Epílogo (Parte uno)

Dos meses después

Jisung despertó cuando un rayo de sol entró entre las cortinas y le cayó directo en los ojos. Aún con mucho sueño y recuerdos fugaces de la noche anterior, se removió entre las sábanas y hundió el rostro en la almohada libre a su lado. El suave perfume le llenó los sentidos, y sonrió débilmente al sentir el rastro del hombre que amaba.

Muchas cosas habían pasado en dos meses. Jisung se había adaptado a la dulce rutina de alternar las noches entre su casa y la de Minho, ser recogido por el mayor en auto del trabajo y recibir flores en la oficina sin motivo alguno. Minho aprovechaba la flexibilidad que su propio trabajo le daba (aunque ya se había graduado de Derecho, en su tiempo en Japón comenzó a trabajar como modelo publicitario, y a su regreso a Corea una importante agencia lo había reclutado y lo presentaba como uno de sus principales talentos) para desvivirse en atenciones hacia Jisung, gestos que eran bien recibidos y gratamente recompensados en sus momentos a solas.

Luego de muchos años de incertidumbre, Jisung sentía paz. La tranquilidad que le daba tener a Minho a su lado era mucho más de lo que alguna vez se imaginó que sería, y sus miedos se esfumaron con el paso de las semanas. Luego de confesar sus sentimientos el uno por el otro vivieron dos días en una nube de risas y pasión, hasta que el fin de semana se esfumó y las sesiones de besos y caricias dieron paso a una conversación de una noche entera, en la que abrieron sus corazones pero también expusieron sus temores y dudas. La situación era demasiado perfecta para ser real, y ambos estaban asustados por lo rápido que se había desarrollado todo. Temían haber idealizado un pasado que tal vez ya no exista, pero Minho le aseguró a Jisung que sus sentimientos eran sinceros y que estaba dispuesto a darlo todo para demostrarle que quería algo serio con el. El menor aceptó, dudoso al principio, y desde ese momento no había un segundo en el que no se sienta el hombre más afortunado del mundo. Minho daba todo de sí para recuperar cada minuto perdido, y dejarle en claro lo mucho que lo quería.

Jisung cerró los ojos e inhaló profundo nuevamente mientras imaginaba que era el pecho de Minho el lugar sobre el que estaba recostado. Las sábanas blancas combinaban a la perfección con el cuarto, y con el resto del departamento. Minho era un hombre excesivamente ordenado y perfeccionista, por lo que el corazón de Jisung se encogía con amor cada que le permitía dejar rastro de el por su casa. Poco a poco, el menor había trasladado algunas de sus cosas: su pijama favorito, su cepillo de dientes, un imán de refrigeradora, un peluche entre los cojines de la sala, unas polaroids para el espejo de Minho. Cada pequeño detalle era aceptado con una sonrisa y un beso, y Jisung se sentía seguro y apreciado al ver la apertura de Minho. Sabía que no sólo lo estaba aceptando en su casa, sino que también en su vida y en su corazón.

Se puso de pie, alcanzó las pantuflas azules que Minho había comprado para el y caminó hacia la cocina, sin molestarse en vestirse. Llevaba una camiseta gris larga que cubría su delicado cuerpo. No tenía pantalones, lo único que lo cubría era su ropa interior del mismo color. Minho era muy partidario de tenerlo con la menor cantidad de ropa posible en su casa, y nunca fallaba en hacer sentir a Jisung cómodo y deseado con sus apreciativas palabras, miradas y manos.

La cocina estaba perfectamente ordenada, y el desayuno del castaño estaba preparado sobre la pequeña mesa central. Aunque era sábado y el día anterior habían dormido muy tarde, Minho se había levantado temprano para salir a correr. Jisung suspiró al ver que el mayor se había tomado el trabajo de preparar algo para el y se sentó a comer. A los pocos segundos, como si le leyera la mente, su celular sonó.

— Hola — contestó con las mejillas rojas y una sonrisa en el rostro. A pesar de que ya llevaban dos meses saliendo, no podía evitar actuar como un adolescente enamorado.

— Buenos días, mi amor. ¿Recién te levantas?

— Y eso que estoy madrugando, son las nueve.

— Flojo.

— ¿Te recuerdo por qué estuve despierto hasta tarde anoche?

Escuchó la risa de Minho al otro lado de la línea y sintió cosquillas en el estómago.

— No me vas a negar que te gustó.

