dieciséis

—Ven aquí.

Diomedes rodeó la cintura del Omega. Ulises respiró profundo, sintiendo su pecho caliente. Cuando levantó la mirada se encontró con los labios ajenos y dejó que lo besara lentamente. Las manos del más chico fueron a los brazos y apretaron suavemente. El aroma de Diomedes era puro y fuerte, a Ulises le gustaba sentirlo. La primera vez que lo vió algo raro sintió en su estómago, se volvió caliente y su piel hormigueó con sorpresa. Ulises jamás había estado con un Alfa, mucho menos había recibido cortejo. Siquiera sabía si el cortejo que le había dado Diomedes era el tradicional. Ellos se encontraban por las noches, en el bosque y dedicaban el tiempo a besarse y a charlar de cosas vagas. El guerrero le contaba las grandes hazañas que venían de su familia, le hablaba de la gran ciudad y una que otra vez la curiosidad terminaba entre la piernas de Ulises. El Omega se sonrojaba fuertemente porque el simple aroma del Alfa lo ponía húmedo y sensible. Pensó que serían las feromonas, que lo volvían tonto e ido.

El Alfa inclinó la cabeza y besó el cuello del Omega. Ulises se estremeció y apartó la cabeza para darle más accesibilidad. Su piel blanca se tornó colorada y húmeda bajo los labios ajenos. Diomedes se inclinó un poco más, aventurando la mano sobre los muslos del Omega. El Alfa atrajo al Omega lo más cerca de su cuerpo, le levantó el camisón y Ulises lo sostuvo con sus manos temblorosas al notar que la mirada negra bajaba a sus partes íntimas. La cintura delgada, las piernas regordetas, su piel pálida bajo la luz de la luna dejó notar las sombras de sus marcas anteriores. Las yemas ásperas acariciaron los chupones, los rojizos cardenales que se extendían por los muslos. El aroma de Ulises se mezclaba con el suyo y eso le gustaba al Alfa. Los ojos negros de este se elevaron y suavemente besó su vientre plano.

—Me encanta sentir mi aroma en ti —susurró acariciando sus piernas. Diomedes enterró el rostro entre los muslos del menor, lamiendo su zona sensible. Ulises tembló y nuevas sensaciones burbujearon en su estómago. Su humedad resbaló por su piel, pegajosa y espesa.

Sus piernas temblaron y gimió bajito, levantando la mirada al cielo oscuro. La luna era grande y amarilla, tan majestuosa que su opaca luz le entregaba al bosque una belleza enigmática y sombría. Ulises jadeó, con las mejillas prendidas y las piernas abiertas al ajeno. La lengua caliente de Diomedes lamió su humedad y eso no hizo más que hacerlo sentir extraño. Cuando aquél Alfa lo tocaba se sentía perdido, asustado, tan sumiso y dominado que se dejó caer sobre él. El guerrero le quitó el camisón del cuerpo y toda su piel se erizó. Sus rostros se encontraron y el Alfa lo miró con sus grandes ojos negros, sus labios rojos, su mentón cubierto de humedad.

Ulises bajó la mirada a los pantalones del Alfa, podía sentir su dureza y excitación. En sus feromonas, su aroma, olía bien. El Omega se alejó un poco y se puso boca abajo, levantando las caderas mientras su lubricante natural resbalaba de su entrada, sus muslos brillaron bajo la luz de la luna y el Alfa apretó los glúteos, olisqueando el aroma fuerte que su Omega le brindaba. Su boca se enterró en la humedad suave y saboreó la excitación del menor. Los gemidos de Ulises lo enloquecieron, quiso ver su rostro, sus mejillas rojas, su mirada cristalizada y su cabello despeinado. Era un Omega joven e inexperto, pero le gustaba porque hacía lo que decía y se dejaba para todo lo que proponía. Diomedes se separó un poco y un hilo de lubricante colgó de sus labios. El Alfa mordió la carne del trasero y avanzó por la espalda baja. Le pidió a Ulises entre susurros que se acomodara sobre él y así lo hizo el Omega.

