Colisión
TEMPUS EDAX RERUM
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/The Sandman (crossover).
Pareja: MorfeoxTony
Derechos: ¿todavía existen?
Advertencias: esto es un crossover de segunda parte, lo que quiere decir que para entender este pedazo hay que leer el primero "Amor Vincit Omnia". Ya se sabe que hay cambios para más placer porque no es una cátedra del canon sino un fanfic para soñar y suspirar porque eso es bueno para el alma. Con muchos toques de angustia y eventos algo desagradables. Una historia de encargo.
"Tempus Edax Rerum", el tiempo todo lo consume.
Gracias por leerme.
**********
Colisión.
Éramos jóvenes, éramos alegres y éramos muy, muy sabios,
Y la puerta estaba abierta a nuestro banquete,
Cuando pasó una mujer con el Oeste en sus ojos,
Y un hombre con su espalda hacia Oriente.
Todavía crecen los corazones que golpeaban tan rápido,
La voz más fuerte todavía sonaba.
Las bromas murieron en nuestros labios cuando ellos pasaron,
Y los rayos de julio, gélidos, golpearon.
Las copas de vino empalidecieron,
El pan se volvió negro como el carbón.
El sabueso olvidó la mano de su señor,
Ella se hincó ante sus pies.
Déjame dormir donde yace el perro muerto,
Antes de sentarme nuevamente al banquete,
Donde pasa una mujer con los ojos llenos de Oeste,
Y un hombre con la espalda hacia Oriente.
Indeseado, Mary Coleridge.
Vicégorix saltó, huyendo alegremente de Obsidiana, perdiéndose en arenas de un desierto bajo un sol negro, hundiéndose entre las dunas para volver a aparecer en otro lado, cruzando el firmamento en color anaranjado. Lucifer sonrió, entrando de vuelta para mirar uno de sus demonios.
—¿Habló con ella?
—Sí, amo.
—¿Escuchó todo?
—Y quedó bastante molesto.
—Demian puede volver, está listo.
Lucifer tomó asiento, reclinándose en su trono, acariciando su mentón con una sonrisa en el rostro. Había permitido que Demian hablara con Kai'ckul, de quien Morfeo estuviera enamorado y causara estragos por ello. Ella tenía cosas interesantes por decir, mismas que el hijo del Eterno habría oído de primera mano, terminando de moldear esa tierna e inocente mente lista para lo que esperaba fuese su primera prueba. Lo sucedido en Florencia apenas si fue un ensayo, un preámbulo para la escena principal. Llegaba el momento de que los mortales atestiguaran el poder del infierno a través de su más poderoso heraldo.
—¿Padre?
—Demian, ven aquí —Lucifer llamó a su lado al adolescente, acomodando sus cabellos— Tengo algo muy importante que pedirte.
—Habla, yo obedeceré.
—Se ha perdido uno de mis amuletos, tengo el área donde el demonio que lo traía lo perdió, no quiero encomendárselo a nadie más, sino a ti mi precioso hijo.
Demian abrió sus ojos. —¿Subiré?
—Claro, lo hiciste bien la primera vez. Lo harás bien una segunda vez, es lo único que debes hacer, recuperar mi medallón. ¿Entendido?
—¿Puedo llevarme a Obsidiana?
—Yo mismo estaba por pedírtelo —sonrió el ángel caído— Ha demostrado que es un buen amigo y protector, mira que hallar al causante de su muerte tan bien. No puedo dejarte en mejores manos.
—¡Gracias, padre!
—Mi pequeño, eres mi estrella más brillante, siempre estaré orgulloso de ti.
El chico sonrió feliz, bastante emocionado de tener una misión para su padre, llamando a su Obsidiana. Un demonio apareció para guiarlo a las escaleras que tomaría, diferentes a las de la primera vez, estas eran mucho más amplias y de piedra lisa gris, haciéndose más angostas conforme iba subiendo hasta llegar al enorme hueco en el techo por el cual saltó. Demian se halló dentro de un largo campo de trigo dorado que se mecía al viento cálido de un atardecer. Se extrañó mucho de la vista como de la tranquilidad del paisaje, preguntándose cómo era que un demonio recolector pudo perder en un sitio así algo tan preciado de su padre.