— Me encantó. Quiero que me lo hagas de nuevo hoy.

— Lo que pida mi príncipe. ¿Estás usando el conjunto que te regalé?

— Aja.

— Mándame una foto, ¿sí?

Jisung balanceó los pies descalzos mientras se mordía el labio inferior para retener una sonrisa.

— No.

— Vamos, no seas malo. Usa el espejo de mi cuarto. Te ves tan precioso así.

— ¿Qué gano a cambio?

— Mi corazón — ambos rieron por lo tontos que estaban siendo. Minho sabía muy bien que de todas formas esa foto iba a ser enviada, aunque no se lo hubiera pedido —. Ya estoy terminando, pero me falta hacer algunas compras, creo que regreso en un par de horas. ¿Estarás ahí cuando vuelva?

— No lo creo. Tengo que poner un poco de orden en mi casa y avanzar algo de trabajo en mi computadora.

— Usa la mía, quédate un poco más.

— No puedo, amor, en serio tengo que ir. Mi casa está hecha un desastre, llevo tres días sin pasar por ahí más que a dejar y sacar cosas. Además, sabes bien que si estoy contigo no me puedo concentrar — escuchó quejidos suaves por parte del mayor —. Pero te veré más tarde, no lo olvides.

— No lo olvidaría nunca. Paso por ti a las cinco, ¿sí?

— ¿Me dices a dónde iremos? Quiero saber si debo vestirme de alguna forma en especial.

— Es sorpresa, deja de intentar descubrirlo. Ponte lo que se te haga más cómodo, tú siempre eres bonito. Yo te llevaré un abrigo en caso te haga falta.

— Ya pues...

— Ni lo intentes, amor. Pero si necesitas ayuda, me encantaría verte con la camiseta blanca flores. Pareces un príncipe.

Jisung se sonrojó y las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa emocionado. No entendía cómo a su edad podía actuar así cuando recibía un cumplido del chico que le gustaba, pero era inevitable en el. Minho rompía todas sus defensas y lo hacía sentir como un niño de nuevo.

— Está bien. Te veo después, entonces. Gracias por el desayuno, Honnie.

— Nada me hace más feliz que mimarte. Te amo, precioso, nos vemos en la tarde.

No esperó una respuesta y colgó. El corazón de Jisung estaba tan acelerado que sentía que se le iba a salir del pecho, y tuvo que suspirar profundamente un par de veces para estabilizarse un poco.

Esa era otra de las cosas que no se esperó en un inicio, pero poco a poco se había vuelto parte de su día a día, y se sentía tan natural que nunca se detuvo a sobrepensarlo. Minho le había dicho que lo amaba por primera vez un mes después de aquella fiesta en la que se reencontraron. Se le escapó de casualidad cuando compartían una ducha y los gentiles dedos de Jisung lavaban su cabello mientras el lo miraba a los ojos. Entró en pánico por temor a haberlo asustado, todo estaba sucediendo demasiado rápido, pero Jisung le hizo saber que estaba bien con una sonrisa y un beso. Lejos de causarle temor, escuchar un "te amo" por parte de Minho le había dado paz y alivio en su corazón, como si toda la vida hubiera esperado por esas palabras. Su lado racional le decía que probablemente se estaban moviendo a pasos acelerados, pero todos esos años le habían dejado en claro que no pensaba desperdiciar un segundo más. Desde ese momento, Minho se lo había vuelto a decir unas cuantas veces más. Siempre lo agarraba de improvisto y se las ingeniaba para que Jisung no tenga que responder, y se enternecía al notar la reacción del menor frente a la confesión. No quería presionarlo a tener que decir nada, y si era sincero, sabía que el sentimiento era recíproco. Jisung era un libro abierto para demostrar sus emociones, y Minho no necesitaba de palabras para estar seguro de que lo que estaban construyendo era genuino y mutuo. Sabía que llegaría el momento indicado para escuchar esas palabras de regreso, y no tenía apuro en que el día llegue.

Regresó a la habitación a tender la cama y recoger su desorden para poder irse a casa. Dio una vuelta por el lugar para recoger la ropa que el día anterior había terminado regada por el piso, y sonrió al recordar lo que pasó horas atrás. El pelinegro nunca fallaba en llevarlo al límite y convertirlo en un manojo de nervios con pocas palabras. Estaba totalmente convencido de que nunca nadie podría lograr conocerlo tan bien como el, leer cada una de sus recciones, saber qué hacer exactamente con su cuerpo y mente para que llegue a lo más alto. A pesar de haber pasado años separados, Minho se había adaptado a el como si no hubieran pasado más de un par de semanas, y en los momentos en los que lo abrazaba contra su pecho sin decir nada, Jisung sentía que era más que posible que ese hombre sea el amor de su vida.

