7

Tras haber pasado toda la noche en el hospital, finalmente estaba de vuelta a casa. Apenas alcanzó a recostarse en el sillón para cuando recibió un mensaje de Richard:

—Será mejor que estés lista, porque ya voy para allá.

Allison asintió. Por el momento lo había olvidado por completo.

Arrastrando los pies, se dirigió al pequeño cuarto justo a un lado de su habitación. Mismo lugar donde se encontraba la regadera, un retrete y un lavadero con un espejo cuadrado. Se acercó a éste último para mirarse a sí misma en el reflejo mientras se echaba algo de agua al rostro.

Tan pronto las ganas de tomar una larga siesta desaparecieron, cepilló su corto cabello. Para después ir a vestirse con un pantalón que marcaba sus curvas y una playera gris simple.

No estando segura del tiempo que le tomaría a su amigo llegar a la casa, volvió al sofá que frecuentaba incluso más que su propia cama.

Al cabo de una media hora aproximadamente de espera, finalmente Richard tocó la puerta.

—¡Ya voy! —gritó la mujer, al mismo tiempo de escuchar como la llamaban a la puerta.

La mujer se aproximó a la puerta y la abrió para ver como el castaño esperaba a un metro de ahí con las manos en la bolsa.

—¿Lista para salir de la cueva? —preguntó sonriente.

Allison arqueó una ceja, tratando de no reír ante su comentario.

Antes él ya le había contando que desde que todo sucedió ella salía menos de su casa, e incluso, el lugar permanecía a oscuras a pesar de que la noche estuviera presente, como si nadie la habitara.

—Un poco de sol nunca hace daño —dijo cerrando con llave su vivienda.

Richard sonrió, sabiendo que la plática que tuvo anoche con ella sí que había surtido algún efecto en su persona. Seguido de eso la acompañó hasta su vehículo y le abrió la puerta del copiloto.

Allison tomó su lugar sin mucha prisa, pensando en el único lugar en el que ellos frecuentaban cada vez que el hambre llamaba.

—¿Cómo estas? —preguntó Richard al momento de también ingresar en el auto como piloto del mismo.

—Me... siento mejor —respondió ella mirando a través de la ventanilla a su costado derecho —. ¿Qué tal tú? De seguro te he estado agobiando con mis problemas.

—Si he estado así, no es por ti —aclaró avanzando colina abajo —. La mitad del departamento ha sido despedido y reemplazado por robots comandados a distancia.

Su compañera se tornó a él. No era la primera vez que pasaba, en realidad era tan normal que los humanos fuesen cambiados por las máquinas que poseían libre albedrío, ya que ellos eran más efectivos en todos los aspectos.

—Entonces aún te necesitan, ¿no? —inquirió —. No por nada estuviste entre esa mitad que se quedó.

—Supongo que es un consuelo —contestó encogiendo los hombros con levedad —. Aunque es extraño estar rodeado de... ellos.

Allison permaneció en silencio, recordando la vez que un pequeño grupo del pelotón Hawk asaltada la sala en la que se encontraban con todo lo que tenían. Aún recordaba a a la perfección aquel peculiar sonido metálico de cuando las balas propiciadas por todos los soldados simplemente rebotaban en su objetivo.

—A fin de cuentas, no me quejo —Richard cortó sus pensamientos, haciendo que esta misma desviara su vista a la ventanilla más cercana —. Bien me repetías a diario una sola cosa.

Una sonrisa se vio reflejada en la ventana, haciendo que el castaño a poca distancia también se viera contagiado por la misma.

—"De nada te sirve quejarte, oficial Raimond" —repitió una vez más su compañera fingiendo una extraña voz autoritaria sin desaparecer su expresión facial, pronto dejando de mirar el exterior y volverse a enfocar en el castaño a su lado.

El policía rió. Le llenaba de solemnidad escuchar una de tantas expresiones de su amiga que tanto extrañaba desde hace bastante tiempo.

El vehículo se detuvo en un local ubicado en la esquina de una gran avenida, mismo lugar en el que juntos solían ir en los descansos. Ambos bajaron del auto y caminaron directo a una de las mesas ubicadas en el exterior del local. Uno de los empleados se dirigió hasta ellos y colocó en el centro de la mesa un pequeño dispositivo que proyecto un holograma de los platillos con los que contaba el negocio actualmente.

—En serio, extraño tus regaños —habló el hombre sin siquiera ver el menú.