Comenzó a andar, acariciando los trigales que cantaron alegres porque tenían buen sol y el viento los acariciaba. Le pareció escuchar algo, una vibración, el medallón no andaba lejos, adentrándose más en el campo, haciendo a un lado los tallos al buscar en el suelo tan preciado objeto que por fin halló, enterrado ya en el lodo. Demian se inclinó a tomarlo, quedando en cuclillas para limpiarlo con un poco de magia, era de esos medallones protectores, no precisamente especiales más su capacidad para crear escudos sí tenía mucho valor entre los demonios. Pensando en eso es que alcanzó a escuchar un grito ahogado, como alguien pidiendo auxilio, irguiéndose al acto. Una mujer corría con los cabellos descompuestos, dos hombres barbones la perseguían.
Ninguno de los tres se percató de su presencia, los hombres demasiado entretenidos persiguiendo a la mujer, ella desesperada queriendo librarse de ellos. La mano tosca de uno de los tipos alcanzó su vestido que rasgó, otra mano pescó sus cabellos. Ellos rieron, rodeándola mientras la tocaban por todas partes entre gritos de la mujer quien forcejó. Fue lanzada al suelo por un puño, los hombres rieron, desabrochándose sus pantalones. Todo pasó tan rápido que Demian no pudo creer lo que estaba viendo, frunciendo su ceño y caminando hacia los extraños.
—¡Hey! ¡Déjenla en paz!
Los hombros levantaron sus rostros, parpadearon y luego se carcajearon al notar que era un mocoso el que los interpelaba.
—Lárgate —uno de ellos sacó su arma, apuntándole.
—He dicho que la dejen en paz.
—Si no quieres terminar con los sesos volando, te darás media vuelta e irás a chupar teta a tu madre.
—Déjenla en paz —insistió Demian, entrecerrando sus ojos.
—Te lo advertimos.
—¡No! —la mujer se lanzó contra el que traía la pistola, abrazándose de sus rodillas.
El disparo fue hacia el cielo con las maldiciones de los hombres quienes patearon sin misericordia a la mujer. Demian gruñó, apretando sus puños.
—¡DÉJENLA EN PAZ! ¡Obsidiana!
Aquel espectro brotó del suelo, saltándole encima a los agresores, estos gritaron al ver el monstruo, disparándole uno y otro huyendo. Obsidiana le arrancó el brazo con el arma al hombre, arrancándole parte del pecho al derribarlo. El otro se sujetó sus pantalones y corrió por su vida. Demian chasqueó su lengua, notando un espantapájaros en dirección hacia donde huía aquel cobarde. Levantó su mano con calma, usando aquella paja, madera y ropas viejas como material para darle vida a un espectro que descendió de aquella cruz, persiguiendo al segundo hombre. Pronto cayó entre los trigales dando alaridos mientras el espectro de paja lo destrozaba.
—¿Se encuentra bien, señora? —preguntó Demian, inclinándose hacia ella— Puedo curarla.
—¿T-Tú...? —la mujer no supo qué decir, aturdida por el ataque y lo que acababa de presenciar.
—Lamento mucho que la lastimaran, eso no estuvo bien. Pero así son los humanos ¿cierto? Tienen a la maldad por mero gusto.
La mujer nada respondió, desconcertada como asombrada cuando sus moretones desaparecieron y su ropa volvió a la normalidad. Aceptó la mano del adolescente, viéndolo fijamente con ojos llorosos antes de darle un fuerte abrazo.
—¡Eres un milagro!
—Oh... —Demian se sonrojó, negando— Solo hago lo correcto.
—Ojalá todos fueran como tú, bendito seas, niño. Bendito seas.
—Puedo llevarla a casa si lo desea, yo...
—¡Cuidado!
Demian no pudo ni parpadear, la mujer lo hizo a un lado antes de que un silbido lo dejara sordo y el resplandor de una ráfaga de energía lo cegara. Cayó sobre su trasero con fuerza, rasguñándose al intentar sujetarse de los trigales, aturdido como asustado. ¿Qué había sido eso? Las ráfagas se alejaron en círculo, pareciendo volver. El adolescente jadeó, buscando con la mirada a la mujer quien lo había protegido. Su rostro palideció al encontrarla muerta, aquel cañonazo de energía le había volado la cabeza como parte de un hombro izquierdo. Los trigos estaban quemados y manchados de su sangre, alrededor. Un ronroneo se aproximó, proveniente de una nave extraña en el cielo.
