Castigo

— ¿Debo tener miedo?

— Oh, no es nada malo. Creería que incluso te alegrarás de haber perdido.

Dudoso, Minho obedeció sin peros. Cuando su piel entró en contacto con la fría superficie de madera, sintió como la abundante humedad resbalaba por sus pliegues, y confirmó que estaba haciendo un desastre. Esperó que Jisung no lo note, ya que lo avergonzaba. No había forma de que tanta humedad sea normal. Cuando estuvo acomodado como el menor le indicó lo miró, expectante.

— Dos reglas — inició Jisung —. No puedes pararte de la silla hasta que yo lo diga, y no puedes usar tus manos de ninguna forma. Manos sujetas al borde de la silla, por favor.

Minho no estaba acostumbrado a no ser quien dominaba estas situaciones. Sin embargo, estaba descubriendo que le encantaba el lado autoritario de Jisung. Además, podía ver genuino placer en sus ojos al llevar la voz de mando, y verlo disfrutar era todo lo que quería. Por encima de todo, para el siempre estuvo el placer de Jisung. Se colocó como se lo pidió, y el castaño sonrió satisfecho. Se subió a la cama y se sentó en el centro.

— Ahora solo disfruta, cariño.

Se acomodó sobre sus rodillas y echó su cabello hacia atrás. Estaba precioso, una deliciosa mezcla de dulzura y erotismo. Su piel pálida se veía tan suave que Minho solo quería recostar sus mejillas en el. Los chupetones resaltaban en su cuerpo, y los
acarició orgulloso.

— Me encanta que me marques.

Con la mirada más seductora del mundo, bajó sus manos hacia sus pezones. Los apretó a la vez, liberando un pequeño jadeo. Minho tembló en su silla, ansioso por ser el quien tenga las manos sobre su cuerpo. Jisung rió ante la impaciencia y sin quitar los ojos de Minho, tomó sus pezones entre las puntas de sus dedos y dio un tirón suave, experimental. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, y liberó el primer gemido.

— Minho...

Los ágiles dedos jugaron con sus pezones un rato más. De vez en cuando, en respuesta a una caricia especialmente placentera, las caderas de Jisung se movían suavemente hacia adelante. Había descendido hasta que su centro casi tocaba el edredón, y aún seguía sobre sus rodillas, con las piernas abiertas. Minho tenía una vista perfecta de su interior empapado.

Como si le leyera la mente, las manos de Jisung bajaron por su abdomen, y acariciaron su cintura y su pelvis con lentitud. El menor buscó la mirada de su acompañante, y cuando logró sostenerla, le guiño un ojo, mordió su labio inferior y bajó una de sus manos hasta su entrada.

Minho casi se desmaya en ese instante. Ver a Jisung tocarse había sido durante muchos años una de sus más grandes fantasías. Se lo llegó a insinuar una vez, pero el menor era algo tímido, y con besos lo convenció de que prefería que el lo toque. Luego de eso, no lo intentó más, tenía miedo de incomodarlo. Sin embargo, nunca dejó de ser uno de sus más grandes deseos, y presenciarlo ahora, con la nueva actitud traviesa de Jisung, lo tenía al borde de la locura.

Con solo su dedo índice, Jisung trazó una lenta línea de su entrada. Se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose en su otra mano, y comenzó a dibujar delicados círculos sobre su sensible nervio. Minho se le hizo agua la boca. Jisung aumentó la presión en su dedo y volvió a gemir, esta vez un poco más alto.

— Mm, Minho, estoy tan mojado...

El mencionado tuvo que hacer grandes esfuerzos para no lanzarse sobre el.

— Déjame tocarte, por favor.

— No. Yo gané.

Bajó su dedo hasta su entrada nuevamente. Sonrió al ver el rostro de su compañero.

— Me encanta cómo me miras. Me pones tan caliente.

¿Dónde había quedado su dulce Jisung, el que se avergonzaba tanto al intentar hablar sucio, el que ni siquiera era capaz de gemir demasiado fuerte sin ponerse rojo? Minho estaba anonadado con esta nueva versión, lo estaba volviendo loco. Definitivamente era un cambio más que bienvenido. Adoraba la timidez y dulzura de su chico, pero también estaba encantado con su lado travieso y sucio.

— Jisung...

El menor lo miró a los ojos sin dejar de tocarse. Minho se veía realmente encendido, con las pupilas dilatadas y sus muslos apretando constantemente entre sí. Jisung retiró la mano de sus entrada y la mirada del mayor cayó automáticamente a sus dedos empapados.

— Por favor, yo...