—Creo que los regaños de Jennifer son lo suficientemente severos como para añadir los míos —se burló Allison, a la vez que seleccionaba algo para calmar el hambre —. Por cierto, ¿cómo se encuentra?

Richard finalmente procedió a seleccionar un simple platillo de hamburguesa y papas francesas.

—Bastante bien —sonrió por otra ocasión al escuchar su nombre, como una adorable maña suya —. De hecho me pregunta a diario por ti: si te sientes mejor para salir a un día de campo, o para asistir como invitada de honor a nuestra boda.

Allison casi se abofeteó a sí misma por haber olvidado ese evento tan importante de su querido amigo.

—Espero y no te moleste, pero lo había olvidado por completo —admitió algo avergonzada.

El oficial hizo a un lado el aparato en su mesa para que dejase de estorbar en su vista.

—No te culpo. En realidad aún estamos organizando todo, pero cuando llegue el momento serás la primera en saberlo.

—¿Y quienes más asistirán? O bueno, invitarás.

Richard agachó la cabeza al mismo tiempo en que rascaba su nuca.

—¿Me crees que te iba a pedir ayuda con eso?

Una sonrisa juguetona se hizo presente en Allison.

—Claro, yo soy quien siempre te saca de apuros.

Lo pedido les fue finalmente servido por el silencioso empleado de un largo delantal con su nombre y el famosísimo eslogan de su trabajo. Los dos empezaron a comer, recordando todos los buenos tiempos y raras pláticas que se dieron ahí mismo.

—¿Qué fue lo que pasó? —la mujer hizo una pausa —. O más bien, ¿por qué? Todo estaba bien como era antes.

El castaño también se detuvo dejando su alimento de vuelta al plato blanco. Suspiró sin siquiera verla, y luego alzó la vista para contestarle.

—Creo que ni el hombre más sabio lo sabría, pero si de algo estoy seguro es que es parte de algo más grande —indicó con una expresión relajada en su rostro, dándole una extraña seguridad a su invitada —. Aunque no lo voy a negar, yo también extraño a muchas personas, lugares y momentos; pese a eso, es tiempo de seguir y conocer a más personas, viajar a otros sitios y crear nuevos recuerdos.

—¡Vaya! Sí que has cambiado, y para bien —respondió ella agitando con suavidad el cubierto en su plato con fideos.

—¿Y que hay de ti? —cuestionó como siempre —. Me gustaría ver a la nueva Allison.

La mencionada inhaló hondo, preparándose con pocos segundos de anticipación para la noticia que su amigo ansiaba escuchar.

—Hice la llamada anoche. Anne me dijo que me llevaría ella misma a CyberTec —el anuncio creó una enorme sonrisa en el rostro de Richard —. Aunque me siento un poco... extraña. Como si quisiera irme corriendo.

—No temas. Sabes que estaré ahí para apoyarte, o para atraparte y evitar que salgas huyendo —dedicó en un tono burlón.

El castaño extendió su puño y lo mantuvo ahí mismo.

—Eso sí me lo permites.

Allison sonrió cerrando la palma de su mano, para luego chocar los puños con él.

—Cuento contigo.

Fue entonces que comenzaron a saborear sus platillos, disfrutando de cada momento que pasaban juntos. Para cuando terminaron sus desayunos, sólo Richard abandonó su lugar para ir a pagar por la comida y dejar una propina a la persona que los atendió. Únicamente Allison esperó en su lugar echándole un vistazo a su alrededor, pensando en el futuro.

Era positiva. Gracias a su insistente amigo y el apoyo de su padre más que nada, hacía su esfuerzo por creer en algo nuevo y diferente.

—Todo listo, Allison —anunció su amigo, caminando directo a su transporte.

La mencionada dejó su lugar, siguiendo a su compañero.

Apenas salió del local para cuando un hombre pasó corriendo enfrente de ella con una bolsa oscura que sin duda alguna no le pertenecía. Para cuando una mujer pidió ayuda más atrás, Richard se percató de que su compañera no sé encontraba atrás de él.

El delincuente corría con toda la velocidad que sus pies le podían ofrecer, empujando transeúntes, cruzando calles y evadiendo vehículos con tal habilidad que cualquier podría pensar que llevaba una vida haciendo eso. Después de recorrer dos cuadras, se internó en un callejón entre dos edificios.

Allison lo siguió durante todo ese transcurso, apenas con un par de gotas de sudor surcando su frente. Un sentido de deber había despertado en ella en cuanto vio que alguien la necesitaba, como en aquellos días cuando aún contaba con una placa.

