Holaaaaaaaaa
¿Me extrañaban?
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33. UNA MORTAL
William
Lui no perdió nada de tiempo. En cuanto estuvo más tranquilo llamó a su madre para informarle que Mary estaba embarazada. Para cualquier persona normal, lo mejor hubiera sido esperar, pero como decía Lui, teníamos un reloj marcando la hora a nuestras espaldas. No teníamos tiempo. Él quería dejar todo arreglado para que tanto su hijo o hija quedaran con su apellido y Mary pudiera estar bien.
No dudaba que, en algún remoto futuro, Mary pudiera encontrar una vida. Algún hombre con quien casarse, formar una familia normal y todo lo demás. De lo que estábamos más que seguros era de que el bebe con sangre real, debería de quedarse en la élite. Ni idea a qué tipo de acuerdo llegarían con Mary de eso. Por ahora, teníamos el problema mamá-gremlin que arreglar.
Anabeth no se lo tomó como la octava maravilla, al contrario, estaba furiosa con él. No me preocupaba su enojo contra Lui, eso era normal, pero el enojo que sentía contra Mary era lo único que me tenía alerta.
—¿Por qué diablos no pudiste pedirle eso a una de la élite? —preguntó su madre.
—Vamos, los dos sabemos que ninguna se hubiera prestado para quedar embarazada de alguien que está a días de morir. Las chicas de la élite son una mierda, mamá. No podía simplemente pedirle a una de ellas que tuviera mi bebe. Además, elegí a Mary por muchas razones, razones que tú no entenderías, ya que eres tan clasista.
Me sentía orgulloso del discurso de Lui, era profundo y sincero. Lo más importante era que estaba poniendo a Mary delante de todo, eso valía más que nada para ella.
—Pues lo siento, jovencito, ella no puede vivir aquí. Tampoco vamos a mantener a una mortal, esto no es caridad.
—¿Caridad? En serio, mamá. ¿Caridad? ¿Quién diablos habló de caridad? La mujer tiene dinero, un estatus alto en Washington y su papá está a punto de ser congresista. Ella no vino buscando caridad, ella solo vino a darme lo que le pedí. Voy a morir y este hijo es todo lo que te va a quedar de mí, depende de ti quererlo o no.
—No me pongas en esta situación Louis, no es justo. Solo no puedo aceptarlo. Soy tu madre.
—Porque eres mi madre es que deberías de apoyarme, solo piénsalo, es lo único que te va a quedar de mí. Ese bebe tiene mi sangre, tiene mi esencia. ¡Joder! ¿Qué tan difícil puede ser?
Su madre ya estaba llorando en comparación con Lui que se mantenía entero. Eso era algo de admirar de mi mejor amigo. Cuando tomaba una decisión, se mantenía firme a esa elección. Él quería que ese bebe se quedara en el mundo y yo iba a apoyarlo. No iba a ser fácil para Mary, ni para nosotros, mucho menos para el bebe, crecer en una sociedad tan difícil como lo era la élite no sería nada fácil. Menos teniendo sangre mortal.
—No lo acepto, Louis, sabes que no puedo. Pero tampoco puedo dejar a la chica en la calle. Vamos a hacernos cargo de la situación, pero ni una palabra a la élite.
—Tarde o temprano tendrán que saberlo, mamá. Quiero que ese niño o niña tenga mi apellido. Los papeles ya los tiene ella. Los arreglé con Norbeth hace un par de semanas, cuando no era ni seguro que ella estuviera esperando.
Vi a su madre contener la respiración. No estaba contenta, pero ¡que le den! Lui tenía veinticuatro años, estaba a semanas de morir y su madre creía que el problema era lo que la élite fuera a decir por tener un bebe fuera de matrimonio. La mirada de la madre de Lui viajó de su hijo a la mía.
—Lamento mucho que el veredicto no fuera a tu favor, Will. Creo que hubieran hecho una excelente pareja con Abbi. Lástima que fuiste tan indeciso para dejarla ir.
¿Qué veredicto? No habíamos solicitado absolutamente nada aún para que dictaran un no por respuesta. Abbi estaba en mi casa y de seguro la noticia se había propagado como hormiguero, pero...
—¿De qué está hablando, señora Montgomery? —no podía quedarme con la duda.
—Su caso llegó a oídos de la clave, ustedes saben que en la élite no se juega y bueno, ustedes rompieron mucho el protocolo. No es una relación de mortales que puede romperse en cada segundo.
—Eso no resuelve mi duda. ¿Qué veredicto?
Lui tomó asiento viéndome con esos ojos grises profundos, su mirada viajó a su madre y la observó con la misma intriga que yo la observaba. Su cabello castaño oscuro le caía en rizos por la espalda y la blusa azul marino que le combinaba a la perfección con la falda de lápiz.
—La clave se negó a acceder una relación entre Abigail y tú, pensé que lo sabías. Jonathan me lo ha contado al momento que te ha visto entrar. Lo siento, cariño, no debí decir nada. Pensé que lo sabías.
