8
En la oscura camioneta de Anne Phillips cuando no había silencio, se encontraba reproduciéndose música variada; como si se hubiese añadido aleatoriamente cada melodía sin importar su género con tal de cumplir con su función de distraer y mantener un ameno ambiente.
Aún con alguna melodía sobre la cual hablar, nadie se atrevía a decir algo, o al menos preguntar hasta la más estúpida cosa.
Así pasaba con Allison, quien sólo se limitaba a mirar por la ventanilla.
—Linda vista —comentó Anne, tratando de romper el silencio.
Aparentemente no se le daba mucho interactuar con muchas personas, o al menos con aquellas que no solían sacar algún tema de conversación.
—Espero y mejore a como estaba hace poco —contestó Allison sin desviar su vista.
—Será mejor que antes. Eso es seguro.
Otro silencio más tomó lugar, hasta que la invitada decidió aclarar una duda que no la dejaba pensar en otra cosa. Una que deseaba sacar de su cabeza para pronto dejar de pensar en lo tan desinterada que era Anne.
—¿Por qué me has ayudado tanto? —preguntó aún sin dirigirle la mirada, queriendo estar al cien por ciento segura de que la joven hacía todo de buena fe.
—Me salvaste la vida —susurró Anne, muchas veces como en esa ocasión, no creyendo el hecho de haber salido con vida —. Y mi madre me enseñó a ser agradecida, por lo que no tengo otra forma de recompensarte.
Dakota observó por el retrovisor a Allison. Ésta misma, antes tan interesada en lo que había afuera, se giró de su lugar para ver mejor a la joven a poca distancia de ella.
—¿Tu madre ya no está contigo? —inquirió.
La joven dejó salir un suspiro, para luego responder:
—Así es. Murió durante la Crisis.
Allison contuvo la respiración en cuanto escuchó eso. La cruel vida les había arrebatado a ambas aquel destello de luz que alegraba sus almas.
—Yo lo... —Allison fue interrumpida rápidamente por la joven que alzó su mano mientras sonreía con seguridad, dejando en claro que, a pesar de lo horrible que era perder a una madre a una corta edad, hablar de ella no le causaba tristeza, si no orgullo.
—Todos los que murieron durante la Crisis son unos héroes. Ojalá hubieran sido recompensados por sus acciones —expresó con melancolía, dando todavía más razón a que ella sería diferente para motivar a todos a ser mejores personas.
El vehículo comenzó a bajar la velocidad poco a poco conforme se aproximaban a su destino.
—Estamos por llegar —notificó el androide que conducía.
—Gracias, Marcus —respondió Anne, después observando un pequeño reloj holográfico sobre su muñeca.
Delante de ellas, Marcus y Dakota hablaban entre ellos. Era muy fácil no prestarles atención cuando Allison y Anne seguían en sus mundos, tratando de conectar entre sí.
Allison miró por el retrovisor. Había sido la única que prestó atención a las leves carcajadas de aquel par de hombres entre la música. Posteriormente se enfocó en la rubia que, comparación de ella, todavía seguía siendo joven por muchos años.
—Ella estaría orgullosa de ti —se le escaparon de su boca aquellas palabras, haciendo que la joven Anne sonriera con la misma melancolía presente.
—Siempre lo he sabido —dijo, viendo como los guardias abrían el gran portón blanco.
Para su suerte, los manifestantes ya se habían cansado de estar molestando.
Allison volvió a pegar su atención en la ventana.
Estaban adentrándose en un lugar de alta seguridad que contaba con vigilancia las veinticuatro horas del día.
En CiberTc eran muy precavidos. Con aquellos hombres armados y las rejas eléctricas, no estaba de más decirlo.
Allison esperó a que el conductor se detuviera y desbloqueara las puertas.
En un par de minutos los ocupantes del vehículo descendieron del mismo, siendo recibidos por una fresca brisa que acarició su rostro. Hombres armados se acercaron para registrarlos. Al parecer no confiaban en nadie, ni siquiera en la innovadora Anne Clover.
