5. Hoy pillas, Shura

En este capítulo hay algunas expresiones en italiano. Encontrarás la traducción al final del capítulo.

El bullicio y el calor de la noche ateniense envolvieron a los dos amigos en cuanto dejaron el hotel, listos para olvidar la tensión de la misión que habían completado con éxito aquella misma mañana, aunque, en realidad, Shura habría preferido quedarse en su habitación, disfrutando de la enorme cama y la bañera con hidromasaje tras la excelente cena que habían compartido en el restaurante. Sin embargo, la insistencia de su compañero había sido más intensa que sus objeciones, así que allí estaban, paseando por la zona que concentraba la mayor parte de los locales de ocio de la ciudad, en dirección al que, según el italiano, era el mejor pub.

La serenidad resignada de Shura contrastaba con el entusiasmo de Deathmask, que sonreía durante todo el camino, tomándole del brazo y bromeando sin parar. Poseedor de un agudo sentido de la corrección, el español había sido incapaz de ceder a sus propios deseos de salir con unos simples vaqueros y una camiseta, así que ahora sufría la temperatura estival envuelto en una impecable camisa beige, corbata y un traje negro cuya americana llevaba colgada del hombro con aire casual. Al menos, pensó, su vestimenta no desentonaba de la de su acompañante, consistente en un pantalón de vestir gris perla con chaleco a juego y camisa blanca.

—Mira, amigo, ahí está el sitio. ¡Te va a fascinar!

—Ya puede valer la pena, estoy reventado...

—¡Confía en mí! ¿Cuándo ha salido mal uno de mis planes, Shurita?

—Bueno, déjame pensar... ¿sin contar aquella vez en que amanecimos desnudos en una cabaña de Gstaad con Afrodita y Saga sin recordar cómo habíamos llegado allí ni lo que habíamos hecho?

—¡Uno! ¡Uno solo en toda una vida!

—O cuando intentaste teletransportarme estando borracho y me enviaste a los Cinco Picos en vez de a casa...

—¡Un detalle sin importancia! —exclamó Deathmask, elevando los brazos al cielo teatralmente.

—O la vez en que le dijiste a Shaka que fui yo quien había orinado en la puerta de su templo...

—¡Ah, vamos, no seas tan rencoroso! ¡Te prometo que hoy lo vas a pasar genial! Te lo dice papá cangrejo... —le rodeó el hombro con un brazo al tiempo que le pellizcaba un carrillo, consciente de cuánto odiaba su compañero ese gesto.

Continuaron caminando hacia el local al que Deathmask se refería, que debía de estar muy de moda, pues la fila de jóvenes elegantemente vestidos que aguardaban para entrar en él ya daba la vuelta a la manzana.

—Ni les mires, nosotros somos VIP –indicó con displicencia, a la vez que le conminaba con un ademán a seguir avanzando.

Rodearon la hilera a paso tranquilo hasta llegar a la puerta principal, custodiada por un sujeto de más de dos metros de altura y apariencia intimidante al que Deathmask saludó con familiaridad:

—¡"Rompebocas"! ¿Cómo te va todo, polluelo?

El hombre colocó un grueso cordón de terciopelo con un movimiento taxativo para cerrar el paso a la primera pareja de la fila, que esperaba impaciente, y se giró hacia los recién llegados exhibiendo los dientes en una enorme sonrisa:

—¡Deathmask, sinvergüenza! ¿Qué te trae por Atenas?

Ambos se abrazaron y se palmearon los hombros con energía, intercambiando cumplidos y bromas durante algunos segundos frente a Shura, que les observaba con semblante neutro.

—He venido a tomar algo con mi mejor amigo en el reservado más exclusivo que tengáis.

—Ahora mismo aviso a Fiorella, le va a gustar saludarte —dijo el tal "Rompebocas", tocando un botón en el pequeño comunicador que llevaba en el oído izquierdo y retirando el cordón para permitirles pasar, entre quejas de las más de ochenta personas que continuaban haciendo cola—. ¡Llámame cuando montes otra timba, te juro que la próxima vez te voy a pelar...!
—¡Claro que lo harás, chiquitín! ¡En tus sueños! —el italiano se echó a reír y le estrechó la mano al pasar por su lado.

