mark, ya que éste se relamía los labios ansioso al contemplar ese apetecible pedazo de carne que estaba a punto de degustar.
—Mío. —proclamó luego de darle un besito a la cabeza roja y palpitante. —Y sólo mío.
—D-Diablos, Mark... agh~
El aludido se posicionó de nuevo sobre Yuta de forma tal que su cara se encontraba frente la polla del mayor y su culo a merced del mismo. Con una de sus manos tomó la base del pene y con la otra se dedicó a masajear suavemente sus testículos, acto seguido pasó su sinhueso a lo largo del falo, ganándose un quejido del mayor quien ya se encontraba estrujando y azotando de vez en cuando sus nalgas, y comenzó a lamer alrededor del glande con suma lentitud, disfrutando del salado fluido que salía de allí como si fuese su helado o chupetín favorito.
Por otro lado, Yuta estaba absorto en el monumento delante suyo que tenía la dicha de tocar con sus propias manos pero que también otras partes de su cuerpo querían gozar de tal privilegio, como por ejemplo lo que estaba entre sus piernas. Siguió amasando ese par de redondas y tersas mejillas hasta que sin más preámbulos, decidió abrirlas cuidadosamente y enterrar su rostro en medio de ellas. Su nariz recorría cada centímetro de piel y su lengua humedecía el pliegue de su entrada rugosa sin ningún problema, pues ésta olía y sabía dulce. Una ola de placer atacó sus sentidos, cosa que lo impulsó a sacudir su cabeza en dicha zona como si fuese un maldito maniático y después con una mano en cada glúteo comenzó a agitarlos con rapidez, sintiéndose plenamente complacido por el choque de aquellas gemelas contra los costados de su rostro.
—Oh Dios Mío sí... s-sí oppa. Ah, ah~ —gemía fuera de sí, moviéndose de adelante hacia atrás y logrando consigo que la lengua del japonés mojase todo su perineo.
Entretanto, el aliento del canadiense arremetía el punto débil de Yuta al no poder detener sus jadeos y gemidos mientras éste le comía el culo con vehemencia, causando así que los músculos de sus piernas se tensasen al instante. Sin previo aviso, Mark se introdujo su gran polla dentro de la boca, haciéndole gemir en voz alta al sentir el contraste de su caliente y deliciosa cavidad oral con la temperatura de su hombría.
El canadiense lo tragaba hasta el fondo de su garganta a la vez que lo bombeaba sin parar, lo cual le generaba una que otra arcada por el mismo reflejo de su úvula y sus movimientos ansiosos pero de cierta forma expertos. Yuta no podía pensar con claridad, no cuando la lengua contraria le atormentaba al enroscarse alrededor suyo y acariciarle el frenillo debajo del glande cuando se sacaba su pene lentamente de la boca. Su piel estaba erizada y no pudo evitar mecer sus caderas para profundizar el contacto, aferrándose más a las nalgas de Mark debido a la intensidad de la felación que estaba recibiendo y que lo estaba llevando al mismísimo cielo.
Ambos estaban enloqueciendo, por un lado a Mark se le escurría la saliva mientras ahuecaba sus mejillas y succionaba aquel pene de la manera más erótica posible, y por otro Yuta metía su lengua una y otra vez dentro del estrecho anillo muscular. Mark lloriqueaba del placer y Yuta sentía que podría estallar en cualquier momento, el cúmulo de sensaciones que estaban experimentando sus cuerpos era inexplicable y en cierta medida imparable.
—Amor... d-detente, si sigues así no podré aguantar más. —dijo a como pudo sobre su culo pero Mark hizo caso omiso a su petición e intensificó sus movimientos.
Estaba empedernido en lograr que Yuta tuviese un orgasmo por obra y gracia de sus fauces, quería demostrarle lo bien que podría hacerlo sentir con tan sólo una mamada suya, quería que supiese cuánto deseaba y disfrutaba que él le jodiese la boca hasta no poder más.
Y lo estaba consiguiendo porque los espasmos que se alojaban en el vientre de Yuta se volvían cada vez más fuertes. Su segundo orgasmo ya lo sentía próximo en venir por lo que éste no dudó ni un segundo en tomar el erecto pene del canadiense para masturbarlo a la vez que chupaba y succionaba su ano.
—Tu culo es exquisito, mi amor. —aduló sin parar de masturbarlo. —Pero tu boquita... agh. Muero por venirme dentro de ella.
