Capítulo 19

Narrador Omnisciente

La mirada de Lennon está clavada en el suelo y el rastro de lágrimas se puede contemplar en sus mejillas pálidas, ahora, rosadas por el llanto. Está de brazos cruzados, recargada a un mueble en la habitación del heredero en silencio.

Hay tantas interrogantes que desean ser resueltas en su mente, pero Lennon se pregunta si sería capaz de resolverlas a todas sin deshacerse al oír la verdad.

La reina había sido envenenada sin que nadie lo notara. ¿Acaso tiene que preocuparse por lo que pueda ocurrir en la oscuridad del imperio? ¿Es necesario empezar a estar en alerta? Es inminente que Urbs se impacte, incluso caiga en un estado de pánico por la noticia.

¿Cómo llegamos a esto?

Los gobernantes lo son todo para su pueblo, más cuando no se han recuperado de las bajas que se sufrieron en la Arena y los ataques que hicieron temblar a las instituciones. Sin dejar de lado los golpes en otros imperios.

Jadeó.

Tragó con fuerza el nudo de la garganta y se cubrió la boca con la mano.

El labio le tiembla y saber que los momentos vividos con Lady de Azhara se convertirán en recuerdos que van a quedar ahí; en su memoria.

—¿En qué he fallado?

Vio de soslayo a Date, bebiendo un vaso de whisky debido a lo acontecido horas atrás.

Él permanece sentado en el inmenso sofá de su dormitorio, con las piernas abiertas y la mirada clavada en el techo. Su cabello se encuentra sobre su rostro gracias a que no ha sido peinado hacia atrás como suele tenerlo. A su vez, enseña una apariencia desarreglada, no lleva su tapado, la camisa oscura tiene unos cuantos botones desprendidos y su pantalón se encuentra arrugado.

—El emperador... —balbuceó Lennon, por lo bajo, encogiéndose gracias a su voz titubeante.

—Mi padre no va a pasar de la primavera —sentenció siendo profundo al hablar—, iba a suceder tarde o temprano. No obstante, con la muerte de mi madre será antes de lo esperado —susurró, bebiendo con ímpetu.

Entonces los labios de la adolescente se entreabrieron al percatarse en aquel simple movimiento que la visión de su maestro se encontraba iluminada.

La mirada imperial, ojos brillantes como el sol, desvelan la superioridad de la sangre pura que está ligada con la vida de dioses.

Por esa razón, aspirar a serlo es una tarea imposible, incluso desear ser poseedor de la Eagna es un sueño para ingenuos. Solo los magos de sangre pura pueden poseerla, aunque se hallen excepciones. El brillo en ellos se percibe como el control y poder que tienen sobre sí mismos y las cosas.

Los ojos de los emperadores brillan con intensidad en el momento que el maná fluye con violencia por ellos, es decir, son personas que poseen una capacidad innata cuando se trata de la magia.

Tienen el control absoluto sobre ella; su alrededor; el maná de las cosas, incluyendo el de otros aspirantes y la existencia misma de la sabiduría, la Eagna.

A Lennon le aterra la superioridad de Date porque comprende que podría destruirlo todo, al igual que su propia vida. Ella entiende más que nadie la existencia de la familia imperial porque le tocó vivir de cerca con personas poderosas.

Por tanto, la posibilidad de ser consumida por una fuerza superior que es incapaz de enfrentar a veces la enfurece.

Ella odia la razón de ser reprimida por un bien mayor, controlada porque no debe accionar por el vínculo que posee, ya que Date tiene prohibido actuar gracias a que los emperadores no pueden intervenir para no romper el equilibrio. Ese pensamiento la incluye a ella, una maga deseosa de explorar el mundo junto a sus amigos.

—Es inevitable —murmuró, apretando con fuerza sus brazos desnudos por debajo del tapado—. Sin la existencia de la familia imperial... Urbs está en peligro —afirmó con fuerza, volteando para toparse con él.

La mirada que se encontró fue capaz de erizar cada vello de su cuerpo, impotente y superior en todos los sentidos, incluso intimidante. La visión de un cazador en busca de sangre.

Date la mira como una presa y eso la paraliza.

—Un paso a la vez —sentenció.

Él se puso de pie, una vez dejó la copa en la mesa, y se giró a fin de contemplar el amanecer a su espalda. El cual iluminaba el rostro de Lennon enrojecido por las lágrimas.