Sólo había una cosa que faltaba para que la situación sea completamente real: a pesar de la forma en la que llevaban su relación, no eran novios. Luego de aquella noche en la habitación de adolescente de Minho, el mayor le había reafirmado que quería algo serio con el, pero necesitaba que le dé tiempo para pedírselo de una forma especial. Jisung le aseguró que no era necesario, pero Minho fue firme en su decisión. Sabía que Jisung merecía una sorpresa especial, y también el mismo necesitaba demostrarse que era suficiente para esa relación. Cuando eran más jóvenes siempre tuvo en mente que no podía estar con el menor porque no era el chico ideal para el, porque Jisung merecía mucho más, y ahora quería eliminar ese pensamiento. Necesitaba preparar algo para convencer a Jisung y a sí mismo de que realmente era ideal para estar con el, y que iba a dar todo de sí para hacer que funcione.

Jisung aceptó la decisión de Minho y se dedicó a esperar pacientemente. En un inicio tuvo dudas, pero con el pasar de los días y luego de ver cómo el mayor se comportaba con el, el título dejó de importarle tanto. Por supuesto que quería ser su novio de manera oficial, pero se sentía tan seguro en su relación que no dudaba en que ese momento iba a llegar pronto, y el hecho de que no lo sean aún no cambiaba en nada los sentimientos que tenían el uno por el otro. Jisung se había derretido de amor cuando la mamá de Minho los invitó a desayunar junto a JunHan, y Minho lo presentó como "su chico". La señora recordaba a Jisung como un viejo amigo del colegio de su hijo, y se alegraba al ver que su pequeño había encontrado a una persona correcta y bondadosa. JunHan, por su parte, no dejó de hacer bromas sobre el día en el que se conocieron, y Jisung no podía más de la vergüenza, hasta que sintió la mano de Minho tomar la suya por debajo de la mesa. Su estómago ardía en nervios como si nunca hubiera estado enamorado antes, y pequeños gestos como ese lo hacían caer por el cada día más.

Cuando la habitación estuvo ordenada se alistó para vestirse, pero antes recordó la foto que Minho le había pedido. Se acomodó frente al gran espejo de marco dorado que se encontraba frente a la cama, pero cuando iba a tomar la foto con su celular, tuvo una mejor idea. Rebuscó entre los cajones de la mesa de noche hasta encontrar la cámara polaroid, tomó la foto y dejó el pequeño papel sobre el escritorio de su chico, junto a una nota escrita a mano.

"Piensa en mí hasta que nos veamos. Me debes un beso por no estar aquí cuando desperte".

***

Jisung terminó de alistarse veinte minutos antes de la hora indicada, y estaba sentado al lado de su ventana mientras miraba la calle en busca del auto de Minho. Si lo pensaba un poco, se sentía tonto por estar así de ansioso cada vez que salían, pero no podía evitarlo. En el fondo, le encantaba lo que Minho causaba en el, esa emoción pura e inocente de sentirse enamorado hasta los huesos, y deseaba que eso nunca cambie. Ni siquiera cuando estuvo en una relación se sentía así, y comenzaba a pensar que era la primera vez que se enamoraba de verdad. Lo que Minho causaba en el no lo había sentido jamás, esas ganas de esconderse cuando lo miraba a los ojos, las mariposas incontrolables en su estómago cuando le hacía un cumplido, la sensación de estar rodeada de fuegos artificiales cada que le daba un beso, y la calidez en su pecho cuando le hacía el amor.

Le había hecho caso y se había puesto su su camiseta de flores, con un pantalón holgado. Su cabello castaño había sido ondulado con esmero, y recogió un par de mechones. No estaba seguro de los planes que tenía el otro chico, por lo que se decidió por zapatillas blancas y un maquillaje natural. Minho amaba verlo con gloss en los labios, y aunque Jisung prefería los colores mate, decidió darle el gusto. No había nada que le guste más en el mundo que ver a el pelinegro mirarlo con adoración, y quería hacer todo lo posible para demostrarle que estaba dispuesto a complacerlo. No era muy bueno para expresarse con palabras, pero sus sentimientos eran más que evidentes mediante sus acciones. Estaba enamorado hasta la médula de Minho, y lo demostraba cada día que pasaban juntos.