Tan sólo esas palabras bastaron para que Mark se corriese sobre el pecho del japonés y engullese el palpitante falo de una forma todavía más vigorosa hasta el punto en que Yuta no pudo soportarlo más y terminó por clavar una dura estocada en lo profundo de su garganta, dejando consigo que el caliente semen saliese a borbotones. De inmediato retiró su pene de la boca de su amado para no ahogarlo y después lo agarró de sus caderas para sentarlo encima de su regazo.
Cuando Mark tuvo la certeza de que Yuta por fin lo veía en todo su esplendor post orgásmico, tragó el semen que había conservado dentro de su boca sin rechistar y relamió sus labios como si hubiese probado el mejor manjar digno de los dioses.
—Sabes tan bien, oppa. —comentó atrevidamente.
—Tú debes de saber mejor. —miró con picardía hacia abajo, precisamente su pecho cubierto del semen de Mark.
Yuta pasó su dedo índice por dicha zona para llevarse una gran porción a su paladar, no obstante, eso no fue posible ya que Mark tomó el dedo en cuestión y lo deslizó por su lengua para colocar allí el líquido viscoso. Acto seguido, tomó el rostro del mayor con sus manos y se inclinó para besarle. Éste último estaba anonadado y nuevamente excitado, aquello fue sin lugar a dudas la cosa más erótica que haya visto jamás, digna de retratar en lo más recóndito de su inconsciente, y desde luego que gracias a ello le costó varios segundos volver a la realidad para corresponder el gesto.
—¡Mgh! —Mark gimió agudo cuando Yuta le introdujo su lengua hasta el fondo y luego le chupó la suya.
—Justo como pensé. —sonrió de lado y acarició su mejilla con suavidad. —Sabes delicioso, bebé.
Pese a todo lo que acababan de hacer, el castaño no pudo evitar sonrojarse hasta las orejas.
—Y ahora te pones tímido. —soltó una risita, profundamente enamorado de su chico. —Por cierto, ¿puedes apagar la música?
—¿Por qué? —preguntó en un tono mimado. —Las canciones de Doja Cat son perfectas para estas situaciones.
—Lo sé pero... —se acercó a su clavícula para dejar besos húmedos allí. —A partir de ahora quiero que tus gemidos sean la única melodía que escuchen mis oídos mientras te follo hasta que no puedas volver a caminar.
—Voy papi. —bromeó y ambos se carcajearon.
Mark se levantó del cómodo lugar en el que estaba para acatar la orden de su mayor, no sin antes recibir una nalgada de su parte al voltearse. Una vez que apagó el parlante y de paso su teléfono también para prevenir cualquier tipo de interrupción, se lanzó directo a los brazos de su hombre de cabellos blancuzcos y le envolvió la cintura con sus largas piernas. Yuta afianzó el agarre fijando las manos en sus glúteos al mismo tiempo que se besaban apasionadamente por milésima vez, ninguno se cansaría de hacerlo por lo que restaba de la noche y de sus vidas.
—¿Estás listo, precioso?
—Sí, lo estoy.
Tras la afirmación del castaño, Yuta procedió a acostarlos de vuelta a la cama para mayor comodidad, él encima de Mark claro está, y se tomó tan solo un momento para apreciar la majestuosidad que tenía sobre sus tersas sábanas de algodón.
Lo tenía a su merced. Dulcemente entregado a él como un lienzo en blanco para plasmar sus fantasías y pintar con sus dedos un dibujo al óleo de su desnudez. Su hermoso cabello despeinado, sus ojos encendidos como el fuego, sus labios rojizos e hinchados por haberse embriagado en las mareas celestiales de sus besos y sus pezones erectos por causa de un severo vaivén de excitación complementaban aún más la obra de arte que era su cuerpo.
Con sus falanges trazó un camino hasta las medias que cubrían sus muslos y con suma lentitud las fue bajando hasta deshacerse de ellas por completo. La dermis de su amado se torna ansiosa y él no puede esperar por acariciarla y besarla de pies a cabeza, grabando el recuerdo del mapa de su templo corporal y dejando consigo un rastro con las huellas de sus belfos y sus dactilares.
Y así lo hizo.
Mark suspiraba gustoso, y cómo no hacerlo si el amor de su vida estaba allí amándole y tocándole como si él fuese la cosa más perfecta y valiosa de la faz de la Tierra. Sus besos tocaban su alma y la desnudaban de prejuicios, lo hacían perderse en el vicio de pertenecerle a él y solamente a él.