—Disculpen la seguridad. Usted más que nadie debe saber nuestras razones —se apareció un hombre trajeado con lentes y una tabla de datos entre sus brazos.
A los ojos de Allison parecía un simple nerd; uno con buena paga y excelente trabajo. Sus palabras eran dirigidas a Anne, quién simplemente asintió luego de haber echado una morada rápida a Allison.
—Por aquí —señaló nuevamente aquella persona caminando a un edificio bien estructurado, siendo seguido por todos sus visitantes.
—No me agrada este lugar —murmuró Dakota.
Sus palabras eran para sí mismo, pero Allison logró escucharlo.
Dentro del lugar sobresalía la expectativa de un laboratorio por el color blanco que destacaba en las paredes, inclusive daba la sensación de que era un centro psiquiátrico por las personas con batas del mismo color.
—Aquí en...
El hombre elegante fue interrumpido por Dakota sin antes haber podido empezar a mencionar algo relevante del lugar:
—Sabemos mucho de este lugar, no es necesario las presentaciones de cada habitación a la que entremos.
Su forma de contestarle mal educado, sin antes haberlo dejado terminar de hablar daba mucho más a entender que no simplemente no le agradaba el lugar, si no, que había algo más.
El hombre lo vio ocultando muy bien su molestia. Cerró la boca y siguió caminando por los pasillos radiantes hasta llegar a un elevador con la base y paredes de cristal.
—Iremos a la sección tres —indicó el mismo apretando unos botones en el panel del elevador, casi de inmediato comenzando a ascender.
Desde ahí cada uno de ellos podían ver como se alejaban de las oficinas del primer piso. Allison miró bajo sus pies. Al hacerlo le dio un escalofrío por la extraña sensación del vértigo. No entendía como la gente que laboraba a diario en ese lugar no podría sentirse insegura de trasladarse en una caja de cristal, como si ese mismo material fuese indestructible.
—También sufres de vértigo... —dijo el soldado enfocándose en ella brevemente, para luego fijar su atención al frente como si tampoco se atreviera a mirar debajo de sus pies.
Allison lo miró con una ceja en alto, a punto de decirle algo.
—Usted debe ser Allison Black —interrumpió su acción el mismo hombre que los guiaba en su recorrido —. Le aseguro que no se arrepentirá de acudir a nosotros.
Allison devolvió la sonrisa algo nerviosa. —«Espero y no»—, pensó en un suspiro. Con cada minuto que pasaba no hacía más que desear poder irse y olvidar a todos para volver a ser la misma persona que ha sido durante meses. No obstante, cada vez que eso se cruzaba por su mente, se recordaba que ella no era así, e incluso llegaba a molestarse porque no había sido capaz de verlo y haber tenido el valor de cambiarlo tiempo atrás.
—A donde llegaremos es como un pequeño espacio de pruebas, donde armas, cañones e incluso vehículos son puestos bajo presión para verificar o perfeccionar nuestro armamento antes de proporcionárselo al ejército —comentó el hombre antes de llegar al piso asignado.
Pese a que Dakota le había dicho que no tenía que explicar nada, eso sí que le había sido interesante. Después de los múltiples atentados en todo el país, se veía más que claro que todos estaban dispuestos a combatir contra aquella inseguridad.
El elevador se detuvo en otro piso no tan níveo como los demás, y comenzaron a caminar en línea recta. A su paso lograban ver como personal capacitado probaba dichas armas y equipamientos de combate creados y perfeccionados con el tiempo por científicos. Personas con exo-esqueletos, Drones y armas de alto calibre rondaban por toda el área de pruebas, el cual era la mayor parte del edificio.
Se detuvieron nuevamente frente a dos personas con una distintiva bata blanca.
—Señorita Black, por aquí —señaló un hombre con rasgos asiáticos acompañado de una mujer.
Posteriormente comenzó a caminar por un pasillo con una línea amarilla trazada en el camino.