La sangre se drenó de mi cara. Esto no podía estar pasando. Apenas si habíamos llegado en la mañana a Londres. ¿Cómo es posible tener un maldito veredicto de nuestra relación sin haberlo solicitado? Me sostuve el estómago sintiendo el vacío que se formaba dentro. Definitivamente estaba cayendo muy lejos en esto.
—William —me llamó Lui con su voz autoritaria—, vamos a arreglarlo. Tenemos que ir a tu apartamento y...
—Un momento ahí, jovencito. Tú te quedas en cama.
—¡Ay, por favor! Ya estoy mejor de la operación. Solo me drenaron el maldito pulmón, mamá. Hasta el momento no estoy ni mejor ni peor, es cuestión de tiempo y si sigo encerrado en esta puta habitación, voy a volverme loco y quizá me deje ir mucho más rápido. William me necesita, Mary también y seguramente Abbi —que seguramente está postrada en una cama— también me necesita. Así que discúlpame si no estoy de humor para escuchar a la mujer que...
—No se preocupe, señora Montgomery, yo me encargo de que esté bien y no haga ningún esfuerzo de más.
Tenía que interrumpir antes de que Lui y su temperamento terminaran lastimando a su madre. Sabía que ya no estaba en quimioterapia, pero las pastillas que le estaban dando alteraba su humor y lo ponían violento e insoportable. Su madre asintió con la cabeza antes de salir de la habitación sin decir nada.
Minutos después, la enfermera entró desconectando la máquina y colocando el respirador con el tanque que llevamos al viaje. Lo esperé mientas se cambiaba de ropa. No dejaba de pensar en lo rápido que había sido esto, la maldita clave se estaba negando a que estuviera con el amor de mi vida.
—Vamos por mi mujer y luego por la tuya —dijo Lui colocándose una gorra de béisbol—. Juntos vamos a descubrir qué está pasando con esta élite del demonio. De paso ordenamos comida para que los cuatro podamos tener una cita doble y... —Lui sonrió de oreja a oreja—, vas a prestarme tu habitación de invitados para que pueda «descansar» un poco.
Puse los ojos en blanco soltando una risita estúpida. Sabía a lo que se refería con descansar. Vaya, Lui. La enfermedad no le quitaba ese deseo sexual que tenía. Tomando su tanque, lo ayudé a bajar las escaleras al encuentro de Mary. Ella nos regaló una sonrisa de oreja a oreja. Sabía que era debido a Lui. Verlo parado y caminando era totalmente una imagen mucho mejor de la que vimos en la habitación.
Aún no dejaba de pensar en lo que la madre de Lui había dicho. Esperaba a que estuviera equivocada y solo fuera un muy mal chisme de élite, pero su esposo era parte del comité, también mi padre y el padre de Abbi. ¿Entonces por qué nadie dijo nada? Tenía que arreglar esto a como dé lugar.
Entrando al automóvil, nos adentramos al tráfico vespertino de Londres. Era una ciudad tranquila, hasta cierto punto. Con sus calles antiguas, los tulipanes en cada área verde cerca de los campos del St. Paul Church. Amaba esta ciudad. Un lugar con historia, con un pasado.
Observé las calles, cómo la gente caminaba con las gabardinas largas, las sombrillas, cómo esquivaban los charcos de agua y cómo todo parecía estar en orden. Todo excepto mi corazón y mi mundo. No podían separarme de Abbi, ella era todo lo que necesitaba para respirar. No podían negármela. Ella era mía, en todos los sentidos.
Abbi
Estaba desesperada. En la televisión no daban nada bueno, estaba cansada de los programas de problemas sexuales, o esos de cómo mejorar algún problema del cuerpo, o peor aún, el mayor perdedor o una estupidez de esas. Sin mencionar los típicos programas de cocina donde todos compiten. Cambié de canal para encontrarme a las modelos del demonio, planas que me hacían sentir como un cerdo viviente. Mezclar a las modelos y la comida era el extremo, solo hambre me daban y me dolía mucho el cuerpo para levantarme a cocinar algo.
Observé mi teléfono esperando a ver algún mensaje de Will. Prometió informarme acerca de lo que estaba pasando en la casa de los Montgomery, supongo que las cosas no estarán muy bien si el hombre no se comunica aún.
Como si hubiera convocado al teléfono, empezó a sonar. No podía definir quién llamaba, ya que la pantalla estaba destrozada, de seguro era Will o mamá. Quién sabe. Tomé el teléfono con cuidado al contestar, sentía miedo que uno de los minividrios de la pantalla se metiera en mi dedo.
—¿Aló? —contesté pensando en quién iba a hablarme del otro lado.
—¡Hermanita! —la voz de Ash salió a retumbar por el auricular y me arrepentí inmediatamente de haber contestado.
—Ash —dije en forma de saludo—. ¿Qué quieres?
—¿Esa es la manera en que le hablas a tu hermanita? Debes estar extrañándome como la muerte. Iré a verte, papá dice que te sacaron un megaquiste del ovario. Yo recuerdo que una vez tuve cólicos, son la muerte.
—Claro, Ash. Un quiste es exactamente lo mismo que un cólico.
—Como sea. Connor te extraña también. ¿Está Will en casa?
