𝟑𝟏

Nada de todo lo que Seokjin está diciendo logra calmar mis nervios alterados.

Estoy caminando de un lado a otro sin parar, porque siento que si me detengo, explotaré. Mis manos parecen haber sido unidas con pegamento a mi cabeza, no puedo apartarlas de allí.

Esto está mal, carajo. Muy mal.

— ¿Qué demonios vamos a hacer? —Vuelvo a vociferar, y me sorprende lo temblorosa que mi voz resuena con un ligero eco.

—Tranquilo, vida, lo resolveremos —Seokjin me contesta, con ese aire sosegado tan propio de su personalidad. ¿Cómo hace para estar tan relajado? Yo siento que estoy al borde de un desmayo—. Nada te pasará a ti ni a tu familia, te lo prometo.

Me veo obligado a frenar mi inquieto recorrido cuando Seokjin se interpone en mi camino. Como acto seguido, atrapa mi rostro con delicadeza entre sus manos tibias y me pide que respire profundamente. Le hago caso, pero lo que realmente me tranquiliza un poco es tener su mirada justo delante de la mía.

Este tipo tiene unos ojos mágicos. Y cálidos. Y preciosos. Y expresivos.

Trago saliva y tomo una bocanada de aire antes de hablar.

—Si se entera de que tú... Y de que Yunbi... —El filo tenso que hay en mi voz delata por completo cuán preocupado me siento en estos momentos.

—Lo solucionaremos, ¿bien? —Dice, haciendo uso de aquel tono tan relajado y sólido que logra transmitirme una indescriptible sensación de seguridad—. Tenemos una mano en el volante, todavía podemos manejar esto.

Dicho aquello, me besa en los labios una vez. Al ver que no ofrezco ningún tipo de respuesta, vuelve a besarme... Y otra vez. Y una más. Termino soltando un par de risitas y rodeando sus hombros con mis brazos.

—Esa sonrisa es la que estaba buscando —expresa en voz baja, con la mirada fija en mi boca—. ¿Quieres un té?

—Ya he tomado cuatro mientras tú dormías.

—Y luego te burlas de mi adicción al café —contesta burlonamente—. Un día voy a llevarte a Lacock, ahí sirven el mejor té del mundo.

Por un momento, estoy decidido a no preguntar qué demonios es Lacock, pero sé que él no va a juzgarme por no saber.

— ¿Lacock?

—Es un pueblo en Inglaterra —me cuenta, envolviendo sus brazos en mi cintura—. Es muy pintoresco, pequeño y cálido, no hay mucho para ver pero, personalmente, quedé fascinado por todo allí.

Puedo apreciar el entusiasmo que sus ojos transmiten, y me resulta absolutamente adorable.

—Me encantaría viajar contigo —confieso.

Una sonrisa se expande por los labios de Seokjin.

—Haremos muchos viajes juntos, vida —espeta, acompañado de un beso—. Deberías hacer una lista de destinos que te gustaría visitar.

— ¡Osaka, Osaka! —Exclamo con emoción.

Seokjin frunce un poco el ceño, pero luego soy capaz de visualizar que suelta una risa dulce.

—Vida, Japón está a menos de dos horas de distancia. Ese viaje podemos hacerlo en cualquier momento, no es un asunto grande... —Hace una pausa—. Con "lista de destinos", me refería a lugares más lejos, como Europa o América.

Me incomoda y enciende muchísimo que él sea tan millonario.

— ¿Bélgica? —Propongo, luego de meditarlo un poco, y enfoco toda mi atención a su reacción.

—No he tenido la oportunidad de ir.

—Mi sueño es recorrer la región de Ardenas en ese país.

—Bueno —empieza a decir, apretándome un poco más contra su cuerpo—, considérate afortunado, porque tienes un papi con muchos billetes en los bolsillos que cumplirá tu sueño pronto.

—No —atajo velozmente, y me inclino hacia atrás para distanciarme un poco—. Si lo hacemos, me gustaría que los dos aportemos económicamente.

Sé que quiere rodar los ojos, pero contiene el impulso antes de poder hacerlo. En cambio, me besa en la frente y luego suspira.

