𝟐𝟔
La boda ha sido todo un éxito; nunca había visto tan felices a mi papá y a Hyanie.
Luego de diez años de relación oficial, ambos contrajeron esa cosa extraña llamada matrimonio... ¡Ya era hora!
¿Lo mejor de la noche? Nadie me ha visto llorar. Fui muy disimulado y estoy orgulloso de mí mismo por ello.
Si bien todos los invitados desbordaron belleza y elegancia, hubo alguien que se destacó por encima de todos: y esa fue Yunbi, porque se veía como un verdadero ángel. Ella lució un vestido beige sin ningún detalle extravagante ni nada que dejara en evidencia los muchos millones que tiene en el banco, pero esa simpleza fue la que cautivó a más de uno.
Y Seokjin... Carajo, Seokjin.
Todos en mi familia se sintieron fascinados con la presencia de ambos, pero más que nada, estaban asombrados. Fue algo inesperado. De todas formas, logré apaciguar el ambiente para que no los molestasen demasiado. No quería que Seokjin sufriera un ataque de ansiedad a causa de la presión.
Sin duda alguna, la gran humillación de la noche ocurrió cuando mi abuelita Miri saludó a mi ex jefe. Ella tomó sus manos y, a punto de llorar, le preguntó por qué carajos me había despedido, si yo era bueno...
La expresión de Seokjin fue épica, pero aparentemente sus cuerdas vocales le fallaron y no pudo replicar nada. Con ayuda de Nahyun, aparté a mi abuelita del hombre millonario y le murmuré —estando rojo como un tomate— una disculpa.
Nahyun fue la mejor acompañante que podría haber pedido. Estuvo conmigo durante todo el evento y fue más que simpática con mi familia, se tomó el tiempo de saludarlos a todos. Por supuesto, me vi obligado a aclarar unas ciento veinte veces que ella y yo simplemente somos amigos.
En un momento de la velada, Yunbi quiso bailar conmigo... Y a pesar de que estaba paranoico hasta el carajo, no pude negarme. Ni siquiera intercambiamos más de diez palabras, pero el miedo estaba allí, estático en mi mente y amenazando con provocarme una taquicardia.
El resto es puro relleno. Lo importante es que todo salió bien, sin complicaciones ni sorpresas.
Solo me basta con abrir los ojos para comenzar a sentir un punzante dolor de cabeza, producto de la resaca que, seguramente, va a acompañarme por el resto del día.
Puedo sentir una figura pequeña junto a mí y no necesito voltearme para saber quién es.
Una risa se me escapa al recordar que mi aparato reproductor no se divirtió anoche. De hecho, el único que tuvo una fiesta fue mi hígado, pues me encargué de ahogarlo con alcohol. A pesar de que estoy en una tortuosa abstinencia sexual, Dae y yo preferimos pasar la noche hablando como borrachos en lugar de hacer otras cosas... Quizás un par de besitos, pero nada más.
Escucho que ella bosteza y vuelvo mi rostro hacia su persona. Ni siquiera se ha molestado en abrir los ojos.
Acerco mi dedo índice y lo meto en uno de sus orificios nasales. Dae reacciona de inmediato y, mientras yo rompo en ruidosas carcajadas, ella me golpea tres veces el brazo.
— ¿Qué tal te sientes?
—Como si me hubiesen pateado unos diez elefantes —me contesta, mientras se frota sus ojos con las manos en un intento por espabilarse.
—No haces una buena combinación con el alcohol.
Dae levanta una ceja y me dedica una mirada cargada de indignación.
— ¿Tú sí?
—Puedo decirte todo lo que hice anoche, nada se borra de mi mente aunque tome veinte litros de alcohol —replico, con aire victorioso y una expresión de superioridad.
Su semblante es de lo más divertido, pues me da a entender que me detesta en este preciso instante.