Observó a su alrededor. Ese pequeño espacio lleno de mugre en cada pared y suelo, le provocaba asco y una necesidad de abandonar ese lugar en cuanto pudiera. Al fondo se encontraba el ladrón, quien se dedicó a esculcar la bolsa en sus manos en la búsqueda de algún objeto de valor o dinero que pudiera tomar.

—¡Devuelve eso! —le gritó, haciendo que el maleante se echara a correr en una nueva ocasión.

Allison le dio persecución otra vez, tirando de su chamarra negra en cuanto lo alcanzó a mitad del sucio callejón.

El hombre se giró y trató de golpear a la mujer entrometida, pero la ex-oficial lo evadió con éxito, conectando un golpe directo al hígado no lo suficientemente potente como para derribarlo ahí mismo.

El maleante se sujetó el abdomen, arrojando la bolsa robada tan lejos como pudo para que dejara de ser una molestia. Posteriormente tomó de una de sus bolsas una navaja que usaría para matar a la mujer si era necesario.

El corazón de Allison se aceleró. Para poder defenderse necesitaría de ambas manos, y había olvidado de que no contaba con más que un solo brazo para ello.

Un disparo fue efectuado, dando en el hombro del ladrón como su objetivo. El hombre cayó al suelo, inmovilizado. Gracias a la munición incapacitadora que se aferró a su piel, no le permitía hacer ningún movimiento o siquiera hablar.

—Se agradece su intervención, ciudadana —habló una persona detrás de Allison —. Pero para la próxima vez, le sugiero no ponerse en medio. Podría hacerse daño a sí misma o a alguien más.

Cuando la mujer se giró se encontró con un Sintético uniformado, siendo uno de los nuevos integrantes de la policía que se reportaba.

Usualmente los Sintéticos continuaban con su trabajo como si nada, pero el que estaba enfrente suyo no pudo hacerlo. En su lugar, siguió mirándola fijamente mientras el rostro de la mujer se reflejaba en la carátula oscura que simulaba ser su rostro.

—¿A-Allison? —con esa simple pregunta fue posible escuchar el titubeo en su voz —. ¿No me recuerdas?

El desconcierto de la mujer le hizo mirar hacia el charco de agua más cercano, sólo para percatarse de que Allison jamás lo reconocería en ese cuerpo de metal. Rápidamente procedió con su arresto, tratando de evitar tener más contacto con ella con el temor de ser rechazado otra vez.

—¿Acaso nos conocemos? —le preguntó la ex-oficial, extrañada porque aquel Sintético sabía su nombre.

—Soliamos hacerlo —reconoció el robot, colocando el par de esposas en cada muñeca del maleante —. Todos los viernes salíamos a jugar boliche con unos otros cuantos camaradas. Yo siempre fui pésimo para eso —continuó, caminando hacia el bolso tirado con la intención de devolverlo a su dueño.

El robot le entregó el bolso a Allison antes de él encargarse del delincuente, esperando a que ella fuese quien se lo devolviera a la mujer que había sido robada.

—¿Brad? —ella susurró, igual de sorprendida como él lo estuvo cuando se la encontró —. ¿Realmente eres tú?

El policía entregó el hombre a su compañero que recién llegaba a la escena con un vehículo. Posteriormente giró sobre sus talones y miró nuevamente a la ex-oficial, quien seguía estática en su lugar. Acto seguido asintió con levedad.

La tan recordada Allison quedó petrificada, no sabiendo con qué veracidad aquel Sintético pronunciaba sus palabras.

—Allison, ¿dónde estás? —aquella pregunta la sacó de su trance, llevándola a ver cómo Richard se abría paso entre los otros dos oficiales al mostrar su placa.

El Sintético bajó la mirada unos instantes antes de que Gwisin hiciera su presencia para recibir los informes de sus oficiales cara a cara, aún queriendo reforzar su relación con los habitantes de la grande ciudad. Su aura naranja iluminó las partes más oscuras del callejón, como si diera la impresión crear cierta calidez con su presencia.

Richard sacó a su amiga de ahí, repudiando sus acciones como si se tratase de una pequeña niña. Sólo la vieja mujer que había sido robada la liberó de aquel trance en el que se encontraba, tocando su mejilla como la nana que nunca había tenido, seguido de un par de palabras de agradecimiento. Para cuando Allison miró atrás, el robot que decía ser Brad, y conocerla a fondo como también lo hacía el antes mencionado, justamente se encontraba abordando la patrulla como copiloto.

