Cumpleaños

TEMPUS EDAX RERUM

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/The Sandman (crossover).

Pareja: MorfeoxTony

Derechos: ¿todavía existen?

Advertencias: esto es un crossover de segunda parte, lo que quiere decir que para entender este pedazo hay que leer el primero "Amor Vincit Omnia". Ya se sabe que hay cambios para más placer porque no es una cátedra del canon sino un fanfic para soñar y suspirar porque eso es bueno para el alma. Con muchos toques de angustia y eventos algo desagradables. Una historia de encargo.

"Tempus Edax Rerum", el tiempo todo lo consume.

Gracias por leerme.


**********


Cumpleaños.


No abras tus labios, necio,
Ni vuelvas tu rostro hacia mí;
Te derribará la furia del cielo,
Y entonces sí, tuya será mi gracia.

Borra tu sombra de mi camino,
Y no derroches vanas plegarias;
El salvaje viento puede insinuarlas,
Más nunca le rogaré que te quedes conmigo.

Llévate esos falsos ojos oscuros,
No los demores sobre mi rostro;
Te amé con un amor grande, y ahora un gran odio,
Lúgubremente, ocupa su lugar.

Todos los cambios pasan como un sueño,
Yo no canto ni rezo;
Tú eres del árbol el veneno
Que se llevó mi vida lejos.

Amor y odio, Elizabeth Siddal.


Lucifer sonrió con orgullo, sacudiendo un poco sus alas, sus manos cruzadas delante y una mirada satisfecha hacia su estrella más brillante.

—Bien hecho, hijo mío.



Era más inmortal que los Eternos mismos, al final de todo, él permanecería ahí, razón por la que no corrió prisas, mostrando una gran paciencia para el mejor plan de todos, cortesía de un par de idiotas. La primera parte en verdad había sido muy sencilla porque el miedo, esa emoción tan primitiva como inevitable brotó en el pequeño corazón del tierno bebé cuya mente limpia e ingenua no entendió las complicaciones humanas y sobrenaturales de su naturaleza, derramando lágrimas con sabor a desesperación pues si bien su comprensión de la peligrosa situación a su alrededor era demasiado corta, intuía como lo hacen aquellos seres a ser grandiosos que debía tomar una decisión.


Lucifer se la ofreció.


Tomó al bebé entre sus brazos, marchando juntos al Infierno con el ángel más hermoso jamás creado cantándole para calmar sus tiernas lágrimas, prometiéndole que todo misterio y conocimiento sería suyo algún día, pues había nacido para la gloria y no para llorar debido a unos mortales ciegos ante su esplendor. Lucifer lo puso en una cuna hecha de huesos de seres antiguos vencidos en tiempos ancestrales, arrullado por su voz encantadora de promesas que todo infante puede comprender hasta que la madurez impide que escuche ese canto liberador de las mentiras y la hipocresía de quienes se piensan los amos del universo.

—¡Padre! —sonrió Demian, corriendo a su lado— ¿Lo hice bien?

—Una vez más, solo por placer.

—¡Lo haré!

En el Infierno, el tiempo no existe y la eternidad puede ser un instante si se quiere. Aquel bebé fue creciendo entre demonios a su servicio, leyendo los mitos antiguos, aprendiendo de las verdades negadas y las palabras silenciadas en el regazo del gran amo de quien recibió un nombre más acorde a su nueva faceta, tal vez un tanto mundano, pero... ¿no era acaso lo común algo extraordinario? Lucifer lo llamó Demian, y el niño así entendió que era su persona, llamándole a cambio esa palabra mágica, esa palabra que abre muchas puertas. Lucifer quería una de esas puertas en especial.

—¡Papa! —Demian le mostró un dibujo hecho en arena— ¡Somos los dos!

—Siempre juntos —le recordó, acariciando esos negros cabellos ligeramente ondulados.

—Solo los dos —asintió emocionado el pequeño, corriendo a seguir dibujando apoyado sobre el lomo de un Perro de Tíndalo.

