~Capítulo 2~
Persephone se derrumbó en ese momento. Comenzó a llorar y a temblar delante del prefecto Barnaby, quien de inmediato trató de tranquilizarla.
-Ey, ey, está bien, está bien, está bien. Ahora vamos a ir a la enfermería, Madame Pomfrey te dará algo para que te calmes,
-Tengo que ir a Herbología -gimoteó Persephone. Se sorbió los mocos más fuerte de lo que pretendía.
-¿Para que te vean así? -preguntó el prefecto Barnaby. Luego negó con la cabeza y sacó un pañuelo de su túnica-. Ten, suénate antes de que alguien venga.
-Pero, las clases...
-Lo primero es la salud, Malfoy -respondió el prefecto Barnaby-. No vale la pena estar en clase si vas a estar así. Créeme, sé lo que digo.
Después de escuchar eso, Persephone dejó de resistirse, y permitió que el prefecto Barnaby la llevase a la enfermería del castillo.
⎯⎯ 🌻⎯⎯
La enfermería no estaba muy concurrida. Madame Pomfrey no estaba ocupada cuando llegaron. Al ver llegar a un prefecto con una alumna de primero se apresuró a atenderlos.
Barnaby le explicó que la había encontrado de camino a una clase con mucha ansiedad y llorando. Madame Pomfrey asintió, le pidió a Persephone que se acostara en una camilla y se marchó a buscar una poción a un gran armario.
-No te preocupes -le dijo Barnaby-. Madame Pomfrey se ha enfrentado a cosas peores.
Persephone no dijo nada hasta que Madame Pomfrey volvió con una taza humeante.
-¿Qué es eso? -preguntó Persephone con algo de miedo. Si para calmarse debía tomar una poción asquerosa, casi prefería probar otro método.
-Té verde -respondió Madame Pomfrey con tanta dulzura como solo puede alguien habituado a trabajar con niños enfermos-. Es bueno para reducir la ansiedad, y sabe mucho mejor que las pociones tranquilizantes. Tómalo antes de que se enfríe.
Persephone asintió, y dio un sorbo pequeño para evitar quemarse. La infusión bajó cálida por su garganta, y la tranquilidad se extendió desde su pecho.
-Bien, no tengas prisa -le dijo Madame Pomfrey-. Le enviaré un mensaje al profesor con el que tuvieras clase para justificar tu ausencia.
-Tenía Herbología con la profesora Sprout -dijo Persephone antes de volver a beber.
La enfermera se fue a su escritorio a redactar la nota.
-Muchas, prefecto Lee -le agradeció Persephone cuando volvieron a estar solos-. No tenías porqué hacerlo.
-Soy prefecto, así que sí tenía que hacerlo -contestó Barnaby-. ¿Crees que puedes ya contarme qué ocurre con tus compañeros?
Sin ninguna escapatoria posible, Persephone contó, entre sorbo y sorbo, todo lo ocurrido desde su llegada a Hogwarts. Barnany no la interrumpió ni le recriminó sus actos, solo asentía de vez en cuando con una mirada triste.
-Creo tengo la solución -dijo Barnaby cuando acabó su historia-, pero debes prometer no contar nada.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a amenazar a todos los de mi año para que me traten bien? -preguntó Persephone. La constitución fuerte del prefecto podía ser intimidante.
Barnaby sonrió, divertido.
-Te voy a presentar a unos amigos; ellos me ayudaron a mí. Verás, dentro de dos días...
⎯⎯ 🌻⎯⎯
Persephone se recuperó a tiempo para asistir al resto de clases del día. Sus compañeros no dijeron nada al respecto de su ausencia de biología, excepto Cedric, quien le dio sus apuntes sobre la clase de herbología que se perdió (habían estudiado las propiedades del acónito). Persephone le agradeció el gesto de corazón y tuvo la osadía de sentarse a su lado en clase de Encantamientos.
Cedric y Persephone debatieron durante un rato la mejor manera de llevar a cabo la tarea de la clase: encender una cerilla. Resultó que Cedric era muy bueno con los hechizos, aunque tuvo un descuido y su cerilla acabó girando como las aspas de un molino en vez de encenderse. Los dos se rieron del accidente, ganándose una regañina del profesor Flitwick por armar tanto escándalo.
-Oye, ¿por qué no te sientas conmigo en las siguientes clases también? -le preguntó Cedric cuando el profesor fue a regañar a los dos gemelos de Gryffindor por casi prender fuego al escritorio-. Siempre te sientas alejada del resto.
-¿No les importará a los demás? -preguntó Persephone, nerviosa.