Deathmask y Shura se adentraron en la penumbra del local, matizada por luces de colores, dejaron atrás la gran barra semicircular que rodeaba la impresionante pista de baile principal y llegaron a la fastuosa escalinata de pasamanos dorados que conducía a la planta superior, donde se ubicaban los reservados. Decenas de cabezas se giraron a su paso, tanto de mujeres como de hombres, y no faltaron los murmullos de admiración y las muecas coquetas. Deathmask, acostumbrado a llamar la atención, se pasó una mano por el cabello oteando a su alrededor, encantado con el efecto que su presencia tenía entre los presentes.

—Hoy pillas, Shura, no te quitan el ojo de encima —bromeó, mirando a su compañero, que se limitó a alisar las mangas de su camisa, meticulosamente plegadas hasta los codos.

—Como si me importase... —respondió, con indiferencia.

Deathmask, caro! Perchè ci hai abbandonati in questo modo?* —una voz femenina se hizo oír por encima de la estruendosa música cuando los caballeros llegaron al piso de arriba— Non tornavi da mesi! Mi sei mancato così tanto!**

Echándole los brazos alrededor del cuello, la mujer, ataviada con un pantalón palazzo y una escotadísima blusa de lentejuelas, le besó las mejillas y sonrió a Shura, escrutándole con total descaro.

Ciao, Fiore! Siamo di passagio***... Le he dicho a mi amigo Shura que tu local tiene el ambiente más selecto de todo Atenas y está deseando comprobarlo.

—¡Qué publicidad tan buena! Y así es, sin discusión. Buenas noches, Shura, es un placer —ahora fue el turno del español, que se envaró un tanto al sentir sus labios sobre el rostro—. "Rompebocas" me ha dicho que queréis un reservado...

Fiorella giró sobre sus altísimos tacones y les invitó a que la siguieran, rodeando la baranda. El piso superior, de planta redonda como el resto del edificio, constaba de doce estancias privadas distribuidas por todo su perímetro y delimitadas por una balaustrada central, desde las cuales se podía divisar la pista que quedaba debajo. Deathmask y Shura caminaron tras la propietaria hasta una cortina de seda negra que ella apartó para mostrarles el interior con un gesto de orgullo: la habitación, de unos veinte metros cuadrados, estaba ocupada por un gran sofá de cuero blanco cuyos módulos formaban tres cuartos de círculo, una mesita nacarada para las bebidas y un área despejada que podía utilizarse como zona de baile.

—Esta es nuestra mejor sala: desde aquí se domina toda la pista y está lejos de la escalera, para tener más intimidad. Sentaos, por favor. Ahora enviaré a Lila para que os atienda. Ya sabes que todo lo que queráis beber corre de mi cuenta... De hecho, os va a subir un Cristal Rosé que os dejará sin palabras.

Aspetta, Fiore, devo dirtelo****... —Deathmask la sujetó por la cintura un momento y le comentó algo al oído, a lo cual ella asintió, le guiñó un ojo y se despidió de ambos con la mano.

Shura echó un vistazo a su alrededor con admiración y dejó la americana doblada sobre el sofá antes de sentarse:

—No me digas más: también te debe dinero.

—En la vida, Shurita, hay que saber cuándo ganar y cuándo perder... —asintió Deathmask, con su arrogante sonrisa, mientras tomaba asiento cerca de su amigo con ambos brazos extendidos a lo ancho del respaldo— A mí, por lo general, me gusta comenzar a la baja para que mi adversario se confíe y rematarlo sin prisa después. Y, aun así, no siempre gano: no es bueno que te consideren invencible y te teman hasta el punto de no querer volver a arriesgarse...

—Eres demasiado golfo para este mundo, supongo.

—Es parte de mi encanto... Ah, mira, ahí viene Lila con nuestro champán, así que no pidas más alcohol. Te necesito completamente sobrio esta noche.

Lila, una joven de cabello rosa chicle y grandes gafas redondas vestida con shorts y top sin tirantes, se acercó a ellos con una bandeja cubierta de estrás, les llenó dos copas y tomó nota de las bebidas con exagerada cortesía. Sin lugar a duda, Fiorella debía de haberle dejado bien clara la importancia de agasajar sin medias tintas a los clientes de ese reservado.

—No es que pensara emborracharme, pero ¿por qué no quieres que beba, Death? —inquirió Shura cuando la chica les dejó a solas.

—Nada importante; es solo que tengo una sorpresa para ti y quiero que la disfrutes al máximo.