Allison miró a Anne y a todos los que la acompañaban. Suponía que ella seguiría desde ahí, pero seguía sin estar tan segura de lo que quería.
—Nosotros la esperaremos aquí —la formal voz de aquel hombre insistió en que debía irse.
Allison asintió, avanzando con la mujer morena que había acompañado al asiático. Sólo ella la había esperado.
—Allison, ¿no? —preguntó la morena con una sonrisa. Sin antes recibir una respuesta por su parte, se adelantó a presentarse: —. Seré tu servidora, Amanda Torres. Un placer conocerte.
—El gusto es mío —indicó la ex-oficial, siendo educada.
Su oportunidad de dar un paso atrás seguía válida, pero su mente y voluntad la llevaban a otro lugar.
Amanda seguía tal cual la misma línea que el último hombre que se había aparecido por ahí.
Su caminata entre los pasillos no fue nada aburrida para Allison. Había llegado a observar como en ciertos espacios cerrados ponían a prueba las armas, Drones y los multiusos de un exo-esqueleto que se le había mencionado antes. Veía como un hombre equipado con el exo, lograba acabar con una patrulla de soldados gracias a la fuerza y agilidad que este le proporcionaba. Lo más seguro era que si se le tenía permitido, acabaría matándolos en menos de un minuto.
—Entretenido, ¿no lo creés? —inquirió Amanda viéndola de reojo.
Una sonrisa brotó de su cara al recordar que veía lo mismo todos los días sin cansarse aunque sea una sola vez.
—Tal vez esto se lo digo a todos mis invitados, pero para mí realmente lo es. Me entretiene y me llena de orgullo ver como nuestros inventos son mejorados; como la humanidad sigue avanzando con los años... —decía con la fascinación llenando sus ojos de luz.
—A mi padre nunca le agradó esto —expresó Allison dejando de ver al mismo hombre, para luego centrarse en la mujer de enfrente —. Él siempre piensa que todo esto podría terminar destruyendonos —mencionó observando como un Drone se acercó a la doctora con una tabla de datos, en la cual debía de firmar.
—Es una interesante opinión, pero dudo que algo así llegué a pasar —expresó Torres con una ceja en lo alto, mostrándole al inofensivo Drone que sólo estaba programado junto con otros cientos más para administrar los movimientos y fondos de la empresa.
—Esta tecnología en las manos equivocadas lo harán —insistió Allison, señalando al Drone con la cabeza.
Su padre sabía que el mismo ser humano se destruiría con sus propios inventos "creados para la paz". Ejemplo de ello, eran las primeras guerras mundiales y sus desafortunados finales.
La morena se quedó pensando, dejando proseguir al Drone. Tenía razón, pero se supone que había alguien encargado de evaluar y evitar de que algo así pase. Pero aún así, no se puede evitar lo inevitable.
—Su padre tiene su forma de... considerar lo que hacemos aquí. Nosotros tratamos de mejorar lo que ya ha sido creado en beneficio del humano. Y lo podrá ver por las vidas que gracias a la tecnología los cyborgs y veteranos de la guerra llevan, y ahora tú llevarás —respondió al comentario amistosamente, convencida de que lo que hacía era por un bien.
Un hecho muy notable.
Allison lo veía y no lo podía negar, pero a veces aunque esas personas digan que lo saben todo e inclusive su futuro, ciertamente la vida los golpea en la cara cuando los sorprenda con uno que no predijeron.
—Supongo que también debo de agradecerle —habló nuevamente.
—Lo harás en cuanto hayamos terminado —afirmó Amanda sonriendo, después pasando por un par de puertas que se deslizaron a un lado a centímetros de ella.
Más allá de esas puertas se encontraban ingenieros y especialistas comprobando que todo fuera normal y al pie de la letra, manipulando los controles del ordenador para programar aquello que complementaría a Allison: su nuevo brazo robótico.
—Por favor, sugiero que te pongas cómoda —indicó con su mano el lugar donde Allison se tenía que recostar y aguardar unos momentos hasta que todo estuviera listo.
