𝟐𝟓

Desearía sentirme incómodo.

Carajo, cómo me gustaría estar acompañado por mis tics nerviosos y que mis manos sudasen ahora mismo.

Pero no. Me siento más tranquilo que nunca y, aunque trato de convencerme de que Seokjin no tiene nada que ver con esta sensación de relajación pura, sé que estoy mintiéndome a mí mismo.

A pesar de que nuestra relación es un desastre, este hombre es la razón por la que soy un océano calmo y sosegado. Ser consciente de su cercanía llena mi corazón de paz.

No puedo evitar recordar a mis compañeros y compañeras de escuela; cuando estaban cerca de la persona que les gustaba, ellos solían decir que sus latidos se aceleraban, que temían que el corazón se les saliera por la boca a causa de la inquietud... Y, debido a eso, ahora solo tengo una única pregunta en mente: ¿hay algo mal conmigo?

Nunca, nadie, jamás me había gustado tanto hasta que Seokjin apareció. Y aunque al principio me sentía intimidado por su imponente presencia y su mirada tan inescrutable, ahora podría pasarme toda la vida a su lado sin sentirme ni un poco alterado.

Ni siquiera la expresión furiosa, esa que está tallada en su rostro, logra evitar que me sienta a salvo a su lado.

Estúpido y hermoso Seokjin.

Una de sus grandes manos está sujetando el volante del coche y la otra sostiene su vaso plástico cargado con café caliente. El silencio sepulcral que se lleva a cabo dentro del Bugatti se ve interrumpido cuando el teléfono de Seokjin suena, pero él rechaza la llamada.

— ¿A dónde vamos? —Pregunto con genuina curiosidad, pues he notado que el curso del ostentoso auto francés no va en dirección a su casa, ni a la empresa, ni a mi apartamento.

—A encontrar un lugar silencioso.

—Puedes simplemente aparcar en cualquier espacio disponible.

Seokjin suspira con pesadez.

— ¿Por qué te gusta discutir todas mis ideas? Sabes que no me gusta el ruido.

Ruedo los ojos ante el resentimiento inconfundible en su voz.

—Tengo que volver a casa pronto. Necesito... —Las palabras mueren antes de que pueda soltarlas, pues no quiero humillarme al decirle que debo seguir buscando un empleo—. Me quedaron algunas cosas pendientes.

Seokjin opta por no contestarme y seguir con la mirada fija en la carretera que transitamos. Mi vista se distrae observando las calles pasar a través de la ventanilla, y consigo notificar que la mayoría de las personas que concurren las aceras no pueden evitar darle un asombrado vistazo al vehículo en el que me encuentro.

No los culpo. Incluso yo me siento maravillado por este auto... Pero mucho más por el propietario.

Carajo.

El coche deambula por diez minutos más hasta que se adentra en un callejón, bastante apartado de la civilización. Mi ceño se frunce y lentamente me giro a Seokjin.

— ¿No te parece un poco... Peligroso? —Digo, y me apresuro a agregar—: Me refiero a, ya sabes, aparcar aquí.

—Solo un idiota se atrevería a intentar robarme.

Estoy a punto de continuar con mi preocupación, cuando él presiona un botón del gigantesco tablero y escucho que las puertas del vehículo se bloquean automáticamente.

— ¿Qué mierda...? —Murmuro.

Siento que la mirada de Seokjin está detenida en mi persona, pero no me atrevo a encararlo. Sé que voy a perder el hilo de todos mis pensamientos en cuanto lo observe a los ojos.

— ¿Esa es la chica en la que estás interesado? —Comienza a decir, y no logro interpretar si está furioso u ofendido—, ¿no podías habérmelo dicho antes? No, claro que no. Tenías que esperar hasta tenerme atrapado en tus putas manos, ¡¿verdad?!

Mis párpados se aprietan por el susto que me causa el hecho de que eleve su tono de voz. El dolor y la angustia se mezclan en mi sistema y queman en mi torrente sanguíneo como el más corrosivo de los ácidos.

—Esa chica era mi prima —digo—. Ten cuidado con lo que dices.

Un silencio nos invade, pero sigo sin poder mirarlo. Me arrepiento tanto de haber accedido a hablar...

