𝟏𝟒
Mi pulso se acelera cuando, una por una, las imágenes de lo ocurrido ayer me invaden la cabeza y, de pronto, siento una sensación cálida que se ha apoderado de mis manos, conllevando a que comiencen a sudar un poco. Pese a eso, una sonrisa cautelosa se abre paso en mis labios.
Estoy tan ensimismado en mis propios pensamientos y recuerdos que no me percato de que Nahyun está hablándome hasta que chasquea sus dedos justo delante de mi rostro. Su acción me ayuda a regresar a la realidad.
—Despierta, torpeza —me dice, pero se toma un instante para revolverme el cabello—. Ve a buscar su café, seguramente está por llegar.
— ¡El café! —Exclamo, pero procuro ocuparme de ello rápidamente en lugar de entrar en pánico—. Ya regreso.
No me toma más de doce minutos conseguir la bebida caliente para mi jefe y, una vez que regreso, me dirijo al despacho vacío de Seokjin. En su escritorio reposo el vaso plástico de Starbucks y también voy colocando cada ejemplar de los periódicos que él lee, ligeramente desplazados hasta formar un abanico que abarca gran parte de la mesa.
Así de específico es el ogro.
Una vez que salgo de su oficina, noto que los ayudantes del departamento de moda y edición están muy apurados enderezando y acomodando la ropa de los percheros que adornan el pasillo principal como es costumbre. Mi vista se desvía a Nahyun y veo que ella, con aire pesado, está quitándose sus slippers blancas para reemplazarlas por los tacones negros que ha escogido para este día.
Todo este despliegue nervioso indica una cosa: Seokjin está llegando.
—Carajo —murmuro, cuando miro hacia abajo y recuerdo que también estoy usando pantuflas que son un atentado a la moda.
Me apresuro en regresar a mi escritorio y reemplazar mi calzado cómodo por los zapatos negros, que si mal no recuerdo, son Santoni.
Es entonces cuando mi mente comienza a retomar su ansioso funcionamiento y me arroja miles de ideas al mismo tiempo. Todas acerca de Seokjin y lo que sucedió ayer. No estoy muy seguro de qué hacer, pero me digo a mí mismo de que debo esperar a ver cómo se comporta el día de hoy.
Sin embargo, eso me da un poco de miedo.
Tengo miedo de que me decepcione. O peor, que me humille.
Él es tan impredecible que debo estar listo para recibir lo mejor o lo peor de su parte.
Repentinamente me veo obligado a dejar de lado mis sentimientos y pensamientos encontrados, una vez que Seokjin aparece en mi campo de visión, y mis orbes no se demoran en analizar a fondo su vestimenta del día hasta llegar una conclusión; él está atractivo como siempre. Como corresponde, mi compañera y yo le espetamos un «buenos días» al unísono, pero el jefe (como de costumbre) no nos responde.
Ni siquiera se molesta en mirarme de reojo. Solo se limita a avanzar hasta su despacho como si nadie más que él existiese.
Quiero lucir tranquilo y relajado, pero la verdad es que tengo la necesidad de golpear algo. De preferencia, la perfecta cara de mi jefe, el mismo al que ayer besé.
Sin embargo, no me siento sorprendido. Un pálpito interno me decía que él iba a actuar de esta forma... Pero tengo la estúpida esperanza de que solo sea por un rato.
Mi mañana consiste en realizar una extensa búsqueda sobre servicios de cáterin para la boda de Seokjin y Yunbi; como resultado, obtengo una lista larga pero muy organizada que luego debo enseñarle al ogro.
Mi corazón se detiene por un segundo cuando veo que un nuevo mensaje de Seokjin resalta en las notificaciones de mi teléfono del trabajo, pero la ansiedad se esfuma rápidamente cuando leo que solo es para pedirme más café.
Cuando regreso con la principal adicción del jefe en mis manos, voy directo a su oficina. Pero al entrar, mis ojos se abren con amplitud al encontrarme que Hoseok está presente también. No dejo que esta incómoda situación me afecte y pretendo ser invisible cuando camino hasta su escritorio para dejar el café mientras que ambos discuten afablemente sobre cuál fotografía —de las muchas que hay desparramadas en su escritorio— debería ser la portada del próximo número.
Seokjin no me agradece por traerle la puta bebida, pero Hoseok se toma un instante para dedicarme una sonrisa amable.
