Reto

— Ya fue mucho yo nunca. Juguemos otra cosa — dijo el menor.

— No, no hay forma. ¿Tienes miedo de perder ahora?

Jisung volvió a reír, sacudiéndoce con suavidad, y Minho no pudo evitar sentir calor al ver su movimiento.

— Para nada. Los castigos siguen, solo que ahora haremos verdad o reto.

— ¿Y cómo se supone que supone que alguien pierde una prenda?

— Si no contestas la pregunta o si no haces bien el reto, pagas.

— Bien, pero yo comienzo. ¿Verdad o reto?

— Reto, por supuesto.

Minho aplaudió internamente. Ya no sabía cómo más conseguir lo que llevaba rato deseando.

— Te reto a que me des un beso.

— Ese es tu premio, Honnie. No hay adelantos.

— Un reto es un reto.

— No.

— ¿Por qué eres tan terco? — Minho suspiró, frustrado. Ya no le importaba disimular lo mucho que quería probar sus labios.

— Porque me encanta verte desesperado por mí, bebé. Solo espera un poco más, ¿sí?
Confia en mí.

— Bueno, es beso o prenda — el mayor cruzó los brazos y frunció los labios, y Jisung se derritió. Amaba cuando Minho era caprichoso, porque eso era algo que jamás lo demostraba en público. Eso solo lo veía el cuando estaban juntos en su habitación.

— Será prenda entonces. ¿Qué quieres que me saque?

La expresión de Minho se suavizó automáticamente ante la pregunta. Miró el cuerpo de Jisung, quien lucía precioso con esa delicada lencería que parecía estar hecha solo para el.

— El bóxer.

— Lo presentía — contestó el menor con una sonrisa. Esta vez no se detuvo con provocaciones, fue rápido en llevar su mano a su ropa interior y quitar la prenda, para luego retirarla por sus piernas.

Minho no podía creer que por fin lo estaba viendo de manera tan íntima de nuevo. Sus miembro estaba ligeramente más grande de cómo lo recordaba, y aquello le encantaba. Su punta rosada se encontraban dura, se le hizo agua la boca al recordar cómo se sentían bajo su lengua.

— Ya, me toca, ¿verdad o...

— Espera — no pudo terminar su pregunta porque Minho lo interrumpió. Jisung no tuvo tiempo de procesar lo que estaba pasando, Minho se levantó como un resorte y se colocó casi sobre Jisung, con las manos apoyadas en el escritorio a ambos lados de su cadera, inmovilizándolo contra la dura madera.

— Minho...

— Espera — repitió en un susurro, y luego de mirarlo brevemente a los ojos, se inclinó para acariciar con sus labios el pezon izquierdo de Jisung, seguido de un suave beso sobre el pezon de el menor. Jisung jadeó.

— ¿Qué..?

— Shh — lo cortó, y Jisung obedeció al instante. Minho tenía ese efecto sobre el.

Con sus labios aún unidos a su pezon, el mayor subió la vista y lo miró a los ojos. El toque seguía siendo delicado, tan suave como podía lograrlo, esperando el permiso de Jisung para seguir. Cuando logró que el rostro de mejillas sonrosadas y labios entreabiertos le devuelva la mirada con seguridad, sacó la lengua y la deslizó burlonamente sobre el pezón rosado y duro. Jisung gimió y llevó una mano al cabello de Minho para pegarla a su pecho, pero el pelinegro se puso de pie con su típica sonrisa de suficiencia en el rostro, y regresó a su lugar en la cama.

Jisung tenía las mejillas y el pecho sonrojados, la respiración pesada y la piel tan sensible que sentía que un par de caricias serían suficiente para hacerlo llegar. Minho estaba encendido al verlo de ese modo, pero estaba disfrutando tanto el ritmo lento y tortuoso de su juego que no estaba listo aún para ceder a sus deseos.

— No pude resistir, perdón. Lo extrañé mucho.

El menor seguía algo aturdido y no podía ordenar sus ideas.

— Tú...

— Ahora sí, sigamos jugando. Yo quiero verdad.

A Jisung le tomó unos segundos más recuperar su compostura, hasta que se sentó derecho nuevamente y clavó sus ojos en los de Minho. Todo levemente su cabello, satisfecho con exponer sus pecho (y con la ligera esperanza de que Minho corte el juego y termine lo que había empezado, pero eso no lo iba a admitir).

— ¿Tienes aún algo mío aquí?