Le enseñó, por encima de cualquier otra lección de astronomía, filosofía o artes, que había algo malo con el mundo exterior, pues allá afuera todos mentían y usaban a los demás para su solo beneficio, porque temían a la verdad, esa misma por la que él había sido expulsado del Cielo. Demian frunció ese tierno ceño que le recordó a cierto Eterno, con un puchero de reclamo, tomando entre sus tiernas y suaves manecitas el rostro del ángel caído.

—Ellos son malos, papi.

—Lo son.

—Te lastimaron.

—No importa ya.

—Pero ahora estoy yo, juntos cambiaremos las cosas.

—Juntos.

—Yo te quiero, papi.

Para Demian, su origen era tan doloroso como el de Lucifer, otro expulsado del mundo o el universo, mejor dicho, por ser considerado una abominación al nacer con un talento superior. Abandonado por sus padres, quienes prefirieron que otros decidieran su suerte al no ser lo suficientemente valientes para protegerlo, amarlo como debía ser. Demian sabía que salir del Infierno era morir, allá afuera estaban las mentiras, las trampas, los eres con máscaras de corazón retorcido, con eso bien sembrado en su corazón, fue creciendo fuerte, aprendiendo del poder inmortal.

—Es hora de una prueba.

—¿Prueba? —Demian abrió sus ojos— ¿Qué haré?

Lucifer llamó a un demonio que trajo consigo otra criatura infernal, de larga cola enroscada cual caracol, costillas salientes y un hocico de calamar. Cabía en los brazos, así de pequeña era. Demian sonrió pues conocía a los de su especie, cargándolo cuando su padre se lo tendió, calmándolo al sobar las púas de su lomo, susurrándole las palabras ya aprendidas de cánticos blasfemos.

—¿Qué debo hacer?

—Hemos jugado a pasar las cosas de un lado a otro ¿recuerdas?

—¡Sí! El arco, ese fue divertido porque me quedaba chueco, ji, ji.

—Ahora quiero que pases a esta criatura.

—¿Qué? —el chico jadeó, mirando a la criatura— Padre... algo así es diferente, no sé sí...

—Ah, ah, recuerda tu regla.

Mis sueños no son imposibles.

—Ese es mi hijo. Vamos.

Fueron a una suerte de fuente a nivel del suelo donde se reflejaba el vasto universo, Lucifer miró a Demian, este esperó tranquilo pues nada debía temer de quien le amaba. Con una mano, el ángel infernal movió esas aguas, mostrando una galaxia, mostrando un sistema binario, un planeta, una luna en particular donde habitaban una raza de seres cual insectos que ahora dormían una siesta de varios años porque debían esperar hasta que esa luna volviera a estar cerca de su estrella más grande. El muchachito parpadeó, sin comprender todavía.

—¿Cómo podría hacerlo?

—¿Lo olvidaste? El instante entre el sueño y la vigilia.

—Eclipse —así lo había nombrado Demian, un capricho suyo— Pero todos están soñando.

—Busquemos.

Usando esas aguas como un telescopio espiritual, hallaron una de las criaturas semi despierta al haber mudado de coraza. Demian sonrió, tomando a la criatura no sin antes darle un beso a ese hocico de tentáculos con su padre rodando los ojos en diversión.

Yo te hago presente, yo te hago real, en mis sueños existes.

Soltó a la criatura que chilló al caer al agua, convirtiéndose en cenizas ardientes que fueron colándose a ese rincón del universo, al momento frágil entre la consciencia y la fantasía, para colarse en los sueños de aquel ser insectoide, que no sabría de dónde apareció el ser sobrenatural que más adelante tomaría control de su mente y cuerpo, sobre todo este último, comenzando a infectar esa especie con una posesión masiva. Lucifer aplaudió, extendiendo un ala que cubrió a Demian, depositando un beso sobre sus despeinados cabellos.

—Lo has logrado como sabía que podías.

—Porque estás conmigo, eres mi faro y mi luz, padre.