—Podemos discutir eso cuando establezcamos una fecha posible de viaje.

—No quiero sorprenderte y dejarte sin aire, pero yo tengo ahorros —le guiño un ojo con ironía. Él me sonríe.

—Siempre me dejas sin aire con tan solo mirarme.

—Imagina cuando te muestre mis abdominales —espeto y muevo las cejas—. Eso sí que te quitará el aliento y morirás.

—Ver para creer —murmura, con una pizca clara de burla en su tono profundo.

Mi semblante se convierte en indignación absoluta, ¿es que acaso no cree que mi torso esté bien mantenido? Esto es inaudito.

En una iniciativa inesperada incluso para mí, atrapo una de las manos de Seokjin y lentamente la introduzco por debajo de la camiseta blanca que llevo puesta. Sus dedos tibios rozan mi piel y presiono con cuidado su palma sobre mi mayor orgullo, mis abdominales. Luego, él hace todo el trabajo de tantear el resto de la zona.

Parece tranquilo mientras siento que recorre su dedo índice por mi figura, pero me gustaría saber qué carajos está pensando en este preciso momento.

—No abras esa puerta, niño —dice, casi sin aire, y retira su mano. Traga saliva y se relame los labios antes de mirarme a los ojos—. ¿Te sientes mejor?

—Sí. Mucho.

—Genial, porque yo no —el reproche en su voz no me pasa desapercibido.

— ¿Qué ocurre? —Pregunto con preocupación.

—Tengo la polla parada, otra vez —sonríe falsamente y yo no puedo evitar carcajear—. No sé cómo pasó.

Mi risa es aparentemente contagiosa, porque Seokjin también termina riendo. Acerco mis labios a los suyos para besarlo de nuevo, pero nuestro contacto es interrumpido cuando mi teléfono comienza a sonar dentro de mi bolsillo.

Odio estos aparatos del carajo.

La expresión de mi contrario se transforma en inquietud mientras yo tomo el teléfono, justo cuando ambos alcanzamos apreciar el "Número Privado" que resalta en la parte superior de la pantalla brillante.

—Seguramente es él —le digo, con cansancio y rechazo en partes iguales.

—Contesta —Seokjin replica—. Y relájate, no lo insultes.

Le lanzo una mirada furibunda, pero trato de tomar su consejo. Por un lado, tiene razón; no lograré nada con palabrotas e irrespeto. Tengo que estar un paso adelante de lo que Wooshik espera de mí.

Deslizo el pulgar hacia la derecha y la comunicación da por iniciada.

— ¿Qué quieres ahora?

Son breves los segundos en los que se hace un silencio tenso y bastante molesto, hasta que la segunda voz contesta.

—Vaya, mocoso. ¿Es esta la forma de hablarle a tu madre? —Mi oído capta un resoplido frustrado—. Déjame adivinar, la nueva novia de tu padre te enseñó que debes tratarme así.

Mi rostro palidece. Cuando logro reconocer apropiadamente la voz femenina del otro lado, la confusión repentina que me invade forma un nudo en la boca de mi estómago.

— ¿Mamá? —Pronuncio, desconfiado y aterrado. Llevaba muchísimo sin oír su voz, y por ello siento la necesidad de corroborar que sea ella.

—Sí —contesta con ese tono enojoso que siempre usa como bandera—. ¿Por qué me hablas de esa manera?

Me llevo un par de dedos al puente de mi nariz, como si todo esto me desbordase... De hecho, lo hace. Todo esto ya se está yendo al carajo.

—Lo lamento, mamá, pensé que eras... —Hago una pausa y luego murmuro—. Otra persona.

— ¿Quién?... —Ara, la mujer que me dio la vida, también alarga una pausa un tanto sospechosa—. ¿Tu prima?

— ¿Cómo acabas de...?

Ella suelta una risa que me revuelve las tripas por completo.

—Recibí un e-mail muy comprometedor ayer —la diversión es palpable en sus vocablos, y eso solo hace que mi molestia aumente otro poco, pero no digo nada al respecto—. Debo admitir que me causó un poco de gracia.

