Capítulo 32

Duncan observa con cautela la capital de Vulgus sobre la terraza del edificio en donde sus compañeros y él se están hospedando.
El festejo había sido un dolor de cabeza y la noche, fría, lo obliga a estar en alerta porque algo anda mal.

El aire, las vistas, el silencio, ya no sabe que es lo que está llamando su atención.

Además, la idea de volver con los suyos cada vez se vuelve más inmensa y los pensamientos sobre dejar Tempus hacen eco en su cabeza. Sin embargo, algo está reteniendolo y aunque quisiera resolverlo la balanza no está de su lado.

Qué se esconde en las sombras.

Los pensamientos lo mantienen despierto y no le sorprende que a altas horas de la noche ya todos se hayan dormido porque mañana visitarán el palacio para conocer al viejo emperador de Vulgus.

Entonces vio a alguien correr por las finas calles de la ciudad, una persona apresurada por esconderse a tiempo.
Sin embargo, alguien más llama su atención y es por esa razón que desvía la atención para encontrarse con el rostro de la maga que desea llevarse a casa.

—¿Qué haces despierto? —El rostro de Lennon lo hace sonreír de lado y mira hacia la luna mostrándose agradecido por iluminar las facciones de su amiga.

—¿Acaso vas a obligarme a dormir? —pregunta divertido.

Lennon enarca una de las cejas gracias al comentario y sonríe para evitar reír.

—No —musita tomando asiento en una caja de manera vieja.

—Parece que has puesto un muro entre nosotros —suspira su inquietud. Aunque no está seguro de sus palabras, pero por alguna razón la maga le interesa.

—No lo tomes como algo personal. Ese muro siempre estuvo ahí —contesta con simpleza, encogiéndose para restarle importancia—. Sino me crees puedes preguntarle a Zila.

—¿Qué haces despierta? —Cambia de tema, porque está claro que no le gusta hablar de sí misma.

Ella se sorprende por el inesperado cambio de tema.

—Extraño Urbs.

—Por tu rostro, no extrañas Urbs... sino lo que está allí.

La mirada de Lennon se entristece por lo dicho, pero sobre todo lo que su cuerpo le exige ahora mismo. Jamás se había alejado tanto. Piensa sintiéndose molesta, cruzandose de brazos para aferrarse a ellos y atrae las rodillas al pecho.

—No quería molestarte.

—No lo haces, puedes dormir aquí si lo deseas —comenta tratando de ocultar la risa al ver el pequeño esqueleto correr hacia ella.

—Gracias. De todas formas, solo quería tomar aire —bufa recostandose para ver el cielo estrellado—. Por cierto, ¿no crees que ellos actúan extraño?

Duncan frunce el entrecejo, pero asiente sin ser visto.

—Desde que llegamos —contesta a secas y luego agrega—; no me complace la idea de ser recibido de esa manera como si fuéramos su única salida.

—... —Lennon responde con un monosílabo—. También tengo otra pregunta Duncan.

—¿Sí?

—¿Cómo funciona Tempus?

—¿Pará qué quieres saberlo? ¿Piensas robar mi magia? —bromea al enarcar una ceja.

—Ja, ja, ja —Ella finge reír de manera pausada, por lo que lo señala de manera despectiva—. Solo deseo saber cuál es el punto, es decir, toda aptitud tiene un lado positivo y negativo. Por ejemplo, Zila no puede cortar el flujo de magia de otro hechizo porqué podría ser peligroso. ¿Comprendes?

—¿Y cuál es tu punto? —repite.

—Vas a decirme o no —se queja.

—Y qué ganaría al hacerlo —pregunta de manera desinteresada al cruzarse de brazos.

Lennon blanquea la mirada y rechista molesta haciendo un ademán.

—Olvídalo, ya perdí el interés en saberlo —escupe—. Iba a decirte cómo funcionaba mi aptitud, pero ya me aburrí.

—¡Es así! —exclamo emocionado caminado hacia ella—. Entonces estamos a tiempo.

Ella sonríe de lado viéndolo llegar.

—No —niega antes de verlo a los ojos—, yo descubriré como funciona.

—Adelante —se encoge—. Sería interesante.

—Por cierto —Lennon se acuclilla sobre la caja de manera quedando a la altura de Duncan—, ¿tu no extrañas tu hogar?

—Creí que ibas a confesarte.

Ella enseña el puño a modo de advertencia y a modo de respuesta él se encoge restándole importancia.

—Mi gente es más importante que un imperio, ¿estás contenta?

—Supongo que debes amar demasiado.

Los ojos marrones de Duncan se abren de par en par al oír las palabras genuinas de Lennon que lo dejan sin palabras.

Sus labios entreabiertos expresan la sorpresa y la sonrisa de la maga de Urbs consigue hacerlo reír.

La verdad es que un simple monólogo logra conmoverlo al punto de recordar todo lo que ha tenido que pasar a lo largo de su vida.

Y lejos de odiar a los magos, una profunda admiración crece dentro de su pecho gracias a Lennon. Alguien con un alma genuina y transparente, deseosa de explorar el mundo y conseguir respuestas.

—Hace mucho tiempo alguien no me sorprendía —dijo con calma, llevando la mano hacia la cabeza contraria a fin de desordenarle los cabellos en un gesto cariñoso—, sigue así, Lennon. Eres alguien muy valiosa.

Una de las cejas de la recién nombrada se levanta debido a la confusión.

—Zila me está esperando —anuncia con rapidez, porque se había olvidado por completo de ella. Se pone de pie y señala la puerta—. Nos vemos mañana.

