Capítulo 8.


Que me prohíban usar la palabra carajo si no he intentado ignorar todo lo que ocurrió esta mañana en mi apartamento.

La verdad es que llevo horas tratando de no pensar en las confusas declaraciones de mi jefe, pero por alguna extraña razón, mi mente sigue dándole muchísimas vueltas al asunto. La curiosidad y —lo juro— una pizca de preocupación hacen que quiera saber a qué se refería Taehyung.

Me encuentro esperando a que la veterinaria termine de revisar a Yeontan, pero mis pensamientos están en otra parte. Sigo meditando, esforzándome por dar con una teoría sensata. Entonces, recuerdo que Jiwon me dijo aquella noche que Taehyung sufre de muchísimo estrés... Quizás él toma algún medicamento para eso.

No lo sé. Y aunque sé que no es de mi incumbencia, me muero por saber.

La puerta del consultorio se abre y la profesional aparece en mi campo de visión con una mueca amable y, también, con Yeontan avanzando a su par. El pequeño mueve su cola animadamente cuando nos reencontramos y me apresuro a alzarlo para besarle la cabeza.

—Bueno, todo con este pequeñín está en orden. Su condición sigue estable pero, claro está, debe seguir tomando su medicación.

— ¿Condición? —Frunzo el ceño—. Lo siento, pero...

— ¿Su dueño no te lo dijo?

—Su dueño no es un hombre de muchas palabras —digo, con la intención de sonar agraciado—. Pensé que esta visita se trataba de un chequeo.

—Lo es —asiente—. Pero Yeontan nació con una condición, se le llama colapso traqueal. Básicamente, la tráquea presenta un estrechamiento que puede dificultar el pase del aire... Pero no es nada grave, siempre y cuando tome una pastilla día por medio y evite realizar actividades físicas con frecuencia.

—Oh... Pero... ¿Cómo? Quiero decir, seguramente ya lo sabe, pero este perrito tiene una familia muy adinerada.

Una pequeña risa se le escapa a la veterinaria, probablemente por mi ignorancia.

—Este problema suele ser hereditario, cielo. Lo más probable es que su madre o padre lo hayan tenido también. No te preocupes, no es algo realmente grave. Sé que sus amos lo cuidan muy bien.

Para cuando me doy cuenta, veo que el perrito peludo y adorable está con sus ojitos cerrados en mis brazos. No puedo evitar sonreír.

Luego de que la gentil veterinaria me da la pequeña carpeta con el informe que debo entregarle a Taehyung, Yeontan y yo nos despedimos de ella y abandonamos la clínica para animales.

Cuando salimos al ruidoso exterior, mis ojos encuentran a Mingi de pie junto al vehículo. Se da vuelta rápidamente ya que se encuentra comiendo a gusto un gigantesco sándwich y noto que se apresura a masticar para hablarme.

—Lo lamento, señor Jeon. Es que tenía hambre —dice, y noto que el calor se ha subido a su rostro—. Perdóneme.

Todo mi ser se emociona por el simple hecho de que él se refirió a mí como señor. ¡Al fin alguien me respeta!

— ¿Por qué te disculpas? —Pregunto, ceñudo—. No me molesta que comas, yo no soy Taehyung.

Una risita se le escapa al segundo chofer.

— ¿Todo en orden con el pequeño gran heredero? —Inicia una amena conversación al preguntar y se dispone a terminar su bocadillo.

—Sí. Pero creo que tiene sueño —contesto con gracia.

Una vez que Mingi termina de alimentarse, ambos nos subimos al vehículo para emprender el viaje de regreso al edificio, tal como Taehyung me ordenó.

El segundo chofer y yo somos una gran dupla, debo admitir. Me siento en confianza con él, y probablemente la razón sea que tenemos la misma edad. Al parecer, Taehyung decidió darle una oportunidad para crecer cuando lo contrató... Tal como a mí.

Estamos atascados en medio del infernal tráfico de la ciudad, pero no nos interesa; ni siquiera nos da miedo que el jefe pueda regañarnos por demorar demasiado. Él conduciendo y yo en el asiento de copiloto, nos encontramos cantando (y bailando) Godzilla de Eminem mientras que todos los coches alrededor están aferrados a sus bocinas en la espera de salir de este intenso caudal de vehículos detenidos.

