12. TEARS

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12. TEARS

Abbi

Me levanté con una sonrisa en la cara, una difícil de quitar. Había pasado la noche abrazada de William, mi William. No podía creerlo. Al parecer las cosas estaban mejor de lo que esperaba. Quizá iba siendo tiempo de tirar el plan a la basura, no estaba funcionando de todos modos, cada vez lo sentía más mío. Estiré mi mano para buscar su cuerpo. La cama estaba vacía. Abrí los ojos de golpe para verlo sentado en una de las sillas principales poniéndose los zapatos. El sol apenas si entraba por las ventanas, como era costumbre, una suave lluvia acariciaba la casita. Fruncí el ceño. ¿A dónde iba a esta hora?

—¿Te vas? —pregunté tapando mis pechos.

—Sí, lo siento. Tengo que irme.

—No quiero que te vayas, quédate un rato más.

Estaba suplicándole que se quedara, sabía que mamá y papá no se darían cuenta de esto. Lo necesitaba. Lo quería. Me estaba ignorando, siguió con su camisa, aún pude darle un pequeño vistazo a su pectoral antes de que dejara caer su camisa. Hice un par de pucheros esperando a que realmente se quedara. Pasamos una noche de campeonato. Bebimos, bailamos, festejamos, nos besamos y... ¡Mierda! Recordé que estaba casi desnuda. Mis mejillas ardían de la pena. Esto era vergonzoso.

—¿Quieres hablar acerca de anoche? —pregunté con el fin de que se quedara unos minutos más.

—No, Abbi, realmente tengo que irme. Además, si vas a estar con Lui, tienes que dejarme tranquilo y no estar con tus juegos de seducción. No puedes jugar de ese modo con la gente. Él es mi mejor amigo y no quiero que lo lastimes, ¿está bien?

—Tú no eres un juego —dije con la voz temblorosa.

—Si yo no lo soy, lo es Lui, y eso no me gusta. Lo mejor es que te alejes de mí, Abbi. Creo que es lo mejor —se pasó ambas manos en su hermoso pelo, soltando un soplido bastante audible. Volvió a ver su celular maldiciendo en voz baja.

Las lágrimas tocaron mis ojos. No estaba jugando con Lui, esto no era acerca de Lui. Esto era sobre él. Sobre darle celos y llevarlo al fin de la locura. Una lágrima corrió por mi mejilla. ¿Qué diablos había hecho para que me hablara de ese modo? Pensé que todo estaba bien.

—¿Hice algo malo? —la voz se me estaba quebrando por completo. Mi corazón latía con fuerza y por minutos pensé que iba a sentarme a llorar. ¿Pero qué diablos?

—No todo gira alrededor tuyo, solo déjame tranquilo. Tengo mucho que pensar. No puedo pasar el resto de mi día tirado en una cama junto a alguien que no define qué quiere. Tengo que irme.

Tomando su chaqueta salió a toda prisa. ¿Pero qué había hecho? Sentí un nudo en la garganta. Eso no había estado para nada bien. Me hice una bolita en la cama y comencé a llorar. Esto me pasaba por ser tan accesible con alguien que no me quería. Ayer estaba dispuesta a darle todo mi cuerpo con tal de tener más de él. Esto fue lo que obtuve. Quedarme sola, desnuda y llorando.

Prometí que no lloraría por él, o al menos que lloraría lo menos que pudiera, pero vaya si no dolía.

***

Una semana sin noticias de William. Habíamos pasado estos días paseando por Londres, visitando las afueras del Reino Unido. Mary y Mauri estaban teniendo una gran semana, lamentablemente, Mauri viajaría a España por la tarde. Se suponía que Mary se iría de Londres en tres días, pero llamó a su padre y extendió su viaje a una semana. Estaba segura de que lo estaba haciendo porque no me encontraba bien. La última vez que vi y hablé con Will, me había dejado tirada en una cama, humillada. No quería pensar en ello. Estaba vacía por dentro.