—No te preocupes —Él se encoge. —Adelantate.

La sonrisa que le entrega Lennon es hermosa tanto que debe apartar la mirada.

—Buenas noches.

Vuelve a acercarse al borde de la terraza para contemplar las calles empedradas y angostas de la ciudad, buscando a la persona de antes.

Entonces no debe hacer mucho a fin de volver a toparse con el sujeto que había llamado su atención, porque allí está él. Debajo de un farol titilante observando en su dirección.

—Tú presencia es realmente molesta.

Duncan, con las manos en los bolsillo, sube sin mucha dificultad al borde del edificio para lanzarse al suelo.

Cuando cae flexiona las rodillas siendo capaz de hundir el suelo bajo sus pies por el impacto. Luego se endereza viendo en dirección a la otra calle, por lo que empieza a caminar de manera sigilosa hacia la persona que llama tanto su atención que no puede dejarlo pasar.

El bufido de los caballos al pasar en carruaje se percibe con claridad, el vapor que se libera de sus bocas se alcanza a divisar desde kilómetros de distancia y su trote apresurado se escucha como un llamado de ayuda para ser liberados.

—Amar demasiado  —La sonrisa en el chico de cabellera ondulada se ensancha al repetir las palabras de su joven compañera—, ¿en serio lo crees?

Enarca una ceja al ver que el chico que lo observaba debajo del farol empieza a correr en dirección opuesta.

Para Duncan no es una novedad que las pocas personas en las calles no lo distingan en la noche, porque su capacidad de ser sigiloso es peligrosa. Al contrario de su actual presa que va empujando a la gente que se cruza para poder huir.

No importa el tamaño de una persona cuando al caminar los demás son incapaces de oírla.

—Aquí vamos.

El tiempo empieza a correr con lentitud, la tierra que es levantada del suelo por el pisoteo continuo de los animales se puede ver con claridad e incluso rozarla con la yema de los dedos al igual que el agua que una señora lanza por la ventana regando la calle.

A continuación, el tiempo vuelve a correr, Duncan apoya con tanta violencia el antebrazo en el pecho del sujeto flacucho que este termina dando una voltereta debido al impacto de su corrida alrededor de su extremidad.

—Me sorprende que alguien como tú crea que puede escapar de mí —habla con calma, viéndolo en el suelo del oscuro callejón—; ¿Qué buscas, lacayo? —pregunta entre dientes, desvelando las venas del cuello.

El sudor desciende de la frente del hombre flacucho y la ansiedad hace que las palabras sean retenidas en su garganta al ver la inmensa figura de un hombre enfrente de él.

—Los niños de Tempus... deben morir. ¡Ah! —Él ahoga un grito de auxilio en el momento que su pierna es pisada y tanto como la tibia y el peroné son quebrados como si fueran las ramas finas de un árbol.

—¿Por ti? —pregunta con incredulidad, mostrándose divertido—. ¿Acaso piensas herir a alguien con una pierna rota? Qué ingenuo —rueda los ojos antes de acuclillarse en el suelo y analizar el rostro perturbado del hombre—. No debieron enviar a alguien nuevo... ¡qué desperdicio! —hace una pausa para meditar—. ¿Últimas palabras?

La pregunta hace que los ojos del herido se abran con impacto y el pánico lo obliga a arrastrarse por su vida. El miedo consume cada parte de su cuerpo y trata de curarse para huir porque nadie le dijo que había un monstruo con esos muchachos.

—No hay momento más humillante en la vida que arrastrarse para vivir.

La voz grave y los pasos en su direcion lo obligan a enterrar las uñas en el suelo para tirar de su cuerpo y alejarse lo que más le permite.
Sin embargo, comprende que hasta ahí llega su vida porque en el momento que mira hacia atrás sabe que esos ojos oscuros no lo permitirán salir con vida de ahí.

(...)

Lennon Campbell

—Alumnos míos.

La voz de Ginebra me da escalofríos, de hecho, no le tengo mucha confianza desde que trató de meterse conmigo en presencia de Date. Aunque aún no realizó ningún movimiento cuestionable, supongo que el otro bueno para nada le habrá dicho algo.

—¿Están todos presentes? —Los ojos rasgados de la mujer se abren al vernos a todos con curiosidad—. Luego tendrán tiempo de pasear a su antojo mientras tanto deben poner atención al recorrido. No olviden que están representando a Urbs y a la Academia, Tempus.

Bostezo siendo exagerada.

Luego me limpio las lágrimas en las mejillas debido a que no pude dormir cómodamente. Me sentí tan inquieta que fui incapaz de descansar, ya que la estigma en mi espalda ardía. De hecho, lo sigue haciendo y realmente es una molestia.
Ser acompañante es horrible porque no puedo alejarme por mucho tiempo. Siendo sincera, comprendo la ansiedad que tiene César cada vez que está lejos de mí.

Es una sensación que, sin querer, me obliga a estar en alerta.

—Por hablar demasiado —sisea Zila.

Blanqueo los ojos.

—Solo fueron treinta minutos —murmuro recordando la charla con Duncan.

—¿Qué sucedió?

La voz de Gwen y su presencia me obligan a llevarme una mano al pecho.

—¿Dé donde saliste? —Me erizo debido al susto.

—Me perdí. Duncan me ayudó a volver con el grupo —señala al recién nombrado que aparece a mi lado haciéndome chillar—. Él también estaba perdido.

—Van a matarme —gruño, haciéndolos reír.

—Eres una exagerada —se burla Zila, cruzando un brazo sobre mis hombros—. La próxima asegúrate de dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top