Decisiones

Jisung se acurrucó en el pecho de Minho y presionó su rostro contra la tibia piel. Tenía el cuerpo totalmente sensible y cansado, solo quería que el mayor lo consienta como solía hacer después del sexo. Eso era una de las cosas que lo hizo enamorarse de él cuando eran más jóvenes. Desde la primera vez que estuvieron juntos, el mayor se encargaba no solo de que consiga su placer, sino de que se sienta como un príncipe después de hacerlo. Minho quería demostrarle sin palabras que para el no era solo sexo. Lo llenaba de dulces besos y caricias, le daba cumplidos y se aseguraba que le hubiera gustado. Si era necesario, incluso lo ayudaba a limpiarse y vestirse de nuevo. Adoraba mimarlo, y aunque nunca hablaron de esos momentos dulces entre ambos, terminaron por volverse parte de su rutina. Jisung suspiró complacido al saber que ahora le tocaba volver a disfrutar del lado tierno de Minho y cerró los ojos. Se relajó al sentir las familiares caricias en su cabello y una mano posarse con cariño sobre su cadera.

— ¿Te gustó? — susurró el mayor sobre su cabeza — ¿Fue bueno para ti? — Jisung río y levantó la mirada.

— Estuviste perfecto.

— ¿Era lo que esperabas?

— Solo quieres que lo diga, ¿cierto? — Minho sonrió tímido al ser descubierto —. Fue mucho más de lo que había imaginado. No me puedo mover.

Minho sonrió, engreído, y lo presionó más cerca aún.

— No tienes por qué hacerlo. Te quiero aquí.

— Eres consciente de que aún hay una fiesta abajo, ¿cierto?

— En un par de horas los echaré a todos. Quiero estar contigo.

El castaño estiró los labios y recibió un dulce beso.

— Eres más bueno que antes, si eso es aún posible.

— ¿Ah, sí?

— Sí. Me vuelves loco — susurró.

Con pereza, Minho acarició la cadera del menor, subiendo para tocar la curva de su delicada cintura, y maravillándose con la amplitud en su trasero. Era totalmente perfecto, mucho más que en sus fantasías. Nunca se cansaría del cuerpo de Jisung, y de repente, se llenó de celos de todas las personas que la habían tenido de esa forma en los últimos años. Se enojó también consigo mismo, porque si no lo hubiera dejado, seguiría siendo el único. Su agarre se volvió un poco más rudo, posesivo, y Jisung lo notó.

— ¿Pasa algo?

La vergüenza de haber sido descubierto se hizo presente en su rostro. No le gustaba incomodar a Jisung con sus celos tontos, y en el pasado había hecho un trabajo excepcional para esconderlos.

— No.

— Te conozco. Dime qué pasó.

— Es ridículo.

— Nada es ridículo si viene de ti.

Le dio un pequeño pico en sus labios. ¿Acaso podía ser más perfecto?

— Es que... me puse celoso — Jisung no pudo evitar reírse, y Minho se puso más rojo —. Viste, te dije que era ridículo.

— ¿Celoso de qué, Honnie?

— ¿No me vas a mirar raro?

— No.

Suspiró para seguir hablando. No podía creer lo débil que era ante el menor y lo fácil que le resultaba a él conseguir hacerlo obedecer en todo.

— Celoso de todos los que te han visto desnudo mientras yo no estaba.

Jisung se rio más fuerte sin poder evitarlo. Sí, era tonto, pero le resultaba verdaderamente adorable que Minho haya pensado en eso. El mayor hizo un puchero.

— Ya. No te rías. Quisiera haber sido el único.

— Bueno, no hay nada que puedas hacer contra eso — le dio un pequeño besito en la punta de la nariz, lo cual no ayudó al sonrojo —. Pero te prometo que ahora sí eres el único que me puede ver así.

— Ya... — otro puchero.

Jisung lo encontró absolutamente precioso. Todo su ser temblaba por dentro, se sentía como un adolescente enamorado, y quería darle a Minho todo de el.

— Eres el único que me puede tocar, el único que puede hacer lo que quiera con mi cuerpo... — tomó la mano del mayor y se giró para poner una de sus piernas sobre las caderas contrarias, separando los muslos — el único que puede estar dentro de mí — susurró mientras llevaba la mano al espacio entre sus piernas.

— Jisung...

Jisung se abrió un poco más y llevó la mano de su amante a su entrada. No tenía intención de tener más sexo en ese momento, estaba agotado, pero quería demostrarle lo suyo que era.

— Entra, Minho. Eres el único.

— Pero tú...

— Te quiero dentro, precioso. Quiero que sepas que este privilegio es solo tuyo a partir de ahora — le susurró entre besos. Sintió como la mano tomaba iniciativa propia y dos dedos acariciaban los bordes de la entrada aún mojada por el orgasmo anterior —. Sólo uno, por favor — pidió con algo de vergüenza —. Me dejaste agotado.

