14. Castidad, shurikens y tatuajes

Los caballeros de oro de Tauro, Leo y Cáncer arribaron al santuario a última hora de la tarde y embocaron la inacabable sucesión de peldaños que unía las doce casas para retirarse a sus respectivos templos a descansar, deseosos de reponer fuerzas con una copiosa cena casera y una noche de buen sueño; la misión en el norte de Italia no había resultado demasiado arriesgada, pero sí lo bastante extenuante como para hacerles añorar las sencillas comodidades de las que disfrutaban en Rodorio.

Aldebarán fue el primero en llegar a su destino y despedirse con su acostumbrada cordialidad:

—¡Ha sido genial pasar estos días con vosotros! ¡Os veo luego en el comedor, pero bajad temprano o tendréis que conformaros con chupar los restos de mi plato!

—¿Chuparte qué...?¡Ni en tus sueños! —rio Deathmask.

—¡No subestimes mi apetito, Alde! ¡Pienso acabar con las existencias de carne de todo Rodorio! —exclamó Aioria alegremente.

Los dos jóvenes restantes continuaron el ascenso y se separaron a la altura de la cuarta casa con unas cuantas palmadas en los hombros y bromas referentes a lo vivido durante el viaje, después de lo cual Deathmask atravesó la cela de su templo y abrió la puerta de la vivienda, dejando en el suelo la caja de su armadura para darse una ducha refrescante.

Transcurrida una hora, el italiano parecía un hombre nuevo: aseado, recién afeitado y vestido con unos cómodos vaqueros y una camiseta blanca, estaba listo para reunirse con sus compañeros. Tenía todo pensado: cenaría rápido, alardearía del resultado de la misión y bajaría a Rodorio para tomar algo en la taberna antes de llevar a Kyrene al dormitorio y coserla al colchón hasta reventarle los tímpanos al vecino de enfrente. Con aquella idea en mente, emprendió la bajada, pero Saga le interceptó a su paso por Géminis:

—¡Eh, mafioso desvergonzado!

—¡Saguita!

—Oye, ¿por qué caminas tan raro? ¿Has pillado lombrices?

—¿De qué hablas, viejo loco? Siempre me muevo con esta sensualidad sureña...

—Joder, cada día funcionas peor, Death... Bueno, ¿qué tal estás?

—Con hambre... ¿Vienes a cenar?

Saga hizo una mueca de sorpresa.

—¿A cenar? Pensé que irías a la sala de audiencias...

—¿Y a mí qué se me ha perdido ahí? —preguntó Deathmask, extrañado.

—¿No te has enterado de lo de Kyrene? El patriarca la ha convocado a su presencia, por lo visto anoche la lio bien gorda... ¡Rajó a un tío!

—Espera, ¿que Kyrene hizo qué? ¿Ella está bien?

—¡Como lo oyes! O esos son los rumores que me han llegado... Ella está entera, sí.

Deathmask elevó la mirada hacia el cielo, con aire melodramático:

—¡Joder, qué mal me viene! Yo solo quería cenar y tirarme a mi novia como un día cualquiera... ¿Quién me mandaba enrollarme con una chica tan ida como yo?

—Como si tuvieras donde elegir, ¡venga ya! Lady Muermo era la única dispuesta a soportarte, asúmelo... —rio Saga, rodeándole los hombros con el brazo y caminando junto a él en dirección a Tauro.

——

Dos soldados del Santuario se habían presentado en la taberna cuando Kyrene todavía estaba preparándose para abrir y le habían explicado que el patriarca la requería para tratar el asunto de la noche anterior. La chica, consciente de que la situación no sería agradable, se había dejado escoltar sin ofrecer resistencia hasta el recinto amurallado, en cuya puerta, para su sorpresa, la esperaba Milo, apoyado en una columna medio derruida y portando su magnífica armadura.

—Dejadla conmigo, yo la llevaré ante el patriarca —indicó a los soldados, con tono contundente.

—Sí, señor —respondieron, inclinándose ante él.