Con algo de nervios y con una increíble paciencia la invitada cedió a mallas indicaciones, posando todo su cuerpo sobre una camilla completamente de metal y fría. Por tan sólo unos momentos tuvo el presentimiento de estar muerta y que, los forenses que se encargarían de investigar la razón de su muerte, estarían analizando su alrededor y anotando todo en su bitácora. No era nada diferente a lo que realmente pasaba fuera de su cabeza: las personas encargadas en cada puesto en el que destacaban, se encontraban evaluando los sistemas con la doctora Amanda viendo como todo se llevaba a cabo y tratando de asegurarse de que fuera a la perfección.
—¿Está todo listo? —inquirió la doctora con ambas manos en la espalda, dándose a ver un poco ansiosa como si fuera a probar algo con ella.
—Estamos en eso —respondió el hombre asiático, visto con anterioridad.
Tecleó unas cuantas cosas en el ordenador y aquel brazo metálico fue cubierto por una capa de tejido recreado por nanotecnología que, sin duda, nadie sospecharía que era una piel falsa.
—¿Estás lista? —preguntó la doctora.
Lo que proseguiría resultaría ser un poco doloroso.
Con extremo cuidado Torres sujetó el brazo metálico, el cuál tenía una aguja tan fina que se conectaría con el sistema nervioso de Allison.
—¿Lista para qué? —cuestionó la mujer que se encontraba recostada, juntando ambas cejas en el acto.
Sin previo aviso sintió un doloroso pinchazo que sólo hizo que soltara un insulto. Seguido de eso observó con atención como aquel nuevo brazo se había unido a la perfección, así como también se ajustaba a su tono de piel. Fue algo que simplemente la había dejado sin palabras. Después de todo la tecnología no sólo tenía muchos puntos malos, si no que también tenía los buenos que destacan más que los anteriores.
—Inicien el enlace —indicó Amanda cruzándose de brazos, con la esperanza de que todo estuviera en orden.
Su preocupación era debida a que era la segunda vez que habían creado alguna extremidad con piel hecha por la nanotecnología, pero nunca había sido probado en algún humano. Hasta ahora.
Los resultados de aquello llegaban a variar, pero por suerte eran más los buenos resultados que los catastróficos.
—Niveles normales, pulso y respiración estables —informaba el ingeniero mirando un esquema de todo el sistema nervioso de Allison.
La morena asintió al informe, todo iba conforme a lo planeado. Caminó hacia Allison para ver más de cerca el proceso.
—Dicen que si te relajas, es menos el dolor —le comentó con una media sonrisa.
Allison giró su cabeza hacia ella. Sentía un gran malestar, uno que apenas podría soportar. En su frente reposaban varias gotas de sudor.
—¿Quién se lo dijo? —cuestionó, casi hablando entre dientes y manteniendo una expresión clara donde la molestia que sentía era más que notable.
—Mi esposo —contestó, relajándose cada vez más.
Distraer a su "paciente" sería de ayuda en lo que el enlace estaba en progreso.
La otra mujer río entre dientes, más por el dolor que por su respuesta.
—Dígale de mi parte que es un idiota —replicó con la misma sonrisa forzada por el dolor, procediendo después a apretar con fuerza su mandíbula.
—Se lo haré saber —garantizó con una sonrisa más completa y caminó de vuelta con los ingenieros.
El enlace ya debería de estar terminando.
—Está enlazado —informó el ingeniero con alivio. Por suerte no hubo ningún percance en el corto periodo de todo el proceso.
—Allison, ¿podrías mover la mano? —preguntó, siendo lo último que quedaba por hacerse, lo que definiría si todo se había logrado con éxito.
La mencionada asintió, centrando su atención a su nuevo brazo.
Su cerebro después de un largo tiempo reconoció la prótesis como si aún fuese su antigua extremidad. Un cosquilleo la obligó a hacer flexión en los dedos de su mano izquierda, para luego tratar con los de la derecha tomando de ejemplo los anteriores. Su nuevo brazo era ligero, pero de gran dureza y resistencia. Al flexionar sus dedos no fue algo tan fatídico como creía que iba a ser. Cuando lo fue haciendo de poco a poco, no dejó más que alegría e impresión en las caras de la doctora e ingenieros presentes.