La pregunta fue formulada en un tono tan inocente que Minho tuvo el impulso de responder automáticamente que sí. Sin embargo, apenas entreabrió sus labios para hablar, notó el brillo travieso en la mirada del otro chico y entendió la verdadera intención detrás de la pregunta. Ellos eran muy cuidadosos en no dejar rastro del otro cuando estaban en casa. Existía una especie de regla tácita en la que nadie debía ni siquiera sospechar de lo que sucedía. Aunque a Minho tal vez no le hubiera importado, Jisung se esmeraba mucho en mantener su reputación de niño dulce, correcto, inocente y estudioso; y que se supiera que tenía esa clase de relación con otra persona (y encima, un hombre) no era precisamente algo que esté en sus planes. Además, los padres de Jisung armarían un escándalo, y eso los dejaría sin la disposición de la habitación del menor. Sin embargo, hacían algunas excepciones.

Jisung aún conservaba todas las notas subidas de tono que Minho le escribía en clase y le entregaba disimuladamente por debajo de la mesa, y los pétalos secos de una rosa con la que una vez el mayor lo sorprendió. Jisung había tenido un fin de semana particularmente duro con problemas familiares en casa, y cuando llegó el lunes y todos se fueron, fingió salir para regresar a los quince minutos. Lo único que deseaba era desconectarse del mundo y pasar el día entero en su cama, entre los brazos de Minho, sintiendo sus manos por todos lados y sus besos suaves en el cuello. Le escribió un mensaje de texto, y Minho apareció en su puerta a la media hora, con una rosa en una mano, una porción de torta de chocolate en la otra, y las mejillas rojas a más no poder. Era la primera vez que tenía un gesto romántico con el, y ambos estaban notoriamente avergonzados, pero no hicieron ningún comentario al respecto. Totalmente contrario a lo que planeó, Jisung tuvo un maravilloso día con Minho, quien lo trató como un príncipe. No lo dejó salir de su regazo casi ni por un minuto, lo consintió con caricias suaves, cumplidos, y lentos y dulces besos. Por supuesto que tuvieron sexo (ninguna de los dos era capaz de desperdiciar la oportunidad), pero por primera vez Minho fue completamente suave, sus toques delicados y lentos, y el menor se sintió abrumado por la calidez que ese día le dejó en el corazón. Cuando llegó la noche y se encontró solo en su cama, no pudo evitar abrazar con fuerza a su almohada (que olía a Minho), y fue la primera vez que se durmió pensando en el sin ninguna idea sexual de por medio. A la mañana siguiente dejó secar la rosa para conservar sus pétalos, y fue una de sus posesiones más preciadas desde ese día.

De todos modos, esa no era la razón por la que Jisung hizo aquella pregunta. Minho no sabía que el castaño guardaba esas cosas. A lo largo de los meses que pasaron juntos, Jisung descubrió su gusto por la lencería. Antes de Minho, realmente no le llamó nunca la atención la posibilidad de llevar algo más que ropa interior básica de algodón. Poco después de su primera vez juntos, Jisung pasó un día por una tienda de lencería, y entró por pura curiosidad. Terminó comprando unas bragas negras con algo de transparencia (y muchísimo más pequeñas que cualquier otra que haya usado en su vida), con el rostro totalmente colorado y el pulso acelerado en anticipación a que Minho lo vea en el. La expresión de el mayor al descubrir la provocativa prenda bajo el pantalón de Jisung hizo que algo cambie en el, y a partir de ese momento, cada que podía lo sorprendía con una pieza nueva, cada una más atrevida que la otra. Solo había un problema: Jisung no podía llevar las prendas a su casa, sería demasiado dificil ocultarlas. Esto terminó en el menor obsequiandole sus bragas a Minho y de cuando en cuando tomándolas prestadas para sus encuentros, lo cual el pelinegro encontraba increíblemente sexy. Ser el dueño de la lencería de su amante era algo que no pensó que disfrutaría, pero poseer algo tan íntimo y tener el control sobre lo que Jisung usaba y cuándo lo hacía despertaba fuego en el.

Muy a su pesar, Minho había sido incapaz de deshacerse de esas prendas. En el fondo, y aunque el mismo se lo negaba, guardaba la esperanza de volver a Corea después de la universidad y reencontrarse con Jisung. Los pequeños pedazos de tela estaban guardados con recelo y bajo llave en el último cajón de su mesa de noche, y eran la principal razón por la que no permitió que nadie entre a su habitación mientras no estuvo.

Jisung se relamió los labios y soltó una risita ante el silencio de Minho. Sabía que el entendió la intención de su pregunta a la perfección, y la demora en responder solo confirmaba sus sospechas. Por su parte, Minho no sabía qué contestar. Temía decir que sí y quedar como un obsesionado, pero también le preocupaba decir que no y que Jisung se decepcione y crea que no pensó en el durante los años que pasaron. Cualquier opción era mala.

