Capítulo 06
Lennon Campbell
Qué aburrimiento.
Me siento abrumada.
—Los magos de Urbs son impresionantes —declaró entusiasmada Maeve.
—Sí —respondí a secas—, pero muy pocos —contesté con desinterés, por lo que ella sonrió.
—No sueles sorprenderte con facilidad, ¿no es así? —preguntó, divertida, enarcando una ceja.
La observo de reojo antes de encogerme, hundiéndome en la comodidad del asiento al colocar los pies en la butaca de adelante, por cierto, desocupada.
—De hecho... no creas que no puedo sorprenderme —contesté con calma—, pero no de esto —sentencié, señalando la arena, devolviendo la sonrisa.
Hay cosas más interesantes.
—A propósito —continué, relamiendo mis labios. Ella volteó en mi dirección. —Me disculpo contigo —declaré, haciendo una pausa y antes que responda prosigo—. Mi mejor amiga es alguien atenta y cortés, pero así no estés de acuerdo, tendrás que respetar su pensamiento. Yo me disculpo por su lengua afilada —aclaré, tomándola por sorpresa.
Apoyo el codo en el descansa brazos para poder cargar el mentón en la palma de la mano.
—Por favor —susurró, riendo con simpatía—, mi reacción fue grosera. Zila solo dijo lo que todos piensan de Sin Die —musitó entre risas—. La verdad no debería ofenderme.
—Tienes razón, Maeve, ¿cuánto tiempo estarás en Urbs? —cuestioné curiosa, cambiando de tema.
—La alianza también implica el intercambio de estudiantes y trabajadores, quizás, llegué a graduarme con los futuros magos de Urbs —confesó contenta.
Sonreí.
—Es un placer ser tu compañera, Maeve —bramé emocionada.
Me pregunto qué quiere hacer Date con la alianza. Esa jugada es repentina, ¿no es así? De todos modos, eso no debería importarme.
A pesar de estar hundida en mis pensamientos, estoy muy atenta a la clasificación de la actividad.
1.- Benjamín Farrell.
2.- Gwen Camshronach.
3.- Zila Reagan.
—Te la están poniendo difícil, eh —murmuré entretenida, viendo el rostro de mi amiga en la pantalla al pelear con alguien más.
No obstante, mis sentidos se alteran, el estigma en mi espalda empieza a arder con intensidad, haciendo que me siente con ligereza de manera apropiada. Asimismo, César se despierta alterado debido a mis emociones que florecen con ímpetu.
¿Otra vez?
Agudizo mis sentidos, percatándome al instante de los murmullos de los superiores.
Me pongo de pie, contemplando las gradas de los profesores, quienes mantienen una conversación alterada. Algunos se ponen de pie para marcharse y otros se acercan a Fatheree, el cual posee una expresión de pocos amigos.
Me muerdo el labio con fuerza, buscando con la mirada a Date. Aun así, no logro encontrarlo entre nosotros.
—Zila —murmuré aterrada.
Entonces una imagen estremecedora es trasmitida por la arena.
La garganta de uno de los participantes de la Caza de Magos es cortada por un hombre vestido con una capa oscura, por lo que me estremezco.
La sangre tiñe la cámara del transmisor, dejando a la vista la muerte de un joven de Tempus.
Me atrevo a decir que no lo pienso dos veces a la hora de pasar por las butacas, a pesar del pánico que nace de las personas luego de lo visto, con el objetivo de dirigirme al portal.
—¡Lennon!
Escucho con claridad el grito de Maeve al llamarme, pero no quiero voltear porque no voy a detenerme.
Caigo en la arena, empezando a correr hacia el portal que se encuentra en medio de ella.
Sin embargo, los guardias empiezan a rodearlo.
—Demonios... —gruñí molesta, enterrando los pies en la tierra porque obstruyen el camino.
—¡Por Orden Real el acceso está prohibido!
Me siento cohibida, la verdad.
No voy a mentir respecto a mi condición desagradable, pero tengo más de un truco bajo la manga. No usar la magia, hizo que sea habilidosa en otras áreas, más cuando soy una mascota real.
Ellos me han entrenado bastante bien.
No es momento para dudar, Lennon.
Avanzo con determinación, corriendo hacia uno de los guardias.
—Entra al portal y busca a Zila. Debes protegerla. Cuídate, César —ordené, aferrándome a él con el objetivo de lanzarlo entre los guardias.
La situación es más complicada de lo que parece, de hecho, que traten de prohibir el paso hacia el portal quiere decir que algo chungo está sucediendo adentro. ¿Lo peor? Es que mis compañeros están ahí con asesinos y no necesito saber su propósito, por tanto, no me interesa.
Lo único que me importa es sacar a Zila y tratar de defender a quienes estén ahí adentro, porque no confío del todo en la sinceridad de mi imperio.
Me pongo de pie enfrente de uno de ellos, separando las piernas y estirando uno de los brazos en su dirección para mantener el otro recostado a mi cuerpo.
Pelea contra mí.
La invitación pasa a ser una broma de mal gusto en esta situación, pero si pretendo entrar ahí debo hacerlo, más cuando la arena es un caos y nadie ve lo que hago. Es decir, parece traición porque en pocas palabras me estoy revelando.
Además, la mirada irónica que se dedican entre ellos al verme de pie enfrente de su colega parece ofensiva. Pero la entiendo, yo también pensaría lo mismo si una mocosa quiere pelear en un momento crítico.
Aunque, siendo honesta, parecerles un chiste es una ventaja que me beneficia.
¡Ahora!
Sonrío agradecida antes de cruzar agazapada por su lado con rapidez y, en el trayecto, le quito la espada con su estuche.
—¡Gracias! ¡Luego le diré a Fatheree que te la envié por correo! —grité entre risas, corriendo hacia el portal.
De todos modos, sabía que eso no iba a ser el único obstáculo de mi encrucijada.
En el instante que escucho el movimiento del metal, desenfundo la espada para voltearme y chocar hojas con uno de los soldados.
—¡Has desafiado una Orden Real! ¡Queda detenida! —estalló con furor, por lo que me esfuerzo aferrándome al mango de mi arma con ambas manos gracias a su fuerza.
—¡Qué así sea! —respondí, impulsando mi cuerpo hacia el contrario a fin de alejar su espada de la mía.
El suelo empieza a temblar de bajo de mí y una porción de tierra, en la que estoy de pie, se desprende, por lo que abro los ojos con sorpresa mientras me alejo de la superficie.
Busco a mi salvador o salvadora.
—Oh, tenías que ser tú —reí, encontrándome con Maeve con ambas manos estiradas en mi dirección—. Te debo una —murmuré, empezando a saltar entre las baldosas flotantes para llegar al portal.
Voy por ustedes. Aguanten, Zila y César.
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