Capítulo 01

Capítulo 01:

En situaciones normales, este momento sería el más feliz para cualquier mujer, un momento inolvidable, del que todos hablarían y los protagonistas lo llevarían felices hasta la muerte, pero esta no era una situación normal, no era una situación feliz, pero claro que sería inolvidable, pues ¿cómo olvidaría el día de su boda? Lo malo era, que la persona con quien se casaría, no la amaba, ni él a ella, ni viceversa, ella en esos momentos deseaba no haber conocido nunca a la persona quien la esperaba en el altar.

La cara de todos los presentes era como de un maniquí, sin facciones que demostraran su estado de ánimo, todo era neutro, incluso ella se sentía de esa manera, aunque claro, eso era lo que demostraba físicamente, pues en su interior, estaba dolida, estaba triste, estaba desecha.

Nadie tenía expresión alguna, y si la tenían, era indescifrable. Todo era confuso para ella, incluso había muchas personas allí que ni siquiera conocía.

Llegó hasta el punto final, donde el que sería su esposo la esperaba, él sí tenía una expresión en su cara, pero no era de felicidad, era de enojo, de furia, justo la misma expresión que tenía desde que descubrió cómo era en realidad. Malo.

Ni siquiera fingió una sonrisa, solo se volteó a ver al cura, quien también parecía estar enterado de que aquella unión no era por amor, sino por intereses materiales.

—Estamos aquí reunidos... —alzó sus brazos al aire, como llamando a una entidad divina para que cubriera a todos con su paz, una entidad que ella algunas veces escuchó que la llamaban Dios, pero estaba segura de que no existía, de otra manera, no estaría donde ahora está. Pero ella no se sintió llena de paz, nada de eso, el miedo que llevaba por dentro, se intensificó aún más —para celebrar la unión de estas dos hermosas almas... —y como si un cerillo se hubiese encendido en un cuarto lleno de pólvora, su miedo se esparció por todo su interior, llenándola de ese color oscuro y malévolo, llevándola hasta el punto de sentirse mareada y sentir que el piso se movía, todo fue tan real que se sintió caer, entonces, sin darse cuenta, agarró con fuerza la mano de Balsano, y él, no se inmutó ni un poco.

Pasó todo aquel momento esperando que este nunca terminara, no quería convertirse en la esposa de una persona tan cruel, en esos momentos deseaba que un minuto fuera equivalente a veinticuatro horas, pero en este mundo, o quizás en su mundo, todo era al revés, cuando ella quería algo, no lo podía alcanzar, pero si no lo quería, aparecía de la nada, lo mismo pasaba con esos minutos, quería que fueran eternos, mas sin embargo, pasaban más rápido que un milisegundo.

Y justo esas palabras, las palabras que en otra vida seguro disfrutaría, llegaron. Por supuesto quería decir que no, y salir corriendo como si su vida dependiera de ello, porque en cierto modo, así lo era.

Volteó a ver a su tía, aquella señora que no parecía tener una expresión diferente al resto, estaba seria como siempre, viéndola fijamente, advirtiéndole con la mirada que si no aceptaba, le iría muy mal, y le temía a aquella mujer, ahora más que nunca.

—Acepto... —confesó rendida, cansada de tanta presión.

—Podéis besar a la novia... —y el sacerdote fingió una sonrisa cargada de felicidad, pero ya se sabía que no lo estaba. No sé cómo puede llamarse cura a sí mismo, si está cometiendo prácticamente un pecado con lo que acaba de hacer, venderse a una familia llena de poder.

El hombre aquel, unió sus labios con los de ella, en momentos pasados, probar esos labios había sido un gran paso, una ilusión, algo que la hacía volar, esos labios en algún momento la hicieron perderse en la realidad, o en un sueño del que no quería despertar. Pero ahora, ahora se sentían tan asquerosos, tan repugnantes, le provocaban náuseas.

Unos chorreantes aplausos llenos falsedad se hicieron presentes, todos aplaudían como si aquel acto fuese el más lindo que hubiesen visto, y no era así, por supuesto que no lo era.

Ni siquiera hubo fiesta esa vez, todo fue tan gris que parecía estar en la España de los años 1960. Aunque agradecía eso, no quería celebrar el inicio de sus próximos días de desdicha.

Estúpida vida.

Estúpidas ilusiones.

Estúpido Matteo Balsano.

La noche también llego más rápido que otros días, y sabía que la parte más asquerosa de haberse casado con aquel tipo se acercaba de manera peligrosa.

Estaba con un vestido para dormir color blanco, con una tela que parecía brillar al contacto con la luz, era algo tan delgado, que incluso con la mirada podía tocarse su delicada piel.

Estaba sola en la habitación que ahora compartiría con el italiano, por ahora estaba tranquila que él no estaba en casa, así que podía quedarse dormida tranquila, pero se equivocaba al pensar en ello.

Sus miedos se volvieron a apoderar de ella, en cuanto vio la puerta abrirse de una manera tan brusca, dando un ruidoso estruendo contra la pared, su corazón se aceleró, creyó morir, pero el susto no lo fue todo, ver a un Matteo desarreglado y con un apestoso hedor a alcohol, fue la gota que rebalsó el vaso.

Se puso de pie de la silla donde anteriormente se estaba cepillando el cabello, y retrocedió hacia atrás con miedo, con temor, y esos sentimientos incrementaron al cuando su esposo le regaló una sonrisa sádica y llena de odio, la miraba con deseo, con lujuria, como cuando un feroz león mira a su indefensa presa. Sabía que eso le traería dos tipos de problemas: físicos, y aún más psicológicos.

—Quítate la ropa... —ordenó con su ronca voz, sin dejarla de mirar de la forma en que lo hacía anteriormente.

Ella estaba estática, petrificada, ni siquiera podía mover su boca para mencionar un "no". Parecía estar hecha de hielo, y deseaba estarlo, para no sentir nada, ni ver nada. Esto se pondría feo, lo sabía.

Continuará...

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