Mi prima se levanta de la cama y se pasea por toda la habitación del hotel hasta dar con sus pantuflas, como acto seguido, se detiene delante del espejo para —intentar— ponerle un orden a su salvaje cabello negro.
De repente, el grito ahogado que brota de su garganta hace que mi corazón dé un brinco y se acelere considerablemente durante un instante.
Mis ojos se detienen en su figura con ligera preocupación. Dae se gira hasta mí, con una expresión horrorizada, y me enseña una sección de su cuello que se encuentra notablemente marcada e hinchada.
— ¡Jeon Jungkook! —Exclama, y no logro descifrar si está enojada, asustada, irritada o todo junto.
Intento ocultar la sonrisa que amenaza con escaparse de mi boca.
—Ese no fui yo —digo, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia.
—Me cago en todos tus carajos.
—Ya, ya, ni siquiera se nota —ruedo los ojos agraciadamente—. Ven aquí.
— ¿Qué quieres?
—Voy a marcarte el otro lado, así tu cuello está equilibrado.
Cuando veo que ella se inclina hacia la cama para tomar una almohada luego de mi declaración y arrojarla de lleno contra mi persona, una carcajada se me escapa al darme cuenta de que mis palabras han tenido el efecto deseado.
—No quería maquillarme hoy —me reprocha con molestia.
Ella murmura otro «carajo» antes de regresar a la cama y tomar su teléfono. Como parte de un hábito que ambos compartimos desde siempre, Dae se acomoda apropiadamente para descansar su cabeza en mi abdomen. Acto siguiente, su concentración se vuelca de lleno en revisar sus redes sociales.
Suspiro profundamente y reúno una considerable dosis de valor; si no empiezo a hablar ahora, sé que nunca más lo haré.
—Te mentí.
Un silencio breve se apodera del ambiente.
— ¿De qué hablas? —Pregunta, moviendo un poco la posición de su cabeza para poder mirarme.
Me permito llenar mis pulmones de aire y dejarlo escapar con lentitud antes de continuar.
—Hace dos días, cuando me preguntaste si salía con alguien y yo te dije que no había nadie.
—Oh, interesante —un atisbo de sonrisa se entromete en sus labios—. Continúa.
—Sí hay alguien —digo, y automáticamente un escozor se apodera de mi pecho.
— ¿No te corresponde?
Me toma un momento conseguir la respuesta adecuada a su pregunta. Trago saliva.
—No podemos estar juntos —murmuro, con timidez y pena.
— ¿Por qué no? —Inquiere, curiosa.
—Porque somos incompatibles en cada aspecto.
La estancia queda libre de sonidos y, por un momento, me siento un poco incómodo. De repente, Dae se incorpora y se gira en mi dirección, dejándome apreciar el ceño fruncido que se ha formado en su adormilado rostro.
—Jungkook, sabes que esa es una excusa muy tonta, ¿verdad? —Espeta, y no puedo pasar por alto el tono amargo que tiñe su suave voz.
—Estoy siendo totalmente honesto ahora —continúo luego de chasquear la lengua—. No hay manera, planeta o escenario en donde lo nuestro funcione.
—Por supuesto que no funcionará si tú eres así de pesimista —me reprocha con vehemencia y siento que va a golpearme en cualquier momento—. Deja de ver catástrofes en donde no las hay.
Un bufido proveniente de mi interior hace que nuestro contacto visual se rompa momentáneamente.
—Si tan solo supieras toda la historia...
Dae suelta una risa que no contiene ni una pizca de humor.
—Pero, te conozco, y no vas a contármela ahora.
—No puedo —corrijo, porque me parece necesario.
—Puedes esforzarte más —puntualiza, adoptando un semblante pensativo—. Sea quien sea la persona, debes poner de tu parte.
Suspiro otra vez, y mis dedos atrapan delicadamente un mechón de su cabello fino para acariciarlo y jugar con él.
—Ojalá fuese tan sencillo, pulga.
