Capítulo 32

Capítulo 32:

Ella no estaba emocionada. Eso era muy poco para describir lo que sentía. Era como subir a una nube, saltar miles de veces con la confianza de que no iba a caer y que esa nube no iba a desaparecer.

Pero mucha confianza a veces puede ser malo ¿verdad que sí?

—Xavi, esto de los baños puede ser peligroso... —hablaba sin ver al frente, solo se ocupaba de cerrar la puerta con el seguro.

—Nina... —su voz sonó sorprendida y cuando volteó supo por qué.

—Xavi... —ella también lo hizo, su voz también sonó sorprendida, porque lo estaba.

Una chica rubia, con la piel pálida y unos ojos verdes que destilaban burla en lugar de sorpresa. Eso fue lo único que miró.

—No es lo que parece, de verdad —se trató de excusar. Pero, aunque ella fuera primeriza en eso de «el amor», el ver a su, ¿qué era ahora? ¿su ex? ¿su primera decepción amorosa?, lo que sea que fuera, verlo sin su camisa y a la chica aquella también y con una teta de fuera, eso no tenía excusa alguna.

Eso no era más que mierda pura.

—¿Por qué...? —preguntó con los ojos llorosos.

—Nina, en verdad que... —apartó a la chica lo suficiente como para empezar a ajustar de nuevo su camisa.

—Solo respóndeme eso. ¿Por qué? —tragó saliva intentando llevarse consigo el dolor. Pero en ese momento hasta tragar le era difícil.

—¿Sos tonta o te hacés? —preguntó la rubia como si fuera algo obvio —¿No te diste cuenta de que solo te usó porque sos el cerebrito de la universidad? ¿De verdad creés que alguien sí se fijaría en vos con otros fines que no sean más intereses?

La chica aquella se echó el cabello hacia atrás y dio una carcajada que resonó por todo el baño.

—¿Eso es verdad? ¿Solo fue por eso? —preguntó dolida viendo al chico de cabellos, ahora alborotados. Pero el chico no respondió. Ella bien sabía que quien niega, otorga. Y así era, muy a su dolor, así era —. Eres un completo idiota, Xavi. Pero ¿sabes qué? Yo fui más idiota al dejarme engatusar por tus «palabritas de cariño»

—Lo bueno es que lo reconocés, niña —se burló la otra chica y depositó un pequeño beso en la mejilla de Xavi.

—Por si no te habías dado cuenta, estoy hablando con él, no contigo, te agradecería que dejaras de ser tan entrometida y meter tu nariz donde te importe. Contigo confirmo que la belleza no da inteligencia —hablaba seria y fría. Pero la chica la sacaba de sus casillas. Y al chico, a ese lo quería matar. Pero a pesar de lo que le había hecho. Lo seguía queriendo.

Él fue el primero en fijarse en ella, aunque ese «fijarse», haya sido únicamente para subir su promedio en clases y no terminar como un fracasado. Ella, la tonta, había creído y caído en su falso amor como una polilla a la luz.

—Me salió enojada la niña —se volvió a burlar la de ojos verdes —. Decime, ¿a vos de qué te sirve ser tan inteligente si sos más apática que una abuela de ochenta años? —la rodeó y la miró de arriba abajo —. Xavi, cariño, en verdad no sé cómo le hiciste para soportar esta cosa, pero bueno, los dejo «pareja del año» —y dichas esas últimas palabras, salió de los baños de las chicas.

—Nina, lo siento —trató de acercarse, pero mientras lo intentaba, la chica se alejaba.

—Tú no sientes nada, eres un imbécil. Con las personas no se juega así, Xavi, y si estabas acostumbrado a ello, yo no tenía que ser tu otro de tantos conejillos de indias —se limpió las lágrimas. Estaba enojada, pero, sobre todo, estaba dolida —. ¿Sabes qué? Quizás no sepas que todo en la vida se regresa, a veces el doble. No te deseo nada malo, solo te deseo que seas feliz, porque siendo quién eres, difícilmente vas a lograr eso.

La morena de lentes se encaminó hacia la puerta y dando el último vistazo hacia el chico detrás de ella, cerró la puerta y se prometió así misma no volver a confiar en ningún chico, menos en los chicos lindos, esos solían ser los peores.

Un Alfa Romeo rojo chillante se estacionó muy cerca de una cafetería muy conocida para los dos chicos que iban dentro de este. Un modelo de cabello castaño claro estaba sonriendo maliciosamente al terminar de aparcar.

—Llegamos a tu cafetería favorita, cariño —habló sonriendo en forma de sarcasmo.

—Eres un tonto —rodó los ojos y se bajó del auto —. No entiendo por qué me trajiste aquí habiendo tantas cafeterías en la ciudad.