«Lindo, ven que te beso a ti también»
Tengo que admitirlo: al principio, yo pensaba que su relación se basaba en polvos y nada más. Pero ambos son muy profesionales y se toman su trabajo muy en serio, cualquiera puede notarlo. No están tocándose sus entrepiernas cuando se encuentran en medio de reuniones laborales.
Son casi las doce y treinta del mediodía cuando Seokjin pronuncia mi nombre desde su despacho, con un tono firme pero despreocupado.
No tardo en anunciarme en su espacio personal y me cruzo de brazos, aguardando por sus órdenes o lo que sea que tenga para decir.
La vista aburrida de Seokjin se alza para dar con mis ojos, y un segundo después se quita sus gafas. De pronto, una sonrisa aparece en las comisuras de sus labios hasta extenderse por toda su boca y, por su facción que parece intentar seducirme, siento que puedo perder la cordura en cualquier momento.
Y aquel gesto me hace saber que él recuerda a la perfección nuestra interacción. Cada detalle de lo que compartimos ayer.
—Te ves diferente hoy —comenta, barriendo la extensión de mi cuerpo hasta llegar a mi cara.
Me toma un segundo conectar mi cerebro con la lengua y, por los nervios, torpemente me rasco la nuca.
— ¿Por qué lo dice?
—No logro descifrarlo. Parece como si no hubieras dormido bien.
—Tuve pesadillas con alguien —digo, deseando que se tome a bien mi comentario.
La risa suave que suelta me llena de alivio de manera instantánea.
—Te quiero listo en diez minutos. Saldremos. Necesito tu ayuda con algo.
Tengo que morderme la lengua para no preguntarle a dónde iremos, porque sé que él odia que cuestione sus órdenes. No es un hombre al que le guste dar explicaciones.
Por ello, me limito a asentir con la cabeza antes de girarme sobre mis talones con el fin de retirarme.
Otra vez, vuelvo a sentir su mirada fija en mi trasero. Y como ya no me siento tan intimidado por él, decido llevar mis manos detrás de la espalda para interferir con su atrevido escaneo.
Lo último que escucho previamente a abandonar el despacho, es una risita por parte de Seokjin.
Mi ceño se frunce y la curiosidad comienza a picar en mi estómago cuando el vehículo, manejado por Eunwoo, se detiene delante del restaurante Jungsik, uno de los establecimientos gastronómicos más prestigiosos de la capital.
— ¿Almorzará aquí? —Me giro para preguntarle a Seokjin.
—Almorzaremos aquí —me corrige—. Taehyung está esperándonos.
Le pido a mis neuronas que hagan el esfuerzo de recordar quién demonios es Taehyung, su nombre me resulta vagamente familiar. Un instante más tarde, mi cerebro parece iluminarse al caer en la cuenta de que el hombre mencionado es un socio de Seokjin; Kim Taehyung, el jefe de GQ Corea.
—Seokjin, yo... —Comienzo a decir, pero debido a la vergüenza me cuesta terminar de expresarme—. Ahora mismo no tengo el dinero para pagar por alguna comida de este lugar. Quizás un vaso de agua.
La timidez no me permite levantar la mirada para observar al hombre que está sentado a mi lado en el asiento trasero del coche. Escucho que Seokjin suelta un suspiro profundo y, de pronto, tengo ganas de huir. Cualquier cosa es mejor que esta horrible mortificación.
—Yo pagaré —dice con un tono relajado, como si intentara hacerme comprender que esa molestia no es un problema para él—. Te traje por una razón, y necesito que estés concentrado. ¿Puedes hacer eso por mí?
Una vez que me digno a mirarlo a los ojos, me encuentro con un gesto amable instalado en las facciones de Seokjin. Lo próximo que percibo es un leve escalofrío recorriéndome y mis ojos se posan durante una fracción de segundo en sus labios, de pronto, tengo ganas de robarle un beso.
Pero me contengo, porque no sería prudente de mi parte. De hecho, sería una estupidez.
Asiento con la cabeza, aunque empiezo a percibir una sensación incómoda, como si un enorme peso se instalara en mis hombros; todo porque no sé en qué necesita mi ayuda específicamente.
¿Y si lo hago mal?, ¿y si no sé cómo manejarlo, sea lo que sea? Ah, carajo.
Avanzamos hasta que nos adentramos en el restaurante y mis ojos escanean con asombro la pintoresca estancia... No creo que aquí vendan hamburguesas.