—¿Cómo te sientes? —consultó Amanda con los ojos y oídos atentos a cualquier cosa.
—No lo sé. Esto es raro —respondió la beneficiada, escéptica por lo que veía.
Irónicamente se encontraban más alegres la doctora e ingenieros que ella misma, y eso que era la persona que volvía a estar completa de nuevo.
—Adam, informe —ordenó la morena, girándose a sus subordinados.
—Todo normal, se estima que podrá dominarlo en un par de horas o incluso antes de lo previsto —respondió el ingeniero después de buscar rápidamente los datos.
—¿Ya podría irme? —preguntó Allison interfiriendo en la alegría de aquellas personas.
Eso había empezado a fastidiarla un poco.
—Oh... claro —respondió Amanda bajando el volumen de su entusiasmo a uno más profesional con un carraspeo.
Allison se alzó de aquella camilla, sintiéndose aún más rara con aquellas miradas y el peso agregado en su flanco derecho. —«Parece que no tardaré en acostumbrarme»—, pensó mirando el brazo de metal, moviéndolo un poco para después dejarlo colgando como un simple muñeco de trapo.
—Dejame llevarte de vuelta —se adelantó su servidora para encaminarla de vuelta con las personas que la acompañaban.
—¿A qué venía todo ese entusiasmo? —inquirió Allison, alzando una ceja por el desconcierto.
Según ella, hacían ese tipo de cosas a diario y no parecía que lo celebraran tanto como esa vez.
—Bueno, tal vez no te lo había dicho, pero estamos seguros de que esta nueva prótesis te será más eficiente que cualquier otro que hemos proporcionado —miró la expresión de Allison. Seguía siendo el mismo, dando a entender que todavía no lo comprendía —. Este —alzó el brazo de Allison —, es un nuevo modelo no antes creado o, más bien, no antes utilizado en una persona —respondió siendo los más clara posible.
—Así que seré su pequeño experimento —replicó, no tan convencida de lo que sería para todos ellos.
—No te preocupes por eso, porque la parte de la experimentación ya pasó —aclaró sin verla.
Ambas se detuvieron en medio del pasillo.
—Una última cosa antes de que te vayas —dijo.
Con su muñequera, parecido a un reloj avanzado que proyectaba un holograma de su base de datos, tomó la señal del brazo que emitía pequeñas hondas electromagnéticas.
—En donde estés, te daremos mantenimiento cuando sea necesario.
Allison se preparó para volver con el pequeño grupo que la había llevado hasta ahí.
—Doctora —llamó.
—¿Pasa algo? —preguntó la misma luego de llevar sus ojos a ella, antes centrados en los datos proyectados frente suyo.
La mujer de corto cabello le extendió el brazo esperando estrechar su mano al menos como agradecimiento.
—Ya veo. Quieres iniciar con un buen apretón de manos —mencionó sonriente, inmediatamente correspondiendo al gesto —. Mucha suerte. Bueno, aunque para nosotros no existe.
Allison rió.
—No, doctora. No me volverá a ver por aquí —habló dando a entender que cuidaría bien de lo que le habían obsequiado.
A una caminata segura llegó a encontrarse con Dakota, mirando al suelo sin nada más que hacer. Este mismo llegó a escuchar sus pasos, lo que lo hizo levantar la vista.
—¿Ya todo se terminó? —inquirió con una expresión serena en su rostro.
Antes le habían ordenado permanecer todo el tiempo necesario en ese mismo lugar hasta que Allison hiciera su aparición.
—¿Te dejaron solo? —preguntó Allison curiosa.
—Por lo que veo así es —pensó en voz alta, desviando su vista a otro lado con una gran sonrisa en su rostro —. No es como si conociese a toda esta gente.