Kyrene observó al caballero que tenía delante, aguantando las ganas de acribillarle a preguntas y fascinada por el brillo y el diseño de las piezas de metal que cubrían su cuerpo:

—Guau, Milo, veo que esta noche vas con todo...

Él le dedicó una amplísima sonrisa, encantado con su reacción:

—Me he puesto elegante para recibirte. El tema es lo bastante grave como para que el patriarca en persona os escuche a ambos, así que he decidido echarte una mano para que hagas una gran entrada. Eso sí, tú también podrías haberte arreglado un poco...

—¿Qué dices? ¡Estoy genial! ¡Y sin necesidad de ponerme cosas raras en la cabeza como vosotros...!

—Sí, pero ese look de "viuda depredadora" no va a hacerte parecer menos culpable...

Ella se miró y soltó una carcajada. Milo tenía algo de razón: lista para el trabajo, llevaba los leggings negros con estampado de cocodrilo y un top anudado en un hombro, todo escogido teniendo en cuenta la posibilidad de que Deathmask volviese esa noche.

—Y, por cierto, nada de pensar en el tatuaje de Dohko cuando veas a Shion, ¿eh? —le recordó Milo con un guiño.

—¡Dioses! ¡Ya ni me acordaba de eso! ¡Ahora no podré quitármelo de la cabeza, maldito!

Su compatriota, tronchado de risa, le ofreció el brazo con galantería y, ayudándola a relajarse a base de chistes en los que cuestionaba las habilidades amatorias y las manías íntimas de todos los caballeros dorados y varias amazonas, la condujo por una escalera lateral hasta una zona secundaria cercana a la entrada del Santuario, en la cual el patriarca tenía por costumbre resolver las quejas y conflictos entre los vecinos del pueblo. Abrió la puerta y la sostuvo para que entrase, indicándole con un dedo sobre los labios que guardase silencio.

Kyrene penetró en la estancia, anonadada ante el tamaño y el boato de lo que en el Santuario se consideraba una simple sala de audiencias para los visitantes de menor rango: las paredes estaban cubiertas por llamativos tapices que representaban hazañas heroicas o escenas de las vidas de los dioses, el mosaico del suelo era hipnóticamente complejo y, en el extremo más lejano, dos lujosos tronos presidían la cámara, situados sobre un amplio podio rematado con adornos dorados.

Los tacones de sus botas resonaron sobre las teselas de mármol cuando, vigilada por el custodio de Escorpio, llegó al área reservada a los acusados, frente a la cual ya se encontraba el patriarca, en pie delante de su sitial. Sin poder evitar que las manos se le humedeciesen de sudor nervioso, tragó saliva al contemplarle, tan severo y, a la vez, tan magnético, con el hermoso rostro descubierto y una túnica bermellón que contrastaba con su luminosa cabellera. A un gesto de Milo, agachó la cabeza con humildad, a la espera de que se dirigiese a ella.

—Kyrene Angelopoulou, se te ha mandado llamar porque anoche protagonizaste un incidente violento, ¿es así? —Shion no necesitaba levantar la voz para resultar impresionante.

—Sí, Patriarca —respondió ella, con el estómago retorcido por la angustia—, y me gustaría tener la ocasión de explicarme.

—La tendrás, en cuanto llegue el agredido.

¿Agredido? Desde luego, Helios era un auténtico jeta... El tajo que se había llevado en el brazo era poco para lo que se merecía, después de meses molestando a todos cada vez que aparecía por la taberna... Pero no adelantaría nada contradiciendo a la máxima autoridad de Rodorio, así que se limitó a aguardar hasta que otra puerta se abrió y su enemigo entró, flanqueado por dos soldados.

—Helios Samaras —dijo el patriarca, con voz monocorde—, has solicitado audiencia para denunciar a Kyrene Angelopoulou por herirte.

El pelirrojo se inclinó e hizo una exagerada mueca de dolor, sin dejar de sobar el vendaje que cubría su antebrazo derecho. Kyrene puso los ojos en blanco, pero Milo la reconvino con un murmullo:

—Disimula; no te conviene cabrear a Shion... parece un querubín, pero tiene bastante mala leche.