—No puede ser... —Me lamento en voz baja—. ¿Me llamas para regañarme?

—No, te llamo porque necesito un lugar donde quedarme.

La irritación se acrecienta considerablemente dentro de mí, y debo esforzarme por mantener sereno a mi vocabulario. Ella nunca se interesa por mí, pero sigue siendo mi madre y debo respetarla. Me aclaro la garganta, mientras busco las palabras adecuadas, aunque es difícil.

Honestamente, no sé qué decirle. Que necesite un lugar donde quedarse es una de las pocas razones por las que ella podría decidir hacer contacto conmigo... Porque necesita algo de mí.

— ¿Estás en el país? —Interrogo, como si eso fuese suficiente para evadir su petición directa—. Pensé que vivías en China.

—Llegué hace una hora —replica.

—Y... ¿Estás sola? —Pregunto con cautela.

—Sí.

«Terminó con su quinto novio anual»

—Mamá, te juro que no es un buen momento... —Trato con todas mis fuerzas de relajarme y tener la situación bajo control, pero siento que estoy fallando monumentalmente como el gran fracasado que soy—. Hay un hotel muy lindo que...

—Ya veo —me corta, claramente encabronada, y añade con rapidez—: Si fuera tu prima Dae sí tendrías tiempo, ¿verdad?

—Mamá, eso no...

—Por favor, Jungkook —vuelve a interrumpirme, suavizando un poco el tono—. Soy tu madre, te he dado la vida.

¡Qué mujer tan inoportuna, carajo!

Le doy un vistazo tímido a Seokjin y me encuentro con una expresión genuinamente preocupada tallada en su rostro. Me muerdo el labio fuertemente. La pesadez dentro de mi pecho se ha vuelto insoportable, y sigo diciéndome a mí mismo una y otra vez que esta mujer al teléfono es mi madre, que si puedo, debo ayudarla; pero no puedo evitar sentirme asfixiado y furioso por su repentina aparición.

—Me demoraré un poco —digo, por fin—. Puedes esperarme en mi edificio.

Ella se limita a contestar un «okay» antes de colgarme, sin siquiera agradecerme o despedirse.

Cuando bajo el teléfono no puedo hacer más que soltar muchos carajos, uno tras otro. Seokjin, por su parte, se apresura a colocar sus manos en mis hombros para brindarme unas caricias gentiles. Sé que intenta lograr que me relaje, pero me siento ansioso hasta la médula.

—Ese no era Wooshik —afirma, atento a mi rostro.

—No —le confirmo y añado—: Ahora que lo pienso, desearía que hubiese llamado él.

— ¿Qué pasó?

—Mi mamá... Reapareció luego de trece meses de puro silencio.

— ¿Tu madre biológica? —Pregunta, algo desorientado. Él solo conoce a Hyanie, pero nunca le he mencionado nada acerca de Seong Ara.

—Así es.

— ¿Qué quiere?

—Usarme —digo, sonando más brusco de lo que realmente pretendo—. Y un lugar donde quedarse, también.

Seokjin frunce sus labios mientras me observa con atención. Sus caricias no se detienen en ningún momento.

— ¿Quieres que rente un apartamento para ella?

Mis ojos se abren ampliamente y busco sus ojos. Los labios se me entreabren por sí solos.

¿Cómo puede ofrecer algo así con tanta naturalidad?... Ah, cierto. Sus millones en el banco.

— ¿Qué? Claro que no —niego rotundamente—. Sólo... Con suerte, se quedará un par de días.

— ¿Estás seguro, vida? —Insiste, y da un paso adelante para acortar la distancia entre ambos. Sus dedos pellizcan dulcemente la piel existente debajo de mi barbilla, haciéndome cosquillas—. Sabes que no es problema para mí.

—Sí, cielo —contesto, dejando que una pequeña sonrisa se filtre por mis labios justo antes de regalarle un beso—. Lo lamento, pero necesito volver a la ciudad.

—Lo entiendo, no te preocupes... Tenemos mucho tiempo.