Dakota saludó desde su lugar a un simple hombre que pasaba por ahí. Este al verlo lo ignoró y pronunció una palabra fácil de leer en sus labios: Idiota.
—Y como eres tan bueno socializando... —mencionó Allison por fin logrando cruzarse de brazos.
Usar ese brazo se volvía algo tan involuntario como normal.
—Soy mejor con una par de tragos y un tema de conversación en común —alegó, volviendo a relajar su expresión tan pronto llegó a ver que Anne estaba de vuelta.
Llegaba la hora de volver a comportarse como el soldado que la hija de presidente esperaba.
Anne llegó con una gran sonrisa parecida al de una puberta después de ir de compras. La puberta que alguna vez debió de ser.
—Casi ni se nota la diferencia —dijo ella admirando la unión, a la vez que enseñaba sus perfectos dientes en una de sus sonrisas.
—Eso espero —respondió Allison, echando otro vistazo a la nueva extremidad —. Una pregunta sobre ello sería lo suficientemente incómodo para mí.
—No te preocupes por eso —mencionó la joven, sacando algo de sus bolsas y pronto pasarlo por el aire al soldado que había esperado paciente en un sólo lugar —. Oficialmente estás con nosotros —anunció, logrando que el soldado se colocara en posición de firmes para honrar su aceptación.
—Como ya sabe Dakota, no planeamos quedarnos de brazos cruzados por lo que ha pasado —indicó la joven, recogiendo un mechón de su cabello para ponerlo detrás de su oreja.
La señorita Clover solicitó la presencia de su guía para que le pudiera otorgar otro par de chapas plateadas. Una vez en su posesión, también decidió entregárselo a su heroína de la misma manera que a Dakota para poner a prueba sus reflejos.
El pequeño destello que emitía aquel objeto con cada rayo de luz que se le cruzara en el aire, hizo que los ojos oscuros de la ex-oficial se iluminaran.
En un rápido movimiento, Allison atrapó las chapas de estructura militar con su nombre e información personal grabadas en cada lado de ellas.
—¿Es lo que creo que es...? —titubeó.
En algún punto de su historia había deseado recibir algo así, pero su padre nunca se lo permitió. —«Es peligroso» —, le advertía cada vez que ella sacaba el tema.
Anne asintió levemente. Sabía que eso también era más que perfecto para ser añadido a su "agradecimiento".
—No era lo que esperaba —confesó sin dejar de ver aquellas chapas.
Dakota puso cara de sorpresa. Él ya tenía por seguro que iba a entrar en ese proyecto, pero que también lo haría la hija de su sargento era totalmente inesperado. Pronto, su sorpresa cambió a desaprobación absoluta.
—No puedes aceptarlo —le dijo a la Black.
—¿Qué? —todo el rostro de Allison sucumbió a la confusión.
—Tu padre no lo aceptaría, y lo sabes muy bien —se explicó el rubio, con toda la razón en su boca.
—Si por él fuera, en primer lugar no habría llegado a ser policía —replicó, mostrando la misma negación hacia el soldado.
—Entonces, está decidido —interrumpió Anne con una sonrisa nerviosa, rompiendo con la tensión del ambiente —. ¡Bienvenida, cabo Black! Por lo pronto es disfrutar del tiempo libre antes de que puedas conocer a tus compañeros.
Posteriormente Anne fue a buscar a su chófer, dejando aquel par solos con la desaprobación del uno sobre del otro.
—Tiene mucho tiempo desde que dejé de ser una niña —lo reprendió, tornando después sus ojos a cualquier otro punto con tal de no volver a mirar al rubio.
—¿Quieres devolver a tu padre a su odiosa cama en el hospital de un paro cardíaco? —el rubio siguió alegando como si se tratara de algún familiar suyo.
Allison apretó la mandíbula y giró su cuerpo a él. ¿Él que iba a saber sobre su padre o cómo reaccionaría? El soldado no tenía nada que ver en todo ese asunto.
A punto de seguir con una posible discusión, su anfitriona regresó con todas las ganas del mundo de evitar que aquellos dos dejaran de comportarse como perros y gatos.
