Capítulo 11
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(...)
Lennon Campbell
—Por favor, trae a Willow mañana. Estoy empezando a extrañarla.
La curva que nace en los labios rosados de Zila se extiende. Por lo que me dijo, la rehabilitación de su acompañante termina hoy.
—¡Sí! —estalló, palmeando mi hombro—. Nos vemos —saludó siendo amigable.
Ella se ve contenta.
Supongo que debe ser por las palabras de Fatheree y el nuevo plan de estudio que incluye a los Antiguos.
Me alegra que magos como Zila logren alcanzar la meta que se impusieron desde pequeños, pero no así.
El imperio flanqueó respecto a esta medida.
—Tengo que hablar con Fatheree —murmuré, por lo bajo, observando a César chasquear sus extremidades—. Voy a presentar mis quejas —escupí molesta, colocando las manos en los bolsillos.
Ahora mismo, me encuentro en la entrada de Tempus, esperando que mis compañeros se retiren a fin de charlar con el viejo.
Quiero decir, pude haberlo hecho antes, pero estuve rodeada de esos fantasiosos que serán mi nueva pesadilla a partir de mañana. Tengo muchas preguntas, de hecho, Fatheree debe estar esperándome.
Camino con calma por los pasillos, haciendo resonar la suela de los zapatos en mi trayecto hacia la torre del director.
Tiene que estar de humor para escucharme o va a desear matarme.
Doy unos toques a la puerta anunciando mi llegada.
—¿Qué te retrasó? —preguntó.
En el centro de la sala hay esferas que representan el sistema solar, de hecho, la que está en el medio es igual de brillante que el sol y a su alrededor, gracias a la magia del viejo, orbitan las demás. No lo he mencionado, pero este sujeto es más poderoso de lo que parece. Mis progenitores fueron sus alumnos, yo también, él solo elige a estudiantes únicos o a los que considera que están listos para asumir la responsabilidad de ser un mago del imperio.
Por eso mismo me sorprendí cuando Date reveló que podrían existir personas más poderosas que ellos.
Volviendo a los detalles. Es una instancia gigante, en realidad. No se puede llegar a describir porque por fuera es una simple torre, pero por dentro es una biblioteca que rebasa el absurdo. No se podría llegar a considerar su tamaño, porque ella es infinita.
A un lado del escritorio del director, el cual se encuentra en el fondo de la habitación, hay una escalera de caracol que levita a voluntad de la persona que sube en ella para buscar en la biblioteca que parece no tener un final en la oficina.
El sol somos nosotros y los planetas los libros.
—Mis compañeros —respondí, caminando hacia el escritorio.
Él no deja de escribir, siendo habilidoso al hacerlo a pesar de la ceguera. Ni siquiera levanta la cabeza para prestarme atención.
—¿Por qué tomaste esa decisión? —pregunté molesta, reprochado su imprudencia—. ¿Viejo?
En realidad, Fatheree no tiene la culpa de mi condición. Aun así, no puedo dejar de sentirme ofendida por su poca empatía, de hecho, no sé qué excusa, voy a poner ahora enfrente de mis compañeros.
—Lennon —pronunció en un suspiro, por lo que me erguí al ver que levanta la cabeza. Mis labios se oprimen—. El futuro necesita ser más fuerte o parecerá... ya deberías saberlo —murmuró.
Frunzo el ceño, cerrando los puños con fuerza gracias a su parloteo.
—Sé claro —exigí—. Hablan del futuro con facilidad, ¿pero acaso alguna vez se preocuparon por nosotros? Los abandonaron cuando los estaban matando —rugí rabiosa.
—¿Qué te ha dicho nuestro príncipe, Lennon? —preguntó siendo cuidadoso—. El futuro es igual de importante que la vida que perdimos, Tempus no va a volver a cometer un error.
—¡Qué viva con calma! —grité—. ¿Cómo podría hacerlo? Mis compañeros murieron, los Milagros no aparecieron. ¿Por qué? —cuestioné rabiosa, azotando el escritorio, una y otra vez—. ¡Se supone que es su obligación porque para eso han sido elegidos! ¡Sí, fuera una maga, yo no lo hubiese permitido, ya que es lo que un soldado debe hacer!
—Sin embargo, no lo eres —musitó con frialdad—. Tu pensamiento se produce por el anhelo de desear con desesperación lo que no posees —concluyó, dejándome helada—. Se debe respetar el equilibrio que fue impuesto por nuestros antepasados, ¿acaso piensas que antes alguien no proclamó tus creencias?
Me siento regañada e impotente por no ser capaz de contradecirlo.
—Yo soy la excepción a la regla —murmuré, por lo bajo, viendo a César en mi hombro—. No voy a conformarme con lo que me digas tú o Date —confesé.
—Eres demasiado joven para llegar a entender la responsabilidad que tenemos sobre los hombros —afirmó—. El príncipe te ha dado mucha libertad, deberías saber cuál es tu lugar en Urbs.