No tenía ni idea de qué responderle, pero seguro no quería hablar con ella, mucho menos que viniera. Quizá si le decía que estaba sola no habría ningún problema. Ella me odiaba, solo no lo admitía.
—No, Will no está. Está en casa de Lui —dije con la esperanza de que no viniera.
—Es una lástima la situación, ya nos han informado a todos de su enfermedad. Es una lástima, muchas se lamentan que no lo tendrán en su cama. Al parecer era muy bueno, dicen que follaba como una bestia...
—¡Diooos, Ash! Mucha información. Contrólate, tienes prometido.
—Sí, lo tengo. También es una fiera en la cama cuando lo quiere ser. No es como William, que es una seda.
Me quedé pensando unos segundos en su comentario. ¡Dios! Ella no tiene ni idea de nada. ¿Qué acaso no se entera que fui la primera? Tampoco estaba para contarle de mi vida sexual. Así que decidí soltarle un comentario sarcástico.
—Totalmente una seda. ¿Quién te lo contó? ¿Lessa? O fuiste tú la que lo experimentaste de primera mano. Porque la tiene deliciosamente grande.
—¡Eres una pervertida! Pero no, no lo experimenté de primera mano, solo fue un mal rumor. Lessa, en cambio, sí que se lo pasó, al menos eso dice esa zorra. Ya sabes cómo es...
—Ash —dije con la intención de terminar de una vez por todas esto—. ¿Tu llamada es por algo importante? Es que no me siento muy bien y no tengo ganas de seguir hablando. Iré a dormir si no te molesta.
—Ah, vale, no importa. Cuando llegue Will que te ayude a arreglar tus cosas. Papá llega por ti en la mañana. La élite ha negado tu relación con William por lo que tienes que regresar a casa.
Mi estómago se fue de paseo completamente. ¿Pero qué diablos estaba diciendo? Jamás solicitamos a la clave poder estar juntos, aún estábamos trabajando en cómo hacer la solicitud para anular la anulación. Me tapé la cara con una mano. No tenía sentido hablar con mi hermana al respecto, ella no sabía nada.
—Yo hablaré con Will acerca de esto.
—Sip, así es. Eso te pasa por inmadura, Abbi. Si no hubieras...
No tenía por qué escucharla. Colgué el teléfono sintiendo cómo todo mi mundo giraba. Esto era un desastre. Decidí que no iba a sacar conclusiones apresuradas hasta que Will, mi padre, o cualquier otra persona importante lo confirmara. Me quedé viendo la iglesia, con esa estructura tan antigua. Realmente Londres tenía historia y en este lugar se contaban millones de ellas, en su mayoría de amor.
No podía meterme en mi cabeza que la mía no fuera a hacerse realidad.
La puerta se abrió de golpe. Me giré a toda prisa esperando a que fuera Will, pero mi vista se clavó en la de Lui. Pegué un grito intentando levantarme de golpe para correr a su encuentro. El calambre estomacal fue lo primero que me detuvo.
—Nena, tranquila —dijo Mary corriendo a mi lado—. No puedes presionarte.
Detrás de ellos venía Will con unas cajas de comida, el aroma a pan con ajo me hizo agua la boca, mi estómago como si fuera su mantra comenzó a sonar y el apetito se abrió inmediatamente. William me observó unos minutos antes de regalarme una de esas sonrisas que me hacían olvidar todo. Por un momento, ya no existía nada más que él y yo. Incluso Lui y su tanque de oxígeno desaparecieron de mí...
—¡Lui! —grité dándome cuenta de lo que estaba pasando. ¿Pero qué mierdas estaba pensando? Me abalancé a sus brazos dejando que sus largos dedos aprisionaran mis manos. ¡Dios! Cómo lo había extrañado.
—Si no estuvieras babeando por este idiota te hubieras dado cuenta de que estaba intentando saludarte. Ahora sí, bésame el maldito cachete antes de que me enoje —en forma juguetona le di dos besos en cada mejilla antes de ayudarlo con el tanque cinco pasos. Will llegó quitándomelo de las manos y llevando a su amigo al sillón.
—Pasaré la noche aquí, espero no te moleste. Resulta que necesito descansar un poco —decía la palabra descansar como si fuera el código para algo más.
—Claro, te preparamos el cuarto de visitas. Mary puede tomar la mía, de igual manera pensaba quedarme con Will —los tres contuvieron una risa que no entendí como de costumbre.
Will se acercó plantándome un beso en la entreceja antes de susurrar «mi linda e inocente novia», Mary se levantó por dos botellas de agua. Una era para Lui, lógicamente. Cuando tendió la otra para mí supe que lo sano era para los enfermos. Desapareció otra vez para reaparecer con dos Coca-Colas.
—Eso no es justo —dije viendo a Mary abrir la suya—. Yo quiero Coca-Cola.
—Lo siento, pequeña, pero tienes una dieta que cumplir y aguas gaseosas están fuera de la lista.
—No te preocupes, Abbi, a mí me quitaron las bebidas alcohólicas y eso sí apesta —dijo Lui destapando su agua.