—¡QUILL, LO TENGO A LA VISTA, ESTÁ FRENTE A MÍ! —chilló Rocket, disparando de nuevo.
Pese a las veces que había entrenado con su padre, Demian jamás experimentó ese miedo al momento de ver que la nave lanzó esas ráfagas directo hacia él, hincado frente al cadáver de una inocente mujer. Solo se le ocurrió usar el medallón, asustado, confundido de momento. El escudo vino a tiempo, desviando los cañonazos hacia los costados, uno de esos pulverizó el espantapájaros al que le había dado vida, y otro más hirió a Obsidiana que rebuznó, encogiéndose.
—¡No! ¿Por qué lo hacen? —gritó, frunciendo su ceño— ¡Yo no hice nada! ¡YO NO HICE NADA!
Entonces Demian recordó las muy puntuales lecciones de su padre sobre su origen y el mundo que le rodeaba. Lo odiaban, lo odiaban porque era especial, no querían a un ser como él e iban a culparlo de todo lo malo que pudieran culpar para así tener una buena justificación al intentar asesinarlo. Obsidiana se arrastró hacia él, gimiendo adolorido. Lo observó unos instantes, unos cuantos segundos igual que el cuerpo de la mujer que había salvado de hombres malvados. Sus ojos fueron a la llamita negra ya desvaneciéndose del espantapájaros. Zumbidos resonaron cerca, haciendo cimbrar el suelo, agitando los trigales quemándose.
Lo odiaban, ellos lo odiaban.
Hubo una ola de poder, sacudiendo la Milano como a los otros recién llegados Guardianes de la Galaxia quienes dispararon al azar, no entendiendo de dónde había provenido aquella ola. Los ojos de Demian que habían permanecido normales hasta ese momento cambiaron a su forma natural, dos universos brillantes, las manos del adolescente brillaron en un azul tenue arrodillándose para tocar el suelo que se impregnó de su poder. El capitán Quill gritó las órdenes y los cañonazos y disparos no se hicieron esperar, atacando ese blanco descuidado sin titubear, pero sus ataques no alcanzaron la delgada figura. Alrededor, el trigo se quemó de golpe y los tallos se doblaron por unos momentos, irguiéndose de golpe con la forma de demonios siseando con colmillos hechos de tallos.
—¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! —Rocket preparó el más poderoso disparo de los cañones.
Igual que flechas disparadas por un arco, uno a uno los demonios de trigo se lanzaron contra la Milano y los Guardianes alrededor, poniéndolos en graves aprietos al ser demasiados. Demian entrecerró sus ojos, llamando a más demonios de trigo, queriendo castigar a esa gente que había lastimado a inocentes. Obsidiana ya estaba a su lado, un humo negro escapando de su herida fantasmal. Pronto la nave cayó no muy lejos del chico. Quill usó los blásters para rematar a esas criaturas, haciéndolas retroceder y así rescatar a sus amigos rodeados con tantos monstruos.
—Arriba —ordenó Demian.
Otra oleada de demonios apareció, los Guardianes de la Galaxia se congelaron por unos instantes al verse superados hasta que símbolos mágicos como ruecas brotaron en el aire rodeando al jovencito, quien se quejó al sentir una suerte de quemadura en las manos debido a la magia restringiéndolo. Los demonios de trigo desaparecieron en el acto. Demian se giró, notando en el aire un número considerable de hechiceros concentrándose en crear un escudo a su alrededor, guiados por otro más quien poseía una capa roja, al frente de todos, mirándolo entre compasivo y preocupado.
—¡QUILL, SERÁ AHORA O NUNCA! —llamó el Hechicero Supremo.
Más de esos anillos mágicos se formaron, haciendo un muro de contención. Demian jadeó, su piel quemaba al contacto de aquella magia. Obsidiana también estaba siendo afectado, retorciéndose en el suelo como intentando quitarse de encima lo que estaba lastimándolo, lanzando alaridos guturales. El adolescente apretó sus párpados, queriendo contraatacar. Unos lazos carmesí lo sujetaron, estirando sus brazos y levantándolo del suelo. Luchó, asustado porque no supo qué hacer de pronto, lo estaban atacando sin tener idea de cómo liberarse. El miedo estaba ganando la partida. Los Guardianes rodearon aquel campo, con sus cañones listos.
—¡AHORA, GUARDIANES!
Demian gritó.