—Oh. Eso lo mejora todo, claro que sí —el sarcasmo tiñe sus vocablos y se pasa los dedos por las comisuras de sus labios—. Dime, ¿la cogiste bien?

Inmediatamente me invade una sensación incontenible de ira, provocada por la mera realización de lo que acaba de decir. La indignación se traslada a mi rostro, y mi ceño se frunce con fuerza.

— ¡¿Qué carajos...?!... —Vocifero, con mi pecho lleno de molestia y decepción en partes iguales—. ¿Quién mierda te crees que eres? Espera, ¿por qué mejor no vas a consentir a tu nuevo asistente?

Seokjin levanta una de sus cejas.

—No metas a Jongho en esto, él no tiene nada que ver.

Una carcajada falsa brota de mi garganta. Es mi turno de ser un sarcástico de mierda.

Oh, carajo. Esto es lo que quería evitar a toda costa.

Ahora los dos estamos jodidamente enfadados, y no es una buena combinación. Todo esto puede terminar muy mal... Peor de lo que ya está.

— ¡Jongho! —Exclamo con fingida emoción—. Hasta conseguiste a uno con un nombre similar al mío, ¡fantástico!

Seokjin me mira fijamente y después su rostro se relaja. Aquel habitual punto de frustración de sus ojos negros es ahora aún más perceptible.

—Jongho es el hijo menor de uno de mis mejores amigos y socios —su voz se ha vuelto más tranquila y casi puedo jurar que es como una canción de cuna para mis oídos—. Debe hacer un proyecto para la escuela y lo estoy ayudando. Él me llama 'tío Jin'.

Es oficial, soy un imbécil.

Lo que acaba de decir se siente como una bofetada, y mi orgullo ruge debido a la vergüenza, pero me obligo a encogerme de brazos en un gesto apático e indiferente... Infantil.

— ¿Así que eres su niñera?

—Jungkook, te conviene comenzar a tratarme con más respeto —puntualiza seriamente.

Mi buen humor se fue a la mierda y con él se marcharon mis ganas de tener una conversación razonable. Él no puede simplemente aparecer, jugar con mi estabilidad emocional y faltarme el respeto al preguntar si me he follado bien a mi prima.

Seokjin me gusta muchísimo, pero siempre se las ingenia para cruzar todos los límites.

— ¿Qué piensa Hoseok al respecto? —Digo, y mi voz suena más firme de lo que esperaba—. Por cierto, ¿cómo va tu relación secreta con él?, ¿ya todo está en su lugar otra vez?

Los ojos del hombre frente a mí se abren con mayor amplitud, en un gesto que denota sorpresa y enfado.

—Niño, por el amor de Dios.

—No me llames así —refuto—. Tengo un nombre.

Se toma un momento luego de escucharme, y su mirada adopta un brillo particular... Ahora se ve un poco melancólico.

—Jungkook, por favor.

—Sí, por favor, digo exactamente lo mismo —la amargura disfraza mi contestación y me paso una mano por el cabello—. Déjame salir, quiero irme.

—Hablemos sobre esto, te lo ruego. Está matándome —dice, y siento que algo se estruja con dureza dentro de mí hasta doler—. Si no estás seguro de tu sexualidad o si estás muy seguro, por favor, dímelo —noto que está a punto de tomar mi mano, pero se detiene antes de poder concretar la acción; se relame los labios previo a continuar—: Entiendo a la perfección que te gusten las mujeres y respeto eso, pero necesito oírlo de tus labios... Necesito saber qué ocurre.

Un montón de recuerdos relampaguean en mi mente y, de pronto, me encuentro perdido en un gigantesco laberinto donde hay muchas salidas, pero ninguna cerca de mí.

—Estoy seguro de que tú y yo no llegaremos a nada nunca —pronuncio con cuidado, porque hablar se siente como la cosa más difícil del mundo—. Entiendo tu relación falsa con Yunbi y sabes que siempre tendrán mi apoyo, pero yo no quiero ser un secreto más en tu vida —digo y alzo la vista para mirarlo—. No cuando cada vez que te doy la espalda, estás de nuevo con Hoseok... Debes de quererlo mucho, ya que siempre regresas a él.