Sigo a Seokjin a una distancia prudente y entonces notifico al tal Taehyung, ya que se ha levantado una vez que reconoce a su socio. Ambos se saludan animadamente con un abrazo corto y luego, mi jefe coloca su mano con suavidad en mi espalda.
—Te presento a Jungkook, es mi segundo asistente —le informa.
El hombre alto y apuesto me sonríe con amabilidad y nos estrechamos la mano.
—Pensé que Nahyun te acompañaría —la voz suave del jefe de GQ Corea inunda mis oídos.
Las declaraciones del masculino al que acabo de conocer hacen que sienta una especie de pinchazo en el brazo y me tenso completamente durante un breve instante.
«¿Y si es él con el que Nahyun está saliendo...?»
—Creo que él es más apropiado para la charla que tendremos, confía en mí —Seokjin le responde con simpatía, y yo siento que voy a desmayarme en cualquier momento si ambos siguen alimentando al misterio—. Sentémonos. ¿Ya saben lo que pedirán?
Una vez que nos ubicamos en la mesa redonda, con timidez examino el menú que el restaurante proporciona. Mis ojos buscan dar con el platillo más barato, pero todo está carísimo.
—Me casaré en diciembre —Seokjin le comenta a su amigo, para dar inicio a la conversación.
Los ojos de Taehyung se abren ampliamente al mismo tiempo que adoptan un brillo de emoción, y luego sonríe con gratitud.
— ¡Al fin! Qué buena noticia, Jin, estoy muy feliz por ambos. Supongo que mi esposa ya está enterada.
«Así que tiene esposa... Pero también puede tener una amante, vamos, los hombres son así... Y esa amante... ¿Puede ser Nahyun?»
—De ninguna manera —murmuro.
— ¿Qué, niño? —Seokjin me mira.
Mi corazón se detiene una fracción de segundo y reanuda su marcha a alta velocidad cuando me doy cuenta de que he hablado en voz alta sin darme cuenta. Él mantiene sus ojos fijos en mí, esperando una respuesta.
—Que me gusta la mesa.
El ceño de mi jefe se frunce en señal de confusión y también un poco de desconfianza, y sé que no me cree, pero a pesar de no estar satisfecho con mí contestación decide (por suerte) no seguir insistiendo sobre lo que dije involuntariamente.
Seokjin y Taehyung se sumergen en una conversación que tiene un poco de todo; asuntos laborales, sus mujeres y las próximas vacaciones. Según puedo comprender, la esposa de Taehyung y Yunbi son buenas amigas... Pero, por la forma en la que va la charla, estoy convencido de que dicha esposa no tiene ni la menor idea de que su amiga es lesbiana.
—Entonces, pasemos a lo importante —Seokjin comienza a decir luego de darle un sorbo a su copa cargada de vino—. Jungkook, la razón por la que te traje a almorzar con nosotros es porque necesitamos que nos ayudes a elegir al artista que se presentará en nuestra fiesta. Sé que tú estás al pendiente de todas las novedades de la música, los artistas y demás, así que nos interesa tu opinión.
—Oh —suelto, atónito. Realmente llegué a pensar que todo sería mucho más serio y grave; no lo sé, como sabotear las instalaciones de sus respectivas competencias o algo parecido.
—A mi amigo aquí presente le había propuesto contratar a NF, pero no estuvo de acuerdo —Taehyung le dedica una mirada mira de reproche y sarcasmo en partes iguales a mi jefe—. Él hubiera sido una buena opción y la fiesta resultaría con una buena repercusión mediática, pero Seokjin cree que la música del niño no encaja con la fiesta.
—No quiero que nadie se suicide en el evento, Taehyung, ya te lo dije —Seokjin replica, con un gesto pesado.
El contrario rueda los ojos y luego posa los mismos en mi rostro, mientras toma de su bolsillo una hoja de papel para extendérmela.
Cuando consigo leer el contenido, el mismo me resulta algo confuso a la primera; pero luego caigo en cuenta de que se trata de artistas que están en disposición de una presentación privada, junto con la información de sus respectivos representantes y empresas con las que trabajan. Harry Styles, The Weeknd, Maluma, Shawn Mendes y Lewis Capaldi. Todos artistas masculinos que han pasado semanas en las listas de los más escuchados mundialmente.
— ¿Ninguna mujer? —Es lo primero que sale de mi boca.