Sin mucha más demora, todos se dirigieron devuelta al vehículo que los había llevado a ese impresionante lugar en el que hubo otro viaje de regreso de no más de treinta minutos. Por esa vez habiendo más tensión entre el par que pronto serían compañeros. Pese a ello, Anne parecía hablarle a alguien de confianza por medio de mensajes de texto, seguramente por todo lo que había hecho en ese mismo día y en CyberTec. Y mientras no se encontraba discutiendo, Dakota hablaba con Marcus haciendo una pequeña amistad.
—Dakota, ¿cuándo vendrán los demás de Washington? —preguntó Anne, dejando en espera a la persona con la que chateaba.
—Sade me dijo que entre hoy y mañana llegaban —respondió viendo a la joven por el retrovisor.
Allison abandonó sus pensamientos en cuanto escuchó que hablaban sobre más personas que iban a ser sus compañeros, desviando su perdida vista hacía aquellos dos.
—¿Amigos tuyos? —preguntó juntando un poco el entrecejo.
—Y de Robert —respondió Dakota, ahora llevando sus ojos hacia ella —. Espero y te lleves tan bien con ellos como te llevas conmigo —añadió con seriedad, todavía mostrando así la desaprobación a su incorporación.
Allison miró de reojo como Dakota, ignorando su último comentario. Lo único que le era de importancia habían sido las primeras palabras que salieron de su boca.
—Me parece bastante bien —dijo Anne al instante, terminando de teclear en su móvil —. Puedo enviarles un transporte si así lo desean.
—No será necesario —Dakota ya había dejado de prestarle atención a Allison —. Pero agradecemos su intención.
Clover asintió, igual de sonriente.
Allison volvió a perder la mirada en el exterior en todo lo que restó del camino a casa.
—Muchas gracias por acompañarnos —dijo la joven Anne, más que feliz por el simple hecho de que su heroína había aceptado todo lo que le había ofrecido —. Si necesitan cualquier cosa, no sientan pena en decirme —mencionó al final, viendo como Dakota y Allison bajaban del vehículo.
Al instante en que ambos se encontraban fuera del auto, el chófer del mismo se arrancó de vuelta a la instalación.
—Tenemos que hablar —indicó el soldado con una notable molestia en él.
—Adelante, resolvamos esto de una buena vez —respondió Allison cruzándose de brazos, también deseando tener una conversación para aclarar ciertos puntos.
Entonces el hombre dio la vuelta y comenzó a caminar en línea recta. Un hecho que causó desconcierto en la prospecta:
—¿A dónde vas?
Dakota se detuvo, girando sobre sus talones para ver en el mismo lugar a la hija de Robert.
—Hay un bar por aquí donde sirven buenos tragos —respondió con las manos en la bolsa.
La mujer se incorporó recta y comenzó a caminar. Con la silenciosa afirmación de Allison, el soldado también procedió a seguir su curso.
Sólo les había tomado cruzar unas cuadras en un par de minutos para llegar a aquel distintivo bar con un aspecto bastante formal a la luz del día, pero que solía cambiar en cuanto en cuanto la noche tomaba su lugar. Los dos ingresaron en breve al edificio, tomando asiento en la barra donde era mejor la atención que se brindaba a comparación de las mesas de al fondo.
En el bar había un pequeño evento de caridad para apoyar en todo lo que les sea posible para mejorar la seguridad de la ciudad y el alcance de Gwisin en sus vidas, algo de extrañar debido a que nunca antes se había hecho algún evento de ese tipo.
—¡Dakota! —saludó alegremente el tabernero, tomando de inmediato un vaso bajo de vidrio semi grueso con base ancha para luego llenarla a tope de su mejor bebida.
El hombre de larga barba blanca dejo el vaso sobre la liza madera de la barra. Posteriormente lo pasó deslizándola por la misma hasta llegar a manos de Dakota.
—¿Se conocen? —inquirió Allison, viendo a ambas personas con una ceja en lo alto.