Minho asintió y dejó la punta de su dedo índice en el cálido agujero.

— ¿Estás seguro?

— Mete tu dedo en mi entrada — jadeó, con voz melosa, y el mayor se estremeció ante las sucias palabras —. Quiero que sientas como mi cuerpo solo se abre para ti. Para nadie más. — El mayor asintió, tembloroso, y empujó con todo el cuidado del mundo. Jisung suspiró y dejó que el lo penetre, su cuerpo cansado y relajado aceptó la intromisión. Las paredes calientes se apretaron y Minho lo abrazó con su mano libre. Se acercó para darle un beso lento, chupó su labio inferior con calma y se concentró en probar la dulzura de esa boca, con un ligero sabor a vino y chocolate causados por los snacks de la fiesta.

— Quédate dentro — susurró Jisung en medio del beso —. Siente cómo soy tuyo, cómo me posees. Me encanta tenerte dentro de mi cuerpo.

Se besaron por varios minutos. Minho no se movió ni intentó quitar su mano, solo disfrutó y agradeció la entrega de Jisung, la manera tan íntima de demostrarle que lo quería de verdad y de forma exclusiva. Jisung se sentía completo luego de mucho tiempo. Sentía que por fin había encontrado esa pieza que le faltaba, y que sus sueños de adolescente no tendrían por qué perderse. Disfrutó de la sensación de tener a Minho dentro, de ser tratado con esa delicadeza y cuidado, de poder entregarse por completo y mostrarse vulnerable ante alguien que no hacía más que quererlo y protegerlo.

— Quédate esta noche — susurró Minho contra sus labios. Jisung asintió.

— Estaba esperando a que me lo pidas — confesó.

— Me gustaría llevarte a un mejor lugar, pero mi departamento aún me lo entregan en dos semanas...

— Me encanta estar aquí. Siento que estoy viajando en el tiempo, siento que nunca te perdí.

— No me perdiste...

— Sabes a lo que me refiero.

Minho suspiró y le dio un beso en la frente.

— Pero ahora estoy aquí. No iré a ningún lado.

El menor mordió su labio inferior cuando la duda se asentó en su cabeza. Su labio inferior tembló, y sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Con algo de miedo de que la respuesta tal vez no le guste, se animó a preguntar.

— Tú... ¿te quedas?

Miró a su chico a los ojos, con gesto de estar a punto de llorar. Minho se derritió ante la expresión asustada, y se apuró en hablar.

— No llores, mi amor...

— ¿Te voy a perder otra vez? — susurró tan bajo que casi no se le escuchó.

— Me quedaré aquí. No vuelvo más a Japón. Acabé la universidad, no tengo más que hacer ahí.

— ¿Y tu familia? ¿Tu papá?

— Puedo ir a visitarlos. Pero mi vida está aquí. Mi historia, mi madre, mis planes, mi futuro. Siempre supe que volvería a Corea tan pronto como pudiera. Ahorré en este tiempo, trabajé muy duro, y he podido comprar un departamento. No es el más grande, pero creo que está muy bien para empezar... y sobre todo, ahora estás tú. ¿Crees que después de esto sería capaz de volver a alejarme de ti?

— Entonces, ¿de verdad quieres estar conmigo? — una lágrima cayó por su mejilla. No sabía si lloraba de alivio o de emoción, solo entendía que finalmente la vida le estaba dando la oportunidad que siempre quiso. Minho asintió.

— Lo quiero desde los dieciséis años, desde que tenías esa mochila rosada, usabas aretes en forma de corona, sacabas buenas notas en todo y tu risa era lo más dulce que había escuchado en mi vida. Y ni siquiera me mirabas — recordó con una pequeña risa.

— Me intimidabas un poco — confesó —. Pero me gustaba su aspecto de chico malo y sexy — rio junto a el mayor.

— No lo hacía a propósito. Yo pensaba que más lindo eras tú, toda femenino y bonito.

— ¿Ah, sí? ¿Qué más viste en mí? Es decir... ¿por qué yo? ¿Qué te hizo acercarte en un inicio?

— Eras siempre tan dulce con todos... parecías un ángel. Siempre estabas con Félix, y aunque el llamaba la atención de todos, yo solo podía verte a ti. Tu belleza era tan única y delicada que parecías un príncipe, realmente. No puedo ponerlo en palabras.

— ¿"Era"?

— No me malinterpretes, eres incluso más precioso que antes, pero ya no eres un chiquillo. Eso fue lo que me llamó la atención en ese momento cuando yo también lo era. Ahora... dios, Jisung, no me hagas hablar que no terminaré nunca.

— Dilo. Quiero saber.

Minho suspiró. No podía negarle nada.

— Bien — lo miró y se puso roja —. Ay, bebé, no quiero hacer esto. Me pones nervioso.

— Vamos, por favor. Solo quiero saber si te sigo pareciendo bonito.