—Gracias por compartir conmigo tu espacio —le doy un beso, que termina prologándose más de lo que pensaba ya que las manos de Seokjin, firmes en mi cintura, parecen no desear que me aparte de su alcance.

—Eres muy lindo —susurra sobre mis labios.

— ¿Muy, muy lindo?

Me sonríe, para luego acariciar su nariz con la mía. El gesto me resulta tan sencillamente íntimo que consigue que todo mi sistema se paralice en el mejor de los sentidos.

—El niño más precioso del mundo —finaliza.

Como tenemos la misma altura, me resulta de lo más sencillo llevar mis manos a su cabello para juguetear con el mismo. Envuelvo varios mechones lacios entre mis dedos, y procuro despejar su frente. Me pregunto si habrá algún peinado que no le favorezca, pero sospecho que no.

Seokjin es de esas personas a las que todo le queda bien, y no lo digo simplemente por estar enamorado de él.

—Necesito pedirte algo —murmuro, y la timidez comienza a infiltrarse en mi torrente sanguíneo.

—Lo que quieras, vida.

—Quiero volver a trabajar.

Otro beso corto y significativo es arrancado de mi labio apenas suelto mi oración. La sonrisa pícara que esboza me deja en claro que no tiene problema alguno con la petición mencionada.

— ¿Estás preparado para lidiar otra vez con tu arrogante jefe?

El rostro de San parece iluminarse cuando me ve atravesar la puerta principal del edificio.

— ¡Hyung! —Exclama.

—Hola, Sanni —lo saludo con la misma emoción—. ¿Qué tal estás?

—Los exámenes me superan, pero estoy bien —se encoge de hombros.

— ¿Necesitas ayuda con alguna asignatura?

—Creo que necesitaré una mano con la parte de contabilidad, si no te molesta.

—Para nada —niego con la cabeza—. Dime cuándo estés disponible y nos reunimos.

—Gracias, Kookie-hyung —me sonríe antes de agregar—, ¿tú estás bien?

«Lo estaba hasta hace dos horas»

—Sí, es mi mejor momento —contesto sarcásticamente—. Por cierto, ¿no viste por aquí a una mujer muy parecida a mí?

—Sí, dijo que estaba sedienta y mi padre se ofreció a prepararle un té —me explica, y sus ojos tienen esa pizca de curiosidad—. Es tu mamá, ¿verdad? Se parecen bastante.

Me abstengo de responderle que por desgracia, sí, lo es.

—Sí, correcto —me aclaro la garganta—. ¿Te molesta si voy a buscarla a tu casa?

—Adelante.

Me despido de San revolviendo su cabello negro en un gesto cariñoso y él vuelve a agradecerme nuevamente por haber aceptado ayudarle con las cosas de la escuela. El súbito pensamiento de que quizás Jin y Jongho tienen una relación similar a la mía con San, me hace sonreír.

Subo las escaleras hasta el primer piso y llamo a la puerta del apartamento C.

Cuando la puerta se abre, mi semblante básicamente se desmorona ante la mera realización de lo que está –o estaba– ocurriendo.

—Hola, Shin —saludo al padre de San, cuya camisa está, en simples palabras, arrancada de su persona. Sin mencionar el desorden en su cabello oscuro y el rastro de brillo labial en su boca. Esto no puede estar pasando—. Estoy buscando a Ara.

— ¿Ara?... Oh, tu mamá, ella...

¡No tiene ni puta idea de cómo se llama la mujer a la que se acaba de tirar! Dios mío. Adultos.

Cuando miro por encima del hombro de Shin, logro identificar a la molestia inoportuna, mejor conocida como mi mamá biológica. Ella está tranquilamente arreglándose la blusa, sentada en el sofá de la sala.

Ruedo los ojos y le murmuro —casi por obligación— un agradecimiento a Shin.

—Jungkook, yo... —Intenta decir el mayor. Está avergonzado hasta el carajo, eso es evidente, y por ello no sabe cuáles palabras usar ahora mismo.

—Uhm, ¿puede decirle a Ara que la espero arriba, por favor?