—¿Te parece poco que al frente vive uno de tus mejores amigos? —se rio mientras golpeaba el hombro del chico elegante.

—Es la última vez que me traes aquí —sentenció mientras empujaba la puerta y la campanilla emitía su típico sonido.

—No te enojes, solo me daría gusto ver al chico ese, entrar por esa puerta y que los dos se vieran, me gustaría ver el mundo arder —posó sus codos en la mesa y lo vio fijamente.

—Sí, definitivamente eres un tonto —reafirmó y se puso a revisar las notificaciones que le llegaban a su celular.

—Bienvenidos, ¿Qué van a tomar los señores? —mencionó una voz amable y cordial.

Esa voz le hizo erizar los vellos de la nuca y provocó un escalofrío extraño que recorrió toda su espalda. Una voz malditamente conocida.

—A mí das un café bombón y para mi amigo... —miró a Matteo en busca de una respuesta, pero él estaba embobado viendo a la linda castaña que los atendía.

—¿Usted va a beber algo? —preguntó la chica sonriente, como si nada estuviera pasando.

—S–sí, un descafeinado, por favor... —dijo con un hilo de voz, eso le sonó extraño a su amigo.

—En un momento —y dicho eso la chica se fue taconeando con la sonrisa con que había llegado.

—¿Por favor? ¿Desde cuándo tú dices «por favor»? —cuestionó con asombro y regresando la vista a la chica del moño —. Tiene buen culo.

—Cállate, imbécil —lo asesinó con la mirada.

—Estás muy estresado, ¿qué te sucede? La chica esa, te gustó, ¿a que sí?

Luna estaba extremadamente nerviosa, el mantener una sonrisa fingida con la persona equivocada no era tarea fácil, no supo si los dos chicos notaron que apenas caminaba, que sus manos le sudaban o que ni siquiera anotó lo que ambos pidieron. Estaba jodida. Matteo estaba a tan solo metros de ella y lo único que se le ocurrió hacer, fue hacerse la desentendida y hacer como que no lo conocía.

—Charlie, ¿podrías atender la mesa ocho? Tengo más pedidos —pidió a uno de sus compañeros de trabajo. Un muchacho de unos diecinueve años con el cabello un poco largo en forma de hongo y unos ojos negros hermosos.

—Lo lamento, Luna, yo también estoy lleno de pedidos, de un momento a otro la cafetería se llenó. Por cierto, ¿ya notaste quiénes están aquí? —preguntó en tono chismoso.

—No. ¿Quiénes están? —por supuesto que lo sabía. Rogaba porque no se lo dijera.

—Matteo Balsano y su amigo Gastón Perida, es un modelo que está súper bueno —aclaró mirando al chico de cabellos castaños claros —. No sé si es gay, pero si lo fuera, me le lanzo encima.

A la castaña le seguía impresionando la capacidad de ese chico para ser tan directo y sin filtros. Quería ser como él.

—Ayúdame, por favor —rogó mirando al chico con ojos de perro abandonado.

—No. Ve tú, pero te informo que Matteo está casado y el modelillo es mío —casqueó la lengua y luego volvió a suspirar —. Quizás por eso se llenó la cafetería, tenemos a celebridades dentro.

—Mejor no te hubiese pedido nada —se dio la vuelta enojada llevando los dos cafés en una bandeja.

—Ve con Dios, cariño, ve con Dios —la miró con diversión y volvió a su trabajo.

—Su bombón —le sonrió al modelo —. Y su descafeinado, señor —también sonrió, pero eso era cosa del trabajo, fue la sonrisa más hipócrita que había dado en su vida —. ¿Necesitarán algo más? —rogaba al cielo porque la respuesta fuera una negativa.

—No, gracias —dijo sonriendo Gastón, le guiñó un ojo y la chica alzó una ceja, sin decir más, se fue.

—N–necesito ir al baño —mencionó Matteo de un omento a otro y se levantó de la silla.

—No te masturbes mucho —se carcajeó. Matteo no le hizo caso.

El muchacho del traje avanzó rápido hasta halar del brazo a la muchacha castaña, que, dicho sea de paso, era la única trabajando en ese momento.

—Me está lastimando, señor —hablaba seria mientras trataba se zafarse del agarre.

—No te hagas la que no me conoces, Luna, ¿Qué haces aquí? ¿Desde cuándo estas aquí? —preguntaba desesperando mientras la chica lo miraba seria.

—Yo no te conozco, nunca te había visto en mi vida y, como no te conozco, no te hablo. No hablo con desconocidos —trató de dar la vuelta e irse, pero de nuevo la mano áspera del hombre de traje la atrajo hacia él.