Quizá se había dado cuenta de que no valía la pena. Que esta vida junto a mí no era la que siempre había deseado. Eso tenía que ser. Tampoco había tenido noticias de Lui. Intenté llamarlo toda la semana para platicar con él, pero no, nada de nada. Quizá todos se sentían avergonzados de Mary y Mauri. No volvimos a ir a una reunión de la élite, nunca les dije a mis amigos el porqué, simplemente no fuimos. Me desconecté del mundo enfocándome en mis amigos, aquellos que no pertenecían a una élite, aquellos que no tenían sangre real, aquellos que eran y siempre serían los mejores amigos que uno podía desear.

Me senté en el jardín, tomando el sol con mis amigos, los últimos rayos que tendríamos los tres bajo el mismo cielo de Londres.

—Finalmente, sol —dijo Mary acomodándose en las salitas que sacamos al jardín.

—Deja de quejarte, viajas cada fin de semana a la playa. Te dará cáncer de piel —respondió Mau.

Mary solo lo ignoró. Pasamos los siguientes treinta minutos hablando y riendo.

—Madama —dijo el mayordomo dejando una ronda de piñas coladas vírgenes. Nada de alcohol por hoy. Creo que había sobrepasado mis límites esta semana—. El joven Montgomery solicita verla unos minutos, pide permiso para pasar.

Me le quedé observando al mayordomo. ¿Qué diablos hace Lui aquí? Dándole la orden que lo pasara adelante, me puse más nerviosa que nunca. Mau sabía lo que estaba pasando por lo que convenció a Mary de irse a empacar sus cosas. Aún le faltaban dos horas, lo hacía por mí, por mi privacidad. Encaminándome al salón social de la mansión, vi cómo Lui se ponía de pie ante mi entrada. Me paré en seco al verlo. ¿Qué diablos le había pasado?

Tenía unos círculos negros bajo los ojos, bastante marcados para ser algo normal. Había bajado más de peso y se notaba que le costaba respirar. ¿Acaso estaba enfermo? Me acerqué con la intención de besar sus dos mejillas, pero no podía. Estaba parada viéndolo de arriba abajo. Esto no estaba bien. Era como si algo o alguien hubiera chupado su alma, su esencia.

—¿Estás bien? —pregunté asustada.

—Sí, muy bien. Es solo un virus. Todo va a estar bien —respiró antes de darme una sonrisa falsa—. Lo siento tanto, Abbi.

Entrecerré los ojos. ¿Qué diablos sentía? Tener gripe no era del otro mundo, al parecer una muy fuerte lo había atacado. Pero esa no era su culpa.

—¿Por qué lamentas tener gripe? No es tu culpa.

—No lamento el virus, no seas ingenua —dijo después de que le explicara que solo era un virus—. Siento lo que pasó en la fiesta hace una semana. Tus amigos, son tus amigos. No debí juzgarlos como lo hice, como lo hicimos. Will explicó que eran personas muy agradables.

Will, el solo hecho de escucharlo mencionar su nombre abrió un agujero en mi estómago. Eso sí que dolía. ¿Por qué tuvo que reaccionar como reaccionó? Lui se veía inestable. Levanté una ceja conteniendo las palabras que quería decirle: «Te ves como la mierda, Lui». No lo dije. Se suponía que debía hablar como una dama, no como una cualquiera.

—Ah, eso. Bueno, sí fuiste muy grosero. Pero también entiendo la posición, no puedo juzgarte si así te han criado toda tu vida —estaba molesta y se notaba en mi voz.

—No hay razón para perder la humanidad solo porque creemos ser superiores a los demás, Will me lo explicó después de que recobrara la... Ammm, bueno, después de que mejorara de la gripe —una sonrisa se extendió en sus labios—. Parece que lo estás atrapando, todo va bien Abbi. Solo no tienes que dejar que crea que te tiene asegurada.

—¿Dónde está él? Tengo casi una semana de no verlo. ¿Alguna idea?

No debería estar preguntando, lo sé. Pero algo me estaba comiendo en mi interior. Quería saber dónde estaba, necesitaba saberlo.

—Creo que regresó anoche de París —lo dijo tan casual—. Fue un viaje corto, pero muy necesario.