— ¿Bonito? — bufó —. Jisung, eres hermoso. Ni siquiera sé por donde comenzar porque no logro ordenar mis ideas. Eres el hombre más guapo que he visto en toda mi vida, cuando te vi entrar en mi cocina te juro que casi me desmayo y solamente me comporté porque tenía a JunHan al frente. Encima, eres encantador y sexy, sabes bien cómo hacerme caer a tus pies y lo has demostrado a la perfección hoy. Te juro que me tienes totalmente embobado, puedes manejarme como a un títere y yo voy a hacer todo lo que quieras.

La sonrisa de Jisung se hizo más amplia aún. Movió su pulgar sobre la mejilla de Minho para acariciarla y se inclinó sobre el.

Se besaron nuevamente. Ninguno podía dejar de hacerlo, no después de haberlo extrañado durante tantos años. Estaban tan felices que no podían dejar de interrumpir sus besos con sonrisas. Minho acarició la cintura de Jisung y lo miró a los ojos. Intentó retirar su mano de su interior, creía que lo estaba incomodando, pero el menor tomó su muñeca y lo inmovilizó.

— No, dentro. Me gusta sentir que te pertenezco.

Minho rio suavemente y reacomodó su dedo antes de hablar.

— Te quiero.

Las mariposas se hicieron presentes en el estómago de Jisung, y observó a detalle el rostro de su compañero. Su cabello se había despeinado y su flequillo caída desordenado sobre su frente. Los ojos oscuros y profundos demostraban ternura y sinceridad, y los labios estaban un tanto hinchados por todo el uso que les había dado. Sus preciosas mejillas le daban un aspecto adorable, en especial cuando sonreía naturalmente. Era una verdadera belleza. No podía creer que tenía tanta suerte de tenerlo.

— Dilo otra vez.

Minho sonrió. Adoraba a su chico caprichoso.

— Te quiero, te quiero.

— Yo también te quiero, Honnie.

— Quiero que seas mío.

— Ya lo soy... — suspiró —. creo que siempre lo he sido.

— Me refiero a... quiero estar contigo, Jisung. En serio. Quiero tener la oportunidad que no tuve a los dieciocho años y esta vez hacer las cosas bien.

El corazón de Jisung se aceleró al darse cuenta de lo que estaba pasando. El chico de sus sueños lo quería y quería estar con el. La persona que su corazón tanto había deseado correspondía sus sentimientos. Hizo lo posible por no echarse a llorar por tercera vez y subió una de sus manos a la mejilla de Minho para acariciarlo con toda ternura. Sonrió y se puso coqueto, como siempre hacía para afrontar sus nervios.

— ¿A qué te refieres?

— Me gustaría ahora sí algo oficial contigo, Jisung. No quiero que pienses que solo quiero jugar. Yo quiero cuidarte y compartir todo contigo, no solamente sexo.

— ¿Me estás pidiendo que sea tu novio? — la sonrisa creció.

— No — los ojos de Jisung mostraron decepción al instante, y Minho habló inmediatamente antes de que el menor se ponga a llorar —. Sí, sí, pero no ahora. No aquí, en este cuarto viejo y desordenado y con un montón de adultos jóvenes borrachos en el piso de abajo. Déjame preparar algo para ti y hacerlo como te lo mereces. Voy a sorprenderte y a pedírtelo de una forma digna de un príncipe como tú — la expresión de el castaño volvió a ser de felicidad y dejó un pico en la nariz de Minho —. Y de paso compenso lo del primer beso — dijo lo último en un susurro.

— Oh, Minho. Me gustas demasiado.

— Me alegra saberlo — le guiñó un ojo.

— Engreído.

— Engreído, pero tuyo.

— Solo mío. Mi Honnie.

— Si sigues siendo así de adorable me dan ganas de besarte de nuevo, y me tienes que poner un alto porque no pienso parar en toda la noche.

— ¿Y quién te dijo que quiero que pares? — otra vez ese tono de voz meloso y coqueto.

Minho gruñó y tomó el labio inferior de Jisung entre los suyos. Lo saboreó unos segundos, y luego la relajó hasta que logró dominar el beso y empujar su lengua dentro de su boca. Lo provocó despacio, buscando que suelte un gemido para el. Cuando lo consiguió, tenía a Jisung respirando pesado.

— Muy cansado, ¿eh?

Los ojos de el menor brillaron, y apretó sus paredes alrededor del dedo que aún descansaba en su interior.

— Si me lo haces suave, puedo aguantar uno más — arrastró sus palabras, seductor.

Minho los giró para colocarse encima sin salirse de el. Bajó sus labios a su cuello y comenzó a besar en los puntos exactos que sabía que lo ponían ansioso por más.

— Lo que tú quieras, mi amor. Siempre.

Fin

Muchas gracias a las personas que leyeron esta bella adaptación, obviamente no se acaba aquí aún falta el epílogo que está dividido en dos partes ya que es algo largo, posiblemente lo publicaré la otra semana, los amo <3

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