Me encogí de hombros sintiéndome como una niña berrinchuda. Tenía en la punta de la lengua decir lo que Ash me había dicho, pero no quería arruinar el momento. Después de quejarme del hambre, Will fue a preparar la cena. Mary se fue detrás de él como si su meta fuera atendernos.
—Así que tuviste un quistaki —afirmó Lui.
—¿Quistaki? —pregunté al borde de la risa.
—En Grecia aprendimos que todo termina con taki, por lo que tu quiste tiene un nombre mediterráneo, se llama Quistaki Hamilton-Sheperd.
—Mejor solo Hamilton —sonreí. Si me llegaba a casar con William, no combinaría nuestros apellidos. Sería simplemente Hamilton.
—Mucho mejor, por cierto. ¡Voy a ser papá! —dijo con una sonrisa en el rostro.
—Sí que lo vas a ser —el nudo en la garganta al ver su cara de felicidad me llegó de repente. Ojalá pudiera conocer a su bebe.
—No puedo creer que estuvieras casi una semana pensando en que estabas embarazada —Lui no dejaba de reírse y su risa era contagiosa.
—¿Qué te puedo decir? Las náuseas de Mary me dieron a mí, eso tampoco es justo. El doctor dice que es normal que a la gente cercana le den los síntomas. Menuda casualidad que me dieran a mí.
Observé a Will hablar con Mary en lo que terminaban de servir la comida en platos. El aroma a pasta, pan con ajo y comida italiana —supongo— me llegó de repente. Tenían que apurarse antes de que parara comiéndome a Lui.
Ver a William feliz consintiendo mis gustos me hizo sentir peor. Tenía que contarle lo que Ash dijo lo antes posible. Teníamos que buscar una solución.
—Quita la mala cara, Abbi. Él ya lo sabe, pero no te lo dirá hasta mañana. Quiere pasar un día tranquilo junto a ti. Lo mejor será que le sigas la corriente y lo ignores.
—¿De qué estás hablando? —pregunté no entendiendo a Lui.
—El veredicto de la clave. Lamento que la élite sea una mierda total.
—Yo también lo lamento —le di una mirada a Lui bastante triste. Qué miserable me sentía—. Por hoy vamos a descansar los cuatro de todo esto.
—Definitivamente vamos a descansar —la palabra descansar seguía sonando como un código que seguía sin entender—. Tanto Will como tú necesitan una buena descansada —sonrió de oreja a oreja. Definitivamente era un código.
La velada había sido bastante reconfortante. Bastante buena. Sin mencionar la comida que hizo que mi día mejorara después de la noticia de mi hermana. No había arreglado mis cosas y no las iba a arreglar. Igual, la mitad de mi guardarropa estaba de vuelta en casa. Antes de irme a Estados Unidos pasé las cosas a la mansión Sheperd.
Me recosté en el hombro de William observando a Mary y a Lui darse un par de besos apasionados. Quizá estos dos no estaban enamorados, pero estaban disfrutando lo que les quedaba de tiempo. Según contó Lui, los doctores pararon la quimioterapia y comenzaron otro tratamiento un poco más fuerte. No estaban seguros si funcionaría o no. Aun así, Lui estaba dispuesto a probarlo con tal de tener un poco más de vida. He escuchado de algunos casos milagro, en que los doctores se dan por vencidos dándole un par de días a la persona y resulta viviendo más de lo estimado. Esperaba que Lui fuera un caso milagro. Lo quería demasiado para perderlo.
Me encantaba ver la manera en que Lui se recostaba en el estómago de Mary —que aún estaba plano— y le hablaba al feto como si ya pudiera escucharlo. Era tierno y por un minuto pensé en Will y en mí. William me lanzó una sonrisa. Me sorprendió viéndolos con esa mirada cargada de celos y añoranza.
—Ya te lo he dicho, pequeña, si quieres uno, estoy más que dispuesto a dártelo. Aunque preferiría esperar, tengo planes de viajar mucho y disfrutar cada segundo de vida que tengo junto a ti.
Le sonreí ante ese comentario. Era dulce y directo al punto, mi cabeza estaba empezando a darse cuenta de que no había bebe dentro de mí, era aniquilante. Me costó demasiado caer en la cuenta de que estaba embarazada y ahora cambiar de idea era demasiado para mi sistema.
—No, amor, aún hay tiempo —mientras lo decía no lo creía.
¿Cuánto es tiempo? Para nosotros el tiempo era una manera relativa para decir las cosas, para otras personas, como Lui, tiempo era indispensablemente corto y tiempo era todo lo que todos teníamos y pocos aprovechábamos. No quería perder más tiempo lejos de él. Ya había perdido muchísimo en el paso de los años. Me encogí de hombros sintiendo cómo todo empezaba a encajar en mi mundo. Tiempo. Maldito tiempo. Me gustaría vivir en un mundo donde este factor no fuera tan indispensable.
Me quedé viendo a Lui, disfrutar del momento. Quizá eso era todo. Uno aprende a valorar el tiempo y no contarlo cuando más lo tenemos encima de nosotros. Lui estaba tranquilo a pesar de que en cualquier momento nos podía abandonar. Mary estaba disfrutando de darle felicidad sin fijarse en lo que les quedaba. Quizá deberíamos hacer eso. Me di la vuelta tomando la cara de Will en mis manos, la intención era besarlo, pero me topé con su mandíbula. Will se la sostuvo quejándose por el impacto de mi cabeza en su boca. Ni por toda la vergüenza del mundo me inmuté.