—Oh, no, no lo malinterpretes —Taehyung se apresura a aclararme—. El año pasado se presentó Adele, por ende, este año le toca a un hombre. La próxima fiesta será una banda.
— ¿Por qué no quieres llamar a Conan Gray? —La frustración y la reprobación es palpable en el tono que Seokjin usa, y tengo ganas de soltar una risa, pero me contengo—. Pienso que él es ideal.
—Nadie conoce a Como-se-llame Gray, Seokjin —espeta de regreso, y Seokjin se lleva la mano al pecho en un gesto dramático—. Sabes que necesitamos que la prensa internacional cubra este evento y nadie vendrá si traemos a ese crío.
—Eso es todo —el ogro vocifera—, esta amistad se acaba una vez que pague la cuenta, ¿entendiste?
Entre los hombres que me acompañan se desencadena un pleito verbal y burlón, aunque sé bien que Seokjin sí está indignado por los dichos de su amigo y socio.
—Creo que... —Empiezo a decir, consiguiendo que ambos dejen la discusión de lado para posar sus ojos en mí—, creo que Abel o Harry harían un gran trabajo. No sé cuántos invitados habrá en la fiesta, pero estoy convencido de que todos los conocerán a ellos y a sus líricas. Además, ambos tienen muchos fans, por lo que es probable que el evento se convierta en tendencia en las redes sociales.
Taehyung arruga el ceño y toma el documento de papel para darle un vistazo veloz.
—No recuerdo haber seleccionado a ningún Abel —comenta, confundido.
Una risita es expulsada de mis labios.
—The Weeknd. Su nombre es Abel —le informo.
Luego de escuchar mi respuesta, noto que los ojos de Taehyung van a parar a la figura de Seokjin, así que hago lo mismo. Entonces, me encuentro con que el rostro de mi jefe mantiene una expresión que varía entre la picardía y el orgullo, mientras que sonríe y se frota la barbilla con su dedo índice.
—Te dije que confiaras en mí —dice, y detecto una nota divertida en su voz mientras mueve las cejas—. El niño es un experto.
—Ya lo creo. ¿Qué dices?, ¿británico o estadounidense? —Taehyung le pregunta al ogro.
Trago saliva y bajo la mirada al escuchar al hombre espetar con tanta seguridad.
—Abel... Es canadiense... —Digo, aterrado por la reacción de Taehyung.
El silencio que le sigue a mi corrección es algo incómodo, pero la tensión se fuga de la estancia cuando Seokjin suelta una carcajada.
—El niño te ha humillado —le dice a su colega—. Dos veces.
—Todo lo contrario, me ha enseñado —se apresura a contestar, mostrándose relajado y desafectado—. Ahora que lo pienso, quizás logres ser el siguiente Jung Hoseok de Vogue.
Es automático: Seokjin y yo nos ahogamos con nuestra propia saliva. Por mi parte, me obligo a tomar un sorbo de agua para contrarrestar el efecto que las palabras de Taehyung tuvieron en mi sistema.
—Oh, vaya. Me refería a que... —El hombre continúa, observándonos a los dos con ligera sospecha—, ah, olvídenlo.
Suelto una risa, tratando de mostrarme natural y despreocupado, pero no puedo evitar echarle una mirada furibunda a Seokjin.
Cuando es la hora del postre, mi jefe me observa de una manera más que asesina cuando me escucha decir que no quiero comer nada más. Por ello, me siento en obligación de pedir algo, lo que sea. Y eso es un helado, el de menor precio.
Con respecto al motivo principal de la reunión, ellos ya tienen la decisión tomada: Van a llamar a los representantes de Harry Styles para confirmarles que el hombre será el encargado de poner música y diversión a la fiesta dentro de dos semanas.
Por fuera estoy tranquilo, por dentro estoy gritando.
Seokjin se encarga de pagar la cuenta y el encuentro termina cuando los hombres de negocios comienzan a quejarse de que aún tienen mucho que hacer en la jornada. El amable Kim Taehyung me saluda cordialmente con una reverencia y un apretón, me agradece por haber ayudado dando mi simple opinión y me dice que espera verme en la fiesta. Pero no le contesto, porque no sé si Seokjin querrá que yo asista; la primera asistente es la que debe ir obligatoriamente a ese tipo de eventos.
Una vez que salimos del Jungsik, Taehyung se va con su auto personal mientras que Seokjin y yo encaramos hacia donde el vehículo aparcado aguarda, con Eunwoo dentro.