-¿Qué les va a importar? Las sillas no tienen el nombre de nadie.
-¡Malfoy y Diggory! -gritó el profesor Flitwick más alterado de lo normal por el comportamiento de los gemelos pelirrojos-. ¡No quiero tener que restar puntos a Hufflepuff! ¡A trabajar!
Los dos aludidos se miraron y rieron esta vez de una manera más disimulada.
Se sentía bien tener un amigo.
⎯⎯ 🌻⎯⎯
Después de la hora de la comida, la prefecta Gardener, por desgracia, fue a buscar a Persephone para decirle que la profesora quería verla en su despacho.
Persephone se despidió de Cedric antes de marcharse hacia los invernaderos, lugar donde estaba la oficina de su Jefa de Casa.
La profesora Sprout todavía trabaja cuando Persephone llegó. La mujer removía con esmero la tierra de un parrete.
-Ah, Malfoy, ve pasando a mi despacho, ahora voy -le dijo cuando la vio llegar.
El despacho era tan solo una continuación del invernadero principal. La profesora Sprout guardaba allí algunos útiles de jardinería y montones de tarros rotulados con nombres de plantas. Había algunas macetas pequeñas; Persephone supuso que eran plantas que requerían unas condiciones más delicadas para crecer, o que simplemente le gustaban a la profesora.
La profesora Sprout entró al poco rato. Se quitó los guantes de trabajo, los guardó en una caja y se sentó frente a Persephone en la silla al otro lado de la mesa.
-Recibí la nota de Madame Ponfrey sobre tu ausencia de hoy -le dijo la profesora Sprout-. ¿Hay algo que quieras comentarme, Malfoy?
-No, profesora. Simplemente me encontré mal por la mañana y el prefecto Lee me vio y me acompañó a la enfermería.
-¿Nada más? Los demás profesores y yo hemos notado que siempre estás sola en las clases y durante el tiempo libre. ¿Hay algún problema con tus compañeros?
Se la veía seria, como si de verdad le preocupase. ¿Se estaba burlando de ella? ¿De verdad no sabía lo de Emily Bean?
-Me cuesta un poco hacer amigos...
La expresión seria de la profesora Sprout se ablandó.
-Recibiste educación en casa, ¿estoy en lo correcto? -le preguntó la profesora, a lo que Persephone asintió-. A veces cuesta adaptarse a los cambios, pero no es nada malo. ¿Estás apuntada a algún club? Puede ser una magnífica oportunidad de conocer a gente.
Había tres clubes en Hogwarts: el Club de la Esfinge, el Club del Hipogrifo y el Club del Dragón. Persephone no sabía mucho de ellos, y hasta el momento no le habían llamado la atención.
-¿Hay alguna asignatura que te guste en especial? -le preguntó la profesora Sprout-. ¿O tienes alguna afición?
-Me gusta la Astronomía.
-Está bien, entonces el tuyo es el Club de la Esfinge. La encargada es la prefecta Ali de Ravenclaw. La sede del club está...
⎯⎯ 🌻⎯⎯
Persephone no tenía escapatoria ahora que se había comprometido con la profesora Sprout a ir a la sede del club.
La sede del Club de la Esfinge estaba en la Torre Norte. La puerta no estaba cerrada, y cuando Persephone le sorprendieron las dimensiones del sitio. En una de las esquinas del recinto había un enorme planetario que se movía junto a unas ventanas que mostraban el cielo nocturno (a pesar de que era de día). En las paredes, colgados por todas partes estaban los retratos de personajes importantes en la Historia de la magia, y allí donde no había cuadros había estanterías repletas de libros y una especia de dianas.
La sala parecía especialmente animada, con varios alumnos de cursos superiores practicando hechizos ofensivos contra un muñeco.
Una prefecta de Ravenclaw se acercó a ella después de este in rato sin hacer nada al lado de la puerta.
-¿Persephone, verdad? -le preguntó. Las mangas de su túnica estaban llenas de pintura-. Soy la perfecta Badeea Ali, la profesora Sprout me dijo que ibas a venir. Bienvenida al Club de la Esfinge. Aquí podrás seguir avanzando en tus habilidades sobre Encantamientos, Astronomía, Historia de la Magia y Transformaciones. ¿Por dónde quieres empezar? No te preocupes, tengo todo el tiempo para acompañarte.
-Me gusta la Astronomía... -murmuró Persephone. Tanta atención por parte de la prefecta la incomodaba; la profesora Sprout debía de haberla puesto al corriente de todo.
