❥Fin I Segunda parte

Tristan fulminó con la mirada a la chica rubia que intentó hacerse más pequeña en su lugar. Pero..., ¿por qué ella debería de tratar de desaparecer?. ¡Ella no tenía la culpa de estar en aquellos problemas!. Todo era por culpa del pelinegro.

—Deja de mirarme así —advirtió molesta mientras tomaba la escoba en sus manos y caminaba a paso lento a través de todas las mesas desastrosas hasta llegar al extremo de la cafetería donde empezó a barrer—. ¡Ponte a barrer del otro lado! —ordenó gritando.

Tristan rodó los ojos y se cruzó de brazos, ignorando la orden de la rubia. Él no iba a hacer caso si ella lo decía. Tampoco se iba a dignar en responder, para él, en su cabeza estaba bloqueada. Ella debería de limpiar todo la cafetería porque ella lo empezó, él solo había respondido.

—¡Haz algo! —exclamó un par de minutos después de un silencio.

Lo único que se escuchaba eran el eco que provocaba la escoba al ser arrastrada de un lado al otro. Coral arrojó la escoba furiosa y dio grandes zancadas hasta llegar a lado de Tristan que ni siquiera la miraba.

—Sigue barriendo —habló Tristan firme con su ceño fruncido.

—Y tu debes de ayudarme —afirmó, tomó otra escoba que estaba a lado y la colocó en frente—. Los dos estamos castigados y debemos de cumplir con el castigo.

Tristan sonrió cínicamente—. Por tu culpa estamos aquí.

—¿Yo? —cuestionó indignada.

Ella no tenía la culpa, ¡fue la culpa de él!.

—¡Fuiste tú, tu me dejaste como la chica moco ante toda la secundaria! —exclamó roja de la euforia mientras se acercaba a él, pero se intimidó un poco gracias a la altura, pero trató de no demostrarlo—. ¿Por qué lo hiciste?.

—Tu sabes lo que hiciste, fue tu culpa. —Suspiró mirándola hacia abajo, para asustarla.

Coral frunció las cejas, confundida. No encontraba coherencia en aquellas palabras, así que volvió a hablar:

—¿¡Qué hice!?, ¿¡tomarte una fotografía y ya!?. ¿Tanto te molesto que te haya tomado una sencilla fotografía?. —Inhaló profundamente, intentando calmarse y no volver a perder el control.

—¿Es que no te acuerdas de mí? —rió sin humor y abría sus ojos azules grandes.

Coral dio un par hacia atrás buscando una explicación. Analizó velozmente el rostro de Tristan, tratando de relacionarlo con algo o alguien, pero no había nada en sus recuerdos. Negó con la cabeza de un lado al otro.

—No, no te conozco de otra parte —murmuró confundida.

—Yo si te conozco desde que éramos unos niños pequeños. —Tristan guardó silencio para darle suspenso a lo demás.

—¡Pero yo a ti no!. ¿De dónde me conoces?. —Rascó su nuca confundida.

—De Texas —respondió fastidiado—, no sé como puedes olvidar este rostro, ¡tú fuiste la culpable de toda mi tortura en la primaria! —acusó con el dedo, poniendo un rostro más severo.

Coral estaba perdida entro todo ese caos y no se refería precisamente al desastre de la comida.

—Ni te conocía en la primaria—reprimió un gritó de desesperación.

—¡Por tu culpa me llamaron Mr. Fart durante toda la primaria! —gritó, causando un gran eco en la cafetería vacía.

Coral sonrió burlonamente de oreja a oreja, ¿dónde estaba escondida la cámara?. Esto vaya que era una broma muy cómica y no pudo evitar reírse. Así que lo hizo estruendosamente mientras se sujetaba el estomago con ambas manos por falta de aire.

Tristn la observó incrédulo. ¿Es que acaso tenía changos en el rostro o qué? ¿por qué se reía?.

—¿Cuál es el chiste que yo no he contado ninguno? —preguntó Tristan en un tono de voz que te ponía la piel de gallina.

—Buena broma Tristan, en serio pensé que estabas enojado conmigo —balbuceó mientras intentaba aplacar su risa.

—¡Estoy furioso contigo! —contradijo mientras fruncía sus labios—. ¡Por supuesto que lo estoy!.