—Olvidé mi teléfono del trabajo en el restaurante —Seokjin espeta una vez que cierra la puerta y como acto seguido, se golpea en la frente.
Estoy a punto de bajarme para ir por el objeto perdido, pero una familiar y amplia mano se detiene en mi rodilla, apretando la misma con un poco de fuerza.
—Eunwoo, ve por él —Seokjin le ordena al segundo chofer.
—Sí, señor.
El joven sale disparado de su asiento de conductor y lo veo atravesar las puertas del establecimiento.
—Oh... —Suelto, tímido y algo emocionado al comprender sus intenciones—. ¿De verdad dejó su teléfono a propósito?
—Quería tiempo a solas contigo antes de volver a esa empresa a estresarme.
Sonrío brevemente antes de que mi mano atrape con suavidad la corbata roja que lleva el día de hoy. Me inclino hacia adelante para ofrecerle un breve beso en los labios, apenas un ronce gentil. Como un cariño casual.
La mano de Seokjin captura mi mandíbula y me sujeta firmemente, para profundizar nuestro contacto un poco más. Decide no introducir su lengua, pero lo compensa cuando me muerde el labio inferior.
Pero para nuestra desgracia, el familiar sonido de una llamada entrante lo invade todo. Es mi teléfono el que suena fuertemente en mi bolsillo.
—No contestes —Seokjin murmura –ordena– sobre mis labios.
Le doy un casto beso antes de apartarme.
—Puede ser Nahyun, o mi mamá, o–
— ¿O tu prima? —Se burla y ladea su cabeza.
Estoy a punto de mandarlo a la mierda, pero una respuesta más ingeniosa e ideal golpea en mi mente.
—O Hoseok —replico, encogiéndome de hombros antes de ir en busca del aparato—. ¿Quién sabe? Todo es posible.
Él me mira con fingida indignación y se cruza de brazos.
Cuando tomo mi móvil, notifico que en la pantalla del mismo resalta el número y el nombre de Yunbi en letras blancas iluminadas.
— ¡¿Por qué te llama a ti y no a mí?! Esto es el maldito colmo —Seokjin exclama, y es cuando me doy cuenta de que se encontraba espiando—. No he hablado con ella en todo el puto día, soy un hombre abandonado y reemplazado.
Ruedo los ojos cuando su fingida indignación, pasa a ser totalmente auténtica. Sin embargo, me apresuro en responderle el llamado a la bella dama.
—Hola, Yunbi-ssi —contesto, y una sonrisa se forma en mi rostro.
—Hili, Yibin-ssi —escucho que Seokjin se burla en voz baja, por lo que no dudo en pellizcarle la pierna.
—Kookie-Kookie, ¿puedes hablar?
—Sí, ángel. Dime, ¿estás bien?
—No le digas ángel, yo le digo ángel —mi jefe continúa quejándose y regañándome en voz baja, pero lo ignoro.
—Sí, todo en orden. Quería preguntarte si tienes planes para esta noche —pregunta la dulzura personificada que se encuentra del otro lado de la línea.
—No, no realmente. ¿Quieres salir o algo?
Seokjin se cruza de brazos con más firmeza y se gira un poco, con la finalidad de darme la espalda. Debido a su actitud infantil y adorable, tengo que morderme el labio para no soltar una carcajada.
—En realidad, no. Pero quería saber si te gustaría venir a casa y cenar. Seokjin saldrá con sus amigos esta noche y, teniendo en cuenta que es viernes, dudo que regrese —un suspiro se le escapa a Yunbi—. La casa es muy grande y no quiero estar sola.
La intensidad y velocidad con la que la pena me invade, hace que mi corazón dé un vuelco.
No sé exactamente cómo debe estar sintiéndose Yunbi con el asunto de su separación, porque no hemos tenido oportunidad de estar a solas y hablar. Pero estoy seguro de que ella no está bien, y ser consciente de ello me conmueve a un nivel profundo y primario.
—Seguro —asiento al tiempo que le respondo, aunque ella no pueda verme—. Iré a mi casa por un pijama.
—De hecho, hoy estaba caminando en el centro mientras pensaba en mi miseria y vi un pijama. Iba a comprarlo para Seokjin, pero luego pensé en ti —suena divertida ahora, y eso me relaja un poco—. Quizás puedas dejarlo en casa, pero como gustes.
Sus palabras me roban una sonrisa y no puedo evitar sentirme totalmente endulzado por su gesto amable. Ella es un ángel, Seokjin tiene razón.