—Mi Demian.

Ahora había llegado el momento, el ahora adolescente Demian había despertado todas sus habilidades heredadas de sus infames progenitores quienes no habitaban más en su mente ni en su corazón. La lealtad y felicidad de Demian residían en el Infierno, así que Lucifer tomó su mano, lo llevó a uno de los escalones que subían al exterior, cambiando sus ropas usuales de explorador que tanto le encantaban por prendas más mundanas bajo la mirada confundida del joven.

—¿Qué sucede, padre?

—Hoy es tu onomástico, Demian. Hoy te rescaté de la muerte y decidí convertirme en tu padre.

—Lo había olvidado.

—Esos grimorios son demasiado distractores —bromeó Lucifer, acomodando un mechón de sus cabellos detrás de su oreja— Por regalo me pareció adecuado que salieras.

Demian jadeó. —¡Padre! ¿S-Solo...?

—Claro, porque yo sé que tú nunca me traicionarías, mi vida está en tus manos y así he de proceder en mis decisiones. Quiero que explores tú mismo el mundo que una vez te escupió, así comprobarás mis palabras.

—Pero yo no necesito eso, te creo porque lo he visto.

—No es igual a vivirlo —replicó el ángel abriendo el portal— Conócelo, diviértete, observa y aprende, hijo mío. Recuerda...

—No poderes, no alientos ni manifestaciones —sonrió el chico— Soy un observador no existente.

—Bien hecho, Demian. Anda, disfruta tu paseo.

—¿Cómo sabré cuándo volver?

—Lo sabrás.

—¿En serio andaré solo?

—No perros ni sombras. Promesa de garrita.

Demian rió, abrazando a su padre, subiendo los últimos escalones que lo llevaron hacia un callejón de luz brillante, al cruzar, se halló en una calle empedrada que daba a otra más amplia por donde caminaban humanos muy atareados viendo todo, usando eso que llamaban cámaras para tomarles fotografías que luego echarían a la basura, igual que los suvenires que compraban cuando perdieran el valor dado por una pelea o una decepción. Así eran siempre, volátiles, corruptos... Demian salió de aquella calle, quedándose al lado de un anciano que intentaba vender sus frutas de temporada en su carretilla que un lindo burrito cenizo llevaba, el animalito esperando echado a que la clientela le ayudara a disminuir el peso.

Comprare comprare! Frutta fresca!

Recordó que se hablaban muchas lenguas en el mundo humano, así que tocó al anciano, leyendo su mente soñadora donde residían los conocimientos de su idioma, sonriendo al entender al acto el italiano justo cuando el abuelo se giró por su toque.

Mi scusi, buon uomo, cosa vendi?

—Mirtilli e ciliegie, prugne e pere, li ho raccolti tutti io stesso.

—Datemene uno di ciascuno. E prendi questa moneta in cambio.

El viejo mercader casi se desmaya cuando le puso una moneda de oro en las manos, transmutada de una piedrecita que levantó mientras echaba la fruta en una bolsita. No se suponía que hiciera trucos, pero eso era tan común y corriente que cualquier ser sobrenatural lo hacía. Demian le insistió al abuelo para que la tomara porque este consideró que era demasiado, pero lo convenció, llevándose la fruta consigo para comerla mientras se perdía entre la gente, observando como ordenó su padre, aprendiendo qué decían sus corazones más que sus pérfidas lenguas. Era muy cierto, nadie ahí hablaba con sinceridad, se pronunciaban palabras con falso testimonio.

Las parejas pensaban en alguien más jurándose amor frente a una fuente, familias pretendían estar felices cuando se detestaban. Demian negó, dando otro mordisco a su pera, le pareció curioso ese mundo humano, aunque demasiado frágil, sucio por decirlo de una manera. Fue a donde vendían las pizzas, sentándose en una de las largas mesas en plena calle con otro montón de personas esperando por su charola que probó. Alegría y martirio combinados en los sabores por las manos que las habían creado. De todas formas estuvo sabrosa, comiéndose todo canturreando para sí mismo.


