36. LOUIS
El tiempo pasa tan rápido y así como así.... Ya estamos casi en el final!!!!!
¿Les está gustando?
William
Abbi jugaba con la panza de casi nueve meses de Mary. Todo iba bien, estábamos trabajando en lograr que las cosas lo estuvieran, por momentos me sentía demasiado estresado, por todo. Una relación completamente mejor de lo que tenía, el bebe de Mary, la muerte de Lui, las clases, mi preparación política y los viajes solían ser demasiado para mi sistema.
Era tedioso tener a Abbi viviendo en la casa de sus padres aun cuando pasaba más tiempo en mi casa que en la mansión. No podía esperar a casarme con ella y estar tiempo completo. Me senté mejor en la silla de playa frente a la piscina de la mansión Hamilton. Vinimos de visita a ver a mis padres, almorzamos con ellos y después vinimos a pasar unos momentos a la piscina, ya que el día estaba espectacular.
Decidimos tomar unas vacaciones con Abbi. Unas supertranquilas vacaciones. Una semana entera en Santorini, solo ella y yo. Salimos a playas, a caminar en las calles de Oia, a la playa roja y por supuesto, en las tardes que el calor era insoportable, la encerraba en la habitación y le hacía el amor hasta más no poder. El sexo cada vez era mejor. Incluso habíamos experimentado posiciones y juguetes. Quién iba a decir lo que un vibrador podía hacer con una mujer.
La muerte de Lui me llevó a una locura, una depresión de días que me llevaban al borde, pero Abbi siempre era ese rayo de luz que necesitaba. Pensar que venía un bebe con la sangre de mi mejor amigo me volvía sobreprotector con Mary también. Abbi lo entendía, pero muchas veces se molestaba de la atención prestada a su amiga. Era un problema que me costó aprender a manejar, pero todo estaba saliendo como debería y logré manejar a las dos. Seguramente cuando nazca el bebe me vuelvo papá a pesar de que realmente no era mío.
Abbi soltó un grito repentinamente. Levanté la cabeza para verla saltar de la silla tomando a Mary del brazo. La chica se tomaba el estómago con la cara retorcida. No entendí qué era lo que pasaba hasta que Abbi llamó mi atención.
—¡Llama a una ambulancia!
Recordé cuando le había pasado lo mismo a Abbi y pensé que había perdido el bebe. El miedo se apoderó de mi ser en ese preciso momento. Tomé el teléfono llamando a una ambulancia mientras corría al lado de Mary que gritaba con desesperación. Su ropa estaba mojada, de seguro se ha de haber derramado un vaso de agua cuando el dolor de estómago le llegó. La ayudé a calmarse diciendo palabras dulces como lo hacía Abbi.
Al momento de llegar al hospital. Los doctores la entraron a una salita con cortinas azules con otras mujeres gritando como locas. Esto parecía la última película del exorcista. Me hicieron salir unos momentos en lo que la revisaban. Afuera de la habitación estaba un hombre vestido con una bata azul, guantes y un gorrito como de baño. Veía al piso, perdido como si todo su mundo se hubiera ido a la mierda.
—¿Está todo bien? —pregunté un poco más alto para aplacar los gritos de dolor de dos mujeres que sonaban como gatos en celo.
Quizá no eran muchas mujeres gritando, pero sí dos o tres. Los doctores pasaban a toda prisa junto a las enfermeras que llevaban sábanas, jeringas y cosas que me aterraban. Pensé en Lui unos segundos antes de que el hombre contestara.
—Hermano, eso es un trauma —dijo sin verme a los ojos—. No tienes idea cómo es eso. La sangre, los gritos, los doctores por todos lados, tu mujer pujando, todos esos líquidos que... —el hombre hizo una cara de asco negando con la cabeza.
Ni loco que iba a entrar a ver eso. No soy estúpido para creer que parir un hijo es algo agradable, pero el chico frente a mí está completamente aterrado. No iba a pasar por eso. Recostándome en la pared a su lado intenté oprimir los gritos que venían de una sola mujer que era sacada en camilla con su esposo sosteniendo la mano de ella mientras se retorcía del dolor. Abbi salió corriendo en ese mismo momento anunciando que había roto fuente y que pronto tendría al bebe. No pude hacer nada más que sonreír.