—Sí, sí, le diré... —Balbucea, pero se apresura a añadir—: Por favor, no le digas a San que...

—No lo haré.

El asco se ha encargado de crear un nudo e instalarlo en mi garganta. Mi frustración es incontenible.

Dejo la puerta abierta de mi casa para que, cuando la mujer se digne a subir, pueda encontrarme. En el ínterin, aprovecho para servirme alguna bebida fría y tratar de eliminar lo que mis ojos vieron minutos atrás.

La mujer no se demora mucho en llegar y seguir interrumpiendo a mi paz mental.

—Podrías haberme ayudado con las maletas —dice a mitad del pasillo, mientras sale del elevador.

—También me da gusto verte, Ara.

— ¿Ahora me dices Ara? —Puntualiza con falsa diversión—. Claro. Olvidaba que ya tienes otra mamá.

Ignoro aquel comentario cargado masivamente con reproche y envidia.

—Mira, Ara, no me importa un carajo lo que hagas con tu sexualidad —aclaro antes de soltar mi disconformidad—. Pero, ¿de verdad acabas de llegar y ya te acostaste con el padre de uno de mis pocos amigos?

La mujer me mira con un destello asombrado en su mirada oscura y termina enarcando una ceja.

— ¿De verdad te acostaste con tu prima? —Contraataca, consiguiendo que mis mejillas y orejas se tiñan de rojo—. No te avergüences, hijo, el sexo es solo sexo.

—No si quieres realmente a esa persona —murmuro, inevitablemente pensando en Seokjin.

—Espera, ¿te enamoraste de la afligida de tu prima?

Por un momento, siento que estoy a punto de perder la razón y dejar que los insultos, las verdades y los reproches que guardo en una caja en mi mente para ella, salgan a flote. Pero, por Dios, ¡soy mejor que eso! Y sé que a Hyanie no le gustaría que yo reaccionase así, ni siquiera con la indeseable de mi madre.

Respiro profundamente y abro la boca para contestarle.

—No le digas así —advierto solemnemente—. ¿Por qué siempre tienes esa maldita necesidad de atacar a mi familia?

—Solo estoy diciendo la verdad.

—Estás diciendo tonterías porque todavía sientes furia de que papá te haya dejado por SooHyan.

El silencio que se interpone entre nosotros es demasiado tenso y también acusador. Le cuesta unos largos segundos a Ara encontrar el sonido de su voz otra vez.

—No sabes lo que dices, mocoso —replica, obviamente, a la defensiva—. Eso no es cierto.

—Si vas a quedarte aquí, procura no hablar así de ningún Jeon.

—Esa asquerosa novia de tu padre te ha lavado el cere...

—Su nombre es Jeon SooHyan y no es la novia de papá, es su esposa y mi madrastra —interrumpo, elevando cada vez más mi tono—. Respétala o puedes tomar tus cosas e irte a otro lado.

El gesto airado que se instala en su rostro, me deja en claro de que mis declaraciones han tenido el efecto deseado en ella y eso me relaja un poco. El hoyuelo que compartimos en la mejilla se le remarca más cuando aprieta la mandíbula, pero se limita a cerrar la boca y no replicar en absoluto.

Creo que se dio cuenta de que no estoy bromeando.

¡Carajo! Entre ella y el viejo pordiosero de Kang Wooshik, no sé cuál de los dos logra sacar lo peor de mí... Es una batalla muy igualada.

Al cabo de unos minutos —que ella utilizó para abrir su bolso y rebuscar un cepillo para el cabello—, Ara vuelve a dirigirme la palabra con más calma.

—Por cierto, ¿dónde estabas? —Cuestiona—. Te demoraste demasiado.

—Trabajando. —Contesto, luego de meditarlo un poco.

— ¿Trabajas? Creí que estabas en la universidad.

Suelto una carcajada sarcástica y el monstruo rencoroso que habita dentro de mí, vuelve a brincar.

— ¿La universidad que papá pagó solo? —Espeto—. Sí, me gradué hace siete meses. Te invité al evento y no viniste, ¿lo olvidas?

Ella bufa y se gira para encararme.