-¡Justo estaba en aquella zona! Una de tus compañeras de primer año y yo estábamos pintando constelaciones. Ven, tenemos un caballete libre y pintura de sobra.
Persephone la siguió un poco animada y a la vez nerviosa.
-Vamos a ser una más hoy -anunció la prefecta a la niña de Gryffindor que ya estaba allí.
El ánimo de Persephone se desplomó: era Anastasia Longbottom. Las dos se quedaron mirando la una a la otra.
-¿Os conocéis? -preguntó la prefecta.
-Solo de vista -contestó Anastasia antes de volver a enfracarse en su cuadro.
Badeea instaló a Persephone en un caballete próximo al suyo, justo enfrente de Anastasia.
-Los coordinadores del club estábamos pensando en colgar algunos cuadros relacionados con las constelaciones -le explicó la prefecta-. No hay mucha gente apuntada a la que le interesa la Astronomía, así que es una suerte que llegasen hoy. Pinta la que quieras, aún no tenemos ninguna, siempre es bueno tener varias para elegir. Y recordad, lo importante es pasar un buen rato.
Persephone cogió uno de los pinceles que tenía a su disposición. Podía recordar la localización de todas las estrellas de las constelaciones principales, eso no era el problema: no sabía qué hacer. Alguna vez había recibido lecciones de pintura, clases básicas, pero llevaba años sin pintar.
Miró al lienzo, si cielo blanco impoluto. Levantando la vista un poco, vio que Anastasia sí pintaba. Persephone movió los labios haciendo una mueca que su madre nunca le había podido quitar. Solo la hacía en dos ocasiones: cuando dormía y cuando estaba nerviosa. Un sanador le había dado una cédula para que no se hiciera daño durante las noches, pero algunas veces Persephone también la llevaba durante el día si sospechaba que se iba a poner nerviosa, si tenía examen, por ejemplo.
Desearía tener puesta la fédula. Anastasia no se había vuelto a dirigir a ella desde el incidente, aunque eso no significaba nada. Podía saltar en cualquier momento, con mayor probabilidad si la prefecta se marchaba.
Persephone abrió un tubo de pintura. Iba a destacar por encima de Anastasia, no le ganaría en su terreno.
Primero hizo el fondo. Cubrió el fondo de negro y violeta para luego dar unas pinceladas de tonos rosas claros. Iba a ser mejor que Anastasia haciendo una constelación que no fuera del zodiaco. Y si elegida era Eridanus, el río del cielo.
Las estrellas las haría en tonos blancos, y a las más brillantes les daría toques plateados para representar su brillo superior; Achernar, el fin del río, en el extremo sur, la más plateada de todas, aunque también con un pequeño toque azulado.
Persephone no se dio cuenta de lo rápido que había transcurrido el día hasta que Badeea les dijo a ella y a Anastasia que debía ir recogiendo. Casi todos los demás alumnos se habían marchado, solo continuaba allí un chico de Griffindor.
-Vamos a compartir nuestros trabajos -dijo Badeea una vez que todos los útiles estuvieron limpios y guardados. Giró su caballete para que las dos viesen su obra-. Cáncer. Veamos los vuestros.
La prefecta primero dio una vuelta echando una vistazo a los dos. Se empezó a reír, y por un momento Persephone temió que ambas habían dibujado lo mismo.
Badeea sacó su varita e hizo que ambos lienzos se giraran al mismo tiempo.
Persephone se enrojeció. Había sido una idiota otra vez.
Anastasia no había pintado a Eridanus, en su lugar ella había escogido a Acuario, la ánfora desde la que fluía el río. Persephone comprobó, con más vergüenza incluso, que las estrellas de la congelación tenían la corrección de ángulo necesaria para que encajasen con las de Eridanus.
-Parece que las dos os habéis leído la mente -rio la prefecta.
Por suerte, Anastasia parecía casi tan avergonzada como ella. Badeea murmuró un par de conjuros que Persephone desconocía y apuntó con su varita hacia los dibujos.
-Listo, tan solo he introducido una pequeña mejora -dijo la prefecta, satisfecha.
Persephone y Anastasia volvieron a mirar a sus cuadros boquiabiertas. Las estrellas brillaban ahora como pequeños diamantes, como si de verdad contemplasen el cielo y no un trozo de tela pintado. Pero lo mejor era el agua: una falsa corriente de agua parecía fluir desde la constelación de Acurio hasta Eridanus. Los cuadros parecían conectados sin estar siquiera cerca.