La vibración en conjunto con el chillido histérico que emite mi teléfono dentro de mi bolsillo delantero me hace pegar un salto en mi lugar. Mingi baja el volumen del estéreo para que pueda atender la llamada y una maldición baja se me escapa cuando notifico que el nombre de Taehyung resalta en la pantalla.

— ¿Sí, jefe?

— ¿Dónde estás? —Suelta con la indiferencia que tanto lo caracteriza.

—Volviendo al edificio con Yeontan.

« ¿Qué me vas a pedir ahora, puerco?»

—Te voy a enviar una foto, necesito que traigas esas cosas cuando regreses.

—O... —Mi entrecejo se arruga con molestia al escuchar el tono muerto y miro la pantalla para comprobar que sí, me ha colgado—... Kay. O... gro.

Mingi se ríe y niega con la cabeza.

Breves segundos más tarde, el móvil del trabajo recibe un nuevo mensaje y me apresuro a chequear el mismo. En el chat de Taehyung aparece, entonces, la foto que mencionó. Es una lista de compras.

—Este tipo tiene letra de doctor —espeto, un tinte molesto tiñe mi voz—. ¿Qué carajos? No se entiende un carajo.

Me dedico unos instantes a analizar detalladamente la imagen, agrandándola a mi gusto mientras me esfuerzo por comprender la descuidada e ilegible letra de Taehyung.

—Llámalo y pregún...

Automáticamente, le dedico una expresión seria e indignada a mi compañero. Él presiona los labios.

—Tienes razón, olvídalo —murmura.

Mingi sabe bien que no se le puede preguntar nada al arrogante que tenemos como jefe.

—Creo que los primeros tres son tomates, leche y aceite de sésamo —digo en voz baja, luego, un suspiro profundo se me escapa—. Detente en el primer mercado que veas.

— ¿Seguro que él no tiene un lugar específico para hacer compras?

—Me importa un carajo. Si fuera una persona decente, él haría sus propias compras por su cuenta.

—Si lo hiciera, tú no trabajarías para él —Mingi espeta de vuelta, filtrándose un aire bromista en sus dichos.

—Si no trabajara para él, yo sería feliz.

El segundo chofer vuelve a reír por mi comentario y, por mi parte, vuelvo a subir el volumen de la radio hasta el volumen en el que se encontraba antes de que el jefe decidiera llamar.



— ¿Qué quieres?

—También te extrañé, preciosa —le digo a Nahyun, pasando por alto su tono brusco una vez que contesta mi llamada telefónica—. ¿Cómo está la mujer más atractiva y agradable de todo Seúl?

Ella suspira profundamente y mi nariz se arruga con cierto temor. Se dio cuenta de que estoy a punto de pedir algo.

—Lo preguntaré de nuevo; ¿qué quieres, pequeñito?

—Que bajes y me ayudes con Yeontan. Ahora mismo tengo más bolsas que ganas de vivir, no puedo cargarlo... Y ya sabes cómo se pone el cretino cuando su perrito–

—No le digas así a Taehyung —me interrumpe para regañarme, pero se apresura a agregar—: Te veo en tres minutos.

—Gracias, mi vida. Te debo una.

Nahyun aparece en mi campo de visión pero no me mira en ningún momento. Simplemente se limita en tomar a Yeontan en sus brazos y acariciarlo, mientras emprende su camino de regreso al ascensor. A pesar de su actitud indiferente y cargada de desafecto, ella espera por mí y puedo ver que un atisbo de sonrisa se asoma en las comisuras de sus labios mientras me ve haciendo malabares para tomar todas las bolsas con mis dos manos.

—Se quejó dos veces porque tardabas mucho —ella me comenta.

Mis ojos ruedan casi por si solos.

—En mi defensa: el tráfico es un asco y su letra también.

Mi respuesta consigue arrebatarle una risa diminuta.

—Por cierto... —Nahyun comienza a decir con un tono ciertamente sospechoso, luego de que presiona el botón para que el ascensor comience a subir—. ¿Qué te traes con Taehyung?

Automáticamente, mis cejas se disparan hacia arriba. Puedo percibir que todo mi cuerpo se pone tenso y, por un segundo, debo apretar las bolsas que mis manos cargan para no dejarlas caer.

