❥Capítulo ocho l Primera parte
Zack miró a su mejor amigo sacando un par de libros de su taquilla, de un salto se posicionó a su lado. La buena vibra del pelirrojo contraatacó a la mala del pelinegro. Tristan cerró la puerta y se giró para ver a su amigo.
—¿Por qué estás tan feliz? —cuestionó el pelinegro mientras arrugaba su nariz y sostenía sus libros con ambas manos.
—¿Y por qué tú no estás feliz? —lo acusó mientras alzaba una de sus cejas divertido.
—Oye, será raro. Pero siento que Coral me mira mucho más y me incómoda en serio —admitió mientras caminaban con dirección a la cafetería—. ¿Y por qué sigo con los libros en mano?, ¡se supone que los iba a dejar en el casillero!.
Zack detuvo su andar en seco, y habló ante la mirada confusa de su amigo—. Estamos cerca, podemos regresarnos.
—No, mejor vamos a comer que muero de hambre y seguro la cafetería esta repleta de personas —farfulló fastidiado.
Una de las cosas que Tristan odiaba eran las personas, pero otra cosa que más odiaba era hacer fila, pero lo que se llevaba el premio nobel era sin duda alguna, era hacerlo esperar.
—Deberías de parecerte un poco más a tu mamá, ella puede darte diabetes con tan solo verla, ¡es tan dulce! —sugirió Zack mientras seguían su curso y entraban a la cafetería.
—¡Oh, cállate! —. Entornó sus ojos y arrugó su nariz—. No tengo ni la menor idea de por qué te la presenté.
—Porque debíamos hacer un proyecto —continuó Zack.
—Tu sabes que ella me tuyo muy chica y mis abuelos me criaron mientras ella terminaba sus estudios. Y cuando se casó, conocí a mi padrastro. Un año después me fui a vivir con ellos porque mis abuelos ya estaban muy grandes como para seguir cuidando de mí —le explicó por décima vez mientras abría las puertas de la cafetería.
El cambio radical para él fue tan brusco que mató su alegría. Sí, su mamá derrocha miel, pero para él no es suficiente.
Y efectivamente, estaba lleno. Los murmullos llegaron a sus oídos, los dos fueron hacia la fila para comprar algo de comida; un sándwich y un refresco. Zack compró un poco de pizza y un refresco. Cuando los dos se libraron de aquello, salieron de la cafetería para comer en un lugar más tranquilo.
Tristan tensó sus hombros cuando sintió una mirada en su espalda, miró de reojo y se encontró con una rubia que comía un dona de chocolate. La comisura de sus labios estaban ligeramente manchados de chocolate. Hizo una mueca de desagrado e intentó ignorarla mientras salía por la puerta de la cafetería.
Zack lo miró pícaro mientras sus labios se curvaban en una sonrisa y codeaba sus costillas con cuidado. Los dos se sentaron en una banca y empezaron a comer sus alimentos.
—Me djiste que Cory te mira más —. En su tono de voz se escuchaba burlón con un toque de sensualidad.
—Sí, ¿la viste mirarme?. ¡Ni lo disimula!. No entiendo el por qué, se comporta así desde el partido de fút-bol.
Tristan desvió su mirada y empezó a parpadear con desesperación; una clara señal que había mentido.
—¿Qué? —preguntó severo Tristan—. ¿Qué hiciste?.
—Nada amigo, solo que me parece raro —. Volvió a repetir su acción anterior.
Tristan se encogió de hombros, un poco frustrado—. ¿Y tú desde cuándo te refieres a ella con un apodo?.
—Pues nos tocó hacer un proyecto juntos de la clase de Mecánica —explicó sin detallar mucho, quería dejar el tema de lado.
—¿Y por qué no me lo habías dicho antes?.
—Pues no quería abrumarte más con tu aberración hacia ella —. Suspiró mientras evadía un poco tomando un trago de refresco—. Y no, no chismoseamos sobre ti, por si las dudas. Ella esta enfocada en una cosa y no se desvía. Aunque no entiendo el porque no te gusta, ¡ni la conoces!.
—Pues se parece a mi mamá —confesó frustrado—. No tolero mucho a mi mamá, y tú lo sabes. ¿No ves la comparación?. ¡Hasta las dos son rubias!.
—Explícate hombre, que no te entiendo mucho tus palabras —pidió Zack, intrigado.
Finalmente iba a saber la razón del odio hacia la pequeña chica rubia.
—¡Son iguales en todos los sentidos; son perfeccionistas, sin amables con todo el mundo, tienen una voz dulce y tienen una buena vibra que contagia a todo el mundo y pueden alegrarte tu mal día con una sonrisa porque destellan luz! —Tristan tomó un par de segundos mientras mordía otra vez su comida—. Eso y también lo que me hizo en el primer año de primaria.
—¡Terrible!. ¿Qué te hizo? —lo alentó.
—La niña se echó un pedo, nos sentábamos juntos y el mundo creyó que fui yo porque las niñas no se echan pedos ¡y durante toda la primaria me bautizaron como Mr. Fart!.
Zack carcajeó, agarrándose el estomago mientras se atragantaba con el refresco.
—Pero tú no vivías en Los Angeles, sino en Texas. ¿Coral es de allá también?.
—¡Sí, no sé qué hace aquí!. Ella se fue un año después del pedo.
—Es el destino —comentó romántico mientras se imaginaba una linda historia en su cabeza.
—¡El destino y un carajo! —gritó exasperado.
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