—Lo siento, amor, solo quería darte un beso —dije sobando su cara.
—Ah, eso —bajó un poco para dejar el lugar en el que lo había lastimado—. Me has golpeado aquí —me incliné para besarlo justo ahí— y aquí —señaló en otro lado. Siguiendo la rutina le di otro beso en la otra mejilla—. Pero mis labios necesitan de mucha más dedicación. Están entumecidos y acalambrados. ¿Puedes hacer algo por ellos?
Le di una gran sonrisa. Esto era demasiado tierno. Tomando su cara, me sumergí en un beso profundo. Sus labios jugaron con el mío, dándole pequeños mordiscos. Me junté más a su cuerpo sintiendo cómo todo mi mundo se volvía una ilusión. Sus manos rozaron mi espalda mandando calambres a todo mi cuerpo. Por un momento bastante largo, dejé de pensar, dejé que la lujuria se apoderara de mí. Lo quería dentro, en lo más profundo de mi ser. Ni idea si podíamos hacer algo con la operación recién hecha. Decidí que sí podía, no me dolía tanto. Podíamos ser delicados y dejarnos llevar por el momento.
—Pequeña, contrólate, no quiero hacerte daño y si sigues besándome de ese modo, seré yo el que no pueda controlarse.
—Si lo haces despacio y suavecito no pasa nada —dije con una sonrisa en la cara.
Will negó con la cabeza sonriendo antes de tomarme del cuello y besarme una vez más. Quería esto, lo necesitaba. Me acomodé en el sillón, de manera que mi cuerpo estuviera pegado al de él sin causar ningún daño a la operación. A decir verdad, apenas si lo sentía. Estaba más metida en el beso que en otra cosa.
Su lengua se apoderó de mi boca causando cosas que dudaba sentir por alguien más. El sabor a Coca-Cola fue lo que predominó en el beso, ese sabor fresco de la mezcla de la gaseosa con hielo. ¡Increíble!
—Llévame a la cama —rogué.
—Tenemos invitados —dijo Will volteando a ver a Mary y a Lui.
Solté una carcajada al ver que Mary estaba sentada sobre el regazo de Lui, sin blusa disfrutando de los placeres que Lui les daba a sus pechos. Era excitante de ver, pero quería que Will me hiciera lo mismo, no quería solo verlo.
—Parece que ellos ya están en lo suyo —dije ahogando una risita idiota.
—Ven, dejémoslos solos.
¡Vaya si no! Incluso nosotros lo necesitábamos. ¡Dios! Lo necesitaba desesperadamente.
Con mucho cuidado, Will se levantó del sillón llevándome en brazos. Agradecí estar más delgada, me hubiera dado una pena horrible si Will no me hubiera aguantado por algún milagro. Sin dejar de besarme avanzamos a la habitación. Con cariño me colocó en la cama, levantándose para cerrar la puerta con pestillo.
Will me observó unos segundos antes, no tenía que darle tiempo para pensar, si lo hacía, definitivamente me dejaría con ganas. Me quité la blusa evitando hacer una mueca de dolor. Los puntos cerca del estómago apenas si eran visibles. Tenía tres heridas demasiado pequeñas, nada de qué preocuparse. Definitivamente la tecnología había llegado a niveles elevados. No me quedaría siquiera una cicatriz.
—Abigail, no voy a poder parar. Lo juro. Quiero tomarte desesperadamente, pero... tú estás débil y el quiste.
—¿Qué quiste? —pregunté señalando mi abdomen—. Ya me sacaron esa cosa, por lo que no causará problemas.
—Pequeña, sabes a lo que me refiero. Deja de hacerte la graciosa.
—Bueno, pero lo que quiero es... —William no me dejó terminar, se abalanzó cuidadosamente a mi boca. Mordí el labio de Will con lujuria. Quizá desesperación más que deseo. Puede que fuera la necesidad de saber que la élite quería separarnos o el hecho de que nos amábamos.
—Sé lo que quieres, pequeña, y voy a dártelo. Eres malditamente hermosa cuando me ruegas.
—Will —dije sin dejar de besarlo—, no dejes que nos separen, no podemos... No quiero. Te necesito.
Will se separó un poco para poder verme a los ojos. Nuestras respiraciones estaban aceleradas. Su cara reflejaba una duda inmensa, una que ni yo podía entender. Soltando mi rostro, Will se quitó la camisa, el pantalón, el bóxer. Su erección se dejó ver en todo su esplendor.
Mordiéndome el labio le di una mirada a Will que gritaba «La quiero dentro ya». Lo sé, algo exigente. Por alguna razón estaba como una fiera rogando de deseo. Estaba tan caliente que esperaba que fueran las hormonas de Mary aún afectando mi sistema.
—No, pequeña, nadie te va a alejar de mí —regresando su vista a mi rostro dijo quitándome el pantalón de dormir—. Nadie, bebe, nadie. Me perteneces y esos hijos de puta pueden irse tres cuadras después de la mierda, ahí quedan muy bien.