Se sentía amado y eso le encantaba.
—¡N-No, oppa! —exclamó tan pronto como observó al japonés intentar preparar su entrada con sus dedos. —N-No necesito que me prepares más, ya lo hice antes y luego tú con tu lengua... tú sabes.
—¿Estás seguro?
—Más que nunca.
—Entonces... dime lo que quieres, Mark. —lo miró desafiante.
Yuta tomó la botella de lubricante olvidada a un lado de su lecho y vertió un poco sobre su mano para aplicárselo en su erección. No le importaba si Mark se había preparado previamente a su encuentro, él quería ser gentil, no quería lastimarlo porque ellos no tendrán sexo.
Ellos harán el amor.
—Y-Yo... ah. —jadeó cuando sintió el glande, frío por el lubricante, rozar la división de sus nalgas. —Q-Quiero que me folles, mgh... ¡Quiero que me partas en dos!
—Tus deseos son órdenes. —respondió con un tono grave y ronco.
El peliblanco volvió a colocar las piernas del menor alrededor de su cadera, con una mano alineó su miembro en el lugar correcto y lentamente fue insertándolo en la entrada ajena. Mark ahogó un gemido y enterró sus uñas en la espalda de Yuta, sacándole a éste un gruñido entre dolor y placer. El escozor por la fricción era leve pero aún así dolía. Yuta tenía una polla enorme pero su afán por tenerla dentro suyo cuanto antes era mayor que cualquier tipo dolor que aquello conllevase.
—Si te hago daño en algún momento, házmelo saber. ¿De acuerdo? —se mantuvo quieto para que Mark se acostumbrase a sus dimensiones y besó sus pómulos con rastros de un par de lágrimas. —Mi prioridad es que tú disfrutes esto tanto como yo.
—E-Estoy perfectamente bien, amor. —le dio un corto beso en los labios y comenzó a mover sus manos por todas partes. Su cuello, sus hombros, sus pectorales, su abdomen... todo durante la espera que a Mark se le hizo eterna. —Y-Ya puedes moverte.
Yuta asintió con una expresión tan sexy que Mark casi se corre de golpe y sin más preámbulos, empujó el resto de su hombría dentro de ese caliente agujero rosadito.
—E-Estás deliciosamente estrecho, bebé. —gruñó como un tigre, apretando lo que tenía a su alcance. La presión y el calor de su interior era por mucho mejor de lo pudo haber imaginado en sus sueños más húmedos.
Luego de unos minutos en los que Mark se adaptó apropiadamente a su polla, éste comenzó a mecer sus caderas para llamar la atención del japonés.
—Mgh, Y-Yuta... muévete. F-Fóllame duro, amor.
El aludido no se hizo de rogar y empezó a alternar la velocidad de sus movimientos. Primero embestidas lentas y luego bruscas, creando así una secuencia que terminó por desestabilizarlos a ambos. Mark no dejaba de pronunciar su nombre a través de dulces gemidos que ordenaban deseos implícitos e impuros. Para Yuta el obedecerlos era todo un placer, amaba satisfacer su fuego abrasador y refugiarse en él mientras contemplaba su propia perdición en las pupilas contrarias.
—¡Oh Santa Mierda! Dame más duro, Yuta. A-Ah... ¡Te necesito! —suplicó jadeante.
El mayor gimió fuerte debido a la súplica, por lo que sacó su pene hasta la cabeza y volvió a enterrarlo dentro de Mark con más fuerza. La velocidad rápida y brusca de las embestidas se mantuvo constante, y en una de tantas Yuta había encontrado el punto dulce de su amado, quien apenas sintió el choque de la punta húmeda y caliente contra ello, lloriqueó y gimió tan alto que sus vecinos y todo el edificio probablemente lograron escucharlo.
—Mhm, ¡Y-Yuta! ¡Ahí, amor! Ah, ah... ¡Dios sí! ¡Justo ahí! —expresó entre gemidos incontrolables.
No cabía dudas que aquella era la melodía más jodidamente hermosa y placentera que Yuta pudo haber escuchado en toda su vida.
—¿Te gusta así, bebé? ¿Te gusta cómo te rompo con mi polla? —cuestionó con descaro, azotando su trasero.
—J-Joder sí, sí. Ah. —asintió frenéticamente.