—¿Tu chica va a tener un hijo? —preguntó el hombre, finalmente, viéndome a los ojos.
—La chica de mi mejor amigo —dije sintiendo la opresión en el pecho por el recuerdo de Lui.
—Tu amigo tiene suerte. A pesar de que es una sensación asquerosa ver todo eso, al momento de ver a tu hijo por primera vez, arrugado y morado, te enamoras inmediatamente de él. Es como estar en el cielo.
Dándole un golpe en la espalda al chico, le sonreí entendiendo poco de lo que decía. ¿Cómo puede ser algo lindo un bebe lleno de placenta, sangre y cuanta cosa sale del cuerpo de la mujer? Quizá no lo entendía. Puede que si fuera mi bebe el que estuviera saliendo del cuerpo de Abbi fuera... No, no y no. No puedo ni pensarlo. La sola imagen me causa náuseas. Ella tiene que perdonarme. Pero definitivamente no puedo ver eso.
Cuando los gritos de Mary se volvieron más agudos y desesperados. La vi en la camilla de hospital completamente cambiada con gorrita azul y bata del mismo color. Abbi estaba igual que el chico que seguía a mi lado. Con un saludo tierno Abbi salió disparada detrás de Mary. Era muy bueno saber que no tendría que pasar por eso. No tenía las fuerzas para aguantar ver a un bebe venir al mundo.
Me tomó un segundo darme cuenta de que mi vida estaba a punto de cambiar. En un principio, cuando Lui me dijo que me hiciera cargo de su bebe no lo pensé ni dos veces. Ahora que lo veo tan real... estoy asustado. Un bebe en el apartamento, uno que va a estar llorando y matando mi paz que durante seis meses formaron parte de mí. Esto iba cada vez peor. Tomando mi camino a la sala de espera, me senté en un sillón blanco junto a un vidrio que daba a una salita donde varios bebes dormían.
¿Qué diablos estoy haciendo? Sé que no tengo otra opción, esta sería mi responsabilidad de ahora en adelante. Se lo había prometido a Lui, pero... ¿en qué diablos había estado pensando él? Intenté respirar lo más profundo que pude. Estaba entrando en pánico. Ni siquiera me había detenido a pensar que el bebe se había adelantado casi tres semanas. Aún estábamos en septiembre. 18 de septiembre para ser exactos. Él no tenía que aparecer hasta el 10 de octubre aproximadamente. Mis manos temblaban y agradecí eternamente que no me pidieran entrar a la sala.
Durante casi hora y media, vi a muchas familias acercarse al vidrio, señalar a los niños, abrazarse y muchos otros lloraban de felicidad. ¿Qué no se dan cuenta de que su vida está a punto de convertirse en una mezcla de vómito, pachas sucias, juguetes, sin mencionar los pañales sucios y el llanto insoportable? Me tapé los oídos presos del pánico. No era mi bebe y aun así tenía que ser responsable por él. Abbi estaría ahí, Mary también, pero yo era la figura paterna en todo este asunto. ¿Cómo diablos tenía que comportarme para que todo encajara en su lugar?
Recordé la cara de Abbi cuando se enteró que no era ella la que tendría el bebe. En cierto punto, la decepción se apoderó de ella. Yo le había ofrecido uno sin siquiera pensarlo. Menos mal eso no le pasó en ese momento a Abigail por la cabeza. No sé qué haría con dos de esos. De seguro no dormiría bien por el resto de mi vida.
Vi a una familia acercarse al vidrio, el chico sosteniendo dos bebes atrás del vidrio era solo felicidad y lágrimas. Las personas a mi alrededor aplaudían y lo felicitaban.
—Gemelos— dijo alguien a mi espalda.
Pensé en el hecho que, si un bebe era difícil, no quiero pensar cómo debe de ser tener dos. Negué con la cabeza presa del pánico. Estaba desesperado y definitivamente asustado. No sé cuánto tiempo más pasé en este estado. Cuando Abbi se acercó con esa bata azul y el ridículo gorrito con un bulto entre las manos. No pensé en nada más. Me acerqué al vidrio colocando mi mano encima, como si pudiera tocarlos.