El pequeño se sentó sobre su pantalón abultado. El guerrero apretó su cintura, sus piernas grandes y lo miró a los ojos. El Alfa embriagó al Omega de puras feromonas fuertes, su aroma pesado afectó tanto al menor que su mirada se perdió y su cuerpo tembló sobre él. Diomedes bajó la mirada cuando sintió la humedad de su niño sobre la tela de sus pantalones. Suavemente lo desabrochó y se los bajó un poco para que su hombría saliera a la luz. Su pene erecto chocó húmedo contra su piel y suavemente dejó que se uniera a las partes íntimas y mojadas de Ulises. El menor empezó a frotarse contra el miembro, sintiendo el falo duro contra sus muslos, contra su pequeño pene erecto y su entrada palpitante. El Omega buscó los labios del Alfa y lo besó torpemente, la humedad entre ambos le brindó una excitación masiva, una necesidad que se resolvió cuando Diomedes tomó de la cintura al menor y guió su propio pene a la entrada rojiza. El calor y la presión de las paredes se apoderaron de su miembro y suavemente sentó al Omega en sus piernas.

Ulises tembló, gimiendo bajito y cerrando los ojos con una mueca entre excitación y dolor. Su pequeña mano viajó hacia su vientre y suspiró agitado. Su piel aperlada en sudor tomó un gran escalofrío cuando los árboles danzaron en fríos vientos. Diomedes cubrió la cintura del Omega con sus brazos y buscó sus labios para brindarle el calor que necesitaba. Con sus manos lo guió en los movimientos, enseñándole suavemente cómo debía hacerlo. Las feromonas del más grande embriagaron a Ulises fuertemente, sus gemidos, sus movimientos lentos y profundos hicieron un desastre de él. Cuando los labios de Diomedes lamieron sus pezones su entrada se llenó de una humedad caliente y espesa. El sonido de sus cuerpos lo calentó y lo único que quiso fue complacerlo, le gustaba sentirlo cerca. Su Omega se removió en su interior, desgarrándose porque a pesar del momento íntimo no lo volvería a ver en un buen tiempo.

Ulises no se privó de soltar jadeos y gemidos, la noche lo acompañó en su intimidad y Diomedes fue suave y lindo con él. Sus feromonas fuertes le hacían picar la piel, le entregaban la necesidad de enterrarse más en su miembro y no comprendía por qué. Estaban cargadas de un aroma exquisito que le hacía sentir extraño en el estómago, en el cuerpo. El calor que tenía Ulises lo llevó al extremo de todo.

Diomedes lo recostó en el suelo, el rocío del pasto mojó la espalda del Omega y este gimió, con el cabello húmedo y despeinado. Incluso bajo la luz de la luna el Alfa pudo notar su rostro sonrojado. Acomodó las piernas del Omega alrededor suyo y lo embistió con más fuerza y rapidez. El Alfa tomó del cabello al chico y lamió su cuello. Ulises no paraba de gemir, la sensibilidad que tenía no lo dejaba respirar con tranquilidad. Diomedes dejó puros cardenales por toda la extensión del cuello del menor, tomándolo esta vez con más fuerza. Sus manos apretaron la piel de sus muslos y los ojitos del Omega se llenaron de lágrimas. Ulises volvió la mirada, mientras sentía cómo el miembro ajeno lo dejaba agotado y sin aliento.

La luz de luna iluminó las copas de los árboles, las luciérnagas danzaron por la oscuridad del bosque con tranquilidad. Estaba todo tan silencioso de repente que se avergonzó de oír sus propios gemidos. Las mejillas de Ulises se prendieron más al escuchar los jadeos de Diomedes, sentía su voz contra el oído, le estaba susurrando cosas que Ulises no prestó atención. Sus ojitos claros se pegaron a la figura oscura en el bosque, grande, tan enorme que mordió su propia mano para callar. La sombra desapareció en un segundo y rápidamente volvió la mirada al Alfa.

Diomedes besó la frente de Ulises y el Omega se retorció. El Alfa se quedó quieto y los ojitos del menor dejaron caer calientes lágrimas cuando el nudo creció en su interior. El castaño enterró las uñas en los brazos y rasgaron con fuerza cuando la sensibilidad en su entrada creció. Su espalda se arqueó y el aire se le fue por unos segundos de los pulmones, el miembro se hinchó dentro de él y le bañó las paredes del útero completamnete. Ulises sentía su estómago cálido, en su interior las cosquillas y el dolor no faltaban. Los muslos del Omega se mojaron en lubricante, semen y permanecieron así, con el Alfa besando suavemente los labios del lloroso Omega.

Ulises jamás le comentó sobre la sombra en el bosque, su cabeza se puso en blanco y gimió ahogado cuando el miembro salió de su interior. El Omega volvió a sentir el calor derramarse de su entrada, sus ojitos bajaron la mirada.

