Capítulo 38
Capítulo 38:
—Tengo hambre —se sobó el estómago haciendo una expresión de auxilio.
—Come entonces —rodó los ojos y le dio la espalda.
—¿Me darás comida? —sus ojos le brillaron, pero, igual que todo, estaba practicado.
—No soy tu empleada —hizo ojos medios, aun sabiendo que no la miraba.
—¿Quieres serlo?
—No estoy loca.
—Nina, en serio tengo hambre —murmuró con el tono de voz un tanto más serio.
—¿Y? —se encogió de hombros —. No es mi problema.
—Anda, tía, no seas tan mala —unió sus dos manos en señal de ruego.
—Oye, en serio no soy tu empleada, si tienes hambre puedes buscar algo en la nevera y comer —lo encaró enfadada. Ya era el colmo. Llevaba diciéndole que tenía hambre desde hacía rato y más que le dijera que no le importaba, insistía. Era molesto.
—No te mosquees... —susurró un poco apenado por sí mismo —. No quiero ser una molestia.
—Lo estás siendo —posó una de sus manos en su cintura y recargó su peso sobre una pierna —. De verdad lo estás siendo.
Gastón se acercó hasta quedar a unos pasos muy cerca de ella y le sonrió con un poco de burla. Quiso retroceder, porque sinceramente no quería estar cerca de él, ya era suficiente a la distancia que estaba antes, pero su intención se detuvo cuando el pantry impidió su paso.
—¿Por qué eres tan esquiva? —susurró mostrando su blanca dentadura.
Estaba tan cerca que podía sentir el aroma que su cuerpo despedía. Era envolvente, varonil. Atraía. Claro que, a ella no.
—Aléjate —ordenó bajando la vista después de sentirse incómoda ante su mirada almendrada.
—Anda... no te alejes... —levantó su mentón sintiendo pequeños temblores por parte de la morena.
—Aléjate tú —quiso poner una mirada seria, de esas que siempre le obsequiaba. Pero a esa distancia esa habilidad desaparecía.
—¿Y si no quiero?
¿Por qué parecía que jugaba? Ah, sí. Porque justo eso hacía.
—Entonces me alejo yo...
Se apartó de él y comenzó a caminar hacia la puerta que conectaba con el pasillo hacia la sala de estar. Su plan de seguir avanzando se congeló cuando las manos del chico sostuvieron su cintura por detrás y la atrajo hacia él, al mismo tiempo que él se hacía hacia adelante, todo tratando de cortar la distancia que la chica trataba de imponer.
—¿Por qué no te dejas querer...? —le susurró tan suave, que las palabras impactaron contra su piel y los pequeños vellos de su nuca se levantaron y un escalofrío recorrió toda su espalda.
—Yo... Ah... —las palabras no salían de su boca. Parecía como si fuera imposible levantar la lengua y hablar correctamente.
—¿Qué te hice para que seas tan esquiva conmigo?
Y oh, Dios. Cuando su nariz rosó su oreja, un espasmo la hizo temblar. Se estaba acercando mucho. Eso era peligroso.
—Por favor... —susurró con sus manos empuñadas y con el corazón acelerado.
—Tu corazón está impaciente... —esta vez él llevó su mano a la de ella y la unió ejerciendo cierta presión que no pasaba de ser cómoda —. Lo sientes ¿verdad?
La pregunta era obvia. Por supuesto que lo sentía y eso la aterraba.
—Vete... —volvió a susurrar con a voz un poco apagada.
El chico hizo que se diera media vuelta para quedar frente a frente. Pero esa distancia era lo que la preocupaba. Estaban muy cerca. Demasiado. Estaba aterrada en serio.
—Nina, no me alejes —y si se preguntaba si era posible acercarse más, él le dio la respuesta, porque lo había hecho —. No me huyas...
—Por favor no te acerques...
¿Por qué sus mejillas estaban mojadas? ¿En qué momento se rompió?
—¿Por qué lloras? —le preguntó preocupado.
Se separó un poco. Con uno de sus pulgares comenzó a acariciar su mejilla, dejándola así, libre de rastros de lágrimas.