-La magia artística es mi especialidad -les explicó Badeea luego de que ambas dejasen de mirar embobadas a uno y otro cuadro-. En la siguiente sesión puedo enseñaros un poco si queréis. Por hoy hemos acabado. Podéis llevaros vuestros dibujos; son tan bonitos que quiero que os los quedéis.
El hechizo de Badeea ya había secado la pintura.
Anastasia y Persephone desmontaron sus respectivos lienzos y se dirigieron juntas a la salida.
El chico de Gryffindor se acercó a Badeea mientras ellas se iban.
-¿Otra vez Maya y el Círculo? -preguntó Badeea.
Persephone no pudo oír más.
⎯⎯ 🌻⎯⎯
Pasaron dos días de inusitada nueva normalidad. Por las mañanas, Persephone y Cedric no se habían separado en la mayoría de las clases, mientras que por las tardes ella y Anastasia se aguantaban en silencio durante las sesiones del club.
Badeea había cumplido su promesa e intentó enseñarles aunque sólo fuera un poco de magia básica para animar cuadros. Ninguna había tenido éxito. Cedric estuvo el segundo día en el club, pero se mantuvo al lado del chico de Gryffindor que había ido a hablar con Badeea sobre la prefecta Maya. Persephone los vio practicando hechizos contra un muñeco de práctica.
-¿Me pasas el verde? -preguntó Anastasia mientras Persephone miraba a Cedric.
Persephone se giró hacia ella. Era la primera vez que le dirigía la palabra desde el incidente.
-¿Qué estás haciendo hoy? -le preguntó mientras le pasaba la pintura.
-¿Me preguntas para no hacer lo mismo otra vez?
Badeea Ali había puesto sus caballetes uno al lado del otro sin preguntarles si querían. Anastasia solo necesitaba girar la cabeza para ver qué estaba pintando Persephone.
-No, es solo curiosidad -respondió Persephone-. Mira, hoy estoy en Géminis, la constelación de los gemelos.
Anastasia miró un momento. Esta vez Persephone estaba intentado pintar la constelación en tonos no tan brillantes, pero el fondo no la acababa de convencer.
-Yo estoy con Virgo -contestó Anastasia.
Tenía sentido el color verde: Virgo era una signo zodiacal asociado a la tierra.
-Hay unos gemelos en tu casa, ¿no? -preguntó Persephone para intentar mantener una conversación-. No los conozco, pero siempre los veo metidos en algún lío.
-Son Fred y George Weasley. Son amigos míos, y sí, son muy bromistas. Son los hermanos pequeños de Charlie Weasley.
Persephone sí conocía al prefecto de Gryffindor. Lo había visto durante el único partido de Quidditch al que asistió.
El chico de Gryffindor que estaba con Cedric se acercó de nuevo a Badeea. La susurró algo.
-He de irme, vuelvo en un momento -anunció Badeea.
Cedric fue con ellas tras quedarse sin su compañero.
-¿Ha pasado algo? -le preguntó Anastasia.
-Maya Gardener vino un momento a hablar con Ben y luego se fue. -Cedric se encogió de hombros-. Sería importante para ellos.
Los tres se quedaron solos hasta que Badeea volvió acompañada de Barnaby Lee.
-La profesora Sprout quiere verte -le dijo Barnaby a Persephone.
-¿En qué lío estás ahora? -preguntó Anastasia.
Persephone no le respondió. Que ella supiera, no había hecho nada en dos días como para ser llamada por su Jefa de Casa.
Badeea le dijo a Persephone que no hacía falta que recogiese, que ya se ocuparía ella.
Barnaby y ella salieron de la sala del club.
-La profesora no te llama -dijo cuando estuvieron solos-. ¿Recuerdas que en la enfermería te dije que en dos días tenía una reunión con mis amigos?
-Sí.
-Mañana después de comer espérame frente al retrato de Barnabas el Chiflado en el séptimo piso.
Persephone temía que tal vez no debía haber confiado tan rápido en Barnaby.
-Por cierto, no sabía que estabas en el Club de la Esfinge. Si alguna vez quieres abrazar animalitos ve al Club del Dragón. Prometo dejarte un Puffskein.
⎯⎯ 🌻⎯⎯
Persephone encontró sin dificultades el retrato del Chiflado al día siguiente. Barnaby fue puntual y llegó unos minutos después de ella.
-Lo que vas a ver ahora no se lo puedes contar a nadie -le advirtió Barnaby-. A nadie, y muchos menos a los profesores y a tus padres.
-¿Qué vamos a hacer?
Barnaby sonrió mientras abría una puerta que había pasado desapercibida para ella hasta ese momento.
-Bienvenidas a tu primera reunión del Círculo de Khanna.
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