—Tranquilo... —susurró besando sus labios. Ulises rodeó su cuello con los brazos y volvió a pegarse a su cuerpo. Diomedes abrazó al Omega y guió la mano hacia su entrada. Cuando presionó el semen se escurrió lentamente. El Alfa acarició la espalda del menor—. Cuando vuelva... le pediré correctamente a tu familia por ti. Tendrás mi marca en tu cuello.

—¿Por qué no me lo das ahora? —susurró y el Alfa sonrió.

—Morirás de tristeza si me pasa algo en la batalla —respondió y suavemente acarició el vientre del menor—. Si algo me pasa... tu marca te dolerá tanto que desearás morir. 

—Entiendo —murmuró—. Quédate conmigo un rato más, no te vayas.

Diomedes sonrió apenas—. Te llevaré a casa y me iré. Quedan pocas horas de luna, descansaré un poco antes de partir. Perdóname, Omega.

El Alfa lo tomó de la cintura y lo ayudó a levantarse. Ulises lo miró con los orbes cristalizados y se encogió de hombros cuando Diomedes le ayudó a colocarse el vestido. Sus partes íntimas estaban húmedas y sensibles, no dijo nada cuando caminó y el semen se le resbaló por los muslos. La esencia de Diomedes viajaba entre las piernas del minino, por su cuello, su cabello, todo él. El Omega sintió malestar al ver al guerrero tomarlo de la mano para cruzar el río.

—Llévame contigo —habló mientras cruzaban las frías aguas. Los pies de Ulises se mantenían firmes en la roca mojada. El Alfa no dijo nada—. Llévame contigo, Diomedes, por favor.

—La guerra no es lugar para un Omega —respondió—. No te puedo llevar, no podré protegerte todo el tiempo y eso me preocupa. Estás seguro aquí con tu familia, los cambiaformas no avanzan sobre pueblos agrarios y ustedes están cerca de las tierras montañosas. Por favor, quédate aquí.

—No te quiero perder, por favor, siento que no volverás jamás —Ulises dejó caer calientes lágrimas. El Alfa apretó su mano y lo tomó de la cintura cuando finalmente tocaron tierra.

—No insistas con esto, sabes que la guerra es importante para mí. No puedo decepcionar a mis soldados y a toda la gente de la gran ciudad. Esperan una esperanza, Ulises. Tú no has visto el desastre que es allá.

—Si tú eres mi nuevo hogar quiero ir contigo, no alejarme —murmuró. Temía volver a casa, temía que en su pancita hubiera un cachorro de Diomedes y que sus padres se lo quitaran con el curandero. Ulises se desesperó—. Papá me dijo que si tenía un cachorrito me lo iban a arrancar. ¿Cómo me lo van a arrancar? ¿Cómo se quita un cachorrito? Por favor, no permitas que suceda eso, llévame contigo, prometo ser un buen Omega.

—Espera —habló Diomedes de repente, sus ojos negros volvieron al bosque. Ulises lloró en silencio y tembló como un animal asustado. El Alfa olisqueó el aire y avanzó en silencio.

—Diomedes —susurró entre el llanto y el Alfa no lo miró. Su atención estaba en los árboles, pero Ulises no escuchaba nada. Se sintió frágil e ignorado.

—Escucha —susurró el guerrero—. Vuelve a casa en este instante, ve cerca de la orilla y no dentro del bosque.

—No... no te vayas —murmuró el Omega temblando. El Alfa cubrió su boca y de su pantalón sacó una filosa daga. El pequeño retrocedió y apretó las manos en la ropa del Alfa.

—Vete, Ulises —susurró Diomedes elevando la mirada. El omega no notó las hojas y el movimiento sospechoso entre los árboles. Ulises rompió en llanto, sensible, usado. Sintió dolor en su pecho y en su corazón, el mismo miedo de aquella mañana cuando Diomedes se alejó de él sin decir una palabra. Apretó las manos en su camisón y las jugosas lágrimas cayeron en su ropa, se había entregado por completo a Diomedes, sin rechistar. Era su Alfa, lo sentía en su corazón, pero era tan indiferente con él que las palabras que antes le habían hecho ilusión se rompieron en un segundo. El Omega se sintió usado y sucio.

—Te di mis sentimientos y mi cuerpo, ¡¿Qué te cuesta hacer lo mismo?! —gritó y el Alfa lo empujó lejos cuando la sombra de los árboles se materializó en una gran bestia negra y peluda. Ulises se lastimó los codos cuando cayó y su pecho se llenó de un terror fuerte cuando Diomedes gritó de dolor y le rebanó el cuello a la bestia. La sangre le salpicó el cuerpo entero y el Alfa llevó una mano a su rostro, gritando tan dolorosamente que el Omega se levantó al instante.