—Te faltaron las bragas —dije ignorando a la élite. Si seguíamos con esa plática toda su gloria se bajaría.
—¿Qué? —levantó una ceja en modo interrogación.
—Te faltaron las bragas. Quítamelas, Will. Te necesito dentro.
—¡Ah, sí! —sobando mis piernas se encaminó a mis braguitas negras—. Me encanta esto, amo tu aroma, bebe. Te amo toda tú. Desde lo más profundo.
¿Lo más profundo? Joder, lo que necesitaba era a él en lo más profundo. Qué excitación. A este paso pararía tocándome yo sola. ¿A qué estaba esperando Will?
Encaminé sus manos a mi parte interna guiándolo a la zona más húmeda de mi cuerpo. No andaba de humor para jueguitos, necesitaba que me tocara. ¿Qué tan difícil podía ser? Will se apartó unos centímetros observándome con esos ojos de hambre pura. ¡Vamos, William Hamilton! ¿Qué diablos esperas?
—¿Sabes cuál es mi parte preferida de tu cuerpo?
—¿Dónde te introduces? —señalé la abertura dentro de mis piernas.
Will soltó una carcajada negando con la cabeza. ¡Dios! ¿Por qué me hace esto ahora?
—Justo aquí —colocó la mano entre mi pecho y mi cuello. Justo en el lugar donde posa mi cadena de corazón. Nunca me quitaría ese collar, incluso quería que me enterraran algún día con él.
—¿Las bubis? —pregunté con picardía.
—No, nena, no las bubis. Amo tu pecho. Cuando coloco mi mano en este lugar, siento tu corazón y sé que estás vivas. Sé que tu corazón palpita y eso, pequeña, es lo más importante para mí.
Mandé al carajo toda mi cordura. ¿Escuché bien? William Hamilton estaba siendo romántico en todos los modos posibles. Coloqué mi mano en el mismo lugar que él había colocado la suya, solo que en su pecho marcado. Su corazón se sintió segundos después en un constante bum, bum, bum. Esto era lo más importante. Estaba vivo.
—Mientras nuestros corazones sigan palpitando, tú y yo, Abbi... Vamos a estar juntos, que intenten separarnos, nuestro amor es mucho más grande que la élite inglesa. Te amo, pequeña.
—No digas cosas tan lindas, creo que ya es imposible enamorarme más de lo que ya estoy. Vas a lograr que pruebe lo contrario.
—Yo ayer pensaba que no se podía amar más de lo que te amaba, hoy comprobé que esa una gran farsa. Hoy te amo más que ayer y seguramente mañana te ame más que hoy.
¡Santa mierda! Ya pueden matarme. Pensé que los cuentos de hadas se quedaban en las historias de Disney, pero William me estaba probando lo contrario. No tenía palabras para expresar lo que sentía. Lo tomé de la cara atrayéndolo a mi cuerpo, la calidez de su piel me tenía hipnótica, perdida por un momento. De algún lugar milagroso, Will sacó un condón colocándoselo con mucha habilidad. Asintiendo con la cabeza, dejé que William me hiciera suya. Perdiéndome en sus movimientos lentos y sincronizados, hicimos el amor como nunca antes lo habíamos hecho. Esta vez no estaba lleno de lujuria, de deseo. Esta vez éramos solo los dos moviéndonos al compás de los latidos de nuestro corazón.
William
La canción electrónica sonando en mi teléfono me despertó. Aún tenía a Abbi en mis brazos, recostada en mi pecho. Maldije en mi mente en el momento en que la tuve que separar para alcanzar ese aparato que no dejaba de sonar. Suspiré antes de tomarlo, me hubiera gustado ignorar la llamada, pero no podía.
—¿Papá? —pregunté sabiendo que era él.
—William, hijo. Sé que ayer me llamaste para ver lo de Abbi, sus padres irán por ella hoy.
Como un demonio. No quería que sus padres aparecieran, mucho menos que se la llevaran. Observé a Abbi que se empezaba a mover. Salí de la habitación para hablar con mi padre antes de que la despertara, sabía que ella lo sabía, pero no quería que se levantara con esa mala sensación tan temprano.
—Lo sé —dije realmente muerto del miedo—. Es una mierda, papá, no quiero perderla. ¿Crees que podamos hablarlo con la clave?
—Cuida esa boca, Will —me dijo mi padre como siempre que soltaba palabrotas—. Vamos a ver de arreglar esto, pero ya sabes cómo son. Cuanto más drama armen, mejor imagen le dan a la élite inglesa. Tienen que tener mucho cuidado, no me extraña que este show salga en todas las revistas ¡Hola! De esta temporada.
—Me da igual lo que diga la gente. Papá, la quiero y no sé qué diablos vamos a hacer, pero que me quedo con ella me quedo con ella. No hay otra opción para mí.
No debería de haberla. La única persona ideal para mí era Abbi. No quería una nueva agapi o que le pusieran uno a ella. ¡Mierda! ¿Harry? No, no y no, jamás.
—Te entiendo, pero ya sabes cómo son. Creen que tienen el control de la vida de todos dentro.