Vio pequeñas llamas danzar sobre su piel, comenzando a quemar sus ropas, sus cabellos. Unas lágrimas asomaron por esos ojos cual universos, temblando de brazos estirados en el aire. Los cañones de la Milano apuntaron y dispararon como el resto apuntando directo al aterrado chico, quien negó, murmurando algo que ninguno de ellos alcanzó a escuchar, estremeciéndose por las quemaduras alcanzando una capa más de su piel. Obsidiana quiso saltar y salvarlo, siendo pulverizado por uno de los cañones de la nave. Todos los hechiceros tomaron su posición, entonando cantos para fortalecer el campo de protección. Strange murmuró un lo siento moviendo sus dedos para el hechizo final.
—¡NOOOOOOOOOOOOOO!
Un par de disparos liberaron a Demian, quien cayó en el suelo pesadamente, quejándose por las partes de su cuerpo quemadas. Hubo silbidos, gritos por encima de su cabeza. Miró a donde quedaron esas cenizas de su Obsidiana, igual que aquella mujer ellos solo atacaban y tomaban vidas como si fuesen alguna clase de dioses. Eso le enojó, apurando las palabras en sus temblorosos labios, protegiéndose con sus brazos del fuego cruzado en aquel campo de trigo. Notó que había algo volando de un lado a otro, un robot carmesí y dorado que parecía estar protegiéndolo.
—¡TONY, HAZTE A UN LADO!
—¡NO LES PERMITIRÉ MATAR A MI HIJO!
—¡YA NO ES TU HIJO!
—¡ACABARÉ CON QUIEN OSE TOCARLE UNO SOLO DE SUS CABELLOS!
Al muchachito le pareció demasiado raro ese gesto del hombre dentro de la armadura. Ladeó su rostro, entrecerrando sus ojos con el ceño fruncido. Recordó, uno de sus "padres", esos que lo iban a sacrificar de todas formas porque no lo amaban. Demian gruñó, levantándose un poco mareado por los recientes ataques de magia, concentrando para hacer brotar energía azul, llamando a los trigos caídos a formarse en una sola criatura, un golem de trigo quemado.
—¡LOS ODIO A TODOS! —aulló adolorido, el Golem se preparó para aplastarlos a todos.
—Dara, no lo hagas.
Otra voz apareció a su lado, un hombre envuelto en una gabardina negra con cabellos oscuros como su mirada y piel pálida. No necesitó averiguar su nombre, su poder lo delataba, era un Eterno. Ese quien lo había condenado a la muerte. Morfeo estiró el brazo, queriendo tocarlo, pero Demian se alejó con unos pasos. El Golem había quedado congelado por arenas que lo retenían.
—Hijo...
—¡YO NO SOY TU HIJO!
—¡No, no, no, no! ¡Dara, escúchanos, cariño! —Ironman apareció, volando hacia ellos y aterrizando frente al adolescente, abriendo parte de su casco para verlo con expresión dolida— Hijo, por favor...
—¡LOS ODIO! —repitió, mirando a uno y otro.
Sueño alcanzó a sujetarlo de una mano. —Podemos ayudarte.
—¡TONY, NO LO HAGAS! —gritó Strange en el aire.
—Dara, tú no eres así, lo sabes ¿cierto? En tu corazón...
—¡MI NOMBRE ES DEMIAN! —los ojos de este brillaron en azul oscuro.
—¡TONY!
Ese llamado fue de alguien más, Constantine apareció a tiempo para lanzar un hechizo y sacar a ambos padres antes de que Demian los atacara, liberando a su Golem que empezó a aplastar todo cuanto alcanzara bajo la guía de un furioso jovencito, ajeno a las disputas alrededor entre quienes deseaban protegerlo y los que no. El Hechicero Supremo decidió aproximarse, lanzando mariposas azules, envolviendo el cuerpo del chico, junto con esos círculos mágicos. Morfeo no se lo permitió, interponiéndose con su poder, usando arena para bloquear la magia que buscó a su hijo.
De pronto, todos se quedaron congelados. No había sido el Doctor Strange usando su Gema del Tiempo, fue otra cosa porque incluso el Eterno tampoco logró moverse, abriendo sus ojos al notar cómo una neblina carmesí fue rodeándolos. Todos atrapados en un momento ya fuese en el aire, peleando entre sí. Solo Demian no quedó preso de aquel poder, girándose para ver aparecer por un portal de fuego a una mujer envuelta en ropas escarlatas. Ella le sonrió, asintiendo, liberando su Golem para que atacara a gusto.
