Capítulo 02
El capítulo de la semana está dedicado a strangerg1rl ♡
(...)
Lennon Campbell
—Lennon Campbell de Segundo Año va a enfrentarse a Benjamín Farrell de Último Año.
¿El Presidente del Consejo? ¡Qué pereza!
—Él no tiene compasión, Lennon —apuntó mi amiga—. Sé cuidadosa, por favor.
El celeste de Zila está analizándome a fin de encontrar dudas en mi expresión. De todas formas, soy invisible a su especial Ojo de Argos, el cual es aterrador para los que se enfrenten a ella. Y comprendo su silencio cuando intenta hacerse con mis pensamientos, los mismos que suponen ser una gran incógnita para mi compañera, quien todo lo ve.
Señalo a Zila.
—No te atrevas a usar esa facultad tuya en mí contra, ya te he dicho que es de mala educación, leer los pensamientos de los demás —me quejé, sintiéndome inquieta cuando sé cuál es su fin—. Me vas a ojear —reproché molesta.
Ella liberó una carcajada.
—¿Cómo puedes quejarte? Eres alguien ilegible —respondió a las risas—. Si lo hago es porque sé que te incomoda, Lennon —suspiró burlesca.
—¿Y eso te hace sentir mejor? —pregunté perturbada.
—Basta de cháchara, tienes que ir o van a darte por perdido el enfrentamiento. ¡Éxitos! ¡Porque la suerte es para mediocres! —chilló, haciendo un corazón con las manos.
¿Ganar? ¿Perder? Esto es ridículo.
—¿Importa?
—Oh, vamos. Sé optimista.
Al dirigirme hacia el enfrentamiento contemplo las habilidades de Benjamín, quien se ha dedicado por mucho tiempo a la magia debido a la presencia de sus padres en el Podio de Urbs. Además, los Farrell provienen de una Tribu que ha servido al imperio desde sus cimientos.
Sin embargo, más me perturba el acompañante que posee Benjamín, se dice que su lobo es descendiente del mismísimo Fenrir, hijo de Locki. Él se alimenta de la gema de Nox y, no debo sacar conclusiones apresuradas, pero la posibilidad de que barran el suelo con nuestros traseros es de un 99%, César.
Nos van a matar.
—Me sorprendes, Campbell. No pensé que fueras a presentarte, ya que siempre tiendes a renunciar cuando se trata de peleas.
Me atrevo a sonreír enseñando la dentadura, elevando una ceja mientras nuestras miradas se conectan.
—Aquí estoy —me encogí desganada, haciendo una reverencia—. Ha sido una orden del viejo, prodigio de Urbs.
Voy a matar a ese anciano cascarrabias. ¿Qué desea demostrar con este enfrentamiento? Que el tabú de Urbs es una realidad en la historia de nuestro Impero.
Veo a un lado a mi acompañante, quien duerme en mi hombro y si existiera una posibilidad él babearía.
Debo renunciar.
—Enfócate en mí, Campbell.
Mi pupila se dilata al percatarme de la presencia de mi oponente a escasos centímetros de mi cuerpo, por lo que observo el inmenso reloj de arena que se encuentra sobre nosotros, el cual dio inicio a la pelea.
¡Carajo!
Sí, carajo.
No solo recibí el golpe de Benjamín, sino que el impacto de mi cuerpo contra el muro que rodea la arena duele como los mil demonios.
Inhalo con fuerza, temblorosa cuando me desprendo del sello que hice en la pared. Las piernas me tiemblan, porque siento ardor en la parte trasera del cráneo y cómo un líquido espeso cae por mis caballos.
—¡¿Qué demonios?!
Observo asombrada la sangre deslizarse entre mis dedos, levantando la vista al instante para mirar a Benjamín que sonríe con soberbia.
—Es hora que despiertes César —hice una pausa— o van a matarnos.
Inhalo por la nariz y exhalo por la boca, sacudiendo la mano para retirar la sangre que la manchó por la herida hecha en mi nuca.
Entonces, frunzo el ceño, ya que noté las intenciones de Benjamín en forzar el encuentro para hacerme pelear de verdad porque pretende lucirse.
—La pelea no debe ir en serio —mascullé, apretando los puños con fuerza.
A cambio, mi ceño se arruga por el disgusto que me lleve con ese golpe.
—A ti no te importaba, ¿no, Campbell? —preguntó divertido.
Me relamo los labios por lo dicho.
—¡Claro que no! —declaré atónita—. Pero no piensas tomarte en serio este juego de niños, ¿no?, ¡es absurdo! —afirmé abrumada, señalando mi mano sucia por la sangre—. ¿Vas a herir a tus compañeros por ser fichado por esos idiotas? —rugí enojada.
—Te entiendo —aceptó, peinando sus cabellos hacia atrás. Aun así, sus ojos embriagados por el éxtasis de la pelea hizo que entrecierre la mirada—, pero lo que para ti es un juego de niños, para alguien más es una realidad —comunicó.
Dicho y hecho.
Este imbécil va a pelear en serio.
La niebla de Nox, espesa y gélida, inunda el estadio de Tempus como si fuera agua rompiendo una represa. La arena de pelea desaparece a causa de la poca visibilidad que ella produce, esto quiere decir una cosa, y se debe a que Benjamín invocó a su compañero.
El cuerpo se siente pesado, despistado, y el corazón se acelera ante la incertidumbre de recibir un ataque de una bestia descomunal. Los sonidos en la soledad alteran la percepción o acaso nunca se han perdido en la neblina como para no poder sentir terror ante lo que no se puede ver.
A continuación, el rugido de la bestia de mi compañero retumba con furor en el estadio. A su vez, siento un movimiento en la espalda, eso quiere decir que César se despertó de su siesta y trata de comunicarme que mi nuca está lastimada porque sus huesos se mueven con pánico.
—Tranquilo, César —susurré siendo dulce—. No voy a ponernos en peligro —confesé, viendo en medio de la neblina los ojos de una bestia a punto de atacarme.
No obstante, como ya he dicho antes, "un juego de niños".
La respiración del lobo se percibe a flor de piel a unos escasos centímetros de nosotros, pero además de retenerme en Tempus Fatheree también me enseñó a ser capaz de controlar mis emociones.
De esta manera, levanto la mano anunciando mi renuncia y la posibilidad de poder participar de cualquier otro encuentro. Y, es sorprendente cómo Fatheree desvanece la niebla porque así son las reglas de este juego.
Me giro en el lugar para encontrarme con la visión del viejo, podría decirse que le sale humos por las orejas de lo rojo que está. No obstante, no rompí mi palabra y al menos participé de un encuentro a diferencia de otras veces.
—No fue personal, Campbell. ¿Soy claro?
Observo a Benjamín de reojo, por lo que hago un gesto despectivo respecto a la expresión del castaño. Y, como respuesta, me encogí, arrebatándole una carcajada.
—Sí que dolió —declaré, enarcando una de las cejas—. Felicidades, Benjamín.
Él me muestra una expresión de sorpresa antes de curvar la comisura de los labios y sonreír de manera genuina.
—Gracias.
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