De pronto, gritos, todos apuntando al cielo.

I Vendicatori!


Una bola de energía se estampó no muy lejos de la plaza donde Demian estaba terminándose su pizza, viendo correr a todos despavoridos pues el impacto levantó escombros y mucho polvo. Al contrario del resto, el muchachito caminó hacia donde el desastre, con la última rebanada en mano que iba mordiendo conforme se aproximó hacia el lugar del impacto, atestiguando cuando un ser se elevó lleno de energía y se marchó, dejando una espantosa escena ahí en la calle. Había una suerte de criatura verdosa ya muerta con la mitad del cuerpo perdido en el viejo edificio que casi derrumbó, el resto desangrándose en sangre oscura y pastosa sobre las piedras lisas de la calle.

Un'ambulanza, chiama un'ambulanza!

El último trocito de la pizza se le cayó de las manos al ver entre los heridos al anciano vendedor, que se negaba a ser levantado para alejarlo del siniestro, llorando amargamente con una mano empapada de sangre hacia su carretilla. Demian notó que apuntaba a su burrito, aplastado por una roca, desangrándose ahí sin que nadie lo tomara en cuenta. Uniformados llegaron a poner orden, mientras el adolescente caminaba hacia el animal, los ojos dilatados de este reflejando la figura delgada de Demian al ponerse de cuclillas frente a él, con una mano en su hocico para acompañarlo en su último suspiro.

Sus ojos fueron a la criatura muerta y luego a la estela dejada por el ser de energía que había ocasionado aquello. Los Vengadores, habían dicho. Entrecerró sus ojos, furioso porque habían asesinado seres en su pelea como su padre tanto le contó. Nunca reparaban en el daño que dejaban, ufanos de sentirse superiores y por lo tanto, sin dar explicaciones a los demás que todo lo perdían como ese anciano que ahora ya no tendría un burrito para tirar de su carretilla, no podría vender más su fruta. Demian gruñó, acariciando la cabeza del burro, susurrándole en su oreja algo que lo transformó en ceniza ardiente, quedándose con ella al caber en su puño, mirando al cielo.

—Los Vengadores son malos.

Nadie repararía en un mocoso llorándole a un animal de carga, demasiado ocupados en sacar los heridos y contar los muertos de un ataque extraterrestre. Acaso un Sueño llamado Altair alcanzó a ver el momento en que el muchachito hizo ceniza al burrito, pero el aroma a azufre le dijo que ese chico era un demonio en realidad, por lo que nada debía intervenir, prefiriendo marcharse y dar su informe con esa nota que pasaría de largo porque los seres infernales siempre eran animales de carroña apareciéndose en eventos así para ver qué podían comer.

—Bienvenido, hijo mío.

—¡Padre! —Demian corrió a los brazos de Lucifer— Fue... espantoso.

—Oh, cuéntame a detalle.

Lucifer escuchó con una media sonrisa, cepillando los cabellos de su hijo en tanto este se deshacía en quejas sobre esos llamados Vengadores que mataban burritos trabajadores, notando el bulto de ceniza que Demian traía consigo, señalándolo con curiosidad.

—¿Qué piensas hacer?

—Justicia como me has enseñado, padre, el hombre que me vendió sus frutas fue el único sincero de todos ahí.

—Adelante, entonces, yo no te detendré.

—Pero... —el adolescente se mordió un labio— ¿Me ayudas si me atoro?

—Claro, yo no te abandonaré.

Demian sonrió, besando la mejilla paterna antes de sacar su morralito de arena a la cual sopló, creando una sombra de cenizas ardientes con forma de un burro.

Yo te nombro Obsidiana, oscuro como la noche pero letal como espada afilada, habrás de buscar a quien te arrebató la vida, quien voló a los cielos dejándote morir solo. Encuéntralo para mí.

Un rebuzno llenó la cámara donde se encontraban, el ser ahora infernal desapareció, para colarse en las sombras y acechar hasta encontrar a su presa. Lucifer no pudo estar más orgulloso, posando una mano sobre uno de los hombros del muchachito.