—Tú y yo nos parecemos bastante, siempre exageramos muchísimo las situaciones —dice, con una nota de burla en cada vocablo que expresa—. Confía en mí, no todo en esta vida es tan complicado.
—Excepto los dramas de nuestra familia —el comentario bromista se me escapa de manera automática, pero ayuda a que la tensión que me invade disminuya un poco—. Eso sí que es complicado.
Dae suelta una risa y se inclina para besarme en la cabeza.
—Sabes que no puedo negar eso. ¿Crees que el tío Yunhie se encuentre bien?
—Si "bien" significa estar en un coma etílico —me encojo de hombros—, entonces sí.
Ambos nos reímos por lo que acabo de decir y luego ella se levanta, sugiriendo que deberíamos ir a buscar algo para comer, pero que primero necesita una ducha con urgencia.
En el instante en que mi prima se encierra en el baño, escucho que alguien llama a la puerta de la reducida habitación.
Mi pulso se acelera ligeramente, mi mandíbula se tensa y siento que la respiración se me atasca en la garganta. Todo eso en un segundo. Todo eso ante el simple pensamiento de que puede ser Seokjin.
Varios carajos se me escapan en desesperados susurros mientras me levanto, procurando apresurarme.
Todo mi interior se encuentra gritando y corriendo en círculos cuando, de un tirón, abro la puerta de la habitación.
Me limito a dejar escapar el aire que ni siquiera sabía que contenía y me paso una mano por el cabello. Extrañamente, me siento aliviado.
—Buen día, Kookie.
—Jimin-ssi —le devuelvo el saludo a mi amigo—. ¿Qué tal te va con la resaca?
El cabello castaño oscuro de mi Jimin es una completa catástrofe; él suele ser muy coqueto y siempre se ve bien, pero hoy parece que su imagen personal no le preocupa demasiado.
—No la menciones, creo que voy a morirme en cualquier momento —la voz ronca y poco audible es evidencia suficiente para saber que él se ha excedido anoche, pero no es nada que unas pastillas y algunas horas de descanso no solucionen.
— ¿Te divertiste?
—Mucho, espero que tú igual.
—Lo hice —le sonrío.
Una expresión dudosa se apodera del rostro de mi amigo, como si se estuviese dando un momento para pensar las palabras que desea comunicar.
Finalmente, se aclara la garganta.
—Escucha, quiero preguntarte dos cosas.
—Seguro —digo—. ¿Quieres pasar?
—No, aquí estoy bien —se frota las manos y prosigue—. La primera: ¿vamos a almorzar con Jin?
Gracias a su pregunta algo inesperada, ahora me encuentro lo suficientemente nervioso como para balbucear una inentendible estupidez. Me aclaro la garganta antes de volver a intentarlo, tratando de disimular el apocamiento que me embarga.
—Oh... ¿Él sigue aquí? —Interrogo con curiosidad, porque es lo que realmente me sorprende.
—Sí, me salvó de ahogarme en mi vómito anoche —contesta con gracia.
Los recuerdos (que había logrado mantenerlos a raya) estallan en mi cabeza y una nueva oleada de melancolía me azota sin piedad... Y también memorizo que Jimin no tiene ni idea de que ya no trabajo con (para) Seokjin.
—Uhm. Sí, claro, iré —asiento, y él festeja moviendo sus puños.
Sé que será el almuerzo más incómodo del mundo pero, ¿cómo decirle que no a Park Jimin? Es algo imposible.
— ¿Qué es lo otro que querías preguntar? —Prosigo con rapidez, para despejarme del sabor amargo que me ha causado saber que veré pronto a Seokjin y que, seguramente, será un encuentro tenso.
Un gesto tímido vuelve a aparecer en el rostro de mi amigo, y cada vez me siento más confundido.
—La segunda... —Dice y suspira—. Espero que no me golpees, Jungkookie...