—No me toques —tragó con dificultad y lo empujó alejándolo de ella.
No supo que había escapado de él hasta que se encontró corriendo en dirección a su habitación.
Estaba aterrada, estaba molesta, pero, sobre todo, estaba destruida.
Esas sensaciones no podían regresar. Mucho menos con tanta intensidad de la que ahora. ¿Acaso había hecho algo mal? ¿Por qué estaba siendo castigada de esa manera? No era una mala persona como para merecérselo.
—¿Por qué me huyes, Nina? —habló Gastón sabiéndose solo en la cocina.
Se apoyó sobre el pantry con las dos manos, suspiró profundo y miró hacia arriba. Sonrió con un poco de decepción. Algo le estaba pasando. Pero ese algo se sentía tan bien y tan mal al mismo tiempo.
—¿Yo debería huir, Nina?
—¿Nina? —dirigió la mirada hacia donde provenía la voz de la interrogante.
—¿Qué haces aquí? —lo miró con confusión —Tú nunca entras a la cocina.
—Vine a buscar a la empleada de Ámbar —se acercó a él —. Quiero preguntarle si sabe dónde está ella.
El modelo se encogió de hombros y no pronunció palabra. Eso era extraño.
—¿Por qué la mencionabas? —arqueó una ceja y se aproximó un poco más hacia él.
—¿Qué? Yo no hacía nada —se sonrojó y no supo por qué.
—Dios... —abrió los ojos como platos y sostuvo sus hombros como si fuese un héroe caído.
—¿Qué? —preguntó con confusión.
—Tú... ella... —relajó su semblante cambiándolo por uno burlesco —¿Te gusta, amigo mío?
—¿Qué? ¡No! —lo apartó sin tratar de ser brusco y se empezó a reír con nerviosismo —. Por supuesto que no.
Matteo no se creyó nada de lo que le dijo, era tan obvio. No quiso seguir insistiendo en el tema, decidió seguirle la corriente.
—Ya me iba a poner llorar —lo abrazó dramáticamente —. Creí que me ponías los cuernos.
—No soy de poner los cuernos, mi amor —lo abrazó también y levantó su rostro y luego dio un beso innecesariamente ruidoso en sus labios —. Nunca.
Nina se había ido corriendo a su cuarto, estaba con el corazón latiendo con tanta intensidad que le daba miedo que en algún momento se detuviera. No fue capaz de abrir la puerta y entrar, se había quedado paralizada y pensando en su ridícula reacción.
De un momento a otro empezó a sentirse mal, no por ella, sino por el chico. De seguro ahora mismo estaría echándose la culpa por haberla hecho llorar. Y es que, fue tan tonta por ponerse a llorar. De un momento a otro y por la cercanía del modelo, comenzaron a llegar a su mente pequeños recuerdos que pasó con Xavi, y claro, tenían que llegar los recuerdos de cómo terminó el asco de relación con él. En su momento, para ella, no fue un asco, pero para él sí, porque de otra forma no la hubiera engañado. De seguro las veces que la besaba, mientras ella se sentía en las nubes, él debía aguantarse los gestos de repugnancia.
—Tonta...
Era tonta, sí, lo era, aunque no lo aparentaba. Fue tonta en ese momento y lo estaba siendo ahora.
Había dejado al pobre chico con millones de dudas por haber salido corriendo. Debía disculparse, y él también, pues era atrevido haber hecho lo que hizo. Pero ella no se lo impidió, tuvo la mayor parte de la culpa.
Mientras caminaba buscaba palabras u oraciones lógicas para decirle al chico la razón por la cual había salido huyendo de él como alma que llevaba el diablo. Pero hasta su cerebro se detuvo al momento en que sus ojos vieron a dos chicos darse un, muy extraño y ruidoso beso en los labios.
En situaciones normales, ver eso no hubiera ocasionado algún colapso en ella. Pero esta no era una situación normal ¿verdad? Era su jefe besándose con la misma persona que momentos antes la estuvo deteniendo susurrando cosas que sonaban tan malditamente delicadas.
