Capítulo 28

Lennon Campbell

—¿Por qué haces esto? —farfullé, pellizcando mi nariz.

César hizo crujir sus extremidades gracias a mi disgusto.

Miro con atención la enorme caja blanca que está sobre mi cama. Luego observo la ventana de mi habitación contemplando a lo lejos las luces que iluminan el castillo.

Aún faltan algunas horas para la coronación del heredero y todavía no he tenido valor, no me he atrevido a abrir su presente.

—¿Qué quieres decirme con esto? —susurré para mis adentros. Entonces abrí la caja. —No puedo creerlo...

La realidad cae sobre mí como si fuera un balde de agua fría mientras mi estigma empieza arder por las órdenes que debo seguir.

Con el pulso acelerado levanté la tiara de laureles, con lingotes de plata y cristal. A su vez, debajo de ella, puedo apreciar un hermoso vestido blanco con capa en crepé de seda marfil con bordados al tono de tréboles y laureles.

—¿Qué dirías... madre? —suspiré, apretando las telas finas—. ¿Debo aceptarlo? —cuestioné abatida, cubriendo mi rostro con él.

(...)

Narrador Omnisciente

Entonces la mujer más bella del Imperio de Urbs subió por las escaleras del castillo en silencio. Había llegado tarde a la ceremonia, pero tenía tanto que pensar sobre la vida que debía llevar a partir de ahora que no puede evitar sentirse descompuesta.

No quería asistir.

Sin embargo, en el momento que miró su reflejo, no pudo explicar los pensamientos que empezaban a darle un nuevo significado a su vida.

Emperadores, Antiguos Milagros, magos de nombre y personas importantes asistirán a la coronación de la Sombra de Urbs. La plebe ama a su príncipe, quien a partir de hoy será dueño del imperio y la persona que va a manipular el timón de Urbs para llevarlo a la gloria.

Qué debería suponer una simple joven de dieciséis casi diecisiete años al respecto. No puede ser capaz de controlar las emociones ante lo que está por venir y se acerca, ya que comprende que su príncipe no hará caso omiso a los atentados, muertes y asesinato de los emperadores.

En ese momento la vida para Lennon empezaba a tener un nuevo significado mientras las puertas del gran salón eran abiertas.

Soy acompañante del Emperador de Urbs.

Varias miradas se detenían en la joven de cabello recogido en un moño de trenzas que sostienen su tiara brillante; ¿Una diadema? ¿Acaso se trata de la emperatriz de algún imperio vecino? ¿Quién es? ¿Quién es la mujer más bella que está caminando entre las personas?

La hija mejor de los Reagan se encontraba a un lado de su familia hablando de temas políticos con los Farrell. Ella se veía impecable luciendo su vestido rojo de seda y se ve más extraordinaria con las personas de su familia.

—¿Zila?

La recién nombrada volteó de mala manera. Sin embargo, sus facciones le dieron lugar a la sorpresa al ver a su mejor amiga.

Lennon se veía preciosa, es decir, jamás había visto el lado femenino de esta porque se trata de una persona descuidada que no le importaba su apariencia.

—¿L-Lennon? —tartamudeó.

Ella desvió la mirada al escuchar titubear a su amiga.

—Me haces sentir incómoda —confesó mostrándose nerviosa.

—Te ves preciosa —musitó Zila.

—Tú también —soltó de golpe.

Entonces ella se percató de los nervios de Lennon al hablar, por lo que enarcó una de las cejas y se atrevió a agarrar la mano de la contraria.

—¿Quieres bailar? Estás tensa —rio.

—¿Eh? Dije que no era buena haciéndolo —gruñó siendo arrastrada a la pista—. He llegado tarde, ¿ya coronaron al Emperador? —preguntó.

Zila notó en Lennon una mirada diferente, pero decidió callar y observar cómo ella intenta buscar con insistencia al nuevo dueño de la corona.

—Sí... ¿Pensé que ibas a venir con Duncan? ¿Qué ocurrió? Tu mano va a aquí —corrigió divertida, dirigiendo a la castaña hasta su cintura.

El calor ascendió al rostro de Lennon y tuvo que bajar la mirada por no recordar la etiqueta respecto a los tediosos eventos que no asistió desde niña, a los cuales debía presenciar con el príncipe.

—Trato de hacerlo bien —tartamudeó—. No sabía... yo no quería venir y no le respondí a Duncan —confesó avergonzada.

—No puedo creerlo —carcajeó Zila, sintiéndose divertida—. Has jugado con los sentimientos de un noble guerrero. Deberías pedirle disculpas, ¿eh?

—Voy a matarte —gruñó—. Deja de molestarme, Zila —advirtió.

