Capítulo 27

Capítulo 27:

Simón nunca había pensado en enamorarse alguna vez. Pero conoció a una pelirroja que le movió el tapete. Una hermosa chica a la que quiso muchísimo. Y la misma chica de la cual se lamentaba no haberse enamorado. Porque no se enamoró, al menos, no de ella. En un principio pensó que sí, porque todo con ella era muy bonito, le iluminaba sus días, y como ella se lo decía, él hacía lo mismo con ella. Pero eso no fue el amor que sintió cuando la rubia apareció en su vida, ese no fue el amor que lo hizo ir al cielo, el mismo amor que lo lanzó sin piedad de la nube donde estaba parado. El amor que lo levantó y, curiosamente, fue el mismo amor que lo enterró.

—¿Quién inventó el amor? —se golpeó la frente mientras miraba el agua cristalina, correr con paciencia bajo el pequeño puente que había en aquel parque.

Dos pequeños pajaritos azules con negro estaban parados en la orilla del río en miniatura un poco alejados de él, pero lo suficientemente cerca para poder verlos.

—En serio, no se enamoren, eso solo los separará —dijo dirigiéndose a los animalitos, como si pudieran entenderle.

—¡Cuánta razón tenés, chico! —una voz muy conocida se escuchó detrás de él.

Se dio media vuelta y lo primero que notó fue un corto vestido rojo, muy al contraste con la blanquecina piel de su dueña.

—Jazmín... —susurró en tono de sorpresa.

—Sos la última a quien pensé encontrar en mi lugar de meditación —sonrió débilmente y se aproximó al barandal del puente.

—Y yo no pensé volver a verte en mi vida —la chica lo volteó a ver enarcando una ceja —. Digo, yo pensé que tú no querías volver a verme en tu vida.

—Lo siento, pero yo no me iba a cambiar de país por un mal de amores —dijo en tono calmado, pero fuerte a la vez. Era una pequeña pedrada a la historia de su amiga que una vez le había comentado.

—Pensé mal, qué tonto... —bajó la mirada avergonzado.

—Pues no andés pensando —fijó su mirada al frente. A un punto desconocido para el chico y también para ella.

—Eso es... —se pensó dos veces lo que iba a decir —¿Andrés? —la chica lo volvió a ver con una mirada que poseía una risa contenida —. Lo siento, es que hoy estás... diferente.

—¿Y cómo querés que esté? ¿Saltando como niña enamorada? No, Simón, no puedo estar así —hablaba seria. Simón se sentía culpable.

—Es mi...

—Sí. Sí, Simón, es tu culpa —ni siquiera lo dejó terminar. Sabía su pregunta.

—En verdad lo siento —trató de tomar su mano, pero ella se lo impidió.

—No lo sintás. No tenés por qué —una lágrima rodó por su mejilla. Eso le rompía el corazón —. Decime, ¿También te dolió cuando te cambiaron por otro?

—Es que sí... Espera —analizó la pregunta —¿Cambiar por otro? ¿Cómo va eso?

—Nunca te gustó leer el periódico, ¿verdad? —rio con pena por lo que iba hacer.

—¿Qué tiene que ver el maldito periódico con esto? —se estaba desesperando.

La muchacha hurgó entre las cosas que llevaba en su bolsa de mano elaborada con cuero de color blanco, muy al estilo de la extravagante mujer. Un pedazo de papel blanco con letras muy pequeñas en color negro fue lo que sacó, para después entregárselo al mexicano.

Tenía todas las cosas que tiene un periódico, los típicos anuncios para personas que quieren buscar encontrar trabajo, las cosas cotidianas que tiene un periódico. Nada fuera de lo normal, nada, hasta que en una esquina de la hoja con letras mayúsculas y en negrita se podían apreciar las palabras «AL FIN SE DEJAN VER EN PÚBLICO».

Aquello fue un golpe bajo para Simón, ver la pequeña imagen de una chica rubia muy bien vestida, con una extraordinaria sonrisa y tomada de la mano con un tipo que, curiosamente, se le hacía conocido. Parecían ser el presidente y la primera dama del país.