Mark no sabía cuánto le ponía que el japonés le hablase de esa manera tan sucia y descabellada hasta que lo escuchó por primera vez esa noche. La excitación aumentaba exponencialmente en su organismo, sin tener la más mínima idea de cómo podría ser eso posible.
Los sonidos de chasquidos de besos apasionados, los graves gruñidos de un hombre dominado por la lujuria, los gemidos incesantes por el caudal de placer en un pequeño cuerpo inexperto y el choque continuo de pieles sudorosas como fuentes cristalinas de ambos jóvenes desnudos saturaban la habitación e inundaban de calor el ambiente.
—Si tan sólo vieses lo bien que absorbes y recibes mi polla... —comentó sin pudor en medio de jadeos. —Tan jodidamente rico.
—¡M-Me vengo! —avisó con la boca abierta y los ojos llorosos. —Y-Ya no aguanto.
Yuta lo miró y se mordió el labio inferior ante su sensualidad. Seguidamente, salió del castaño, tomó su miembro desatendido y presionó levemente su glande rojizo y goteante con el pulgar para impedir su pronta liberación.
—Aún no, precioso. —susurró en su oído y lamió su lóbulo a pesar de las múltiples quejas del contrario. —Quiero que me montes.
Con un ágil movimiento, el peliblanco los giró a ambos de forma tal que Mark quedó sentado encima de él. Sus manos se dirigieron directamente a los glúteos maltratados para abrirlos y acomodar su pene en la necesitada entrada del menor.
—O-Oppa, mgh. —lloriqueaba mientras se apoyaba en los anchos hombros del susodicho y empalaba su culo lentamente en él. La sensación era totalmente diferente, la posición le brindaba un placer inigualable y le permitía sentir la dureza de su hombre a través de sus paredes con mayor facilidad.
—¡Por la mierda! —expresó en un ardiente y gutural gemido que enloqueció a Mark por completo. —Te deseo tanto, precioso. Mgh, me aprietas tan bien.
El menor comenzó a mover sus caderas en círculos para profundizar la intromisión. Después de un rato en ello decidió dar pequeños brinquitos que no hicieron más que volver loco a Nakamoto, quien en un acto de desespero elevó la cadera de golpe y arremetió su polla dentro de él, una, otra y otra vez hasta volver a toparse con su ansiada próstata. Mark reposó su cabeza en el hombro izquierdo del mayor y allí se dedicó a morder, lamer y gemir sin cesar. Sus ojos estaban nublados, de su boca sólo salían gritos y obscenidades por causa de su éxtasis. Se sentía tan jodidamente bien que estaba seguro de que podría tocar el cielo con sus propios dedos.
Yuta lo estaba llevando a la cúspide del paraíso.
—¡Maldita sea! A-Ah... Así, sí. ¡Así, amor! ¡N-No pares! —repetía en el instante en que Yuta intensificó sus ataques contra su próstata y él brincaba con mayor potencia. La profundidad de la penetración, las lamidas en sus pezones, el sudor de sus cuerpos y el contorno de las venas infladas del pene en su interior le hacían sentirse pleno y completamente deseado.
—Y-Ya casi, bebé. —farfulló agitado y nuevamente comenzó a masturbarlo para que juntos llegasen al ansiado orgasmo.
El menor se deshacía entre los brazos de Yuta y apenas consiguieron enderezarse, los dos se besaron de forma salvaje y desenfrenada. A diferencia de todas las veces pasadas, Mark se encargó de succionar la lengua ajena de adelante hacia atrás con cierta destreza que no supo cómo ni cuando adquirió pero que lo enorgullecía de igual modo, entre tanto Yuta le estrujaba el culo con afición. El climax se avecinaba para ambos, sus vientres estremecidos hormigueaban y la mezcla de sus cálidos alientos les ponía la piel de gallina.
Al cabo de unos cinco minutos el par de enamorados culminó su candente encuentro. Mark terminó manchando ambos abdómenes y Yuta expulsó su semilla en el interior del menor. Satisfechos y exhaustos soltaron un largo suspiro mientras trataban de estabilizar su agitada respiración.
—Eso fue...
—Maravilloso. —el canadiense completó la frase con una sonrisa tatuada en el rostro que nada ni nadie podría borrar.
Y Yuta no podría estar más de acuerdo.