— Paso.

— No puedes pasar.

— No te voy a contestar eso — se encogió de hombros —. Puedes quitarme la ropa.

El castaño suspiró, sin perder la sonrisa.

— Sí sabes que igual te voy a sacar esa información pronto, ¿verdad?

— Tus métodos me dan algo de miedo — confesó Minho, pero en el fondo sabía que el tenía razón. Al final siempre acababa cediendo ante lo que el menor quería.

— Bueno, prenda, cariño — prácticamente ronroneó del gusto.

— Está en tus manos.

Jisung se paró de un salto y caminó hacia su acompañante. Tomó una de sus manos y lo jaló para ponerlo de pie frente a el. Con la mirada fija en la del otro chico y su labio inferior atrapado entre sus dientes, llevó sus manos hasta el borde del pantalón de Minho, comenzando a jugar levemente con el borde.

— Nunca dejas de sorprenderme — Minho susurró, prácticamente sobre los labios de
Jisung.

— Esa es la idea — metió sus manos por la parte trasera de la prenda, acariciando con suavidad el trasero de Minho. El mayor jadeó y se inclinó en un intento de alcanzar sus labios, pero Jisung desvió su cabeza, y el beso cayó en el inicio de su cuello. Minho gimió, frustrado, y Jisung volvió a reír.

— Malo.

— Paciencia, precioso.

— Vamos... sólo uno.

— Dije que después. ¿No recuerdas cuando en el colegio nos enseñaron la importancia de saber esperar?

— Por favor, Jisung. Por favor — rogó. Dejó lentos y húmedos besos en su cuello, en un desesperado intento de convencerlo. Estaba soltando todas sus armas, sabía que Jisung amaba que le rueguen, así como el siempre le suplicaba por más.

— Qué rico es escucharte rogar así — susurró sobre su oído, y sus manos apretaron la piel entre ellos. Minho contestó con un gemido —. Pero todavía no, Minhonnie. Confía en mí — arrastró sus palabras con voz melosa, mientras finalmente bajaba la prenda inferior. Sentó a Minho nuevamente en la cama, a la vez que con una sonrisa coqueta terminaba de retirar la prenda de las largas piernas. Tras guiñarle el ojo, regresó a su posición sobre el escritorio. Minho tenía la cara roja y los muslos cerrados con fuerza. Habló al instante, decidido a acabar con el juego de una vez por todas. Le daba igual el resultado, solo quería a Jisung en la cama con el.

— ¿Verdad o reto?

— Reto. Me quedé con las ganas.

— Abre las piernas.

Jisung casi se atora por lo directo que fue.

— Llévame a cenar primero, ¿no? — ambos rieron, y Minho confirmó que su corazón se volvía igual de loco por aquel chico que su cuerpo. Era simplemente perfecto, en todos los sentidos — Lo que quieras. Pero sólo porque eres tú.

Los ojos de Jisung brillaron, y de repente sus mejillas se sonrojaron y adoptó un gesto casi tímido. Lentamente separó sus muslos, dejando a el mayor una amplia vista de su intimidad. Lo húmedo que estaba era notorio, mucho más de lo que Minho esperaba, y no pudo evitar pasar su lengua por su labio inferior.

— Estás tan mojado... — susurró casi sin pensarlo, más para sí mismo.

Jisung llevó su dedo índice entre sus piernas y se acarició dos veces, delicadamente, mientras buscaba la mirada de Minho.

— Es tu culpa.

— ¿Mía? — Minho se hizo el desentendido. Solo quería que Jisung siga hablando.

— Es la forma en la que me miras...

— ¿Solo mi mirada te causa eso?

— Principalmente, pero todo tú.

Minho bajó sus ojos hasta la intimidad de Jisung, y el menor sintió cómo se mojó más al ser observado de esa forma. Abrió un poco más sus piernas y durante unos segundos disfrutó de exponerse ante los ojos hambrientos de su amante.

— ¿Te digo un secreto?

— Todos los que quieras.

— Nadie más ha logrado mojarme tanto como tú. Solamente contigo me siento así... es como si no pudiera controlarlo. Espero que te hagas cargo.

— Ahora mismo, si así lo quieres.

Jisung sonrió, y pasó su dedo por su intimidad una vez más antes de cerrar las piernas, para frustración de Minho. Con un gesto seductor, llevó el mismo dedo a sus labios, y dejó salir la punta de su lengua para probarlo levemente.

— Me vas a matar, Han.

— Es lo más alejado a lo que quiero. Listo, cumplí, y te di más de lo que pediste. No te
puedes quejar. ¿Verdad o reto?

— Verdad.

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