Algo dentro de él hizo un «crack» cuando leyó el breve apartado que había debajo de la imagen que había provocado cáncer en su pedazo de corazón.

«El empresario más famoso de España al fin se deja ver a la par de su hermosa esposa. Desde su boda no se sabía nada de esta hermosa pareja, ¿sería culpa de su luna de miel? De seguro, porque tardaron mucho tiempo en dar la cara al público. Pero todo eso cambió hasta la tarde de ayer cuando ambos fueron captados entrando tomados de la mano a una de las empresas Balsano ubicadas en la ciudad. De más está decir que hacen una muy linda pareja juntos. ¡Enhorabuena a los dos! ¡Que su amor y su felicidad les dure para siempre!»

—Todavía tengo una duda, cariño. Cuando estabas con «tu prima», ¿Ella estaba casada ya o te cambió muy rápido cuando escuchó el sonido del dinero?

En una habitación enorme y muy pequeña al mismo tiempo, una rubia se encontraba mirando con temor una hoja de papel que estaba en el suelo.

—¡NINA! —gritó aterrada y desesperada.

—Ámbar, ¿qué te pasa? —dijo la muchacha de cabello negro, entrando a la habitación.

—Dime... —se acercó a ella y la tomó de ambos hombros —. Nina, por favor dime que en ese periódico no dice lo que creo que dice. Dime que no leí nada de lo que está escrito ahí y que fue un sueño horrible.

La muchacha se acercó hasta donde estaba tirado el papel y lo recogió de alguna forma, temiendo, de lo que se podía encontrar, porque, si Ámbar no era la reina del drama, lo que había escrito era simplemente aterrador para que la rubia se pusiera de esa manera.

La chica de cabello liso buscó algo que provocara miedo, algún homicidio, algún robo o cosas así. Pero nada fuera de lo común. Todo parecía estar en el lugar que debía estar.

—Dime loca, pero es que, no veo nada raro —rio nerviosa y se acomodó los lentes.

—Tú no entiendes, si Simón mira esto... —se acercó a ella —. Él me va a odiar todavía más de lo que ya me debe odiar.

—¿Simón? ¿Quién rayos es Simón? —la quedó viendo con su cara de dudas, esperando respuestas.

—Él no es más que la persona más perfecta que existe en el mundo, es la persona más pura viviente sobre la faz de la tierra... —se soltó en llanto —. Él es simplemente el amor de mi vida, Nina.

La morena quedó a punto de un colapso. Hizo una pregunta que estaba segura no recibiría respuesta o tal vez un «nadie importante», se espero todo, menos eso.

—Tranquila, te traeré un poco de agua... —se fue en dirección a la puerta y salió de la habitación.

—Lo siento mucho, Simón —se arrodilló en el piso cubriendo su rostro con sus manos —. En verdad lo lamento.

El amor de mi vida... —repetía Nina, mientras llenaba un vaso cristalino con agua del grifo.

—Hola —escuchó una voz masculina tras ella.

—Hola —respondió ella sin siquiera darse la vuelta.

—Soy yo o, ¿te escuché hablando sobre el amor de tu vida? Porque si es así, aquí me tienes —dijo en tono burlón.

La morena se dio media vuelta. El vaso que tenía en las manos se estrelló contra el piso. La sangre se le subió a la cara y todo el cuerpo le quedó congelado.

—El modelo... —susurró con una voz tan fina que apenas sí pudo ser escuchada por ella misma. Eso creía ella.

—Así que me conoces... —dijo el chico mostrando su perfecta dentadura a través de una sonrisa perfecta. Perfectamente ensayada.

—Ah... —mientras en su mente trataba de resolver el enigma del porqué no podía articular palabra.

—Soy Gastón Perida, pero tú puedes llamarme El amor de mi vida, mucho gusto —sonrió estirando la mano como cordial saludo.

Por otro lado, Simón estaba acostado en una cama que no era la suya, en una casa que no era la suya, con una chica que no era Ámbar.

Ambos terminando de tener sexo.

Continuará...

Chicos, yo... me siento mal. ¿Ya no les gusta el fic? He notado que ahora no votan. Eso me decepciona. ¿Les gusta el Fanfic o no? Quisiera saberlo. 

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