Jugueteó con el llavero que colgaba de su cartera hasta que vio el auto negro entrar a su calle. Chilló de emoción y bajó corriendo las escaleras, solo para pasarse detrás de la puerta y esperar a que su cita toque el timbre. Cuando lo hizo, contó hasta cinco y abrió la puerta con la más grande de sus sonrisas. Minho tenía un pequeño ramo de rosas en la mano, una blusa blanca y jeans azules.

— Combinamos — observó al menor mientras recibía las flores con una sonrisa tímida.

— Lo hice a propósito — el mayor le guiñó un ojo —. ¿Listo para irnos?

— No necesito nada más, ¿cierto? Sólo llevo esto — levantó el pequeño bolso que colgaba de su antebrazo.

— No, no te preocupes. De todas formas, tienes ropa en mi casa.

— Ah, ¿me quedo contigo esta noche? — fingió sorpresa. Sabía que no había forma de que Minho lo deje ir luego de una cita.

— Esta y todas las noches que quieras, mi amor.

Lo tomó de la cintura y se acercó para darle un beso delicado en los labios. Lo había descubierto mirándolo por la ventana de su habitación en cuanto entró a la calle, y le parecía adorable saber que lo estaba esperando con tantas ansias. Se veía como un príncipe, su belleza era tan dulce y delicada que le quitaba el aliento.

— Te ves hermoso — susurró contra sus labios, y sintió cómo los de Jisung se curvaban en una sonrisa —. Mi príncipe bonito.

— Basta. Me pones nervioso.

— Ese es el punto.

— Malo — puchereó, y Minho besó el labio inferior abultado.

— Bonito — repitió y apretó su agarre en la cintura para ponerlo más nervioso aún, y sonrió cuando las mejillas de su chico enrojecieron.

— ¡Minho!

El mayor cedió y se apartó mientras reía. Lo tomó de la mano y lo guió hasta el asiento del copiloto. Una vez estuvo acomodado en su lugar, subió a su asiento y arrancó el auto.

— ¿Ya me dices a dónde vamos?

— No, es sorpresa.

— ¿Una pista aunque sea? ¿Hemos ido antes?

Minho lo miró con duda. El puchero constante de Jisung terminó por romper sus defensas, y cedió con una sonrisa.

— Sí hemos ido.

— ¿El sitio de postres que me gustó?

— No, pero, ¿quieres postre? Puedo llevarte después.

— No, Honnie, sólo quiero una pista de verdad.

El mayor abrió la guantera y rebuscó a tientas sin quitar sus ojos de la calle. Sacó un pequeño sobre y se lo dio a Jisung.

— Abre, ahí está tu pista.

Jisung levantó una ceja y rompió el papel. Dentro encontró una pieza de rompecabezas.

Le dio la vuelta por ambos lados y no le encontró ninguna forma, más que los trazos de algunas letras. Se le ocurrió que probablemente la imagen completa formaría alguna palabra, pero las líneas de la pieza no le daban ninguna idea.

— No entiendo.

Minho sonrió y le puso una mano sobre el muslo. Acarició con cariño, mientras el menor aún inspeccionaba lo que le acababa de entregar.

— Lo entenderás dentro de un rato. ¿Tú no fuiste el que me enseñó a tener paciencia?

— Ah, ¿esto es una venganza? Bien que te gustó.

— Todo lo que hagas me gusta — apretó la tela entre sus dedos. Jisung jadeó suave —. Pero en serio, amor. Déjate sorprender, no preguntes tanto — aprovechó un semáforo para subir su mano hasta el mentón de su chico y girarle el rostro para atrapar sus labios en un beso dulce.

— Bien, tú ganas.

Minho sonrió y prendió la radio. Apenas sintonizó una señal, Teenage Dream de Katy
Perry llenó los parlantes del auto. Ambos se miraron y rompieron a reír.

— Esto es una señal — señaló el menor mientras entrelazaba sus dedos con los de
Minho. El seguía manejando, con la mirada hacia el frente y la sonrisa más grande que le había visto alguna vez.

— ¿Así que oficialmente es nuestra canción?

— Sí — Jisung se inclinó para besar su mejilla.