—Wanda... —jadeó el Hechicero Supremo, sudando frío al intentar romper sus ataduras mágicas— N-No hagas esto... sé razonable... comprende...
—¡DARAAA! —lloró Tony con desesperación, el brillo de su reactor también reaccionando.
La Bruja Escarlata rió, moviendo sus manos, curando las heridas de Demian.
—¿Ustedes quieren asesinar a un niño inocente y me pides ser razonable? Oh, Stephen, créeme que estoy siendo razonable, mucho más de cuando intentaste vencerme.
—Lucifer te está engañando.
—Yo solo necesito ver quien intenta lastimar a un inocente para saber de qué lado debo estar.
—¡Wanda!
Esta unió su poder al de Demian en el Golem que atacó a los hechiceros, rompiendo el escudo. Morfeo siseó, liberando a Tony quien estaba más próximo para que él fuera con el adolescente lo más pronto posible. Así lo hizo el millonario, sujetando por los codos al muchacho. Demian por mera reacción posó una mano sobre el reactor buscando apoyarse nada más para alejarse de aquel extraño que insistía en llamarlo hijo, su mano se quemó al contacto del reactor, lanzando un grito de dolor. Wanda abrió sus ojos, su magia envió lejos al Vengador, volando hacia el pequeño con lágrimas en los ojos.
—¡Me lastimó!
Strange logró liberar a los Guardianes, estos atacaron una vez más, con más ahínco. La Bruja Escarlata usó el Golem como protección con una mano, reteniendo los ataques de los Guardianes como de los hechiceros libres con ayuda de Wong, la otra mano creando un pentagrama de fuego en el suelo, Demian sujetándose su mano que ardía. Constantine maldijo, silbándole a Morfeo para que el auxiliara igual que Tony y alcanzar al jovencito. El Golem dejó caer su puño sobre el Eterno cuando Wanda se percató de lo que intentaban, el detective por nada estuvo a punto de ser aplastado, esquivando a tiempo el golpe, siendo lanzado por el muro de tierra y trigo quemado levantado por el impacto, corriendo casi a gatas hacia Demian.
Justo cuando su mano estaba por alcanzar el hombro de este, una onda de poder los hizo caer a todos. Tanto el cielo como la tierra cambiaron de golpe, las nubes fueron cobrizas y la tierra oscura con un espantoso aroma a azufre, haciendo toser a todos. Wanda sonrió, extendiendo su mano de forma que el pentagrama creció, brotando de este columnas de fuego que danzaron alrededor. Algunos demonios se asomaron por aquel portal infernal, adelantándose a su amo. Un par de alas negras fueron elevándose, hasta que la figura imponente en un traje negro de Lucifer estuvo en lo alto, observando con ojos entrecerrados el escenario alrededor.
—¡PADRE! —gimió Demian.
Morfeo contuvo su aliento, sosteniendo en brazos a un malherido Tony, el dolor se reflejó en sus ojos al ver cómo su hijo estiraba un brazo hacia el amo del Infierno. Lucifer descendió, abrazando a Demian, notando su quemadura que besó tiernamente, envolviendo entre sus alas al chico, mismo que rodeó su cuello, ocultándose en su pecho. El Eterno tensó su cuello, rechinando los dientes con la rabia más pura en sus ojos, sin poder moverse a menos que deseara que el Golem atacara. Constantine lo intentó de todas formas, saliendo por los aires a un gesto de la Bruja Escarlata.
Los ojos de Lucifer y de Morfeo se encontraron, el primero sonriéndole descarado, el segundo prometiéndole una venganza al mirar cómo volvía al pentagrama con Demian aferrado a él, llamando Padre una y otra vez entre sollozos. Wanda cerró el portal tras ella. Las columnas de fuego desaparecieron igual que el enorme Golem que se deshizo en trigo incinerado. Todos los demás pudieron respirar al fin, jadeando, tosiendo e incluso vomitando. Solo un campo quemado con el rastro de azufre fue lo que dejó aquel encuentro. Con un Eterno viendo asesino al Hechicero Supremo, acariciando los cabellos castaños de un inconsciente Tony.
—Estamos jodidos —Constantine no pudo expresar mejor la situación.
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