—Así es, Patriarca —respondió Helios—. Esta mujer se me echó encima sin que yo le hiciese nada y me atacó con un cuchillo.

—¿Estás de coña? ¡Pero si llevabas toda la noche dando por saco!

—¡Que te calles! —cuchicheó Milo, propinándole una patada en la espinilla con la puntera de su escarpe dorado.

—¡Ouch! ¡Eso ha dolido!

Shion lanzó una dura mirada a la joven y al caballero, que se recompusieron con rapidez.

—De acuerdo. Según tú, entonces, la acusada te atacó sin mediar provocación, ¿te he entendido bien?

—Sí, Patriarca: solo estaba bebiendo tranquilo con mis amigos y ella se me insinuó. Yo sabía que sale con el famoso Deathmask de Cáncer, a quien admiro, así que la rechacé y entonces sacó un cuchillo y me lo clavó, gritando como una loca.

Kyrene se golpeó la frente con la palma de la mano. ¡Aquel tío tenía la cara de cemento! Como le buscase un lío con el patriarca, le rajaría las ruedas de la caravana y le daría tal paliza que tendría que comprarse dientes nuevos en el mercado. A su lado, Milo hizo una seña conciliadora que ella agradeció en su fuero interno:

—Tranquila, luego le partimos la cara...

—Excelencia, me ha seccionado una arteria y he precisado sutura. Permita que le muestre la herida —Shion declinó su propuesta negando con la cabeza, lo cual obligó a Helios a replantearse su estrategia—. Yo... me pregunto qué clase de hospitalidad es la rodoriense, si uno entra a tomar algo en la taberna después de trabajar durante todo el día y la dueña en persona intenta amputarle el brazo...

—Más me habría valido amputarte las pelotas... —masculló ella, haciendo reír a Milo con su ocurrencia.

—¡Ejem! —el patriarca carraspeó como un profesor regañando a dos alumnos díscolos— Es suficiente, Helios, gracias. Kyrene, es tu turno: explica tu versión.

Ella respiró hondo, tratando de mantenerse fría:

—Patriarca, este hombre miente. No es la primera vez que me da problemas: siempre que entra en el local, molesta a los clientes y monta peleas. Anoche manoseó a Eugenia, me besó contra mi voluntad e injurió gravemente a Deathmask de Cáncer. Ataqué en respuesta a sus provocaciones y llegamos a las manos. No sé si mi reacción fue desproporcionada, pero todo tiene un límite, incluso mi paciencia.

Shion asintió, con semblante imperturbable y lleno de serenidad, y reflexionó durante unos minutos antes de exponer su conclusión, asiéndose los codos cubiertos por las amplísimas mangas de su refinada vestimenta. Kyrene, que a duras penas lograba ocultar su preocupación, levantó la mirada del suelo solo un instante cuando la puerta lateral por la que habían entrado ella y Milo se abrió con un ligero chirrido para permitir a una figura masculina escabullirse hasta un rincón de la estancia desde el cual se podía dominar todo el panorama. Shion ni siquiera se giró; un reverente silencio presidió el ambiente hasta que su voz se dejó oír de nuevo:

—Kyrene, estos no son los barrios bajos de Atenas. Aquí nadie se toma la justicia por su mano; el cauce correcto para resolver este tipo de trifulcas es el que ha seguido Helios: denunciar y acatar mi dictamen. No voy a consentir que se ande a cuchilladas en los dominios de Atenea.

El comerciante dedicó a Kyrene una mirada cargada de regodeo, anticipando su triunfo sobre ella; Shion respiró hondo y continuó:

—Helios, el testimonio de Kyrene no es el único en tu contra. He recabado otras quejas acerca de tu conducta y no toleraré abusos ni agresiones contra quienes dependen de mí. Por ello, te prohíbo entrar en Rodorio durante un año a contar a partir de mañana y pondré esta decisión en conocimiento de nuestros soldados, así como de las autoridades civiles, por si intentas incumplirlo.