—Mi vida no la tienen, no les pertenece, así de sencillo es.
—William, tienes que respirar —dijo mi padre con determinación.
Después de hablar unos minutos con mi padre, colgué el teléfono regresando a la cama con mi pequeña. Verla dormida, tan tranquila me hizo pensar en lo mucho que valía en mi vida. En lo mucho que podía perder si me la quitaban de mi lado. No tengo ni una idea de lo que es perder en la vida, siempre lo he tenido todo. Quizá, cuando perdiera a Lui sabría lo que es pérdida, pero por el momento, lo tenía todo.
Como si fuera un imán para ella. Al momento de tomarla en brazos, se dio la vuelta para que su cuerpo encajara en el mío a la perfección. Esto era lo correcto. Estar juntos. Se sentía tan bien que no quería que nada cambiara.
—¡ABIGAIL! —escuché un gritó agudo. La sacudida de cama me hizo entrar en razón. Abrí los ojos para ver a Ash parada de brazos cruzados con su madre detrás. No dejé que Abbi se levantara, ya que la verían completamente desnuda. Debí cerrar la puerta.
—Oh, hermoso Dios. Quieren los dos vestirse y salir un momento. Tenemos que hablar todos y...
—¿Qué hacen ustedes dos en el cuarto de...? ¡Jesús! William —dijo mi madre entrando a la habitación. Este era todo un espectáculo. Abbi se metió entre las sábanas evidentemente roja de la cólera. Negué con la cabeza haciendo una seña a la puerta. No íbamos a salir de la cama si seguían viéndonos como la película pornográfica del siglo.
Ash fue la última en salir con evidente enojo. ¿Por qué diablos se enojaba? No era que ella y Connor nunca hicieran nada, siempre lo hacían, incluso en los baños, lo cual era asqueroso.
—Ven, pequeña, ya se fueron —dije quitando el cubrecama de la cara de Abbi.
—¡Eso fue de lo peor! Qué vergüenza. William. Te das cuenta de que mamá acaba de descubrir que su hijita ya no es virgen.
—¿Qué esperabas? —dije besando sus labios—. Estabas viviendo conmigo, no podían esperar menos de dos adolescentes con hormonas sexualmente activas, al menos usamos protección —dije señalando la mesita de noche donde reposaban los condones que habíamos usado. Esperaba que no los hubieran visto, eran como seis.
Con gesto de mala gana, Abbi se puso de pie revelando su desnudez. Era hermosa. Su cuerpo tenía curvas de más que me permitían agarrar mejor todo lo que podía. Eso me gustaba. Caminó al baño mientras yo la seguía contemplando. Ya la tenía dura una vez más, lo peor, no teníamos tiempo para un rapidito. Teníamos a nuestros padres fuera.
—¿Te duele? —pregunté pensando en la operación.
Abbi negó con la cabeza antes de encerrarse en el baño. Unos minutos después salió con mi playera y un pantalón de pijama. Me dieron muchas ganas de regresar a la cama con ella vestida de ese modo, poner una buena película en Netflix y quedarnos todo el día viendo alguna serie.
Teniendo que enfrentar la realidad, antes de salir, tomé a Abbi en brazos susurrando que todo iba a estar bien. No podían separarnos. Si tenía que llevármela a Las Vegas para casarme con ella, lo haría. Pero también sabía que toda mujer —al menos la mayoría— soñaba con una gran boda. No quería privar a Abbi de tenerla. Imaginé cómo sería ese día. La veía con un vestido de corte princesa, con su cabello negro recogido en un peinado de esos raros altos, un velo sencillo de encaje y el anillo de diamante en su dedo. Se vería hermosa.
Toda la familia estaba sentada en la sala de estar, donde aún había sobras del día de ayer. Abbi recogió los platos, aún ruborizados por el encontrón con nuestras madres y Ash. Dejamos todo en la cocina y nos acomodamos juntos en uno de los sillones. Mi padre no dejaba de ver a Abbi, como si la analizara de alguna manera.
Sus padres preguntaron por su estado. Hablamos de cómo estaba llevando el reposo y cómo debían manejar las cosas después. Abbi estaba especialmente callada a pesar de que su cosa favorita en el mundo era hablar.
Lui seguía en la habitación con Mary, de seguro escucharon el ruido y decidieron no ser partícipes en nada de esto. En cierto punto era lo correcto, aunque me hubiera gustado algo de soporte.
—Como ya saben —empezó el señor Sheperd—. La élite es bastante estricta, por ley, Abbi aún es menor para vivir sola en un apartamento, tiene que regresar a casa. William, tú tienes que volver a solicitar la mano de Abigail, ya que su compromiso se anuló. No es garantía, ya que el chico Woodgate tiene cierto interés en quedarse con la mano de...
—Pero yo no quiero, papá —dijo Abbi interrumpiendo. El señor le frunció el ceño a su hija de mala manera. Claro, malditos valores de élite. Esto es de lo peor.
—No me interrumpas cuando estoy hablando, Abigail. Van a decir que no te crie bien. Compórtate —su tono era una barbaridad, incluso yo me sentí intimidado.