Seokjin enmudece y baja la cabeza. El hecho de que no niegue lo que acabo de decir, me quiebra por completo.

Un nudo empieza a formarse en mi garganta y quiero golpearme por ser tan débil. Quiero golpearme por ser tan ingenuo, torpe y sensible.

—Te quiero a ti, Jungkook —espeta, y se gana toda mi atención de inmediato—. ¿No te das cuenta? Vida, por favor... —cuando pronuncia aquel apodo, siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas—. Sé que algo está ocurriendo, tú no eres así.

Comienzo a sospechar que él me quiere tanto como yo lo quiero a él.

—Ya basta, Seokjin, por favor... —El tartamudeo de mi voz me hace querer golpearme con fuerza contra el vidrio de la ventanilla.

—Te conozco lo suficiente —proclama sólidamente—. Si algo está pasando, necesito que confíes en mí. Quizás puedo ayudarte.

Me froto los ojos con mi dedo pulgar e índice, en un fallido intento de remover la humedad de los mismos.

—No puedes —suelto en un susurro tembloroso.

—Me he dado cuenta la forma en la que miraste a tus alrededores cuando te busqué hace quince minutos.

Mi pulso se desboca en respuesta a su observación tan acertada y todo en mi interior se tambalea. Carajo, ¿por qué no puedo ser disimulado al menos una puta vez en mi vida?

—Porque eres famoso y todo el país cree que eres heterosexual —contesto lentamente, tratando de sonar lo más sensato posible.

Seokjin se queda callado, analizando mi respuesta y encontrando la lógica en ella. De hecho, en esto tengo razón; un descuido podría acabar en que todo el mundo se entere de su verdadera orientación sexual, y no es el momento adecuado para ello.

Cuando siento que la conversación ha finalizado, la profunda y cautivadora voz de Seokjin vuelve a resonar en el Bugatti.

—Vuelve a tu trabajo.

Aquello me toma por tanta sorpresa, que debo parpadear un par de veces para que mi cerebro, atónito, logre reaccionar.

— ¿De verdad me pides eso cuando te insulté y casi te golpeo en la cara?

—Sé que hay algo que no estás contándome, y sé que no estás interesado en otra persona —dice, y mi corazón (que ya venía latiendo deprisa) adquiere un ritmo frenético.

Es cierto, hay mucho que no estoy contándole... Pero, ¿por qué insiste tanto con ello?, ¿por qué siento que él no quiere aceptar ni creer que todo entre nosotros es un asunto acabado?

—Vuelve al trabajo —reitera, ahora con convicción extra en su tono.

El llanto que me estoy esforzando por contener es casi tan doloroso como la opresión angustiante que se ha instalado en mi pecho.

—No puedo.

— ¿Por qué no? —Intrigado y ansioso, prosigue—: Vida, ¿he hecho algo mal? Dímelo, prometo cambiarlo.

—Por favor, detente.

—Si no quieres trabajar conmigo, de acuerdo —asiente con la cabeza y se acerca un poco más—. Pero al menos déjame que te dé dinero para que puedas...

—No —digo rápidamente, casi a modo de súplica—. Jin, por favor, no.

—Está bien. Entonces, puedo hablar con el padre de Yunbi para que...

El padre de Yunbi. Su suegro falso. El mismísimo Lucifer... El causante de todo esto.

El horror amenaza con acabar con la poca cordura que me queda en el sistema.

— ¡No!

—Entiendo —no suena muy convencido de al pronunciar aquello, pero sin embargo, continúa—. De acuerdo, comprendo... Te llevaré a casa.

Una expresión dolorida se extiende por mi rostro y, por eso, desvío la mirada. No quiero que se percate.

El vehículo vuelve a estar en marcha y Seokjin fija la dirección hacia el edificio en donde vivo. El reducido ambiente se hunde en un silencio interminable otra vez, ni siquiera la radio nos acompaña.

—Reconsidera volver a la empresa —dice de repente y hace una mueca dudosa—. Solo piénsalo, ¿bien? Al menos hasta que encuentres un empleo que realmente te guste.