—¡Toma! ¡Te la comes! —celebró Milo en un susurro, golpeando el hombro de la joven, que trataba de contener sus ganas de hacerle una peineta al pelirrojo.

—¡Pero, Excelencia...!

—Pero nada: espero que cuando vuelvas hayas aprendido a respetar a las personas que residen aquí. Puedes retirarte —los soldados tomaron por los brazos a Helios para conducirle fuera de la sala no bien el patriarca hubo dado la orden—. En cuanto a ti, Kyrene, debo admitir que estoy decepcionado. ¡Tu comportamiento es del todo inexcusable! ¿Sabes que podría expulsarte igual que a él? ¡Escorpio, Cáncer: dejadnos solos!

¿Cáncer...? Solo entonces, Kyrene advirtió que la persona que había entrado a última hora era Deathmask. Fabuloso: seguro que alguien le había ido con el cuento de lo sucedido y ahora tendría que darle todos los detalles o, peor aún, convencerle de que no se hiciese un monedero con el escroto de Helios... Los caballeros abandonaron el recinto sin más ruido que el producido por la armadura de Milo al caminar y el patriarca descendió de la tarima para acercarse a ella, que pugnaba por no echarse a temblar: ¿qué castigo le impondría? ¿De verdad iba a hacerle dejar el pueblo?

—Patriarca, yo... quisiera disculparme... —empezó, con voz trémula, pero él la cortó posándole la mano sobre el hombro.

—Siéntate conmigo —con un tono mucho más calmado que el que acababa de emplear, la guio hasta dos escabeles tapizados en seda verde y se acomodó en uno de ellos, a la espera de que ella le imitase—. Hablemos.

Obedeció cabizbaja, tratando de imaginar por dónde iría la conversación.

—Kyrene, Angelo es como un hijo para mí —ella elevó la vista, sorprendida por aquel preámbulo—. Él y sus compañeros son mis niños; siempre lo serán, en cierto modo. Le encontré cuando era apenas un chiquillo y subestimé la profundidad de sus heridas intentando ayudarle, pero eso es el pasado. Hasta ahora, tú has representado una influencia positiva: desde que estás en su vida, ha retomado el camino de Atenea, tal y como ha de ser. Por eso se le ha permitido verte, e incluso llevarte a su templo. Pero no puedes resolver los problemas a golpes cada vez. No es bueno para ninguno de los dos. Debes aprender a controlar tu ira.

La joven se retorció los nudillos. El pulso palpitaba en sus sienes con rapidez.

—No sé si sabes que la tradición obliga a los santos dorados a jurar votos de entrega ante la diosa, para servirla con todas sus fuerzas —continuó el patriarca, sin alterarse.

—¿Entrega...?

—Entrega, castidad y celibato, para ser exactos.

—Yo... no, no lo sabía, Patriarca —musitó, azorada. ¿Votos de castidad? ¡¿Él?! ¿El hombre más descarado y perverso que había conocido nunca? ¡Pero si le había lanzado fichas como si fuesen shurikens casi desde el primer día!

—Si él ha transgredido esa norma -y es evidente que lo ha hecho- es porque eres importante para él y yo, en el nombre de Atenea, apruebo vuestra relación, siempre y cuando continúes siendo un factor de mejora en su camino. Pero, a su vez, eso te convierte a ti en algo más que una simple habitante de Rodorio: eres la pareja de un caballero de oro y, en cierto modo, representas al Santuario. Tienes una responsabilidad, tus actos han de estar guiados por los mismos preceptos que los de cualquiera de las personas que sirven a la Diosa dentro de estas murallas. ¿Comprendes lo que te digo?

—Sí, Patriarca: no debo perder las formas con los clientes, por muy gilipollas que sean.