—Lo siento, padre —dijo Abbi bajando la vista al piso. Sus mejillas estaban rojas y su cuerpo tenso hasta las venas. Lo odié, odié que su padre la hiciera sentir tan humillada. Levantándome sin pensar en lo que estaba haciendo, señalé al hombre que decía haber criado a Abbi.
—Le ruego, señor Sheperd, que respete a mi novia. Le recuerdo que esta es mi casa, por ende, es la casa de Abigail. Recuerde eso la próxima vez que le levanté la voz en mi techo. ¿Entendido?
El silencio se hizo en toda la habitación. Quizá me había pasado. No necesitábamos que nuestros padres se pusieran en contra de nosotros, necesitábamos su apoyo incondicional. Regresando a mi asiento escuché a mi madre suspirar. ¡Vaya! Incluso papá se quedó callado, de seguro que me pasé. Tomando la mano de Abbi, contemplé a nuestros progenitores. Qué incómodo.
—Recuerda que es la mano de mi hija la que quieres pedir, si fuera tú, me quedaba en silencio y escucharía lo que estoy por decir —me dio una mirada prolongada antes de continuar—. Como decía, el cónsul de élite ha pedido la solicitud formal de su compromiso, por otro lado, la clave se siente algo dolida por su falta de comunicación a ellos.
—Simplemente no estábamos en el maldito Londres. Pensábamos regresar y hacer esto oficial. Sus sentimientos me valen madre —dije molesto—. No son nadie para venir a decirme con quién puedo o no estar.
—William —dijo, finalmente, mi padre—, te entiendo y entiendo tu enojo, pero... ¿puedes, por favor, cuidar esa boca? No es correcto que hables de esa manera frente a los Sheperd.
Estaba molesto y no me di cuenta de que estaba tirando más tacos de lo que acostumbro. Normalmente, esas palabras frente a la clave son pecado capital. Asentí con la cabeza dejando que mi padre continuara con su intervención.
—Señores Sheperd, nosotros estamos dispuestos a pelear por la mano de Abigail, si así lo requiere la ley. El chico Woodgate puede ser un buen componente de sangre, pero es dos niveles menores que los Hamilton. ¿Recuerdan la negociación que dio inicio hace cinco años, cuando se decidió que Abigail y William podían ser una buena alternativa en sangre? Si no lo recuerdan, se los puedo refrescar.
Sonreí ante la magnífica intervención de papá que siguió explicando algo del linaje y mierdas políticas. Incluso mencionó de mi preparación para la fundación de educación y mi posible puesto como embajador en Francia por dos años en algún futuro remoto. Paul vivía en la luna respecto a la vida política que tenía mi padre, por eso yo era el más indicado a seguirla. Ese era el vínculo que compartía con mi padre, la razón por la que ahora me defendía a capa y espada. Una vez, hace muchísimo tiempo, él estuvo enamorado de otra mujer que no era mi madre. Nunca luchó por ella, nunca la puso delante de todo. Esta era su manera de decirle lo siento. Podía ver los ojos de la madre de Abbi al ver a mi padre, aún sentían algo, era evidente.
—¿Entones van a hacer la solicitud? —preguntó el señor Sheperd.
—Claro que la vamos a hacer. No creo que puedas separar a mi hijo de tu hija. Se nota que es parte indispensable de su organismo, si la pierde, quizá pierda a mi hijo y no estoy dispuesto a eso. Por lo que sí, vamos a hacer la solicitud esta semana.
—¿Esta semana? Vamos ahora y la...
—Es domingo, William —dijo mi padre con una sonrisa en la cara.
—Y... ¿qué no trabajan los siete días a la semana? Porque deberían de hacerlo.
—Hoy es el almuerzo real, en los jardines de la mansión Fállete. Todos están invitados —dijo Ash muy emocionada ignorando la mirada de su madre que decía «cierra la boca»—. No pueden dejar de asistir. Es muy importante que todos estén presentes.
Claro, los eventos de la reina eran de suma importancia. ¿Lo bueno? Abbi estaba recién operada y teníamos una excusa para faltar. Sonreí con picardía. Tengo otra excusa para que se quede un día más en casa.
—Toda la razón, no pueden faltar. Lamentablemente, Abbi está en reposo y no puede asistir, yo como futuro esposo de Abbi, me quedaré a cuidarla.
—William... —mi madre comenzó a hablar.
—Madre, no hay discusión.
—Gracias, William —respondió Abbi con una sonrisa—. Mary está en casa por lo que prefiero quedarme a descansar y no asistir a ningún almuerzo. Aún me duele todo.
Estaba mintiendo, pero en estos momentos agradecía que mintiera todo lo que quisiera. Su padre asintió con la cabeza antes de ponerse de pie. Todos hicieron lo mismo sin chistar palabra. El protocolo, ante todo. Abbi se acercó a su padre con ternura antes de susurrar algo al oído.
Él suspiró antes de decirle que sí a algo.
—Mañana venimos por ti, Abbi. Sin discusión.
Todos se retiraron y una vez más, Abbi y yo, regresamos a la cama para pasar el día viendo Netflix y comiendo palomitas de maíz.
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