Bien. Esto ya es muy raro, y también alarmante. Mi cerebro comienza a idearse varias teorías, todas igual de improbables.
— ¿Qué ocurre? —Insto.
—Te molestaría si... —Se rasca la nuca, y mi impaciencia aumenta—. Ya sabes, ¿si invito a tu prima Dae a salir?
Mis cejas se levantan y una risa vacila en mis labios, pero la dejo escapar con aire burlón.
— ¿Dae?, ¿estás seguro? —Bromeo, mientras le dedico una mirada llena de fingido desasosiego—. Ella es insoportable.
Lo que digo parece resultarle una completa ofensa a Jimin.
—Hombre, ¡está buenísima!
—Asco —murmuro y arrugo la nariz—: Bueno, yo no tengo problema, pero deberías mantener tu cabeza oculta de mi tío... Es muy protector.
Mi amigo ríe con notable arrogancia mientras niega con la cabeza.
—Créeme, me amará cuando le demos nietos hermosos y sanos.
— ¡Jimin! —Reprocho, con asombro y desagrado en partes iguales, pero no puedo dejar de reír.
«¿Debería decirle ahora que Dae no quiere tener hijos o dejar que se ilusione un poco más?»
—Ya, ya, perdón —me da una leve caricia en el brazo—. Ve a vestirte, te esperamos en el comedor.
— ¿No te preocupa que Seokjin se desmaye? Ya sabes, este hotel es algo humilde para él.
Jimin no puede reprimir la carcajada que brota de sus labios rellenos y dicho sonido grave produce eco en el pasillo.
—Eres malo, Jeon Jungkookie —me espeta con desdén antes de marcharse.
Una vez que termino de vestirme, no me tomo la molestia de chequear mi imagen en el espejo en busca de aprobación. Le doy un poco de orden a mi cabello con las manos y me coloco una máscara en el rostro para disimular que me veo como un zombie esta mañana.
En cambio, Dae es todo lo contrario. Está aplicándose maquillaje en el rostro con la finalidad de cubrir sus ojeras y también resaltar los ojos brillantes que heredó de su papá. A diferencia de mí, ella fue más astuta y trajo consigo una muda de ropa. No me molesta en absoluto tener que usar la camisa y el pantalón formal, pero ni aunque me entreguen en bandeja a Min Yoongi usaré la corbata y el saco.
— ¿Ya te vas? —Mi prima me pregunta.
—Iré a almorzar con Jimin —le digo—. Por cierto, probablemente él te invite a salir o algo.
Las cejas de Dae se fruncen y hace un puchero.
— ¿Quién es Jimin?
—El hijo menor del mejor amigo de mi padre.
Una sonrisa pícara aparece en su rostro casi de inmediato.
—Oh, Jimin... —Es obvio que lo recuerda en base a mi breve descripción—. Con gusto aceptaré.
Frunzo los labios en un gesto de disgusto y tomo la tarjeta de la habitación.
—Qué espanto —murmuro—. Te veo después, pulga fea.
—No te vayas sin despedirte.
Veo la oportunidad de sonrojarla y, sin dudarlo, la tomo.
—Oh, por supuesto que volveré para despedirme de ti.
El odio es sumamente notorio en su mirada, al igual que el rubor en sus mejillas. Satisfecho, le sonrío con inocencia y la saludo con la mano antes de abandonar el cuarto que compartimos la noche anterior.
Mis piernas se sienten cansadas y pesadas mientras avanzo por el corredor que me conecta con el ascensor que me llevará al gran comedor del humilde pero impecable hotel. En el trayecto, me cruzo con varios turistas y el único idioma que logro reconocer es el alemán. También notifico a una mujer llevando un vestido de novia hacia una de las habitaciones, lo que me informa que esta noche habrá otra boda en el salón principal del edificio.
Los propietarios deben de estar recibiendo una buena cantidad de billetes. Inmundos. He buscado información sobre este hotel y no requieren de personal por el momento.