Mi estómago cayó al suelo derramando líquido intestinal mezclado con sangre. ¿Escuché bien? ¡París! Mierda, había ido a ver a Ameli. Qué idiota de mi parte. ¿Cómo no se me ocurrió antes? El muy idiota creía que podía usarme de ese modo, pues bueno. Hace un tiempo yo estaba dispuesta a dejar este juego. Ahora no lo estaba. Iba a continuar hasta que no pudiera más.

—Seguiremos con esto, ¿no es así?

—¿Crees que está funcionando? Creo que ya lo tienes colgando de tus manos, sería mucho más rápido si...

—No le importo, Lui, te juro que no —mi voz sonaba bastante frustrada—. Sé que no soy bonita, y sé que soy rara y rechazada por más de la mitad de la élite. Aun así, pensé que... Pensé —no podía continuar.

—No eres fea, Abbi. Quizá antes eras algo desalineada, pero ahora... Dios, mujer, eres guapa.

Le sonreí no sabiendo exactamente qué decir, ¿no era fea? Quería creerle, en verdad quería. Pero no podía. El hombre que estaba consolándome era uno de los más grandes agresores de mi infancia, incluso muchas veces tuve pesadillas nocturnas acerca de él. Le tomé la mano y empecé a platicar de cualquier cosa menos de Will. No podía seguir con esto.

—Tengo una idea —dije sonriendo—. Le debes una a Mary, debes salir de fiesta con nosotras.

Lui sonrió asintiendo con la cabeza.

—Tenemos una cita.

***

Cuatro días pasaron desde que Mauri se había ido. Lui hizo lo prometido y vino de fiesta con nosotras todos los días. Paseamos por las playas —a las que nunca nos metimos—, visitamos lugares turísticos y muchos bares. Teníamos mucho material para hacernos ver que estuvimos juntos. Pero en ese entonces, no importaron. Me la estaba pasando bien, dejé de pensar en el dolor que ocasionaba William y me concentré en la felicidad que me daba Lui y Mary.

Muchas veces me sentí como si estuviera estorbando. Nunca los vi juntos, pero algo estaba pasando definitivamente entre Lui y Mary. Ella era exótica, con su cabello oscuro hasta la cintura, su piel morena y sus ojos cafés. Estaba segura de que ninguna en la élite se veía como ella, era diferente y eso era lo atractivo. A él le gustaba, solo no lo admitía.

—Creo que me quedaré unos días más —dijo Mary acostándose en mi cama—. Me la estoy pasando muy bien.

—Te quieres quedar desde que Lui viene con nosotras —dije tapándome la boca para amortiguar la risa.

—Ya, qué va. Eso no es verdad —negó con la cabeza.

No iba a admitirlo, pero sabía que era verdad, le gustaba Lui. Tomando su maleta de la cama la volví a guardar, estaba segura de que no iría a ningún lugar. Lui llamó para avisar que iríamos a una cena tranquila con los de la élite. No me pareció la idea, ya se rumoraba que las cosas con William no estaban bien, también que mi amiga «la loca americana» estaba acostándose conmigo. La élite realmente era mala, muy mala.

Tomé un baño largo, esperando a quitarme los nervios de encima. Finalmente, vería a William después de un tiempo apartados. No sabía nada de su viaje a París, tampoco hablamos después de dormir juntos. No teníamos nada. Ni una relación a la cual llamar compromiso. Suspiré viendo mi armario. Tenía que buscar algo lindo que ponerme. Quería verme bien, algo que llamara la atención de William.

—Vestido de encaje —dijo Mary con una sonrisa en el rostro. Definitivamente ese me pondría.