¿Mi lugar en el Imperio?
—A lo mejor es diferente —susurré esperanzada—. No podría conformarme con esto.
—Te entiendo.
Abre los ojos, enseñando el claro de su mirada, esbozando una sonrisa gentil para calmar mis sentimientos. No obstante, no puede hacerlo, él en contadas ocasiones va a apaciguar la melancolía que hay dentro de mí.
—Mientes —subí mis hombros—, jamás lo harás. Tú no eres como yo —oprimí los labios, bajando la cabeza porque tengo ganas de llorar.
—Tienes razón —respondió.
Cierro los ojos, sintiendo las lágrimas deslizarse por mis mejillas.
—No sería capaz de vivir sin la magia. Quizá, no somos iguales, por eso mismo trato de entenderte con el objetivo de admirarte —confesó—. No llores, Lennon —musitó—, Tú eres alguien muy fuerte, pero debes aceptarlo porque negarlo solo está retrasando las cosas.
—Ellos estarían decepcionados —hipé con dolor, limpiando las lágrimas con la camisa.
César trata de abrazarme con fuerza cuando empiezo a llorar en silencio, lo cual me anima. Pero francamente no es suficiente.
El suspiro de Fatheree nos transmite frío, mis vellos se erizan por ello. De todas formas, sé que su preocupación, escondida bajo su personalidad seria, es genuina pese a no demostrarla, porque él estuvo ahí cuando despedí a mis padres.
—Sé que no lo harían —confesó, por lo bajo, haciendo una pausa para tomar aire—. No lo hubiesen permitido.
Lloro, empapando mis mejillas con dolor, rabia y emociones que no puedo controlar enfrente de él. Sorbo mi nariz, pero el llanto se libera de mí con naturalidad.
—¡No deseo esto! —me lamenté—. Iba a ser una maga prometedora para el imperio, ¡todos lo sabían! —grité con fuerza, temblando por la rabia que me prohíbe controlar mis sentimientos.
—No pienses en lo que pudo haber sido de ti, Lennon. Estás haciéndote daño al imaginar una vida que no puedes tener.
—¡Y eso a quién le importa! —exclamé—. Sé que no soy la única persona en el imperio que tiene problemas, pero ser una maldita acompañante lo cambia todo. ¡No es justo! ¡No lo es! Estoy actuando enfrente de mis compañeros, fingiendo que soy una de ellos cuando no es así. ¡Voy a decepcionar a Zila! —estallé, llevando una mano hacia el rostro.
Abro los ojos, viendo borroso por las lágrimas que no se detienen.
—Un verdadero amigo no se sentiría decepcionado —farfulló—. Incluso las buenas decisiones pueden ser imprudentes.
—Oh, viejo —escupí, limpiando las lágrimas—. No salgas con eso ahora.
—Tu amiga va a comprenderlo cuando llegue el momento, quizá, el futuro reproche sea por haber evadido la sinceridad. Eres inteligente, comprende mis palabras —carcajeó, contagiando su simpatía.
—Tienes razón.
Cesar se aferra a mis mejillas, preocupado por las lágrimas que caen y trata de limpiarlas, siendo sincero al intentar borrar el dolor que está atravesando mi corazón.
—Los amigos son como los acompañantes —confesó divertido, tomándome por sorpresa—. Es un amor genuino que nace desde el fondo del alma cuando encuentras afinidad con alguien más, ¿comprendes?
—Me siento rabiosa —respondí, acunando a mi amigo entre los brazos—, porque sé que voy a lastimarla cuando se entere.
—Las personas suelen herir a quienes los aman, ocurre con frecuencia —contestó, poniéndose de pie, alzando los brazos para convertir nuestro alrededor en una ilusión.
La galaxia es preciosa, pero oscura.
—¿Qué sería del ser humano sin el perdón? —preguntó, esbozando una sonrisa—. Estoy hablando de una disculpa sincera que calma el alma, no aquella que es pronunciada por charlatanes que hieren.
—Tú... —titubeé con miedo, sabiendo todo lo que conlleva decir la verdad—. Gracias.
—Sé que eres miedosa —musitó siendo ameno, pasando su mano por la barba blanca.
Mis mejillas se encienden por la molestia.
—Pero eres audaz. Así que, confío en que vas a manejar cualquier situación que se presente con sabiduría.
—Sabiduría...
Balbuceo, sabiendo lo que significa el peso de ella en el mundo mágico. La Eagna, la cual pocos magos poseen, tiene la capacidad de destruir ciudades enteras o unir mundos.
—Encuentra el significa de la vida que quieres llevar y empieza a ver tu existencia con otros ojos —animó, deshaciendo el panorama galáctico—. Escucha a este viejo, no seas cabeza hueca —carcajeó.
Rio, encogiéndome en el momento que comprendí su punto.
—Tienes razón, viejo.
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