—Lo has hecho bien. Pero tengo curiosidad, ¿qué harás cuando lo encuentre?

—Destrozaré su alma y repararé con los pedazos el daño que causó.

—Es lo correcto porque se siente bien aquí ¿no es así? —preguntó Lucifer, picando el pecho de su hijo.

Este rió, asintiendo. —Porque lo que se siente tan bien no puede ser malo.

—Jamás. Ahora debes descansar, han sido demasiadas aventuras. Cuando despiertes, tu fiesta empezará.

—¿No puede ser ahora?

—Oh, arruinarías las sorpresas.

—¡Ah, padre! Bien, descansaré, pero solo un poco. Quiero volver a probar el pastel de moscas de Belcebú.

—Créeme que él ya lo tiene listo. Anda.

Demian fue llevado a su recámara, donde podía "hibernar" porque no era dormir en realidad, así sus energías se renovaban. Una siesta infernal sí se le podía nombrar así. Lucifer cerró las puertas, girándose hacia Vicégorix, el Perro de Tíndalo favorito de su hijo y su fiel guardían.

—Que nadie interrumpa su descanso.

Salió de ahí, para mirar por el amplio balcón su reino, levantando el mentón con orgullo pues su plan comenzaba a dar sus primeros frutos. Habían tentado aquí y allá con esas "pruebas" donde Demian en lugar de usar las arenas paternas del Ensueño tomaba la tierra del Infierno para transmutarla en un objeto que colocaban de forma no tan azarosa en algún rincón del universo, esperando a ver si alguno de los Eternos o de esos vigilantes mortales daba con esas migajas, complacido de que nadie se percataba. Las primeras manifestaciones de los poderes de su hijo comenzaban a corromper el universo y nadie sabía por qué, dónde estaba el origen.


Pero ahora...

Ahora era mejor.


Demian estaba convencido de su visión de las cosas, creía firmemente que allá los demás eran seres que no dudarían en lastimarlo y burlarse de él. Lo había llevado a esa plaza en Roma justo momentos antes de un ataque de una raza extraterrestre que buscaba al adolescente, acusando a los humanos de no cooperar en el exterminio de aquel Híbrido que no debía existir en primer lugar. Su hijo se había llevado una muy mala impresión, a tal grado que ahora tenía un burrito monstruos que se devoraría a su presa al encontrarlo y los Vengadores no sabrían ni qué pasó.


O por qué.


Lucifer rió un poco, cerrando sus ojos. Cuando Demian estuviera más tiempo fuera, le presentaría a cierto ser que hablaría espantoso de Morfeo, porque el resentimiento y la venganza crean ponzoñas que permea en lo más profundo de los corazones. Luego, cuando los Guardianes de la Galaxia e incluso ese Hechicero Supremo intentaran apresarlo, su rencor hacia ellos se transformaría en odio y no habría ya poder que lo detuviera, abriendo las puertas del Infierno para su padre.

Y ni siquiera había tenido que agregar algo.

—Amo —un demonio apareció detrás.

—¿Qué sucede?

—Tenemos una incursión.

—Oh, así que Stephen por fin tuvo las pelotas para atreverse.

—¿Quiere que hagamos algo?

—No —Lucifer se giró, riendo al pensar en un divertido plan— ¿Todavía está anclada la bruja?

—Envidia dice que no le suelta. Le gusta cómo está aferrada a ella.

—¿Y quiénes somos nosotros para negarle tal alivio a una madre confundida por la pérdida de sus no existentes hijos? Trae a Envidia, recibiremos al hechicero con propiedad.

—Sí, amo.

Lucifer se carcajeó, extendiendo sus negras alas. Ellos no sabían, no sabían lo que estaba por venir porque sus mentes eran diminutas como sus corazones. Pronto todo sería suyo, con Demian transformándolo en el eterno sufrimiento como el buen hijo que era.

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