❥Fin I Primera parte

Tristan estaba sentado en una de las mesas de la cafetería, tenía un sándwich de jamón y un refresco de sabor manzana, esperaba a su mejor amigo para el reproche que amenazaba en venir. Seguro le enumerara todas las razones por lo que había hecho era incorrecto.

Y pareció que lo invocó con el pasamiento porque segundos después sintió como alguien se sentaba a la par de él y tenía el periódico escolar en manos. Las manos blancas de Zack tomaron el almuerzo de su mejor amigo para que le prestara atención y no se evadiera con la mirada.

—¿Cómo pudiste hacer algo como eso, Tri? —preguntó decepcionado—, no me gustó en absoluto tu venganza.

—Debía de cobrarme lo que me hizo en la primaria, por ella me bautizaron de una manera. Ahora ella estará bautizada de esta manera hasta que sea libre de la Secundaria, ¿no crees que es justo? —reprochó Tristan mientras se inclinaba hacia el pelirrojo en busca de su comida—. Después de esto siento que ya no aborrezco mucho a Coral, todos salimos ganando.

—¿Acaso te preguntaste cómo ella se sentiría?. —Zack se alejó para no entregarle la conversación.

Lo conocía bastante bien como para saber que el pelinegro se resguardaría detrás de su comida, por eso no le quería entregar la comida.

—¿Acaso ella se preocupo por mí cuando todo el mundo se burlaba de mí y de mi supuesto pedo? —indagó de malhumor.

¿Cómo era posible que su mejor amigo estuviera del lado de su enemigo?.

¡Deshonra a toda su familia!.

—Por el amor de Dios, ¿escuchas lo que dices?. ¡Eran unos niños, no sabían las consecuencias de sus actos!. Pero ahora las sabes. La descripción es fea, ¿chica moco?, ¿es en serio?.

Tristan iba a responder, pero unos pasos muy pesados se sintieron fuera de la cafetería, tan grande como los de un gigante. Llamó la atención de cada persona dentro de la cafetería, parecía una escena de película; las puertas se abrieron y Coral estaba ahí bastante colorada, mostrando su disgusto y eso llenó de satisfacción al pelinegro.

Coral se acercó en un par de zancadas en la mesa de Tristan. Todas las miradas estaban sobre ella, porque además de ser la chica moco del momento llamaba mucho la atención. Después de haberse enterado de la publicación donde su reputación es manchada, va hacia su mejor amiga y exige explicaciones que ella le dio sin titubear.

Coral se sintió un poco decepcionada, pero al final lo entendió y la disculpó por su egoísmo. No iba a perder a una amiga por un chantaje.

Pero ahora tenía sed de venganza de Tristan. ¿¡Cómo se atrevió a hacer una cosa tan horrorosa como esa?!?.

Coral se paró delante de la mesa de Tristan, mirándolo hacia abajo porque su cabeza estaba gacha debido a la altura. De inmediato una sonrisa sínica apareció en los labios del pelinegro, sabía porque estaba ahí.

—¿¡A ti que demonios te sucede!? —gritó decepcionada e intentando ocultar el dolor de su pecho que se intensificaba un poco cada vez más.

—¿En qué te puedo ayudar? —preguntó, fingiendo no saber que era lo que estaba sucediendo.

—Por favor no te hagas el pato. —La chica cruzó sus brazos sobre su pecho y su mirada se dirigió hacia el periódico que estaba en la mesa para señal su retrato—. Tú tomaste la fotografía y tú hiciste creer a todo el mundo que me saco el moco sin importar en donde estoy. ¡Eso no es verdad, simplemente la tomaste en un mal momento.

—Ajá, ¿y qué quieres que haga yo?. —Tristan seguía sentado, pero seguía sintiéndose con superioridad.

—¡Que te disculpes! —exigió decidida—, y que le expliques a todo el mundo tu foto.

—No lo haré —aseguró mientras dirigía el popote de su bebida hasta sus labios para absorber un trago.

Coral lo observó incrédula.

—Lo harás... —advirtió, buscando una advertencia que podría cumplir.

—..., ¿o qué? —retó divertido.