Coral al oír su voz severa aplacó las carcajadas inmediatamente y se dispuso a observarlo con determinación. Sino era una broma, ¿por qué él estaba de esa manera?.

—¿Entonces? —interrogó suspicazmente, mirándolo con recelo—. ¡Si tanto me odias, ¿por qué decías cosas tan lindas cuando me enviabas tus mensajes de voz?! —gritó sin aliento y con un nudo en el corazón porque todos sus mensajes llegaron muy rápido de sus recuerdos.

Ahora fue Tristan que no pudo evitar reír, ¿qué bobada le estaba diciendo la chica esta?.

—¿Quién te decía cosas lindas?.

—¡Tú! —respondió extasiada.

El pelinegro se frustró un poco, no tenía coherencia con lo que estaba diciendo.

—Yo en ningún momento te dije algo lindo, intentaba fastidiarte —confesó.

Coral se rió sin humor—. ¡Por favor, siempre me decías que te parezco linda! —clamó llena de frustración.

—Eso no es cierto porque cuando me respondías los mensajes, lo hacías de la misma manera en que yo; con aburrimiento —explicó él con una sonrisa—. No me vas a enredar con tus cuentos.

—Yo en ningún momento te ofendí atreves de los mensajes.

Coral se sentía inquieta y llena de inquietud, así que se agachó para tomar un poco de la comida del suelo y lanzarla hacia el chico que había estado enamorada. No importaba, después de todo ella tenía que limpiarlo.

Tristan sintió el impacto en su gorra, ¿por qué ahí, otra vez en su gorra?. Tomó algo del suelo y lo lanzó hacia ella.

—¡No entiendo! —gritó desesperada para volver agacharse y tomar otro poco de comida.

Tristan esquivó el golpe y este se estrelló en la pared amarilla de la cafetería.

—¿Qué no entiendes? —preguntó para devolverle el golpe.

—¿Qué estaba pasando?. ¡Tú me enviabas cosas de amor y ahora resulta que no! —exclamó, intentando cubrir anatomía con una silla.

Tristan se sentí en el suelo, detrás de una mesa. Y un recuerdo le llegó a la mente, cuando Zack le advirtió sobre si los mensajes formarían parte de un juego del teléfono descompuesto. ¿En serio sucedió eso, formó parte de un juego?. Se sintió engañado por todos sus compañeros. También tomaría venganza sobre eso.

—¡Coral, para!. Tengo que decirte algo —gritó, esperando no recibir otro golpe.

Coral soltó la comida y se levantó, pero aun seguía cubierta por la silla. El pelinegro imitó su acción estando detrás de la silla.

—Fuimos parte de un juego. —Coral lo miró confundido, y Tristan continuó—: todo este tiempo jugamos al teléfono descompuesto. Yo te enviaba algo y te llegaba algo diferente y viceversa.

La rubia no sabía si reír o llorar, sacudió la cabeza y decidió reír.

—¿Entonces....?, ¿por qué me enviabas todas esas cosas que no sé que eran? —cuestionó curiosa y sorprendida porque era la primera vez que tenían una conversación amena.

—¡Porque por tu culpa me bautizaron como Mr. Fart cuando éramos unos niños y tu te echaste un pedo y todo el mundo creyó que fue mío! —clamó, desesperado—. Y siempre espere una disculpa tuya, pero jamás llego —confesó apenado.

Coral lo miró con ternura porque lo vio con un poco de vulnerabilidad.

—¿En serio no pudiste dejar eso atrás? —cuestionó incrédula.

Tristan negó con la cabeza.

—¿Y si te pido disculpas todo se va a arreglar? —preguntó, intentando arreglar un poco todo.

Tristan se encogió de hombros, pues no sabía muy bien que iba a proceder.

—¿Entonces te puedo invitar a salir como disculpas? —escupió, abrió sus ojos sorprendida y una diminuta sonrisa. No sabía que había pasado en esos instantes.

Tristan estaba estático más que ella, ¿qué lógica había en una mujer que era ofendida y ella lo invitaba a salir?. Miró sus manos nervioso, porque unas barreras de protección que él había construido, ella las derribó cuando sus ojos se encontraron.

Fin

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