Lo miro fijamente, mientras que cientos de palabras se arremolinan en la punta de mi lengua. Tengo tantas ganas de decirle que trabajar para él fue una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida por el simple hecho de haberlo conocido, que amaba ocuparme de su perrito, que me divertía falsificando su firma, que aprendía mucho cuando debía acompañarlo a reuniones...

Carajo. Esto duele muchísimo.

Tener que quedarme callado y no poder soltar nada de eso quema como el jodido infierno.

—Está bien —contesto en voz baja.

A partir de mi respuesta, su semblante parece relajarse.

Seokjin se aclara la garganta antes de volver a hablar.

—Yunbi y Minjoo se reconciliaron —anuncia, y por poco me ahogo ante tal novedad—. Es muy probable que ella vuelva a vivir con nosotros.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, al mismo tiempo que un suspiro cargado de alivio brota de mis labios.

—Esas son buenas noticias.

Pero luego, mi mente reanuda sus pensamientos erráticos. Sabiendo esto, ahora más que nunca, debo captar toda la atención de Wooshik y sus informantes. Debo hacer algo para que sigan estando atentos a mi trasero y que le resten importancia a Yunbi... Todo se iría directo a la mierda si Minjoo entrase en la ecuación errónea del doctor dolor-de-culo.

Y eso también significa que debo mantenerme alejado de Seokjin.

Maldita sea. Mierda. Hubiera aceptado el dinero del viejo.

—Detente —espeto—. Frena aquí.

El hombre arruga el entrecejo al razonar que estamos a cinco largas calles de mi hogar.

— ¿Qué sucede?

—Voy a caminar... —Relamo mis labios, tratando de dar con alguna excusa creíble—. No quiero que mis vecinos me vean bajar del auto más caro del mundo.

«Te quiero, y te quiero cuidar. Por eso no deben vernos juntos»

El rostro de Seokjin sigue siendo de confusión total, pero no protesta.

—Supongo que esto es todo —él dice, y yo siento cómo mi corazón se agrieta otro poco.

—Confía en mí. Ahora mismo, esto es lo mejor para ambos.

—Niño... Lo siento, Jungkook —se corrige y chasquea la lengua antes de proseguir—: Me considero alguien que solo es dependiente de música y creatividad, pero tú eres lo más cercano a una necesidad tangible para mí. No sé qué demonios hiciste conmigo, pero un día sin ti, es un día perdido.

Me doy cuenta de que una parte de sus verdaderas emociones está expuesta ante mí. La máscara de seriedad y frialdad desaparece de su rostro, para dejar expuesto cuán honesto está siendo.

No parece estar incómodo por expresar sus emociones en voz alta.

La mirada dulce y comprensiva del hombre de cabello azabache está justo sobre mí, y la vulnerabilidad que logro detectar en su expresión hace que una ola de culpabilidad se filtre por todo mi cuerpo.

El nudo en mi garganta se intensifica, pero ya no hay lágrimas en mis orbes. Solo una gigantesca y abrumadora sensación de acorralamiento.

—Seokjin, yo te a...

Mi boca se cierra y el miedo se dispara con violencia en la totalidad de mi sistema. No, no puedo decir lo que tengo en mente, no puedo lastimarlo más. Sé que esto le duele tanto como a mí.

Suspiro.

—Te... Te avisaré cuando tome una decisión, ¿bien?

Sus ojos me inspeccionan con curiosidad y también una pizca de insatisfacción, como si tratase de descifrar hasta el último escondite de mi alma, como si estuviese harto de estar en esta situación tan dañina.

Sin embargo, asiente con la cabeza.

—Te veré en la boda de tus padres —dice, justo cuando estoy saliendo del coche de alta gama.

Mis pies me traicionan durante un instante y por poco me caigo al escucharlo, pero logro sujetarme a la puerta y me obligo a saludarlo con la mano antes de comenzar a marchar hacia casa.

Ah, me llevan todos los carajos. Había olvidado completamente que él y Yunbi accedieron a asistir a la boda. Y dicho evento se llevará a cabo en menos de treinta malditas horas.

La parte razonable de mi cerebro dice que debo restarle importancia a ese detalle... Después de todo, ¿qué puede salir mal, cuando ya todo es una inicua desgracia?

*Procede a gritar en la almohada*

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