En ese instante ella no lo soportó más, giró su cabeza en busca de algo y encontró puré de papa de la mesa de lado, así que tomó lo que más pudo en su diminuta mano y sin esperar más, lo embarró en el gorro del chico sin piedad alguna. Toda la cafetería soltó un sonido de sorpresa, pues todos estaban atentos a su discusión. Tristan se quedó quieto por la sorpresa, pero ahí no se iba a quedar, así que tomó el resto de su comida de las manos de su mejor amigo y lo lanzó a la cara de la rubia. ¡Era su gorra favorita!.

Coral se quitó el resto de mayonesa de sus ojos con velocidad y sorprendida, buscó más comida en los platos de su compañero y cuando encontró macarrones amarillos que se encontraban un poco lejos de ella, dio rápido un par de pasos y los tomó para lanzarlos hacia Tristan.

Ella tenía una excelente puntería, y Tristan un excelente reflejo por lo que se agachó y la comida impactó en la cara de un estudiante que se quedó quieto por un par de segundos, pero ahí no se iba a quedar la cosa. Así que tomó un pan que estaba cerca de él e intentó lanzarlo a Coral como venganza, y gritando:

—¡Guerra de comida!.

Todos los estudiantes empezaron a lanzar comida a todo el mundo mientras reían. Coral se quedó impactada mirando aquella escena. ¿Es que ella había provocado esa guerra?. De pronto todos sus músculos tensos se relajaron y empezó a lanzar comida a cualquier persona, porque Tristan había desaparecido de su panorama y quería seguir con la dulce venganza.

Coral se agachó y empezó a gatear por debajo de las mesas y ahí estaba Tristan, escondido un par de mesas alejado. Ella tomó un poco de comida destruida del piso y lo lanzó a la cara del pelinegro, donde le cayó un poco en la boca. Él hizo una mueca de desagrado enseguida y lo escupió. Buscó con la mirada a la culpable de aquello y se encontró a Coral que sonreía con victoria.

Pareció que tardó milésimas de segundos cuando el director, un hombre de aproximadamente cuarenta años robusto y alto se paró en medio de la gran guerra de comida y tratando de esquivar toda la comida que estaba volando en el aire. Gran equivocación porque una gran salchicha le pegó en la cara. Lo cual lo enojó mucho más, ¿guerra de comida?. ¡En su secundaria jamás!.

Gritó con mucho fervor por lo que hizo que un temblor recorriera en todos los huesos de todos los estudiantes y que se detuviera de inmediato la guerra de comida.

—¿Quiénes fueron los culpables de todo esto? —exigió saber enojado.

Todos tragaron en seco y dijeron a coro: —Tristan y Coral.

—¡Tristan y Coral salgan de donde quiera que estén! —ordenó severo.

Todos empezaron a buscarlos y los dos chicos salieron debajo de la mesa. Coral estaba tan apenada que su mirada la mantuvo en dirección al suelo, era la primera vez que el director la miraba con ojos de desaprobación. Por otra parte estaba Tristan que lo retaba con la mirada y no se arrepentía de nada.

—¿Es en serio Coral?. Estoy muy decepcionado. ¿Es en serio que tu empezaste la guerra?. —Negó con la cabeza lentamente de un lado al otro—. Y no es sorprende de ti, joven Lewis.

—Sí..., yo la empecé —afirmó la rubia.

—Bien, ahorita que todos salgamos van a limpiar toda la cafetería hasta que pueda ver mi reflejo en el azulejo, ¿de acuerdo?.

—Sí director —murmuró Coral apenada.

Tristan asistió con la cabeza mientras rodaba los ojos.

—¡Los demás afuera! —se dirigió al resto de la cafetería y mientras todos salían, el director les entregaba bolsas de plástico, escobas y trapeadores que el conserje había llevado.

Todos empezaron a salir lo más rápido posible y Tristan miraba horrorizado los utensilios para limpiar, luego miró a su compañera de castigo.

—Todo esto es tu culpa, idiota —la acusó fastidiado.

Pero Coral intentaba consolarse así misma, su peor miedo era ser castigada, por lo que repetía una y otra vez en voz baja:

—Los malos capítulos son imprescindibles para buenas historias.

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