Con una sonrisa, el castaño de arrastró sobre sus rodillas hasta quedar a centímetros de Minho.

— Como lo estás haciendo bien, te voy a dar un premio.

Guió su mano cubierta de su esencia hacia la boca de su amante, y al ver pleno consentimiento en su mirada, apoyó los dedos delicadamente sobre sus labios. Minho rápidamente los separó y tomó los dedos en el interior de su boca, rodeándolos con la lengua y tomando desesperadamente todo lo que se le ofrecía.

— Buen chico — susurró, para luego volver a su lugar sobre la cama.

Nunca había estado tan encendido en su vida. A lo largo de los años en los que no lo vio, había desarrollado la fantasía de dejar que Minho lo viera tocándose. Tuvo varios orgasmos con ese pensamiento, pero nunca esperó que se fuera a hacer realidad. Con su ex novio intentó hacerlo, pero la vergüenza podía más, y se odió al darse cuenta de que solamente confiaría en Minho para exponerse de esa forma.

Se deslizó hasta estar apoyado contra la cabecera de la cama. Movió suavemente sus piernas mientras acariciaba sus pezones, hasta que decidió dejar de ser malo y mostrarle a Minho lo que tanto deseaba. Movió sus pestañas y se mordió el labio inferior en un gesto casi inocente, y de forma burlona separó sus muslos, lento y sin despegar sus ojos del mayor, quien no le pudo mantener la mirada por mucho más y dejó que su vista caiga en los pliegues húmedos.

Jisung sintió que se mojaba un poco más al estar totalmente expuesto. Con coquetería se acomodó mejor, doblando sus rodillas y apoyando la planta de los pies sobre la cama, con los muslos totalmente separados. No podía creer el morbo que le ocasionaba mostrarse así frente a el dueño de sus fantasías.

— ¿Te gusta?

El cerebro y la boca de Minho habían perdido toda conexión, así que solo asintió.

Satisfecho, Jisung volvió a llevar su mano a su intimidad. Comenzó a acariciar su entrada directamente. El primer contacto, tiró la cabeza hacia atrás y gimió fuerte. Estaba hipersensible, la estimulación lo hacía querer sollozar de placer. Todo el tiempo que pasaron jugando lo había preparado para ese momento, y no veía la hora de que sea Minho quien lo toque de esta forma. Tras unos segundos de lentas caricias, deslizó sus dedos y despacio metió uno por el húmedo agujero. Suspiró y lo dejó inmóvil por un momento, disfrutando de la sensación.

— Mm, Minho.

— Por favor...

— ¿Qué sucede?

— Necesito tocarte. Por favor, no me hagas esto.

Jisung sonrió y comenzó a meter y sacar su dedo. Minho gimió con desesperación.

— Se siente tan bien, Honnie. Lo necesitaba desde hace tanto...

— Yo puedo hacer que se sienta mejor.

— ¿En serio? ¿Cómo... — un gemido interrumpió sus palabras, al tocar un punto realmente placentero en su interior — ... cómo estás tan seguro?

— Porque te conozco. Conozco cada detalle de tu cuerpo. Sé lo que te gusta y lo que no, lo que te hace rogar, y lo que te vuelve loco de placer.

El menor no detuvo el movimiento de su mano. Llevó la otra a su pecho, y comenzó a jalar suavemente su pezón.

— Sigue hablándome — dijo con dificultad entre jadeos.

— Sé que te gusta que jueguen contigo, que te provoquen hasta que no puedas más. Sé que adoras que te mime con mi lengua antes de follarte. Sé como moverme dentro de ti para hacerte perder la cabeza. Sé que así como te gusta rudo, también te gusta cuando te tomo delicadamente mientras te digo al oído lo hermoso que eres y lo bien que lo estás haciendo. Sé que nunca estás satisfecho con un solo orgasmo, y sé también que siempre necesitas un beso luego de terminar.

Jisung gimió con desesperación. La mirada penetrante de Minho lo estaba volviendo loco, y se sentía extremadamente sensible. Unos toques más serían suficientes para hacerlo llegar, pero no quería hacerlo el mismo. Decidió que ya había torturado lo suficiente a Minho, y con un suspiro de frustración, retiró la mano de su intimidad.

— Está bien, ven aquí.

Minho estuvo a punto de gritar de felicidad. Se puso de pie tan rápido que las piernas no le respondieron al instante, y disimuló su repentina falta de estabilidad trepando a la cama. Jisung no se había movido ni un centímetro, sus piernas seguían separadas y dejaba todo a la vista. El mayor se arrodilló entre sus piernas y miró descaradamente su entrada mojada. Su miembro estaba tan rojo e hinchado que parecía rogar por su atención, y luego de unos segundos, Minho no pudo aguantar más y se inclinó para comenzar a dejar besos húmedos en la cara interna de las rodillas pálidas.