—Si, él es... —estaba Dakota por presentarlo hasta que fue interrumpido por el tabernero.
—¡Allison, cuanto tiempo sin verte! —Aaron parecía ser más sociable que esos dos juntos, siendo lo más seguro que conocía a cualquiera que hubiera entrado con anterioridad a su establecimiento.
—Veo que también se conocen —dijo Dakota, fingiendo su sorpresa en voz baja. Seguido de eso le dio un sorbo a su vaso.
Allison asintió con una sonrisa y correspondió al saludo de Aaron con una larga platica, nada importante para Dakota. No fue a ese lugar para una charla donde contaría su vida a lo largo de los meses, y mucho menos hablar de aquello que le causaba pesadumbre. Aunque para eso fueron creados lo bares ¿no? Para dejar salir aquello que les hacía la vida imposible o en diferentes cuestiones, ahogarlo en alcohol.
Miró a las personas que entraban en el lugar. Algunos se veían desanimados, y otros como si lo único que se interponía en la vida y la muerte, era la bebida.
No terminaba de comprenderlo aún: ¿Por qué tendrían que ir a un lugar como ese para intentar sentirse mejor?
Dakota se giró en su mismo asiento, aún con su trago a la mano, para observar con mayor claridad todo lo que estuviese en su campo visual.
—Este lugar se ve cada vez más deprimente —mencionó, llamando la atención de su compañera —. ¿Ves esas personas bailando? —inquirió señalando a más de un par con la cabeza.
Allison realizó la misma acción que el hombre a su lado para ver también a una pequeña multitud de personas en la pista del baile, al otro extremo de la barra.
—¿Qué hay con ellos? —preguntó confusa.
—Sólo hizo falta un ataque a la ciudad para que realmente se preocuparan por la guerra —resaltó por algunos movimientos rígidos en sus bailes.
—¿En qué se diferencia de lo normal? —cuestionó ella, no viendo vaya cosa en los rostros felices y agradecidos por la nueva tecnología.
—¿No ves la desesperación en sus rostros? No es un baile feliz. Es un baile del tipo "quiero olvidar mis problemas". Mira los brazos —Allison terminó por poner aún más atención a las personas en la pista de baile —. Si un tipo agita así los brazos es porque no está preocupado sólo por no parecer estúpido sobre la pista.
—Eres muy perspicaz —halagó la mujer, terminando de un sorbo su primer trago —. ¿Crees poder saber un poco de mí? Porque puede ser que mi padre te conozca, pero entre nosotros dos no somos más que desconocidos.
—Y aún así viniste con el "desconocido" a un bar para hacérselo saber —replicó Dakota, finalmente terminando de su bebida y haciendo caso omiso a la hostilidad de la hija de su sargento —. ¿Por qué quieres entrar?
—Quienes hayan sido los responsables de todo esto siguen allá afuera —contestó, volteando su asiento de vuelta a la barra.
—Venganza, en pocas palabras —susurró el rubio, señalando a su compañera con el envase vacío entre su mano —. Tu padre conoce todos los riesgos que nuestro trabajo conlleva, y es por eso que quiere protegerte.
—Y tú eres su enviado, supongo.
Dakota negó con la cabeza. Lo que él hacía era de buena fé, pues ya conocía el dolor que le traería a Robert si ella llegara a morir.
—Sabes que eso no cambiará mi decisión, ¿verdad? —replicó, cambiando su voz a un tono serio y determinante.
Dakota sonrió apretando los labios. Robert alguna más de una vez le había hablado de su única hija, resaltando la increíble determinación con la que solía maniobrar, y lo inquebrantable que solía ser.
—Lo sé —afirmó lleno de seguridad, no lo había dudado en ningún momento pero hizo su intento.
Fue entonces que el soldado se levantó de su lugar, ya sin nada más de que hablar.
—Yo pago la cuenta —dijo dejando debajo de su vaso un par de billetes antes de retirarse del lugar con el alto volumen de la música ocultando sus pasos.
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