—Si crees que tú eres miserable, espera a que te cuente la historia de mi vida —me permito bromear y escucho que ella deja escapar una carcajada—. Nos vemos en la noche, Yunbi-ssi.
—Déjame adivinar —el hombre a mi lado comienza a decir una vez que he finalizado la conversación—. Te dijo que me digas que le diga a mi chofer que te lleve a casa.
—Eso es exactamente lo que dijo.
Una risa irónica sale de sus labios.
—Esto es increíble. Apuesto a que me plantará en el altar para empezar una relación falsa contigo.
Ruedo los ojos, pero no he dejado la expresión burlona.
—No sea tonto, sabe que Yunbi-ssi lo ama muchísimo, justo como usted a ella —le recuerdo, aunque sé que no hay necesidad de hacerlo—. Simplemente no quiere estar sola esta noche.
— ¿Entonces por qué no me lo dice? —Replica de vuelta, y noto que un tinte frustrado se apodera de sus ojos expresivos—. Ella sabe bien que soy capaz de cancelarle una reunión al mismísimo presidente si me lo pide.
—Porque estoy seguro de que no quiere arruinar sus planes —comento lo que me parece lógico y acertado—. No conozco a Yunbi tanto como usted, pero sé que es de esas personas que ponen a sus seres queridos primero, sin importar lo que ocurra. Apuesto a que desea que usted se divierta y pase un buen rato con sus amigos.
Seokjin se queda quieto durante unos instantes, simplemente mirándome a los ojos. Se limita a asentir, en señal de entendimiento, y su mano derecha se detiene en mi nuca para atraer mi figura hacia la suya, con el fin de darme otro beso.
—Necesito que la cuides —susurra contra mis labios húmedos y me demoro unos segundos en comprender, pues su cercanía me desequilibra totalmente—. No me refiero a esta noche, sino en general. Yunbi no está bien y, aparte de mí, no tiene a nadie con quien hablar, porque nadie sabe sobre sus verdaderos problemas.
— ¿Qué pasa con Minjoo?
—No la hemos visto desde que se fue de casa —responde y se ve tranquilo, pero su lenguaje corporal irradia frustración—. ¿Sabes? Es reconfortante saber que te tiene, me llena de alivio.
—Estaré para ella siempre que me necesite —le aseguro, porque es verdad—. Creo que usted no tiene ni la menor idea de lo mucho que quiero a Yunbi-ssi.
Una sonrisa sincera tira de las comisuras labiales de Seokjin. De pronto, aquel gesto adquiere picardía.
— ¿Y a mí me quieres? —Pregunta burlonamente, moviendo las cejas.
Lo escaneo con cautela a la brevedad, porque su cuestionamiento, por más bromista que sea, me ha tomado con la guardia baja.
—Lo quiero... Matar.
La risotada que se le escapa luego de mi declaración se me contagia y, de pronto, parecemos dos estúpidos mientras nos reímos a viva voz.
Pero el momento agradable en el que nos hemos perdido momentáneamente es interrumpido, nuevamente, por una llamada. Esta vez, el teléfono personal de Seokjin es el que suena sin cesar.
Lo noto genuinamente molesto cuando toma el aparto y, a pesar de que solo le toma un segundo rechazar la llamada, consigo ver que es Hoseok quien acaba de hacer el intento de comunicarse con él.
— ¿Por qué no contestó? —Cuestiono con indiferencia, pero en realidad me interesa su respuesta.
—Estoy ocupado ahora.
Su contestación a mi pregunta es como una caricia a mi ego y me hace sonreír. Una vez más, sus manos grandes ahuecan mi cara y cierro los ojos, listo para recibir más besos; pero los abro prontamente cuando percibo que Seokjin se ha apartado de mí.
Miro hacia el exterior a través de la ventanilla polarizada y consigo visualizar a Eunwoo atravesando las puertas del Jungsik, regresando con nosotros.
El segundo chofer se adentra en el vehículo un segundo después para, finalmente, entregarle el teléfono que nuestro jefe dejó en el restaurante por cuenta propia.
Eventualmente, Seokjin y yo volvemos a pretender que no nos soportamos y el coche comienza a emprender el viaje de regreso a la oficina.
Seguimos en el camino de estos dos bebés
GRACIAS POR SUS VOTITOS Y COMENTARIOS 🌟❤️
Me alegran la mañana ^^
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