Nadie se apiada de mi pobre alma desempleada.
Inevitablemente, mi mente vuelve a frenarse en su tópico favorito: Seokjin.
Carajo. Ese hombre me hace mal.
Una parte de mí se siente complacido por haber logrado sacarlo de su zona ostentosa de confort. No creo que muchas personas sean capaces de convencerlo para que él pase la noche en un hotel de tres estrellas.
Si bien el establecimiento es atractivo a la vista, dudo que una persona tan millonaria como Seokjin ponga dinero sobre la mesa para pasar un día aquí. No parece su estilo.
Pero, carajo..., cómo me hubiese gustado dormir con él la noche anterior.
Niego con la cabeza, deteniendo en seco aquel pensamiento para impedir que llegue más lejos. Me repito, una y otra vez, que no debo preocuparme por nada hoy.
Me adentro en la caja metálica junto con otras seis personas y, para matar al tiempo, abro la aplicación de Instagram en mi teléfono. La primera imagen que aparece, es una que Jimin ha publicado y que logra robarme la sonrisa más sincera de todas.
Cuando llego al salón no me cuesta mucho trabajo reconocer a Jimin: como él acostumbra, está tomándose selfies. La risa que estaba a punto de expresar gracias a mi amigo, se atasca en la punta de mi lengua cuando reconozco a la persona que lo acompaña en la mesa.
Me esfuerzo por recordar cómo carajos se respira y, entonces, sigo avanzando.
Jimin festeja mi llegada con ímpetu y tomo asiento en una de las sillas vacías de la mesa circular.
—Buenos días —le digo a Seokjin.
—Hola —contesta y se aclara la garganta—: ¿Ya sabes lo que vas a pedir?
Estoy a punto de replicarle, pero me percato de que no me ha preguntado a mí, sino que a Jimin. Mi boca se cierra de rápidamente.
—Seokjin, bájate de esa nube bañada en oro en la que vives —Jimin rueda los ojos—. Aquí no puedes elegir tu almuerzo. Hay tres opciones, ¿no viste la pizarra de la entrada?
Me esfuerzo por ahogar una risa al apreciar el semblante traumatizado del millonario. Esto parece algo nuevo para él.
—Voy a pedir sushi —Jimin anuncia.
—Yo también —agrego.
—Odio el sushi —tal como esperaba, Seokjin no se retrasa en protestar y en moldear una mueca contrariada con sus labios.
— ¿Por qué? —Me animo a preguntarle.
El hombre que últimamente se ha apropiado –sin tener ni idea– de la mayoría de mis pensamientos, se muestra perplejo por el simple hecho de que le dirijo la palabra.
Alza una ceja con lentitud, mientras recarga su peso contra el respaldo de la silla de madera.
—No me gusta el sabor que me deja en la boca.
Seokjin y yo no quebrantamos nuestro profundo contacto visual, ni siquiera cuando Jimin formula una carcajada estrépita.
—Seguramente a tu esposa no le gusta eso —Jimin dice entre risas—. Pero Jungkookie y yo somos solteros, el menor de nuestros problemas es el aliento.
Bajo la mirada y Seokjin se cruza de brazos, pero ninguno dice nada a las declaraciones del amigo que tenemos en común. A veces se me olvida que Jimin, a pesar de ser uno de los amigos más apreciados por el arrogante millonario, no sabe ciertas cosas acerca de mi ex jefe y su falsa novia.
No pasan más de cuatro minutos cuando el menor de los Park localiza un dúo de bonitas chicas y, luego de acomodarse un poco el cabello, sus dones en el campo de la seducción se activan. Como consecuencia, Seokjin y yo nos quedamos solos en la mesa.
Aunque no me siento incómodo por su presencia, no puedo hacer otra cosa más que mirar a mis alrededores y fingir que no estoy para nada tenso.