—Oh, Dios... —murmuró retrocediendo algunos pasos y sintiéndose asqueada por lo que acaba de ver.
Y sus preguntas eran prácticamente una sola «¿Por qué?»
¿Por qué él?
¿Por qué con un hombre? Al menos con una chica sería entendible. Pero eran dos hombres.
¿Por qué otra vez? Porque, aunque no fuera el mismo chico, parecía sentirse como aquella vez. Sentirse engañada y volver a sentirse todavía más tonta que nunca.
Y de nuevo, pero no menos importante: ¿Por qué él?
¿Qué tan importante era que fuera él? Pues para esa pregunta ni ella misma tenía respuesta.
—Nina... —Gastón abrió los ojos y empujó a Matteo como por instinto —. Nina, de verdad no es lo que crees.
Y, mierda, ¿por qué esas palabras le parecía que las había escuchado antes? Ah, sí, porque lo había hecho. La diferencia es que esta vez estaba doliendo el doble. Quizás un poco más.
—Ah... —murmuró Matteo tratando de contener la risa — ¿Ups?
—Tú... y ¿él? —parecía seguir metida en el trance. Estaba segura de que aún lo estaba, porque la imagen de los dos unidos en un, pequeño, sí, pero sin dejar de ser beso, seguía en su mente, en sus ojos. En todo lo que dolía.
—¡No! —gritó el modelo alterado pero aterrado —. En serio, no...
—Anda, dile que me amas —dijo Matteo acariciando el hombro de su amigo. Le parecía tan cómica aquella situación.
—No me jodas —le apartó la mano con brusquedad y quiso acercarse a Nina, pero no pudo, algo se lo impidió.
—¡No te acerques! —sí, eso lo detuvo.
—Por favor, escúchame... —alzó las manos tratando de tranquilizar a la morena.
—Esto es... —hizo una expresión de asco y se perdió de la vista de los dos castaños.
—Oh, mierda... —rascó su cabeza con ambas manos y maldecía internamente a todo, más a su amigo.
—Yo creo que mejor me voy —salió de puntillas del lugar dejando al muchacho con una sarta de insultos preparados solo para él.
Nina cogió un taxi y le dio la única dirección que le vino a su memoria.
Sus ojos picaban y sus nudillos se hallaban blancos por tener las manos empuñadas. Al llegar a aquel edificio subir las escaleras no fue un gran obstáculo. Solo quería ver a su amiga. Quería ser consolada por ella. Como en los viejos tiempos.
—¿Nina? —murmuró confundida y preocupándose al ver que la chica comenzó a liberar las lágrimas que contenían sus ojos.
—Ayúdame, Luna —se lanzó sobre ella y la abrazó con fuerza, hundiendo su cabeza en su cuello —. Te necesito.
—¿Qué te sucede? —le preguntó preocupada y abrazándola demostrándole apoyo.
—No lo sé...
—Pasa... —cerró la puerta tras de sí y la llevó hasta el sillón más grande y ella se sentó agachada frente a ella —. Dime qué te sucede... —le acarició las mejillas sintiendo pena por ella.
—Es que ni yo misma lo sé, Luna... —moqueó sintiéndose tonta. Ese día en serio no podía sentirse más tonta —. Soy tan tonta, Luna.
—No lo eres, no me digas eso —la volvió a abrazar sintiendo las lágrimas de ella mojar su ropa.
El sonido del timbre sonó y la castaña, queriendo no hacerlo, se dirigió nuevamente a la puerta para pedirle de favor a la persona que estaba tras de esta, que tuviera la amabilidad y dejara de joder para dejarla a ella y a su amiga tranquilas. Sus ideas cambiaron al momento de ver unos ojos cafés observarla con preocupación y unos dedos golpeando con desespero la grisácea pared del departamento.
—Tú... —susurró sin salir de la impresión.
—Hola —saludó como si nada.
—¿Qué haces aquí? —preguntó la mexicana viendo extrañada al castaño.
—Nina... sé que está aquí.
Continuará...
Gastina >_< I Love It!
Quiero hacer un OneShot #Simbar. No sé qué tan feliz sea. ¿Lo van a leer? 7u7r
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