—Exacto, Kyrene —respondió Shion, tomándole los dedos y acariciándolos con suavidad. Su tacto era reconfortante y diluyó un tanto la inquietud que la atenazaba—. Comprendo que has pasado por mucho en la vida y que estás habituada a defenderte sola, pero insisto en que no puedes actuar por tu cuenta. Y menos aún si se trata de alguien de fuera del pueblo; no deseamos un problema con las autoridades griegas.

—Entiendo.

—Creo que necesitas darte un respiro —continuó Shion, con modos amables, pero que no admitían discusión—. Te quiero fuera de Rodorio dentro de una semana. Organiza tus asuntos.

La chica se mordió el labio, tratando de contener la tristeza que acababa de invadirla. No podía creer lo que oía.

—Patriarca, ¿me está echando? ¿Sin una segunda oportunidad? ¿Qué se supone que debía hacer para detener a ese imbécil? ¡De verdad, intenté ser pacífica!

—Tranquila, Kyrene. No estoy condenándote al exilio. Sé que Deathmask te propuso un viaje hace tiempo, pero su carga de trabajo no os ha permitido realizarlo. Le daré unas semanas libres para que descanséis juntos, a menos que prefieras ir sola.

Las yemas de Shion continuaban rozando los nudillos de la chica, cuya respiración se había acelerado a causa de la ansiedad.

—No tienes nada de qué preocuparte. No es una penitencia. Solo quiero que volváis tranquilos y listos para honrar a Atenea como merece.

—Sí, Patriarca —respondió ella, sin mucha confianza.

Shion observó con atención a la joven que tenía frente a sí: en el fondo, no era más que otra huérfana, como la mayoría de los habitantes de Rodorio -cuya institución recibía niños asustados, rechazados y heridos de cada rincón de Grecia- o como las criaturas de cosmos prometedor que él mismo había buscado por todo el mundo: una chiquilla obligada a madurar demasiado pronto, privada de la oportunidad de vivir una infancia amorosa y tranquila. Él comprendía a la perfección la incertidumbre en la que se había desarrollado su existencia y la zozobra que le producía pensar siquiera en ser expulsada del único sitio donde había logrado echar raíces. Sonrió con ternura y volvió a hablar:

—También quería agradecerte en persona lo que haces por Rodorio, y en concreto, por Deathmask. Sé que su carácter no es fácil e imagino que a veces fantasearás con asesinarle, pero le has ayudado a ver con perspectiva.

—Gracias, Patriarca. ¿Puedo...?

—Sí, puedes retirarte —concedió Shion, pasándole la mano paternalmente por el cabello—. Y no te preocupes por lo que te dije acerca de los votos: todos los santos los juran, pero nadie los mantiene. Es tan arcaico como la máscara de las amazonas, puro formalismo. La vida de un caballero es demasiado corta como para renunciar a los pequeños placeres que hacen que merezca la pena.

Kyrene, más tranquila después de aquel guiño, se inclinó a modo de despedida y abandonó la estancia, preguntándose con una risita quién habría hecho a Shion faltar a sus votos y buscando a Milo con la mirada para que la ayudase a encontrar el camino de salida en aquel laberinto de pasillos; pero fue Deathmask quien apareció ante ella, surgido de entre las sombras.

—¡Hola, gatita! ¿Cuánto me has echado de menos? —preguntó, apoyando un brazo en la pared para acorralarla y acercándose a sus labios con su habitual sonrisa irresistible.

Bueno, pues Kyrene la ha liado por actuar por su cuenta. ¿Qué hará Deathmask cuando se entere de todo el lío con Helios? ¿Y respecto al viaje que Shion dice que hagan, a ver si así se nos relaja la chavala? ¿Qué opina Kyrene de todo el asunto de los votos? Porque si echamos cuentas, se ha tirado a dos caballeros dorados y se ha morreado con una amazona... ¿le pondrán una multa por pervertir al santuario? Hablaremos de esto en el próximo capítulo: "Shion está ya muy mayor".

¡Ah! También hablaremos de la apuesta que nuestro querido cangrejo perdió... Porque si no cumple su parte, la cólera de Kyrene puede alcanzar niveles del enésimo sentido...

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