—No me malinterpretes, por favor —agrega rápidamente, en compañía de una mueca traviesa—. Pero él me llamó ayer muy tarde para preguntarme tu dirección.

— ¿De verdad? —Finjo no tener idea sobre lo que está hablando—, eso es extraño...

—Sí. Parecía borracho —continúa y se encoge de hombros.

—Ahí lo tienes —digo, y los nervios que siento se esfuman un poco—. Cuando las personas se embriagan, son torpes y tontas.

Nahyun se gira para mirarme y noto la picardía que tiñe sus preciosas facciones.

—Tú eres torpe y tonto sin la necesidad de estar bajo los efectos del alcohol.

—Eres tan cruel, Park Nahyun —hago uso de un matiz dramático para contestarle—. Tan cruel y perversa con tu futuro novio.

La linda dama deja escapar una risotada y me repite —nuevamente— que soy muy pequeño para ella, pero la sonrisa cuando habla me da la certeza de que entiende a la perfección mis bromas. Nahyun es preciosa, sí, pero ella y yo simplemente somos incompatibles, y ello no tiene nada que ver con la edad.

Cuando las puertas del elevador se abren en el piso donde trabajamos, Nahyun avanza con pasos firmes por el corredor que nos conecta con nuestros escritorios y yo la sigo, tratando de no llevarme nada por delante y de no golpear a nadie con las bolsas. Ella me comunica que le dará de comer al perrito y yo asiento.

Una vez que llego a la diminuta cocina —la cual no todo el personal está autorizado a utilizar— guardo todos los alimentos que necesitan refrigerarse y luego tomo la carpeta con el informe acerca de Yeontan.

Finalmente, voy al despacho de Taehyung.

Y cierro la puerta, a pesar de que él no me lo ha pedido.

Mis ojos se posan en el hombre rubio y de gafas que está delante de su laptop, con los codos sobre el escritorio y sosteniendo su barbilla con las manos entrelazadas. Su ceño, como es costumbre, está fruncido.

Le extiendo la carpeta y él, en silencio, la toma para comenzar a hojear el contenido.

Aunque no me invita a sentarme, me siento lo bastante cómodo para ocupar una de las elegantes sillas negras que hay del lado opuesto de su escritorio. Me quedo en silencio, esperando a que termine con lo que está haciendo para no irrumpir su lectura.

Al cabo de unos segundos, noto que alza un poco la cabeza y su ceja izquierda se arquea al notificar que aún sigo presente en su oficina.

Sin embargo, no se nota sorprendido. Su postura se mantiene firme y, lentamente, se deja caer hacia el respaldo de su silla.

— ¿No te parece muy pronto como para que quieras pedirme un aumento? —Habla, y no me pasa desapercibido el tono amargo que tiñe su profunda voz.

— ¿Qué? —Suelto, sintiéndome molesto y confundido en partes iguales—. No, no quiero un aumento.

—Entonces, ¿por qué estás sentado frente a mí cuando yo no te lo pedí?

No importa cuánto lo deteste, su presencia es totalmente dominante. Kim Taehyung es una persona intimidante, imperante y, aunque odio admitirlo, muy apuesta. Por ello mismo, me cuesta contestar con rapidez; se me dificulta la simple tarea de conectar el cerebro con mi lengua.

No me sorprendería que él se sienta el amo y dueño de todo lo que lo rodea. Probablemente es consciente del irrefutable poder que poseen su apariencia, sus gestos y su voz.

— ¿No es obvio? —Digo, y la inquietud se me dispara velozmente por las venas—. Quiero preguntarle cómo... Se siente.

Lo primero que hace, una vez que mis vocablos han llegado a sus tímpanos, es quitarse los anteojos de marco negro.

Es entonces cuando Taehyung me observa directo a los ojos y logro detectar en su mirada un destello de algo que nunca antes pude apreciar, al menos no de su parte. Parece... consternado.

— ¿Disculpa? —Dice, dedicándome una mirada totalmente extrañada.

—Esta mañana parecía muy preocupado. Sé que mi casa no es lujosa y costosa como la suya, y entiendo si...

—Tu apartamento está bien —Taehyung me interrumpe—. Tenía cosas para hacer. Si estás triste porque no desayuné contigo como si fuéramos dos hermanitos felices, me apena, pero no tengo tiempo para estos reclamos estúpidos.