—¿Qué era lo que pasaba por tu cabeza? —inquirió su compañero en voz baja, preocupado.

—Estoy bastante bien, Richard —replicó Allison. En su cabeza todavía seguía presente aquel momento entre el robot y ella.

Gwisin se interpuso en su camino, parada completamente erguida y con ambas manos detrás de su espalda.

—¿Cómo te sientes? —interrogó la IA, curiosa de saber si podía brindarle de su ayuda a una gran ciudadana como lo era Allison —. ¿Requieres atención médica?

La ex-oficial negó con la cabeza.

La mujer naranja relajó los hombros, liberando a su vez un suspiro de alivio. Por más que intentara prevenir cualquier daño colateral cuando se daba algún crimen, muchas de las ocasiones era imposible hacerlo. Sólo si fuera un ser omnipotente tendría la posibilidad de hacerlo. Aunque incluso si así fuera la cosa, todavía más personas la verían como un peligro a pesar de haber sido creada para mejorar la vida de todos ellos.

—Me alegro —le sonrió a ambos, mirando nerviosamente a las personas que se acercaban antes de despedirse —. ¡Que tengan un excelente día!

Richard siguió guiando a su compañera entre la multitud hasta alcanzar por una nueva ocasión el vehículo de Raimond, mismo lugar en el que de inmediato tomaron su asiento.

—Vaya día... —susurró el piloto en voz baja, recargando su frente sobre el volante antes de echar a andar el vehículo.

(***)
 
 
Un brío invadió los ojos de Anne al ver en una recreación holográfica, hecha especialmente por Gwisin, como la mujer que la había salvado de una muerte segura corría detrás de un maleante. Luego quedó aún más impresionada para cuando se defendió del mismo.

—¿Ahora nos podemos enfocar en el tema principal? —indicó Gwisin, ahora proyectando lo que las cámaras de seguridad captaban en las afueras de CyberTec —. No están contentos con que yo esté en todos lados.

—¿Acaso les tienes miedo? —cuestionó la señorita Clover, poniéndose cómoda sobre el elegante sofá blanco de su habitación.

La inteligencia artificial que se encontraba sobre la pequeña mesa de vidrio enfrente del lugar donde descansaba Anne Clover, negó con la cabeza sucesivamente.

—En realidad, yo no lo entiendo —confesó, cruzándose de brazos —. He hecho muchas cosas para mejorar su forma de vida. Gracias a mi la tasa de crímenes ha descendido hasta un diez porciento.

Anne extendió la palma de su mano a ella.

—No es que no seas de ayuda, es sólo que te tienen miedo —le aclaró descendiendo lentamente su extremidad —. Eres un gran cambio para esta ciudad, y muchas personas le tiene miedo al cambio.

—Pero... —la mujer naranja relajó su expresión, caminando a un paso seguro hacia su creadora —, sería capaz de sacrificar todo de mi con tal de protegerlos —con el movimiento corporal de sus brazos, dio a entender que le estaba rogando a Anne para que hiciera algo con tal de que los habitantes dejaran de odiarla y temerle.

Anne sonrió con el mismo cariño de una madre al ver a su hijo. Se acomodó en su asiento de forma que pudiera ver más de cerca a Gwisin, y habló:

—Es por eso que te temen tanto, porque tienes algo que muchos creerían imposible —con su mano derecha se tocó el pecho —: un corazón.

—Es una definición humana de lo más curiosa... —mencionó la IA, sorprendida con la respuesta de su hacedora —, pero gracias. Me tranquiliza un poco.

Anne se alzó de su lugar. Recogió su saco azúl y se encaminó a la salida de su cómoda casa.

—Avísale a Dakota que pasaremos por él. Luego has lo mismo con Allison —ordenó cerrando la puerta detrás de sí.

Gwisin inclinó la cabeza en una afirmación. Posteriormente desapareció del lugar en un parpadeo.

Anne caminó por las blancas escaleras a la salida de su hogar, encontrándose en el final a su fiel chófer, Marcus.

El Sintético que desempeñaba su papel principalmente como un custodio, y que ahora se encargaba de muchísimas más tareas que involucraran tener a Anne cerca, saludó a la joven sin mostrar ninguna otra expresión más allá de la serenidad. Amaba su trabajo, y todavía tenía el honor de cuidar a la humana que hacía todo lo que estuviera en sus manos para apoyar a los suyos.

—Marcus, ¿cómo has estado? —le preguntó la chica, sonriendo con su presencia.

—Excelente, señorita —contestó éste al instante —. Contento de servirle, como siempre.