—Luna, ¡por Dios! No sabes cuánto te... —la morena lo interrumpió.

—Tienes razón, no sé y no me interesa saber. Adiós, habemos algunos que necesitamos trabajar por nosotros mismos, no estamos pegados a las faldas de nuestros padres. Con su permiso, señor —y se fue. Con el corazón en la boca, pero se fue.

El timbre sonó y un muy desarreglado Simón corrió para abrir la puerta.

—¡Hola, cariño! —saludó alegre la pelirroja.

—Hola, Jaz —le dio un pequeño beso en los labios —. Pensé que llegarías más tarde.

—Pues no, ya tenía muchas ganas de verte, Sim —pasó a la sala de estar y tiró la bolsa que llevaba al sillón más grande —. Tengo algo muy importante para contarte —el aura de alegría que se notaba alrededor de ella puso a pensar a Simón.

—Pues dime —la haló hasta el sillón y se sentó junto a ella —. A ver, soy todo oídos, mi amor.

Ese «mi amor» le hubiese quedado muy bien a otra persona. Le dolió decir esa frase, pero no por él, sino por esa pelirroja que lo que más hacía era intentar alegrar cada vez más sus días, aunque ahora eso pareciera una misión imposible.

—¿Tenés hermanos, Simón? —cada vez parecía más emocionada. Lo estaba, era obvio.

—¿Qué? —estaba perdido —¿A qué viene eso?

—Solo respondé, mi amor —se acercó a besar sus labios y acariciar su rostro.

—No... —estaba dudando de todo, hasta de responder —. Jazmín, ¿a qué juegas?

—Es una lástima, Luna va a ser la única tía de tu próximo hijo, mi Simón —se llevó una de sus manos a su vientre y lo sobó con delicadeza —. Vas a ser papá, mi amor.

El mexicano quedó pasmado. Se esperaba todo, cualquier historia por muy ficticia que esta fuera, todo, menos que Jazmín le dijera que iba a ser padre. Sus ojos se abrieron y su cerebro quedó a punto de un colapso. Por un momento olvidó la manera en que se respiraba. ¿Y qué pasaba con su corazón? ¿Desde hacía cuánto había dejado de latir?

—¿Pa...pá? —balbuceaba preguntándose también si lo que salía de su boca eran palabras o solo ruido.

—Sí, cariño, seremos padres —sonreía como si eso fuera lo único que podía hacer.

—¿Es una broma? —preguntó sin dejar su asombro a un lado.

—No, no, mi amor, no lo es... —el rostro de la pelirroja se tornó serio.

—¿Un hijo? —se golpeó las mejillas con ambas manos queriendo conversarse de que estaba en un sueño y no en la realidad.

—Simón, ¿no te da gusto? —ahora la semilla de la duda había entrado en la muchacha —. Yo vine aquí ilusionada a contarte que estoy embarrada y tendré un hijo tuyo, ¿y vos lo único que hacés es ponerlo en duda? ¿Creés que te estoy engañando verdad? Yo no bromearía con eso, Simón, sos un maldito imbécil si no me creés. Yo, siento que cometí... —los labios de Simón la aprisionaron impidiendo que terminara de hablar.

Desde hacía tiempo ya, no le daba un beso con las ganas con las que se lo estaba dando ahora. La quería, la quería muchísimo. Ahora la quería seis veces más, diez veces más. Mil veces más.

—Solo me dejaste en shock, mi amor —la volvió a besar, esta vez con más cariño contenido —. No puedo creer esto. Me haces muy feliz, Jazmín, me haces el hombre más feliz sobre este mundo —sobó el vientre de su novia—, y este pequeño que crece dentro de ti, tendrá todo el amor que se merece. Él y tú tendrán todo mi amor, todo de mí.

—Estúpido —apoyó su cabeza en el amplio pecho del moreno —. Maldito estúpido, casi me matás de un susto.

—Esto hay que celebrarlo, a lo grande —le besó fuertemente la frente y se levantó de su lugar —. Por hoy, vamos a cenar.

Cuando una persona sale de su casa, sale con todas las ideas del mundo, sale con la mentalidad que hará todas las cosas que lleva en mente. Sale sabiendo que regresará cansado, agobiado tal vez, pero que regresará. Nadie sale de su casa con la idea de que puede morir en el camino.

Esa noche, con las mismas ideas de regresar a casa salieron Simón y su novia. Ninguno de los dos se esperaba nada malo para ambos. Ellos solo salieron a una noche de celebración, ellos no era adivinos. El destino solo seguía su curso, y para su mala suerte, ellos estaban en el medio.

Continuará...

Se imaginan otro drama mío en el que Simón muere T.T hasta yo lloro con mis locuras hormonales xD

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