—Te busqué anoche —la profunda voz de Seokjin es captada por mi audición y mi pulso se desboca en respuesta—. Nahyun me dijo que te fuiste con tus primos.
Lo miro y me permito absorber sus facciones antes de contestarle. Sé lo que insinúa.
—Sí, llevábamos mucho tiempo sin vernos —me encojo de hombros—. Al ser tantos, rara vez podemos coincidir.
—Dormiste con tu prima.
El enfado se expande por todo mi sistema con tanta velocidad, que debo apretar los labios para no vociferar el primer insulto que se me viene a la mente. Consigo contener el impulso irrespetuoso, pero que sin duda se merece. ¿Cómo se atreve?
Decido que lo mejor ahora mismo, es no caer en ese juego. No voy a darle importancia.
—Estás obsesionado con eso —digo, con una nota de burla en mi matiz—. Olvídalo.
Mi respuesta no le convence, pero opta por no insistir. Clavo la vista en una de las mesas cercanas y Seokjin suelta un suspiro.
— ¿Pensaste en lo que te dije? —Continúa, y me sorprende que su voz suene algo tímida.
—Estoy en eso —murmuro.
—Piensa más rápido.
Aquel tono autoritario tan suyo me hace levantar una ceja.
— ¿Por qué insistes tanto? —Escupo y lo miro—. Siempre te quejabas de mi torpeza y lentitud. Ahora, de la nada, estás prácticamente rogando para que vuelva a mi puesto.
—No quiero buscar a alguien —suena a la defensiva cuando espeta—. Es una tarea seria que lleva mucho tiempo que no tengo.
—Puedes preguntarle a Jimin si tiene alguna otra sugerencia, alguien que sea de confianza —vuelvo a encogerme de hombros.
—Te necesito a ti ahí, Jungkook —dice, y siento que mi corazón se estruja violentamente—. Nadie es capaz de traer más luz a la oficina que tú.
—Nahyun es la luz —siento la necesidad de corregirle, porque es cierto.
Seokjin hace una pausa.
—Nadie es capaz de traer más luz a mis días grises.
Lo que dice me toma tan por sorpresa, que mi mirada se clava en su rostro cubierto. Tengo que parpadear varias veces porque me invade la necesidad de asegurarme de que lo he oído bien.
De repente, detecto el molesto escozor del llanto en los ojos y solamente quiero acurrucarme en sus brazos.
Respiro profundamente y doy un vistazo a la estancia en la que nos encontramos, mientras me esfuerzo por hallar las palabras adecuadas para decirle.
Creo que no hay sílabas suficientes que expresen y constaten cuán dolido estoy por la situación en la que nos encontramos; todo es confuso ahora que estamos metidos en un laberinto sin salida y muy incierto. Pero me encanta la forma en la que Seokjin me hace sentir, incluso en nuestros peores momentos.
Pero como aparentemente todo conspira en mi contra para que cada cosa en mi vida desemboque en mala suerte, mi mirada se encuentra con otro par de ojos que denotan excesivo interés. Lo que me llama la atención del hombre que se encuentra a menos de diez metros de distancia, es el iPhone que esconde bajo el brazo mientras finge leer un folleto.
El pulso comienza a latir detrás de mis orejas con tal violencia, que todo en mi interior se desequilibra en un abrir y cerrar de ojos. Puedo escuchar mi propia respiración. Ahora mismo, solo puedo hacerle a la sensación cruda e ineludible de enojo que se está apoderando de mí.
Escucho que Seokjin pronuncia mi nombre cuando yo me levanto de mi lugar y, sin dar explicaciones, comienzo a avanzar hacia el desconocido.
Voy a terminar con esta mierda hoy mismo.
AAAAAAAAA MIREN DONDE LO DEJAMOS *inserte risa malvada*
Muak muak por todos los votos y comentarios bubus, los amo mucho ❤️
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