El androide la encaminó hasta los asientos traseros del lujoso auto oscuro, abriendo la puerta por consiguiente.

La señorita Clover le agradeció en un simple asentimiento al mismo tiempo en que tomaba su asiento.

El conductor no se demoró mucho más en encender el vehículo y arrancar lejos de la vivienda de su protegida, tomando un camino alternativo para evitar al grupo de manifestantes no mayor de las cien personas, exigiendo que se desconectara a Gwisin; pues ellos creían que una inteligencia artificial con total acceso en la ciudad era un grave error, expresando, incluso, que las máquinas terminarían dominando a la humanidad en algún futuro.

Anne reía cada vez que escuchaba algo así. Si bien muchos Sintéticos habían adquirido variedad de trabajos, no todos ellos requerían el dinero para subsistir. Casi todo lo que ganaban lo donaban a la caridad o hacían uso del fruto de su esfuerzo para apoyar con las mejoras de la ciudad.

En sí, nada malo que pudiera perjudicar a la humanidad.

Recorrieron el oscuro túnel creado como una salida de emergencia hasta finalmente salir a dos cuadras lejos de la instalación, por otro de los túneles en el que los recolectores de basura llegaban a parar para deshacerse de los desechos.

Avanzaron de calle en calle con la señorita Clover mirando por la ventanilla, admirando la tranquilidad de la que gozaba cada transeúnte que iba de camino a casa luego de una larga jornada.

—¿Crees que acepte? —preguntó, llegando a verse a sí misma en el reflejo.

—El soldado, sin duda —sació parte de la curiosidad de su predilecta, en ningún momento dejando de ver la calle por la que transitaba —. Su héroe... no estoy muy seguro.

—Mi invitación debería ayudarla a reformarse —Anne susurró su suposición, no encontrando otra manera de recompensar correctamente a la persona que le había salvado la vida.

La primera parada se hizo luego de arribar a un complejo de edificios departamentales donde se encontraba Dakota, esperando pacientemente por su llegada.

El hombre vestido como cualquier otro civil con una camisa verdosa, unos jeans y una chaqueta de cuero, saludó con la mano a Anne y su chofer momentos antes de acercarse al vehículo e ingresar como copiloto. Los oscuros lentes de aviador que portaba no le permitieron a la joven ver con claridad los ojos del soldado.

—Señorita Clover, un gusto verla de nuevo —Dakota la miró a través del retrovisor.

—¿Has encontrado algún problema con el departamento en el que te alojas? —inquirió la chica, sonriendo en respuesta a su saludo.

—En lo absoluto. Las camas suaves y calientes me han venido bastante bien —el hombre desvió su vista de la anfitriona, buscando en el exterior alguna otra cosa con la cual entretenerse.

Su siguiente, pero no la última parada, la casa de Allison. Afuera del hogar se encontraba ésta última y su mejor amigo aparentemente hablando, casi como una discusión, la osada y peligrosa acción de la ex-oficial al perseguir a un delincuente. Ambos se detuvieron al ver el oscuro auto que transportaba a Anne y a Dakota estacionarse frente a la vivienda.

Antes de que alguno de los dos se preguntara quien era, Anne descendió del automóvil con una sonrisa de mejilla a mejilla, sorprendiendo a aquel par. La sorpresa de Allison cambió a una angustia casi indetectable.

—¿Pasa algo? —cuestionó Dakota, aproximándose alismo lugar que la joven que lo había recogido, siendo el único en haberse fijado en ese cambio repentino en el rostro de la hija de Robert.

En un principio, Allison no supo responder. Ya sabía que Anne iría a recogerla, pero mínimo esperaba un mensaje con anticipación para anunciar su venida... y también toda una caravana que asegurara la vida de la innovadora chica.

—Trataron de matarte. ¿Acaso no hay problema alguno con que te muestres así sin más? —exclamó, guardando su enojo en lo más profundo de su ser —. Se sacrificó mucho en ese día...

—Lo sé, y es por eso que es mejor irnos ya —alegó Anne, ansiosa porque Allison la acompañara.

Dakota sólo observó en silencio. Prestaba atención a ambas personas, sobre todo a las expresiones de Allison; era como si estuviera viendo a su sargento en su versión más joven y femenina.

Allison se tornó hacia su amigo. Sin necesidad de palabras, ambos se convencieron de que todo estaría bien.

—No hagas más locuras, ¿de acuerdo? —le dedicó por último, antes de ver como subían al vehículo y se marchaban de ahí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top