—Ese no es el punto —contradigo, sonando cada vez más irritado—. ¿Usted recuerda todo lo que me dijo ayer?

La imagen arrogante, fría y calculadora que él siempre presenta, parece que se ha tomado un descanso durante unos instantes. Ahora se ve un poco más humano y noto que siente cierta vergüenza.

—Sí, lo recuerdo —dice, en voz baja—. Bebí más de lo que debía anoche y por eso abrí la boca. Eso no debió pasar, así que te sugiero que lo dejes atrás —continúa y, de repente, se ve como si hubiese recuperado su espantosa personalidad de ogro mandón y soberbio—. Eres mi asistente, te pago para que hagas lo que yo te digo, no para que me preguntes cómo me siento, ¿entendiste?

—Lo sé —murmuro, percibiendo que la humillación comienza a colarse en mi sistema en una dosis pequeña—. Pero–

—No. No voy a escuchar ninguno de tus "pero".

—Bien —suelto con algo de brusquedad, al mismo tiempo que me levanto de la silla—. Tiene toda la razón, lo que a usted le pase no es mi problema.

—Qué bueno que te des cuenta.

Quiero golpearlo. Y sé que voy a hacerlo si no me retiro ya mismo de su asquerosa oficina. Por ello, me giro sobre mis talones.

Pero un impulso cargado de adrenalina me obliga a frenar en seco.

—No pretenda que no me sienta alarmado, Taehyung —empiezo a decir—. No cuando usted, por cuenta propia, apareció en mi casa a media noche sin necesidad alguna. No cuando lo vi llorar y mucho menos cuando se tomó la molestia, ebrio o no, de contarme cosas muy personales sobre usted y su círculo cercano.

Los labios del jefe se entreabren para hablar, pero no le permito decir nada ya que vuelvo a tomar la palabra.

—Lamento muchísimo que tenga que pasar por todo lo que me comentó ayer, de verdad. Pero, así como a usted no le gusta que yo le pregunte cómo se siente, a mí no me gusta que desconocidos invadan mi espacio —explico con un increíble control en mi voz que logra sorprenderme—. Así que, por favor, que eso de llamar a mi puerta no vuelva a repetirse. Después de todo, usted es mi jefe y yo su empleado, ¿verdad?

El semblante de Taehyung ha cambiado y se ha transformado en uno lleno de severidad y altivez controlada. No dice nada, pero tampoco deja de mirarme. Sé que, de nuevo, está intentando intimidarme, pero yo no le pienso hacer notar cuánto me altera que me observe así.

Una carcajada falsa y burlona en partes iguales es lo siguiente que viene de sus labios. Niega con la cabeza, vuelve a colocarse sus gafas y me hace un despreciable gesto con la mano derecha para que me retire.

Una decena de efectivas ideas sobre cómo asesinarlo en este preciso momento se arremolinan dentro de mí conforme la rabia me invade. Pero me retiro de su despacho sin decir nada al respecto, esforzándome por poner en orden mi respiración.

Él cree que me ha humillado, pero en realidad, acaba de darme la oportunidad de ver realmente cuán débil es.


( . . . )


Mi jornada laboral está a una hora de acabar cuando Nahyun me pide que vaya a buscar al departamento de moda unos borradores sobre vestuarios que se usarán en un artículo el próximo mes. Todo para que, obviamente, Taehyung lo apruebe.

Cuando estoy regresando con dichos apuntes, Hoseok me intercepta en el corredor y me enseña su brillante sonrisa.

—Aquí estás. Estaba buscándote.

— ¿A mí? —Pregunto, sorprendido—. ¿He hecho algo mal?

Una risa se le escapa al jefe del departamento de moda.

—No, querido, en absoluto. Quería darte esto —espeta, extendiéndome un trozo de papel plastificado—. Como seguramente sabes, unas personas del área editorial fueron al evento de Fila recientemente para luego publicarlos en la revista..., si es que a Taehyung le convence, claro. El punto es que, como es habitual, las marcas que nos reciben siempre nos dan regalos y descuentos.

— ¿Okay...? —Casi puedo tocar mi propia desorientación.