—Haré los preparativos para el funeral de mis padres —tembló y, tensando la mandíbula a fin de no ceder, decidió guardar silencio.

—Lo siento.

La respuesta de ella le produjo una punzada en el pecho.

—Luego seguirá la coronación —sonrió entristecido.

—Yo...

Lennon balbuceó llegando a su lado, aterrada por lo que podrían significar sus palabras. Pero no puede seguir posponiendo lo inevitable, su lugar es junto a su majestad.

—Serás mis ojos, oídos y boca —confesó con calma.

A continuación, Date volteó para encontrarse con la mirada azul de Lennon. Las palabras dichas habían sido con el objetivo de ver una nueva expresión en ella.

Entonces pudo comprender el anhelo de su acompañante por desear permanecer a un lado de los magos que defienden a Urbs y no junto a él. Debía ser benévolo, incluso cuando la mirada cristalizada de la chica le genera ser egoísta.

—Vamos a proteger a nuestro imperio —ordenó con fuerza, viéndola temblar—. Y vas a estar a mi lado como siempre has deseado; Lennon —posicionó la mano en el hombro de la chica—, siendo un guerrero.

—¿Date? —preguntó consternada—. ¿Qué estás diciendo? —susurró sorprendida.

La mirada del hombre que tiene enfrente había dejado de brillar, pero por alguna razón podía seguir viéndola destacar entre tantas porque se le hace única.

—¿Acaso piensas decirme que deseas estar a mi lado? Creí que jamás escucharía venir eso de ti —murmuró divertido, esbozando una sonrisa debido a los ojos vidriosos de la contraria—. Al fin vas a aceptarme como tu maestro, ¿eh, Lennon? —preguntó con maliciosa.

Sabía que no iba a tomárselo bien, de hecho, la conoce mejor que nadie para comprender que iba a explotar.

—¡¿Qué demonios estás diciendo?! —estalló rabiosa, hirviendo cómo sus mejillas rojas y orejas—. No juegues conmigo, imbécil —rugió, señalando con fuerza el mentón del heredero.

Blanqueó la mirada, teniendo una curva filosa en los labios. Entonces rompió a carcajadas, sintiéndose aliviado porque a pesar de tanta soledad podía sentirse así por tener a una locura como Lennon.

—No pienso aceptarte, ¡jamás! —chilló furiosa.

—Te ves adorable con el rostro sonrojado —insistió con una mano en el mentón, inclinándose en dirección a la menor para verla mejor—; ¿alguien como tú tendría a muchos pretendientes por ahí? Tienes una belleza inusual...

—¡Déjame en paz! —bramó avergonzada, abofeteándolo con tanta fuera que logró recostarlo en el sofá—. ¡Solo vuelve a molestarme y voy a arrancarte los ojos, fenómeno!

Se aferró con fuerza a la camisa de seda negra, arrancando los botones por el agarre firme, haciéndolos caer al suelo. Y si fuera posible se subiría sobre él para azotar su cabeza contra el mueble.

Voy a matarte.

—Eres un poco atrevida —silbó.

Un par de bofetadas no lograrían callarlo, no cuando las mejillas de Lennon iban a seguir ardiendo por la vergüenza. Además, no siempre tiene permitido bromear con la chica, ya que ella suele imponer una barrera incluso más poderosa que la magia de los emperadores.

Lennon es complicada de llevar cuando se trata de su relación como maestro y acompañante. Haber aprendido con ella fue una tarea difícil, porque de cierta manera nunca conoció a alguien tan explosivo.

Luego de haber sido sacudido, llevó una mano a su cara para tirar los cabellos lacios hacia atrás y contemplar mejor a la chica.

—Recibirás instrucciones a lo largo de la semana —anunció para dejar de ser movido—. Asegúrate de que nadie esté siguiéndote, hemos sido cuidadosos pero no me atrevo a confiarme. No cuando asesinaron a la reina.

La expresión de Lennon cambió en ese momento, reflejando pánico porque no podría ser capaz de defenderse.

—No tengo magia —recordó asustada—. ¿Crees que van a...? —pensó en voz alta, congelándose en el momento que su mente proyectó a sus amigos.

Ellos podrían ser un blanco fácil.

Sus manos, las cuales seguían aferrándose al contrario, fueron envueltas con cuidado.

—Soy un emperador —sentenció con seriedad, captando la mirada asustada de la menor—, incluso si no puedo actuar... no permitiría que lleguen a ti, Lennon.

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