— Tendré que ir ahorrando para contratar a Katy para cuando te pida la mano, entonces.

A Jisung le entró un ataque de tos. Eso lo había agarrado de improvisto, si tenía en cuenta que aún no le había pedido ser su novio. Sin embargo, la idea no lo asustó.
Habían pasado casi ocho años desde su primer beso con Minho, y en todo ese tiempo, la única persona con la que se imaginó alguna vez un futuro fue con el.

Minho no dijo nada, pero volteó a mirarlo con una sonrisa suave. Jisung pudo ver amor y sinceridad en sus ojos, y le devolvió la sonrisa con seguridad.

— Katy Perry estaría genial. Tendrías un sí asegurado.

— Oh, ¿solo si va Katy?

— Tendría que pensarlo. Puedo aceptar a Taylor Swift también.

Ambos rieron. Minho subió el volumen de la radio y escucharon la canción en silencio, con los dedos entrelazados, hasta que el mayor estacionó el auto en un lugar que Jisung conocía muy bien. El mayor se desabrochó el cinturón y se preparó para bajar del auto.

— Minho, ¿qué hacemos en el colegio?

— Ah, tenía que recoger mi certificado de secundaria para aplicar a un curso en línea que he visto, y me quedaba de camino. ¿Me esperas un minuto?

— Te acompaño.

— No, no te preocupes. Vuelvo en seguida, llamé ayer para solicitarlo y asegurarme de que lo tengan listo.

— Bueno...

Minho se inclinó para darle un beso antes de bajar del auto.

— Te veo en cinco minutos. Te dejo la llave por si acaso quieres prender el aire.

Tomó su cartera y cerró la puerta. Jisung lo miró entrar al colegio, y no pudo evitar sonreír cuando la misma imagen de Minho a los diecisiete años llegó a su mente. Eran incontables las veces que habían llegado juntos a clases, y Jisung le había pedido que se adelante para que no los vean entrar juntos y comiencen a sospechar. En secreto, disfrutaba de verlo a lo lejos mientras caminaba, y soñaba con algún día poder entrar a un lugar de la mano de ese chico.

Tomó su celular para revisar sus redes mientras esperaba. Entró a Instagram y vio un par de videos, pero no pasaron más de dos minutos cuando una llamada entró.
Contestó, confundido, pensando que Minho había olvidado algún documento en el auto y quería que se lo alcance.

— Honnie, dime.

— Amor, atento a lo que te voy a decir.

— ¿Qué pasa? ¿Olvidaste algo?

— No. Necesito que cierres el auto y entres al colegio, ¿sí?

— ¿Qué pasó?

— ¿Confías en mí?

Jisung no entendía mucho, pero aún así decidió obedecer a su chico.

— Sí.

— Bien. Cierra el auto y entra. No te olvides de tu pista.

— ¿La pieza del rompecabezas?

— Aja.

— Bueno...

— No me cuelgues.

El menor bajó del auto, guardó la llave en su cartera y caminó hacia la puerta del colegio. Si bien era sábado, sabía que de todas formas atendían para trámites y citas con padres de familia. No estaba seguro si lo dejarían entrar sin tener nada que hacer ahí dentro, pero decidió que no perdía nada intentando.

— ¿Ya entraste, amor?

— Sí, pero...

— Ok, ¿puedes ir a la oficina de la profesora Yoona?

— ¿Sigue trabajando aquí?

— Y está muy feliz de verte.

— Minho, ¿qué es todo esto? ¿Dónde estás?

— Ya te lo dije, confía en mí. Ahora sí te cuelgo, haz lo que te digo, por favor.

— Bien.

Jisung preguntó por la profesora en recepción, y le indicaron el lugar a dónde debía ir.
Aquella mujer había sido profesora de Jisung y Minho en su último año escolar, y ahora era la directora del colegio. Jisung se alegró de enterarse de ese cambio, ya que ella había sido una maravillosa profesora y se merecía un mejor puesto. Tenía una paciencia infinita con Minho, que en muchos casos sacaba de sus casillas a los profesores; y un cariño especial hacia Jisung, que era el alumno ejemplar que todos habrían deseado. Cuando encontró el lugar, tocó la puerta y esperó.

— ¡Jisung! ¡Qué grande que estás!

El castaño recibió el abrazo de su profesora con una sonrisa.

— Miss Yoona, cuánto tiempo.