—En resumen: nos regalaron este generoso descuento para cualquiera de sus tiendas —señala el cheque que sostengo en mis manos—. Usualmente dejo que las chicas lo dividan entre ellas, pero pensé que te gustaría. Te ves como un chico al que le gusta vestir cómodo y Fila es una compañía estupenda.

Una sonrisa cargada de gratitud se forma en mis labios y debo bajar la mirada para que no se percate del rubor en mis mejillas.

—Esto... Señor Jung, se lo agradezco muchísimo —espeto, haciendo una reverencia—. Es un gesto muy lindo de su parte. ¿Está seguro?

—Oh, por supuesto que sí, y no me agradezcas —contesta y me da una palmadita en el hombro—. Nos vemos después, pequeñín.

Hoseok regresa a su espacio de trabajo y yo me quedo analizando el cupón que me entregó. No puedo evitar preguntarme si esta es su forma de "agradecerme" por no decir nada acerca de su aventura romántica y/o sexual con Taehyung... Me pregunto si me daría este amable regalo si yo no los hubiera atrapado en pleno polvo.

Quizás sí. Hoseok parece —a diferencia del jefe— una persona amable, humilde y muy simpática.

Dejo el cupón en mi escritorio y sigo avanzando hasta el despacho de Taehyung para darle lo que le pidió previamente a Nahyun.

Para mi desgracia, comienzo a sentir que mi vejiga necesita un baño con urgencia.

—Quiero café, nene —demanda una vez que toma los papeles que le entregué.

«Aquí tengo tu café. »

—De acuerdo.

Asiento al contestarle, manteniendo el mismo rostro neutro y apagado con el que lo miré todo el día luego de nuestra... ¿Discusión? No, no fue una discusión. Creo que, simplemente, aclaramos algunas cosas.

—Quiero café —me burlo de él en voz baja una vez que abandono su oficina—. Quiero café, quiero café.

Estoy llegando al ascensor cuando Nahyun y yo nos reencontramos.

— ¿A dónde vas? —Pregunta, como es costumbre.

—Descuida, no voy a engañarte con nadie —bromeo—. Tu adorado jefe quiere más cafeína.

—No te tardes, debes ayudarme con un inventario.

—Nahyun, debes aprender a vivir sin mí —continúo burlándome, y ella rueda los ojos para luego seguir avanzando.

Las ganas de orinar comienzan a jugarme una negativa y me muerdo el labio. Justo cuando las puertas del elevador se abren frente a mí, decido no adentrarme al mismo para desviar mi curso hacia el baño.

Al momento en que consigo encerrarme en uno de los cubículos del sanitario, siento que he vuelto a nacer cuando finalmente hago mis necesidades. No puedo evitar abofetearme en mi mente por haber bebido tanta agua en las últimas dos horas.

Escucho que alguien ingresa al baño de hombres mientras estoy acomodándome mis prendas.

Un segundo después, mis ojos se abren con amplitud cuando un estornudo, violento y ruidoso, se escucha en el ambiente... Carajo.

Sé quién está ahí. Y por eso no me atrevo a salir. ¡Se supone que debo estar buscando su café!

Me encuentro paralizado dentro del reducido espacio, rogándoles a todos los dioses que Taehyung se marche rápido del sanitario para poder salir.

Escucho que un frasco de —creo— pastillas es destapado justo antes de que su teléfono comience a sonar.

—Pero si no es nada más ni nada menos que el gran Park Jimin —dice para contestar, y un atisbo de sonrisa se instala en mis labios—. Aguarda, te pondré en altavoz. Me atrapaste con las manos en la polla.

—Qué asqueroso —escucho la voz de Jiminssi—. ¿Estás en el baño o en el baño con Jiwon?

Taehyung se ríe.

—Estoy arreglando mi cabello y también mis ideas —contesta—. ¿Qué me dices tú? Extrañé tu chillona voz.

Wow... Jamás imaginé que Taehyung y Jimin fueran amigos tan cercanos; no necesito ser un genio para saber que este ogro no hablaría de una manera tan informal y relajada con cualquiera... Sin embargo, parece que el amigo que mi jefe y yo tenemos en común, no sabe nada acerca de su orientación sexual.

—Estoy volviendo a casa —Jimin dice y, como acto seguido, suspira—. Extraño tu cara, ¿cuándo tendrás tiempo para mí?