Abbi sonreía sin apartar la vista de sus manos. Cuando removió la manta que lo tapaba, una criaturita miniatura apareció. Arrugado y morado, tal y como el chico lo había descrito. La manta era azul y el trajecito que le quedaba grande también era azul. Levanté mi vista para ver a Abbi sonriendo, sus ojos llorosos de emoción y no pude más. Me quebré en mil pedazos y en menos de lo que sentí tenía mi cabeza pegada al vidrio sintiendo las lágrimas resbalar por mis mejillas. Ese bebe era la sangre de mi mejor amigo. No podía decir que se parecían, ese bebe estaba hinchado y medio deforme. Aun así, lo veía hermoso.
El bebe de Lui. Al parecer, después de todo no lo perdimos, nos dejó algo muy importante. Una parte de él.
Abbi se dio la vuelta para hablar con una enfermera que no tardó en salir a llamarme. Aún con las mejillas húmedas corrí al encuentro de mi prometida que cargaba a mi sobrino en manos. Abbi me tendió al bebe. Con miedo lo tomé sintiendo mis manos temblar.
—Te presento a Louis André Montgomery.
—Junior —dije sonriendo.
—Sí, Junior.
Lo abracé contra mi pecho viendo sus ojitos cerrados en un sueño profundo y supe que estaba perdido en él. Ya no pensaba en los pañales, tampoco pensaba en el llanto infinito. Solo tenía ojos para este bebe. No era mi sangre, pero vaya si no era la de Lui y eso, eso valía la puta vida entera.
Para el momento en que salí de la sala cuna. La madre de Lui ya estaba pegada a la ventana, llorando junto al señor Montgomery. Los padres de Mary viajarían mañana para verla. Aún no aceptaban que su hija estuviera viviendo en Londres con una gran panza de adorno. Bueno, ahora la panza sería historia. El bebe ya estaba aquí. Con su arrugada piel y la necedad de no abrir los ojos. De seguro debe de tener algo malo, por más que intenté que los abriera. El bebe, al igual que su padre, eran necios al abrirlos.
—¿Estás bien? —preguntó Blake emocionado.
—Los bebes son tan raros —dije negando con la cabeza—. Arrugados y morados. ¿Por qué crees que es?
Blake se encogió de hombros.
—Ni idea —respondió.
El rumor del nacimiento del junior se corrió como agua en río. Todos estaban llegando con curiosidad. El bebe no podía ser reclamado por la élite hasta que naciera y se hiciera la prueba de paternidad. Mary no se sintió mal cuando le dijeron que la necesitaban, ella estaba dispuesta a mostrarles a todos que era el bebe de Lui. Las cosas pintaban a favor del reclamo de la élite, nunca dejarían a la sangre real tirada por el mundo.
Me acerqué a la puerta para ver a varias personas querer entrar, entre gente de élite y reporteros. Solo dejé que la familia y la clave de la élite entrara. A los reporteros y a la mitad de la élite, los mandé a la mierda. Eso quería decir que Ash estaba totalmente del otro lado de la sala. Junto a los reporteros. Muy mi media hermana podía ser, pero era un grano en la nariz. Molesta hasta más no poder.
Nunca le conté a Abbi lo que mi madre me había contado de mi padre y su madre. Nunca tuve el valor de enfrentar una situación que no era segura. Nunca le pregunté a papá y quizá era lo mejor.
Cuando salimos de haber visitado a Mary, que no podía hablar por la anestesia y seguía medio dormida, llevé a Abbi a casa para que nosotros también descansáramos un poco. En muy poco tiempo nuestras vidas cambiarían. Algo en mí ya no tenía miedo, no sentía pánico. Estaba ansioso por lo que estaba por venir. Ver al bebe de Lui despertó algo que estaba dormido en mí. Algo que no entendía.
Besando a Abbi en los labios. Le susurré cuánto la amaba. Definitivamente, esto era lo que éramos y lo que siempre seríamos. Una sola persona.
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