— Mírate, qué precioso. Me da mucho gusto verte.

— A mí también. ¿Qué tal todo por aquí?

— Con mucho trabajo, pero es una profesión hermosa. Debo confesar que se te extraña en las aulas, ahora hay pocos alumnos tan aplicados como lo eras tú. Me tienes que venir a visitar más seguido. Ahora con esta oficina grande nos podemos tomar un café y conversar.

Jisung rio suavemente.

— Yo también extraño el colegio. La pasé muy bien aquí.

— Oh, claro que sí. Y me dio mucho gusto ver a Minho también.

— ¿Minho vino?

— Llevo unos días hablando con el y nos hemos encontrado un par de veces. Me alegra mucho ver en el buen hombre en el que se ha convertido, tan inteligente y hermoso. ¡Y me alegra más todavía verlos por fin juntos!

El menor se sonrojó al instante y bajó la mirada.

— Ay, miss...

— Sí sabes que los profesores nos damos cuenta de todo, ¿no?

— Pero...

— Ay, Jisung, siempre fuiste un libro abierto para demostrar tus sentimientos. Yo sabía que ese niño y tú tenían algo. También sabía que Minho te protegía de todos, y eso me hacía saber la calidad de persona que era. Me alegra mucho que al final las cosas salieran bien para ustedes.

Jisung sonrió con timidez. Primero Félix, y ahora su profesora. No podía creer que haya sido tan obvio, y comenzaba a pensar en cuántas personas lo notaron en ese entonces.

— Estoy muy feliz con el.

— Es un buen chico, y te quiere muchísimo. Y hablando de Minho... — se volteó hacia su escritorio, tomó una llave y se la entregó —. Hay alguien que te espera en el salón en el que estudiaste tu último año. Recuerdas cuál es, ¿cierto? Como es sábado, necesitarás la llave para entrar al pasadizo.

El corazón de Jisung se aceleró. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero su cabeza comenzaba a unir los puntos, y se llenó de nervios al pensar en la posible sorpresa de la que hablaba Minho.

— Pero..

— Nada de peros. Anda, mi niño. Y prométeme que vendrás un día de estos para conversar. Minho tiene mi número.

Sonrió tímido en agradecimiento.

— Si, miss.

— Corre, ya nos vemos otro día.

Se despidió de su profesora y caminó hacia el pabellón de secundaria. Al cruzar las instalaciones del colegio no pudo evitar sentir nostalgia. Aquel lugar no solo lo había visto crecer desde que era un niño, sino que lo había hecho encontrar a su primer y único amor. Pensó en lo que le había dicho su profesora mientras se acercaba al salón, y en lo feliz que lo hacía haber reencontrado a Minho. No imaginaba su vida sin el, y quería que ese sentimiento dure para siempre.

Para cuando llegó a la puerta indicada, sus nervios estaban al límite y su corazón latía más rápido que nunca. Se acomodó el cabello y la ropa, respiró profundo dos veces y se asomó por la pequeña ventana de la puerta. Minho estaba sentado sobre una carpeta, balanceando los pies mientras jugueteaba con sus dedos. El cabello negro le caía en suaves ondas por el rostro, las mejillas rosadas y los labios abultados le daban el mismo toque de ternura que tenía desde que era un adolescente. Jisung suspiró y lo admiró por unos segundos desde la distancia, tal como lo hacía cuando estaban en el colegio. Cuando logró tranquilizarse un poco, abrió la puerta y entró. El mayor levantó la mirada y lo recibió con una sonrisa tímida.

— Me encontraste.

— Miss Yoona sabía que me gustabas de niño.

— Sí, también me lo dijo — rio —. Pero ya luego hablaremos de eso.

— Me dijo que llevan unos días hablando. ¿Qué es todo esto, Honnie?

— Necesitaba su ayuda para poder entrar aquí. La verdad no fue muy dificil convencerla. Ella te quiere mucho.

— No entiendo qué hacemos acá...

La expresión de Minho cambió de repente. Los nervios eran evidentes en su rostro, y se puso de pie mientras la miraba a los ojos.

— ¿Tienes la pieza? — Jisung asintió —. ¿Me la das, por favor?

El menor la sacó de su cartera y se la entregó a Minho, quien lo tomó de las manos, con la pieza entre ellos.