El ceño fruncido de Lennon se vio adorable, por lo que los ojos celestes de su mejor amiga brillaron.

—¿Qué harás? ¿Vas a rechazarme? ¿Dejarme plantada? —lloriqueó. Luego se acercó con delicadeza al oído de la contraria. —¿Vas a mentirle a esta dama? —suspiró.

Lennon soltó a Zila mostrándose desconcertada.

—Deja de jugar conmigo, Reagan —susurró a la defensiva.

La recién nombrada se encogió y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Solo estoy bromeando.

Lennon esbozó una sonrisa de cansancio a priori de ver a su mejor amiga.

—No sabes hacerlo —sonrió antes de aferrarse al brazo de la contraria—. ¿Dónde están los chicos?

—¡No lo sé! —cantó Zila, agarrándola para darle un giro—. ¡Bailemos! Es nuestro primer baile juntas, ¡vamos a disfrutarlo!

(...)

Lennon Campbell

—¡Me duelen! —lloriqueó Zila.

La observé tomar asiento en una banca del jardín.

—Te lo dije —recordé por lo bajo al momento de cruzarme de brazos.

Enarqué una ceja, ya que ella se sacó los tacones y los lanzó a un arbusto.

—No pongas esa cara. Nadie va a notar que están ahí —asumió con picardía, haciéndome reír—. El vestido es lo suficientemente largo para cubrir mis pies. ¡Tenemos que disfrutar!

—Siento que se han invertido los papeles —suspiré, sentándome a su lado.

—Aprendí de ti —confesó.

La comisura de sus labios se curvó en una dulce sonrisa.

—Vamos a ser el mejor dúo que haya pisado Urbs, Lennon —afirmó.

A cambio, decidí guardar mis palabras y sin querer empecé a llorar en silencio. ¿Cómo podría decírselo? Ver la confianza que tiene en mí, yo soy capaz de esfumar los sueños de Zila por mis mentiras.

¿Por qué?

—Oh, Lennon. Ven aquí —suspiró, rodeando mis hombros para abrazarme—. ¿Qué está pasando por tu cabeza? —preguntó con calma, materializando un pañuelo a fin de limpiar mis lágrimas—. Vas a arruinar tu rostro.

No sé por dónde empezar. ¿Qué debo decirle primero? ¿Acaso poseo el valor para confesarle todo a Zila?

—Tengo miedo —titubeó viendo su atenta mirada— de no poder ser capaz de salvarlos.

Ella apretó mis brazos con cuidado sobre las telas.

—He vivido todo este tiempo siguiendo las órdenes de mi familia —declaró por lo bajo. Hizo una pausa al oprimir los labios. —Lo que quiero decirte... es que tú me salvaste a mí. Lennon, ¿acaso crees qué yo sería la misma? Mírame a los ojos y dime que me has cambiado —rogó, buscando mi mirada.

Mi labio inferior tembló.

—Quizá...

Ella abofeteó con suavidad mi mejilla.

—No digas una tornería porque vas a verme enojada.

—Sí, pero lo que tú no sabes... Zila, yo quiero decirte... —me ahogo en un vaso de agua mientras contemplo su mirada celeste.

—¿Srta. Reagan?

—¡Oh! Iré pronto —anunció, poniéndose de pie. Sin embargo, antes de marcharse, me observó—. Yo confío en ti. Sé que lo harás bien. No tengas miedo. El baile está por terminar. ¡Así que, nos vemos mañana en Tempus!

Y ahí va la oportunidad de confesarte quién soy.

Llevo una mano hacia mi cabeza y suspiro en el momento de contemplar los ventanales y ver la alegría de las personas al retirarse.

No sé cuántas horas he estado bailando a un lado de Zila compartiendo momentos penosos y riendo como si fuera la primera vez.

No tuve la oportunidad de ver a los chicos, pero siento que estoy bien. Quiero decir, mi corazón se sintió aliviado cuando estuve a un lado de Zila y ella hizo que mi presencia fuera natural.

No tenía miedo de equivocarme y solo me sumergí en la diversión del momento.

—La mujer más hermosa de Urbs.

Levanté la cabeza, encontrando enfrente de mí a Date.

Él está de pie y realmente se ve bien con su capa larga de terciopelo negro de la Orden de los Siete Emperadores, de su hombro izquierdo cae una capucha roja oscura que no posee uso. Asimismo, alrededor del cuello, bajo el tapado y sujeto a los hombros, cae un collar de oro con nudos heráldicos y la figura grabada del dios Arán, al igual que bandas de color blanco y rojo.

—¿Qué estás haciendo?

—Lennon, yo vivo aquí —respondió con gracia—. No te vi en la ceremonia —aclaró, sentándose a mi lado.

