Capítulo 04

Capítulo 04:

—Quisiera que te quedaras... —le dijo abrazándolo fuerte y presionándolo contra su débil cuerpo de mujer.

—Aunque yo también lo quisiera, no podría, tus padres me dejarían durmiendo con los perros —se rio de su intento de chiste, pero ella solo emitió un sonido, diciéndole que estaba de acuerdo.

—¿Vendrás mañana? —preguntó haciendo una carita que era casi irresistible para el chico.

—Haré todo lo posible —besó sus labios, en señal de despedida.

—Te quiero... —sus narices se rozaban, y eso hacía que sus respiraciones chocaran unas con otras, ambos amaban esa sensación.

—Y yo mucho más —finalizó con una de sus sonrisas. Dio media vuelta para emprender camino a su casa, pero la chica lo detuvo.

—Simón... —lo tomó de las manos.

—Dime... —le sonrió amigablemente y con cariño.

—Soñá conmigo... —se sonrojó un poco, pero le gustaba cada vez que la chica lo hacía, se miraba todavía más tierna de lo que ya era.

—Lo haré, Jaz, dime que tú también lo harás —rozó su barbilla con sus dedos pulgares, su piel era tan suave, como si estuviera tocando un puñado de algodones.

—Nos soñaremos los dos —se rio de ella misma, y él compartió esa risa.

Sin decir nada más, se fue de la casa de la chica, había llegado hace unas cuantas horas, y tenía por entendido, y lo había comprobado, que los padres de la pelirroja no les gustaba que se pasara de tiempo mientras estaba con ella, al parecer eran muy sobreprotectores, y en cierto modo, lo entendía, pues aquella chica era hermosa, y no solo eso, sino que dulce a la vez, una combinación perfecta.

La historia de Simón no era muy difícil de comprender, era un chico que desde sus dieciocho años se había mudado a España para trabajar y mantenerse por sí solo, desde muy pequeño siempre había sido independiente, y cuando cumplió su mayoría de edad, lo primero que hizo, fue cambiarse de país, sin olvidar ni pretender hacerlo, sus raíces mexicanas.

Era un apasionado de la música, le encantaba cada frase que se decía en cada una de las canciones en su lista de reproducción, y si eran románticas o hablaran de la vida real, le gustaban mucho más. Le gustaba también su guitarra, ese instrumento lo había acompañado durante sus últimos cinco años de vida, había sido un regalo para su cumpleaños número dieciocho, de parte de su madre, claro que anteriormente había tenido otras, pero esta estaba por encima de cualquier otra, tal vez porque era azul, su color favorito, o tal vez era porque su madre había sido quien se la había obsequiado, era una o ambas, el caso es que le gustaba mucho.

Cuando llegó a España, conoció a muchas personas, entre ellas estaba Jazmín, una chica argentina con el corazón muy noble, y un poco despistada a veces, pero sí que la quería. Al principio, había sido ella quien le declaró su amor por él, mientras él solo la miraba como una buena amiga, pero con el paso del tiempo, aprendió a querer a aquella chica, y pues ¿Quién no podría quererla? Esa pelirroja era como el sol en días de tormenta, siempre le sacaba una sonrisa, a pesar de en qué momentos estuviese, y justamente eso, lo enamoraba.

Como le tenía tanto amor a la música, había comenzado a tomar fama por ello, se había convertido en músico unos pocos años después de su llegada al país en el que ahora residía, y todo comenzó en el cumpleaños de la que, en ese entonces, era su amiga, Jazmín. Le había dado como regalo, una canción escrita por él mismo, regalo que hizo que el amor que ella sentía por él, se acrecentara. Ese día, la chica lo había grabado mientras le cantaba, y luego de agradecerle infinitamente, publicó el video en un blog que tenía, cuyo video fue reproducido millones de veces, haciendo ganar fama al muchacho y al blog mismo, desde ese entonces, Simón era contratado en eventos especiales, los cuales le dejaban muy buena ganancia y sobrevivía de esa manera.

Ya era un poco tarde esa noche, caminaba a paso medio apresurado, estaba un poco cansado y quería llegar a casa y darse una bien merecida noche de sueño. La luna estaba verdaderamente bella, a pesar de que los faros de las aceras estaban encendidos, la luz de la luna se notaba mucho más fuerte y viva, por cierto, la luna era otra de sus grandes pasiones, muchas de las canciones que había escrito, había sido por la noche, mientras la luna brilla e iluminaba su rostro.

—Mierda... —se quejó para él mismo —Me caigo de sueño —sacudió su cabeza un par de veces, convencido de que, de esa forma, lograría espantar al sueño que se apoderaba de su ser.

Sin embargo, no fue eso lo que lo sacó del sueño, fue otra cosa que, aparte de inusual, le pareció extraña.

Una chica, que parecía zombi al caminar, se acercaba a él, o más bien, seguía directo sin ninguna dirección fija, al parecer, su mirada estaba perdida en el suelo, y su cabeza estaba gacha, como si no quisiera o no pudiera seguir caminando, y lo hacía por esfuerzo más que todo.

Al parecer, la chica de los cabellos rubios, no se había percatado de que él estaba a unos pocos pasos de ella, mientras ella caminaba, él tenía miedo y curiosidad a la vez, pero la segunda más que la otra.

A unos pocos centímetros de él, la chica se dejó caer, o eso había parecido, pero ¿Quién en su sano juicio se deja caer en la calle sin importarle el duro golpe que vendría después? Quizás no conocía todos los tipos de personas que vivían allí, pero él no haría tal cosa.

No supo si fue por impulso, o porque solo lo quiso hacer, pero con un rápido movimiento de pies y de brazos, logró atrapar a la chica antes que cayera y se rompiera la cara, bueno, más rota de lo que ya la traía, porque sí que venía golpeada, tal vez eso había sido la causa de su caminar y de su desmayo.

Pero ahora estaba allí, con una chica que, a pesar de los golpes, se miraba muy guapa y para rematarla, desmayada.

—¿Y ahora qué haré?

Continuará...

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