El pecho del Alfa subía y bajaba con suma rapidez, la sangre brotó de su rostro con fuerza y su ojo negro lo miró enojado, furioso. Ulises retrocedió asustado cuando este se quitó la mano de la cara. El estómago del Omega se revolvió al ver la piel y el ojo cortado por completo, chorreando tanta sangre que traspasó los labios del Alfa cuando este le gritó.

—¡Ve a casa! —rugió y rápidamente tomó la daga en manos. Ulises observó las sombras, los árboles que se agitaban con fuerza. Diomedes lo miró y lo tomó del brazo con brutalidad—. ¡Debes correr! ¡Debes correr lo más rápido que puedas...! ¡Te llevarán si te quedas!

—¡Pero... No, No quiero, no quiero dejarte! —gritó llorando. Ulises apretó la muñeca de Diomedes, le dolía su agarre, le aterraba su mirada cubierta de ira y sus colmillos grandes. Sus feromonas lo debilitaban, pero no de excitación, de placer, sino de miedo.

—Me quedaré... —susurró con fuerza el Alfa, soltándolo—. Me quedaré porque debo hacerlo, tú no. No, Omega. Debes irte ahora o te arrepentirás.

—Pero... Tú eres mi alfa.

Diomedes lo miró, la sangre rojiza, sus ojos negros y su aroma fuerte y agrio fue un golpe en el corazón de Ulises. El Alfa retrocedió con el ceño fruncido, el sonido de los árboles, los gruñidos bajos que resonaban en su oído agudizado parecía no oírse para aquella pequeña criatura. Diomedes volvió la mirada sangrienta, el escarlata chorreaba por su barbilla, por su boca, esa que antes había besado los muslos del Omega.  Se lamentó, su Alfa estaba cubierto de ira y tristeza, pero era un guerrero y su pueblo estaba primero que nada. Diomedes apartó la mirada sin poder verlo, no le quedaba otra que destrozar los sentimientos del menor.

—Ya no... Cachorro.

—No... —susurró Ulises con lágrimas en los ojos. Diomedes corrió lejos de él y no sé atrevió a moverse. Las sombras parecieron seguirlo con rapidez y escuchó gritos, rugidos fuertes—. No, por favor, no me des la espalda, por favor, no, ¡No! ¡Vuelve!

Pero Diomedes jamás volvió la mirada, Ulises temió por su vida cuando los árboles se movieron sobre su cabeza. El cuerpo de la gran bestia degollada yacía en el suelo, era enorme, tan grande que ninguno pensaría que aquello se trataba de un animal normal. El Omega salió de ahí y corrió cerca de la orilla, su pecho ardió. Quemó con tanta fuerza que el llanto se atragantó en él. No pudo respirar, su cuello, su cuerpo que tanto placer había sentido se estrelló contra el agua del río. Ulises se peló la piel de las rodillas y lloró sus lamentos. Levantó la mirada irritada y las luciérnagas adornaron el río. Cuando se volvió pudo ver una bestia enorme de pelo marrón. El Omega se quedó sin habla, sin nada más que sus latidos acelerados. Era un felino enorme con una melena gigante, le mostró los colmillos y el minino Omega se quedó tan helado como un animal muerto.

La gran bestia rugió y el menor se levantó, pisando con rapidez las piedras del río. No entraría al bosque, no cuando los árboles se movían misteriosamente y un aroma fuerte y extraño inundaba el ambiente. La luz de la luna chocaba contra el agua cristalina y Ulises lloró cuando la bestia lo siguió con rapidez. El gran león se abalanzó contra el agua y Ulises patinó hacia la corriente, intentó agarrarse de algo y lo único que obtuvo fue un fuerte golpe que le abrió la piel del cráneo. El agua cristalina se tiñó de un suave rojo, y el cuerpo del Omega flotó por el agua.

Era la primera vez que Ulises veía a un cambiaformas.


















Muchas gracias por el apoyo a la historia, ¡Ya son 32,8k de lecturas! Me alegra mucho.

¿Qué les pareció la historia de Ulises?

Finalmente su alfa obtuvo un nombre JAkwkdkz después de diez capítulos ahre. Ya saben, mejor tarde que nunca.

Recuerden que hay fotos y material de TEETH en mi Instagram, pasen si quieren. Es @chris.hunter19, pueden hablarme, enviarme fotos, comentarios, participar de las preguntas que normalmente hago o enviarme imágenes de actores o paisajes que les recuerden a la historia.

Recuerden que hay más historias omegaverse en mi cuenta ♥

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