— ¿Este va a ser nuestro trato? —Vocifera, cruzándose de brazos—. ¿Tú reprochándome todo lo que hice y lo que no hice, y yo aceptándolo en silencio?

—Ambos sabemos que nada de lo que yo te digo te importa realmente.

Nunca me había sentido así con respecto a ella y mucho menos pensé que llegaría el momento que le diría alguna de las cosas que mantuve guardadas bajo llave en algún espacio de mi corazón. Supongo que he crecido considerablemente desde la última vez que la vi, y que por eso ya tengo menos paciencia con respecto a sus mierdas.

—De haber sabido que ahora eres una réplica exacta de tu padre, hubiera...

—Mamá, basta —atajo, justo antes de que pueda despotricar en contra de la persona que me ha dado todo para que yo sea alguien hoy en día—. No tengo tiempo para esto. Aquí tienes una llave, procura no meter a nadie a mi casa.

Tomo mi teléfono, una chaqueta y salgo de mi propio hogar dando un portazo.

Sé que acabo de decirle que no quiero que haga ingresar a nadie al departamento, pero espero que lo haga... Así tendré una excusa válida y concreta para echarla.

Una vez que me meto al ascensor, marco el número de Seokjin. Necesito a mi pequeño cielo personal en medio de este huracán familiar.

Volver a trabajar fue muy reconfortante... Ya no me siento como un parásito.

Lo mejor de todo fue que nadie se mostró sorprendido al respecto, de hecho, todos disimularon muy bien las miradas y los murmullos. Sé que deben hablar a mis espaldas, aunque eso no me perturba en absoluto. Pensé que sería incómodo, pero las cosas resultaron bien.

Y, carajo, había extrañado tanto esa expresión facial de «quiero matar a todos» muy característica de Seokjin apenas ingresa a la empresa que él dirige...

Él no ha tenido un día muy atareado, por ende, yo tampoco. Me pidió café un par de veces, que recoja un paquete de Ferragamo para entregar al departamento de arte y que le organice una reunión laboral con uno de sus colegas. Fuera de eso, he pasado la jornada dándole una mano a Nahyun, quien fue la que más trabajo tuvo.

Wooyoung, el supervisor artístico del departamento de moda —en otras palabras, la mano derecha de Hoseok—, en un momento de la tarde se acercó a nuestros escritorios y nos invitó a un bar, como parte de una rutina semanal que la mayoría de los empleados comparten. No es la primera vez que él y Nahyun me proponen personalmente tal salida, pero sí será la primera vez que yo acepte asistir. Mamá sigue en casa y me estoy esforzando por pasar el menor tiempo posible con ella.

Diez minutos más tarde, Seokjin me llama y —en medio de nuestra sesión de besos y mimos— me pregunta si me gustaría cenar con él, Yunbi y Minjoo esta noche. Cuando le digo que ya tengo planes con mis compañeros de trabajo él no se ofende, en cambio, parece contento y me pide que me divierta pero que no beba en exceso. Sin embargo, le aclaro que podemos pasar juntos todo el fin de semana juntos si le parece una buena idea, a lo que él termina accediendo efusivamente.

Pasaron dos días y todavía me siento un poco apenado por haber tenido que regresar a la ciudad con tanta prisa, dejando atrás aquel sitio especial. Seokjin me ha repetido miles de veces que no es mi culpa pero, analizándolo un poco mejor, yo podría haber manejado la situación con mi madre de otra manera y quedarme con mi cielo un poco más.

En fin. No es novedad que Seong Ara es similar a un grano en el culo... Pregúntenle a mi padre.

Son las seis y media de la tarde cuando Seokjin se retira. Con disimulo me guiña un ojo y yo tengo que agachar la cabeza para esconder la risita tonta que me asalta a raíz de su gesto coqueto.

Diez minutos después, Nahyun y yo emprendemos nuestro viaje al punto de reunión con los compañeros de trabajo.