—Siempre tengo tiempo para ti, dramático. Más de una vez he dejado mi trabajo de lado para reunirme contigo, lo sabes.

—Lo sé, lo sé, eres mi amigo más preciado —el chico del otro lado de la línea le espeta con gracia—. Hablando de trabajo... No tuve tiempo de llamar a nadie esta semana, pero más te vale haberle dado el empleo a Jungkookie.

—Oh, no menciones a esa criatura tonta, por favor.

Hijo de su puta madre. Hijo de su puta madre. Hijo de su puta madre.

— ¡Oye! No hables así de él, es como un hermanito para mí —Jimin reprende—. ¿Qué tiene de malo?

— ¿Además de absolutamente todo? —El jefe contesta con una risa sarcástica—. Es la persona más torpe, lenta y entrometida de todo el mundo. Y sin mencionar que su estilo me provoca arcadas.

—Estás exagerando, vamos —mi amigo chasquea la lengua—, Jungkookie es un muchachito muy inteligente y cordial.

—Un desastre —Taehyung corrige la elección de palabras—. Se demora tanto en hacer tareas tan simples, parece que le gusta poner a prueba mi poca paciencia.

—Tienes suerte de que mi padre no me permita tener un asistente, porque de lo contrario, te robaría a Jungkookie para que trabaje conmigo —Jimin le dice—. Sé empático, amigo. Sé que estás exagerando como es costumbre, pero créeme, Jungkook es una de las mejores personas que conocí en la vida.

—Di una cosa más sobre ese niño torpe y te prometo que lo despediré.

Hijo... De... Su...

—Sí, atrévete a hacer eso y dejaré una bolsa con mierda en tu puerta —Jimin contesta y ambos sueltan unas fuertes risotadas—. Avísame cuando tengas un día libre, ¡te extraño!

Jimin y Taehyung se despiden para luego dar por finalizada la llamada telefónica. Mientras tanto, una sensación espantosa e insidiosa se dispara por todo mi cuerpo al punto que me siento ahogado.

Y no puedo evitar pensar que soy un maldito idiota por sentirme de esta manera. ¿Acaso todo lo que yo hago está mal?, ¿de verdad soy tan inapropiado para este trabajo?, ¿todo lo que le dijo a Jimin es cierto?

En un arrebato de incontenible enojo, salgo del cubículo en el que me encontraba y me detengo frente al lavabo para higienizar mis manos.

Soy consciente de que él está mirándome, pero no puedo confirmar o negar cuál es su reacción, porque no me voy a molestar en observarlo también. Quizás —sólo quizás— debería haberme quedado en mi lugar y esperar a que él se retirase del baño, pero la molestia es muchísimo más fuerte que yo.

No puedo creer que esté experimentando esta angustia por él, ¡por él! No puedo creer que haberlo escuchado hablando pestes sobre mí esté afectándome de esta manera cuando pasé por cosas peores.

Una parte de mí dice que debo renunciar aquí y ahora. Otra parte —la violenta— dice que debo estrellarle el puño en su perfecta cara.

Taehyung permanece quieto y callado, con su mirada fija en mí. Termino de lavar mis manos y voy directo a la puerta para marcharme cuando su irritante (y odioso) "nene" me obliga a detenerme.

Me giro y, finalmente, lo encaro. Rápidamente noto que hay un destello dolido apoderándose de sus facciones.

— ¿Qué sucede? —Me las arreglo para formular la pregunta y establecer a la indiferencia misma en mi rostro.

Sus orbes oscuros se mantienen clavados en mí y desprenden cierta angustia mezclada con frustración. Pese a esto, sus labios se entreabren, pero parece que las palabras están danzando en la punta de su lengua sin poder salir.

Sé que no va a decir nada. Sé que no va a dar explicaciones o a disculparse por sus dichos.

Y por eso mismo, no me molesto en quedarme.



siento que cada capítulo que pasa taehyung está más y más pendejo ahre 

cómo creen que el ogro va a arreglar todo con el nene? creen siquiera que va a intentar arreglarlo? adoro sus teorías así que deléitenme lmao 

gracias eternas por leer esta historia hecha con mucho amor <3 si llegaron hasta acá, no se olviden de votar!!!! 

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