—¿En serio? ¿Y qué es, si puede saberse?

—¡Joder, Shura, no seas mendrugo! ¿Qué mierda de sorpresa sería si te la digo así, sin más? —rio Deathmask.

—Tienes razón, aguantaré la curiosidad.

—¡Eso está mejor!

La camarera regresó con dos refrescos que depositó sobre la mesa, ofreciéndoles una buena panorámica de sus curvas, pero no obtuvo una especial atención por parte de los caballeros, así que se retiró con un mohín de disgusto no sin antes explicarles que acudiría a su llamada si tocaban los discretos pulsadores instalados tras el sofá. Ellos le dieron las gracias y reanudaron su conversación con tranquilidad, repasando los acontecimientos de los últimos días y recordando anécdotas pasadas, sin que ninguno de los dos volviese a tocar el tema de la sorpresa.

Shura había pasado con Deathmask varios años como para saber que no lograría sonsacarle más información que la que él quisiera suministrarle; sin embargo, la paciencia y la perseverancia eran dos de sus principales virtudes, por lo cual no tenía ningún inconveniente en degustar los placeres de la noche ateniense hasta que llegase el momento de desvelar aquel misterio. En cuanto a su compañero, parecía estar pasándolo como nunca, llegando incluso a bajar a la pista para compartir unas cuantas canciones con un grupo de chicas que se mostraron felices de bailar con el descarado joven, que iba de una a otra haciéndolas girar entre sus brazos con la maestría de todo un experto. Shura, consciente de que el sentido del ritmo no le acompañaba, les observaba acodado en la balaustrada sin intención de unirse a ellos, hasta que Deathmask regresó y se apoyó en el metal dorado junto a él.

—¿Lo estás pasando bien, amigo?

—Mejor de lo que suponía, teniendo en cuenta lo cansado que estoy...

—Sentémonos, anda. Las señoras querían subir, pero les he dicho que no nos apetecía compañía.

Shura frunció el ceño, extrañado, y regresó al reservado para acomodarse en el sofá. Era cierto que Deathmask, pese a su apariencia de depredador, no solía mostrar gran interés en las mujeres, salvo que llevasen una baraja entre las manos o dispusiesen de información relevante para sus misiones, pero le gustaba demasiado presumir de su capacidad de seducción como para rechazar unas cuantas horas de frívola convivencia si las circunstancias eran oportunas. Sin duda, tramaba algo.

Su compañero se sentó de nuevo a su lado, dio un trago a su refresco y le ofreció el otro, comprobando la hora en el voluminoso reloj de acero que rodeaba su muñeca.

—Sé lo que estás pensando y tienes razón. Esas chicas son muy atractivas, pero ni tú ni yo hemos venido a buscar eso.

—¿Y qué hemos venido a buscar, si puede saberse? —indagó Shura, divertido e intrigado con el cariz que tomaba la noche.

—A ella.

Con un movimiento de la cabeza guio la mirada del español hacia la entrada del reservado, cuya cortina estaba siendo apartada en aquel mismo momento por una delicada mano de uñas lacadas en burdeos.

—Mi dama... —Deathmask se levantó y se acercó a la mujer, tomando sus dedos para besarle el dorso con cierta sorna.

No podía ser, pensó Shura, sacudiendo la cabeza sin darse cuenta. La melena castaña, los vivaces ojos verdes y la sonrisa le recordaban a... ¿Kyrene? Parpadeó, escéptico: ella estaba en Rodorio, y a aquellas horas del sábado seguro que tendría bastante trabajo atendiendo la taberna, ¿qué pintaría en Atenas? Además, Death le habría comentado algo si la hubiese invitado... a menos que...

¡Maldito cangrejo manipulador!


*¿Por qué nos tienes tan abandonados?

**¡Hace meses que no vienes! ¡Te he echado mucho de menos!

***Venimos de paso.

****Espera, Fiore, tengo que decirte...

Bueno, y tras las traducciones, el salseo, que es lo que nos interesa: ya están los tres juntos, ¿habrá espectáculo? ¿O Kyrene mandará a la mierda a Deathmask por intentar liarla con su amigo? ¿Se atreverá Shura a darle candela a Kyrene delante del cangrejo? 

Todo eso y mucho más, en el capítulo 6: "Tenéis mi bendición".

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