La atmósfera es cálida, divertida y muy espontánea. ¡Carajo! Extrañaba bastante a estas personas, a pesar de no tener un vínculo amistoso fuerte como el que comparto con Nahyun. Somos dieciséis humanos los que ocupamos la mesa más grande del bar, y todo se resume a carcajadas, anécdotas y algún que otro comentario relacionado al trabajo. He escuchado el nombre de Seokjin un par de veces, pero nadie dice nada negativo sobre él.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que yo paso a ser el centro de atención, por mi vuelta a la pista luego de haber renunciado en medio de una escena digna de una novela dramática.

—Dinos la verdad, Jungkook... —Wooyoung comienza a decir, con una expresión curiosa y pícara—. ¿Qué tuviste que hacer para volver a trabajar para Seokjin?

Siento que Nahyun me da un golpecito por debajo de la mesa y tengo que contener la risa para no ahogarme mientras termino con el último rastro de cerveza presente en mi vaso.

—Fue muy simple: le pedí disculpas.

— ¡No te creo! —Exclama—. Seguramente tu contacto tuvo algo que ver, ese muchacho que te recomendó...

—Park Jimin. —Hyunah le recuerda.

— ¡Park Jimin! —Wooyoung prosigue—. Sé que él es un gran amigo de Seokjin.

Ellos no son conscientes, pero me han hecho un enorme favor al incluir a Jimin en la conversación, ya que puedo usarlo como coartada. Amo a mi amigo, pero no puedo simplemente decirles que nuestro jefe y yo tenemos una clase de relación y que por eso él no tuvo problema en tomarme nuevamente como su asistente.

—Pues... —Me encojo de hombros, procurando sembrar el misterio en cada uno de mis colegas—. Quizás sí, quizás no.

Las risas y burlas inocentes hacia mí se detienen por un instante cuando alguien se suma a la reunión. Trago saliva al ver a Hoseok, tomando asiento justo delante de mí y al lado de Wooyoung.

—Hola a todos, lamento llegar tarde —espeta, en compañía de su brillante sonrisa.

—Qué bueno que llegas, Hobi —Wooyoung le da una palmadita en la espalda a su amigo, mientras que con la mano libre le sirve soju en un vaso—. Estábamos hablando sobre Jungkook y su vuelta al trabajo.

De pronto, su vista recorre mi rostro con lentitud y eso me hace sentir más allá de lo incómodo, aunque trato de no hacerlo notar.

—Apuesto a que tuvo que hacer mucho mérito —contesta, haciendo reír a todos... Excepto a mí y a Nahyun.

—Hablando de apuestas, me atrevo a apostar a que Seokjin le hará la vida imposible a nuestro pequeño rebelde —dice otra de mis compañeras, ganándose mi atención automáticamente.

— ¿Por qué? —Pregunto.

—Niño, ¡lo mandaste a la mierda delante de todo el mundo! —Vocifera con gracia—. Eso es tener los pantalones bien puestos.

—Alguien tenía que hacerlo en algún momento —contesto sinceramente.

«Carajo... Si tan solo supieran el trasfondo de dicha hazaña a la que consideran heroica y lo mucho que ambos nos lastimamos en base a ello...»

—Sí, coincido en eso —Hoseok agrega y levanta su vaso en mi dirección, en un gesto cómplice—. Gracias por hacer lo que nadie se atrevía a hacer.

—Cállate, Hobi, tú eres el favorito del jefe —Wooyoung refuta.

Nahyun vuelve a golpearme levemente por debajo de la mesa y yo le devuelvo el favor.

—Lo sé —Hoseok replica, con el inicio de una sonrisa ladina apareciendo en sus labios—, pero debo fingir humildad frente a todos ustedes.

Mientras todos se ríen por la contestación ególatra e irónica de Hobi, yo esbozo una mueca nerviosa y procuro desviar la mirada para no tener que verlo a la cara, porque me siento totalmente incómodo estando aquí ahora mismo.

Me hubiese ido a casa con mi insufrible madre, carajo.

¡Ya 12k de vistas!
No lo puedo creer aún, muchas muchas gracias! ❤️😭✨
Ya ahora conocemos más de los familiares de Jungkook, una muy desagradable debo decir...
¡

Nos vemos el lunes!

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