— Extrañé tu piel — susurró entre besos. Jisung llevó una de sus manos al cabello del mayor y lo acarició gentilmente, un gesto tierno que contrastaba por completo con las acciones de Minho. Lentamente fue avanzando por sus muslos, dejando algunas marcas en el camino. Al llegar al centro entre sus piernas, ignoró la intimidad de Jisung, subiendo con burla y regalándole suaves besos, amenazando con tocar su miembro. Las caderas de Jisung temblaron con impaciencia.

— Minho, no puedo más.

— Guíame a donde me necesites, bonito.

Con movimientos temblorosos, Jisung tomó la mano de Minho y la dejó sobre uno de sus pezones. El mayor automáticamente comenzó a jugar con el erguido pezón, y Jisung cerró los ojos para disfrutar de aquellos toques que tanto había extrañado. Cuando sintió que la necesidad era más grande que el, tomó con suavidad las mejillas de Minho con ambas manos, y lo dirigió hasta que los rojos labios se posaron sobre su miembro.

El primer contacto de la boca de Minho fue mucho más de lo que se imaginó que sería. Todo el deseo y los sentimientos que había acumulado durante años explotaron en el instante en el que sintió sus labios envolver con delicadeza su pene y comenzó a succionar. El mayor no se detuvo con juegos, besó su miembro como si fuera su boca, con hambre acumulada y demostrando que aún sabía exactamente qué hacer para borrar en Jisung todo rastro de cordura. El castaño, por su parte, confirmó en ese momento que nadie nunca le había hecho sentir tanto como Minho, y tuvo miedo ante la aparición de este sentimiento. Antes de que logre ponerse a sobrepensar, la mano que jugaba con su pezon bajó suavemente por su brazo. Se sobresaltó ante la pérdida de contacto, pero Minho levantó el rostro y lo miró a los ojos mientras entrelazaba los dedos con los suyos. Aquel gesto cariñoso le hizo saber que tal vez el no era el único que se sentía como si por fin hubiera recuperado a su otra mitad.

El pelinegro puso más empeño en su trabajo cuando escuchó a los gemidos de Jisung volverse más agudos y frecuentes. El menor apretó su mano con fuerza como señal de que estaba a punto de correrse, y Minho metido dos dedos en su entrada y lo penetró.

Jisung arqueó la espalda. Minho dejó sus dedos rígidos y comenzó a follarlo con ellos lentamente, a pesar del temblor de las caderas.

— Por favor — gimió el menor —. Más.

— ¿Más qué?

— Ya sabes — sollozó.

— Usa tus palabras, precioso.

Minho había reducido sus acciones a suaves besos sobre los labios mayores. Jisung
estaba desesperado, sentía su miembro palpitar.

— Tu lengua en mi entrada... — casi susurró. Le parecía tonto, pero realmente le avergonzaba tener que pedir lo que quería —. Haz eso que me gusta. Con tu lengua.

El mayor sonrió complacido y le dio lo que quería. Se acomodó y con el su lengua follo la entrada de Jisung. Primero dando toquecitos y luego dibujando círculos. Jisung gritó de placer, confiando en que la música a todo volumen impediría que las personas de abajo se enteren de lo que pasaba.

— Sí, sí. Me voy a venir.

Sintió que la lengua lo abandonaba, y cuando se iba a quejar, Minho tomó entre sus labios la piel expuesta y la succionó con fuerza. Eso fue suficiente para empujarlo a su límite, gimió desde su garganta, arqueó la espalda y liberó más humedad sobre la cama. Minho recibió gustoso el premio, deslizó la lengua por su miembro hasta que lo dejó limpio y el temblor su cuerpo cesó.

Dejó un último beso sobre la cabeza y lo jaló suavemente de los tobillos para echarlo por completo sobre la cama. Subió con tiernos besos por su abdomen y cuello, mientras se posicionaba sobre el, apoyado en sus antebrazos a los lados de su cabeza. Jisung suspiró al sentir la tibia piel contra la suya, y llevó una de sus manos a acariciar su cintura. Estaba un poco tímido luego de haber perdido el control de aquella forma, y Minho notó sus mejillas ligeramente sonrojadas, por lo que las picoteó con pequeños besos. Jisung soltó una de sus características pequeñas risitas, y Minho levantó su rostro hasta dejarlo a escasos centímetros del de el. Bajó la mirada a sus labios e inconscientemente pasó su lengua por los propios.

— ¿Puedo? — susurró.

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