Tomé el vestido azul cielo de encaje, manga larga, corto a la mitad del muslo. Coloqué mis zapatos negros y accesorios en plata negra. Recogí mi cabello en una trenza enrollada, le coloqué unos ganchitos brillantes color turquesa, tomé mi bolso negro liso y estaba lista. Me observé en el espejo viendo lo bien que me veía. Me gustaba mi aspecto, se ajustaba a lo que quería, a lo que necesitaba. Mary entró a la habitación completamente transformada. Tenía puesto un vestido amarillo, le llegaba justo a la rodilla. Estaba increíble. Más formal que yo, pensé. Le di una sonrisa satisfecha. Mary puso una canción que nos hizo levantarnos de la cama y empezar a cantar como locas. Moviendo los hombros, dando vueltas y cantando la canción a gritos, vi a mi hermana parada en la puerta con los ojos en blanco.

—Ahora entiendo por qué Will te evita, hermanita.

—Vete a la mierda, Ash —dije sacando el dedo de en medio. Definitivamente ya se me estaban pegando los malos modales de Mary.

—Boca de mortal y aspecto de pobre. ¿Qué diablos llevas puesto? Deberías de ponerte uno de los vestidos que te regalé, mucho haces llevando a esta a la fiesta —señaló despectivamente a Mary. Pensé en los vestidos que me regaló mi hermana. Demasiado cortos, con escotes pronunciados, colores llamativos. Quizá los use para Halloween o carnaval.

—Cuando quiera parecer una puta barata, seguro que sí me lo pongo.

Ash frunció el ceño anunciando que Lui estaba en la primera planta con Connor, que intentáramos no avergonzarla. Mary me dio un guiño pronunciado y supe que no sería de ese modo. Nos comportaríamos como éramos, sin aparentar falsedades. A quien le gustara la idea, pues bueno, y a quien no le gustara podía cambiarse de mesa. Estaba cansada de pretender.

Bajamos las escaleras recibiendo miradas matadoras de parte de Connor y Lui. Esperaba que me vieran más de lo que veían a Mary, pero no fue de ese modo. Lui se perdió en ella en cuanto bajó. Sonreí satisfecha, realmente parecía interesarle. Me sentí mal por estar interfiriendo, Lui tenía que pretender interés en mí cuando ni siquiera le gustaba. Contuve la respiración. ¿Qué tanto estaba dispuesta a destruir algo que podía pasar? Algo que mi amiga quería y él también. ¡Mierda! Tengo que hablar con Lui. Dando una disculpa, alejé a mi amigo del grupo que nos esperaba. Ash se quejaba de que ya íbamos tarde, pero la ignoré. Tenía que saberlo antes de adentrarnos a la fiesta. No podía arruinar esto.

—¿Te gusta Mary? —pregunté sin saludar.

—¿Perdón? —negó con la cabeza ruborizándose. Hoy tenía mejor aspecto que hace dos días, el color le regresó a la cara, eso es una buena señal. Quizá el virus estaba desapareciendo.

Levanté una ceja sabiendo que esto era todo. Él sabía a lo que me refería, no tenía que dibujárselo o pintárselo. Soltó un soplido negando con la cabeza, sonrió de oreja a oreja. Hizo lo que jamás pensé verlo hacer nunca. Admitir que le gustaba.

—Es diferente a las chicas que conocemos y eso me gusta. Además, su color de piel y su aspecto africano es toda una delicia.

No podía hacerles eso. No podía obligarlo a estar conmigo cuando le atraía alguien más.

—No voy a obligarte a demostrarle a los demás que te intereso, no es correcto. Will tendrá que quererme, en otros términos. Además, tú lo dijiste, no está funcionando.

—En eso tienes razón, no está funcionando. ¿Sabes por qué? —negué con la cabeza —. Porque Will no puede sentir celos de mí, es demasiado bueno, está dispuesto a que este contigo que pelear por ti, Abbi, yo no funciono para esto.

—Gracias, de igual manera —me encogí de hombros.

—Bueno, si me lo permites, ¿puedo seducir a tu amiga? Se ve muy buena en la cama —Lui sonrió una vez más. Soltando una carcajada murmuré.

—No tienes ni idea a lo que te estás metiendo Lui, las gringas tienen ese método de ser unas fieras.

Lui abrió mucho los ojos antes de jalarme de la mano muy entusiasta. Definitivamente, alguien más iba a estar usando la casita del árbol y esta vez, no iba a ser yo.

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