A cambio, lo miré de mala manera.

—No iba a venir —contesté a secas—. No... estaba bien —titubeé.

—¿Pero?

—Pero era una orden —finalicé cerrando los ojos.

Inhalo con fuerza antes de verlo a la cara.

—Ya no será un juego, ¿lo entiendes? —preguntó, a lo que me llevé una mano hacia la cabeza.

—No deseo ser parte de esto —respondí—, pero es mi obligación.

—¿Qué es lo que más deseas en este mundo?

Corrí la mirada sintiendo una presión en el pecho. Teniendo en mente la presencia de pensamientos intrusivos acerca de mi futuro.

—Magia —solté con ilusión—. Quiero pelear junto a mis amigos para traerle grandeza a Urbs.

Él agarró con delicadeza una de mis manos antes de ponerse de rodillas enfrente de mí.

—Mi madre deseaba dártelo.

Sacó del bolsillo de su pantalón una caja blanca pequeña. Y, a continuación, en el momento que descubrió su contenido quedé muda.

Ya que soy capaz de apreciar un collar de plata con un dije en forma de gota, el cual es un precioso diamante azul que brilló en el instante que mis ojos se posaron en él.

Levanté la mirada sorprendida.

—Ha acompañado a gran parte de la realeza de Urbs. Ella ahora es tuya —afirmó, aferrándose a mi mano con delicadeza para levantarme.

—Yo no puedo aceptarla.

Él sonrió enseñando sus hoyuelos al hacerlo. Luego me volteó con cuidado con el objetivo de ponerme el collar.

—Vas a ser mi sombra en esta guerra —susurró con pesadez.

Él respiró con fuerza al verme girar para encontrarme con su mirada apagada.

Sin querer, me aferré a sus antebrazos con firmeza porque me sentí abatida por sus palabras. De hecho, ser su sombra conlleva ser su espada y eso es una responsabilidad de vida o muerte.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté ansiosa—. Tú tienes miedo de perderme —escupí molesta. Luego enterré mis uñas en el manto que lleva—. ¡¿Qué intentas hacer?! —grité rabiosa—. No lo comprendo...

No pude evitar perder el equilibrio, pero él me sostuvo con fuerza para no dejarme caer.

Se inclinó al punto de que nuestras frentes se rocen.

—Después de todo, es lo que has deseado durante mucho tiempo. Nada va a ocurrirte allí afuera —susurró, arropando mis mejillas—. Ahora eres tú la que teme, ¿eh, Lennon?

Sin querer, mi mirada se cristalizó por las lágrimas.

—¡Tengo miedo! —exclamé alterada—. ¡Vi a mis compañeros muertos en la Arena! La Emperatriz murió... no... ¡La mataron! ¿Cómo piensas que estaré bien? ¡Mis amigos! ¡Este Imperio! —estallé perdiendo la cordura.

Él endureció el semblante.

—No voy a abandonar a Urbs en la guerra que se está formando en las sombras, Lennon —sentenció—. Tu posición es similar a la de una Emperatriz, ¿lo sabes? ¿A qué le tienes tanto miedo? —volvió a cuestionar—. Yo no voy a abandonarte.

—Temo morir... y no haber hecho algo —confesé—. Esa es la única verdad —suspiré temblando, viéndolo a los ojos a pesar de estar odiando nuestro vínculo.

—Sabes que tengo prohibido interferir para no romper con el equilibrio de la magia gracias a la Orden de los Siete Emperadores —susurró cerca de mí conectando nuestras miradas—. Pero no voy a abandonar a Urbs como lo han hecho mis antepasados y tampoco dejar que salgas herida —suspiró. Él rozó mi montón con las yemas de los dedos—. Estás obligada a acudir a mí las veces que sea necesario —esbozó una sonrisa. A su vez, acarició una de mis mejillas con cariño—. Sé la espada de Urbs, la sombra del Emperador y la corona de la Emperatriz.

—¿Podré usar magia?

—Vas a ser más que eso —besó el dorso de mi mano. Luego me vio ligeramente a los ojos—. ¿Me concedes un baile?

Sé que hay un largo camino por delante para descubrir lo que ocurrió aquel día. Además, soy consciente de la amenaza que acecha a los imperios y Date no va a quedarse de brazos cruzados por lo que hemos vivido.

Nos espera una aventura peligrosa, repleta de misterios y magos más poderosos de lo que alcanzamos a conocer. No será fácil, pero a partir de ahora necesito ser fuerte y no dudar de mis habilidades, al igual que poner toda mi confianza en las manos de él.

Me pregunto si seré capaz de soportar ser la acompañante del emperador de Urbs.

—Acepto.

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