— Jisung... — suspiró, tomando el valor que necesitaba —. Hace casi ocho años me enamoré de ti en este mismo lugar. Yo era un desastre, un verdadero caos, y me fijé en el ser más precioso del mundo. En un príncipe de la vida real, y tuve la suerte de que me aceptaste.

— Minhonnie...

— Han pasado muchas cosas en estos años. Ya no soy el niño que conociste aquí, he trabajado mucho en ser una mejor versión de mí mismo. Pero hay una cosa que a pesar de todo este tiempo no ha cambiado, y si lo ha hecho es sólo para crecer. Y eso es mi amor por ti.

Soltó una de sus manos para acariciarle la mejilla con delicadeza y adoración. A Jisung se le llenaron los ojos de lágrimas. El mayor le sonrió con calidez y continuó.

— Mi vida está completa desde que regresaste a el. Cada día que paso contigo es el mejor día de mi vida, y de verdad me estoy esforzando por hacer todo lo que esté en mis manos para que seas feliz. Quiero cuidarte y mimarte siempre, quiero que tengas todo lo que deseas, quiero que te sientas el hombre más amado del mundo. Sé que no hemos tenido una conversación decente al respecto, pero te amo, Jisung. Te amo tanto que me asusta, porque nunca me imaginé amar así. Tienes mi corazón por completo, así como lo tuviste ocho años atrás. Me siento pleno cuando estoy contigo, cuando me sonríes, cuando te tengo cerca — suspiró, nervioso, y el menor apretó sus dedos con cariño para darle valor para continuar —. Te quise traer aquí, a donde comenzó todo, porque quiero decirte que te sigo amando con la misma pureza con la que lo hice a los dieciséis años, cuando me enamoré de ti por primera vez, y te quiero prometer que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para hacerte feliz. Mi príncipe hermoso... yo tengo una deuda contigo. Hay una pregunta que aún no te he hecho, y quiero hacerlo ahora.

Minho soltó sus manos y le colocó la pieza de rompecabezas en la palma. Jisung tenía los ojos cristalizados y el estómago lleno de mariposas. La confesión de Minho lo había dejado sin palabras, y su corazón latía tan fuerte que sentía que se podía escuchar. El mayor lo rodeó para abrazarlo por detrás y darle un beso en la mejilla.

— Finalmente te encontré... eres la pieza que me faltaba. Estoy completo ahora.

Jisung miró el escritorio que Minho tapaba anteriormente con su cuerpo y encontró un rompecabezas armado, solo con una ficha faltante. Volteó a mirar a su chico, quien lo instó con una sonrisa a completar el juego. Con dedos temblorosos, Jisung se inclinó y colocó la pieza, y pudo leer la frase que se completó.

¿Quieres ser mi novio?

El menor se quedó mudo. Se permitió disfrutar del instante perfecto. Minho era todo lo que había soñado y más, y no podía creer todo lo que había preparado para el.
Había pensado en cada detalle, y se sentía abrumado por todo lo que le hacía sentir. Se giró para mirarlo a los ojos, y Minho acomodó su agarre para sostenerlo por la cintura.

— ¿Quieres ser mi novio, príncipe? — repitió el mayor, con las mejillas rojas.

Jisung lo miró a los ojos y pensó que no había mirada más bonita y sincera en todo el mundo. Por un instante, se sintió el protagonista de la historia de amor más hermosa que jamás se haya contado. Sonrió y pegó su frente a la del mayor.

— Soy tuyo desde el día en el que me besaste por primera vez en este salón. Sí, mi amor, siempre sí.

La sonrisa de Minho creció al instante, y se inclinó para romper los centímetros de distancia que los separaban y tomar sus labios en el más dulce de los besos. El castaño llevó sus manos a sus mejillas y disfrutó de la delicadeza de su novio hasta que se separó con un suspiro.

— Te amo, Honnie. Te amo tanto.

— Ya lo sabía — bromeó. Jisung le dio un golpe suave en el brazo.

— Tonto.

— Yo también te amo, precioso.

Jisung no podía dejar de sonreír. Entre pequeñas risas, lo tomó por la nuca y lo acercó para otro beso. Minho respondió con entusiasmo. Se besaron con calma y ternura durante algunos minutos, entre pequeñas caricias y palabras de amor. Al cabo de un momento, Minho le dio un beso en la mejilla y se separó.

— Ahora sí, ¿puedo llevar a mi novio a una cita?

— ¿Postre?

Minho le dio un beso en la mano.

— Todo lo que quieras, mi amor.

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