—¡Oh, espera! Deja que te limpie primero. —se ofreció apenas notó que Mark hizo el amago de acostarse y el semen se escurría por la parte interna de sus muslos al salir de él.
Rápidamente buscó una toallita en su mesa de noche y con ella limpió los fluidos viscosos para luego acomodarse sobre la cama y atraer el cuerpo de su pequeño. Sus transpiraciones se entremezclaban pero poco les importaba después de todo lo que habían hecho. Mark se acurrucó contra su pecho, siendo apresado de inmediato por los fuertes brazos contrarios, y con sus delgados dedos fue acariciando cada centímetro de piel que tenía a su paso.
—¿Sabes? Nunca había visto esta faceta tuya. —mencionó después de un rato. —¡Eres todo un travieso, mi amor! No sabía que podías bailar de esa manera tan... —se mofó con cierta picardía, siendo callado abruptamente por la palma de un Mark muy avergonzado en su boca.
—¡Ya! —alargó la expresión en un tono berrinchudo. —¿Por qué en lugar de recordarme algo tan vergonzoso no me das mimitos y cierras el pico, eh?
Yuta no pudo evitar carcajearse.
—Porque adoro molestarte, bebé. —rio por última vez al recibir una "mala cara" de éste, y lo decía entre comillas porque lo cierto era que un puchero y las cejas fruncidas eran de todo menos algo aterrador para él. Sin embargo, lo conocía tanto como para entender que esa era la señal para detener sus bromas, desde luego que inofensivas pero con las cuales Mark no quería lidiar en estos momentos, y simplemente obedecer a lo que él le había pedido. —Ya, ya me callo.
Las caricias de Yuta estaban siendo un somnífero para su cuerpo, un incentivo para dejarse llevar por el sueño que le estaba invadiendo. Mark se sentía cómodo en demasía entre los brazos del mayor y poco a poco la relajación se estaba apoderando de él, convirtiéndose por consiguiente en el colonizador de su sistema.
—Oppa... —No quería dormirse sin antes agradecerle y decirle lo que sentía. —Gracias por darme una noche inolvidable. —alzó su adormilada mirada por el cansancio hacia el iluminado rostro del peliblanco.
—¿Lo disfrutaste? —inquirió con curiosidad. —Porque yo me siento el hombre más feliz de la Tierra gracias a ti.
—Yo me siento todavía más feliz que tú. —rebatió con una risita adorable. —Pero sí, lo disfruté demasiado.
—Me alegra escuchar eso. —sonrió de labios cerrados y luego de unos segundos en silencio le llamó en voz baja. —¿Mark?
—¿Hm? —emitió con dulzura.
—Tú... —buscó la manita de su bebé para entrelazarla con la suya. —¿Me harías el honor de ser mi pareja?
Una ráfaga de júbilo atravesó los ojitos de Mark al instante de haber analizado debidamente la pregunta del mayor, provocando una suspensión temporal de su sueño y cansancio, cuyo efecto no era para menos pues lo que tanto había añorado finalmente estaba sucediendo y él todavía seguía escéptico, sin poder creérselo en lo absoluto. Tenía muchos sentimientos encontrados pero la alegría y el amor eran los que predominaban en su corazón.
—P-Por supuesto que sí. —juntó sus frentes y sin un ápice de duda besó castamente sus labios. —Sí quiero serlo, Yuta.
—¡Ahh! ¿En serio? —chilló con emoción y dio besitos consecutivos a lo largo del rostro de su ahora novio. —Dios... Te amo tanto, Mark Lee. Jamás te harás una idea de cuánto.
—Bebé te ama aún más, Nakamoto Yuta. —replicó con su típico juego de hablar en segunda persona. Ahora sí que será capaz de dormir plácidamente, por lo que cerró sus ojos somnoliento y en un murmullo cariñoso y satisfecho confesó. —Eres todo lo que necesito en mi vida.
—Y tú en la mía. Eres mi mundo entero, cariño. —finalizó sin saber si aún seguía despierto.
Con uno de sus brazos alcanzó la sábana más cercana para cubrir la desnudez de sus cuerpos del inminente frío que entraba por el balcón al ser altas horas de la madrugada. La respiración de Mark se había vuelto pausada, lo cual era de esperarse ya que se encontraban agotados y con suma delicadeza dio unas cuantas caricias más a la cabellera de su novio para así caer en los brazos de morfeo junto con él y hacerle compañía en el valle de los sueños.
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