6
El sonido unísono de los rifles conmemorativos retumbaba en el cielo, haciendo que cada ave en la cercanía se fuera volando lejos. Oficiales bien vestidos con su traje y algunas medallas en ellas cargaban los ataúdes de sus camaradas caídos con una bandera estadounidense sobre sí, mientras que otros los seguían de cerca, lamentando y llorando la pérdida de cada uno de ellos.
Allison Black tenía que soportar todo eso. El ver como llevaban el ataúd de sus amigos y compañeros de camino al cementerio era doloroso, como una profunda herida difícil de cicatrizar.
Su camino lleno de lamentos y lágrimas llegó a su final al arribar al lugar de su entierro, el mismo en donde una foto de cada hombre y mujer que murió en el cumplimiento del deber estaba correspondida a cada ataúd, siendo rodeado de adornos florales.
Todos los oficiales se formaron en postura de firmes frente a todos los caídos. Aquellos que se ofrecieron, pasaron para retirar la bandera patriótica y doblarla a modo que sólo quedará un triángulo mostrando un par de estrellas plateadas. Luego llegó la parte difícil, pues sólo uno de ellos fue el encargado de entregarle la bandera a los familiares de sus amigos, siendo testigos de primera mano del profundo vacío y tristeza que había dejado la ida de sus seres queridos.
Si Allison se sentía fatal, eso no era nada comparado con los llantos que pegaba la esposa del difunto Bradley cuando la bandera le fue entregada por Richard. La hija más grande la familia parecía aguantar el llanto, mientras que el más pequeño no entendía muy bien lo que estaba pasando.
La, ahora ex-oficial de policía, Allison Black se quedó quieta en su lugar, observando como cada oficial pasaba al ataúd de su camarada caído para rendirle sus respetos. Cuando llegó su hora de pasar a despedirse de sus compañeros, fue acompañada de su buen amigo para darle más fuerza en cada paso hasta que finalmente llegó la hora de que los caídos descansaran en paz.
Los ataúdes comenzaron a bajar, dando la señal a los otros voluntarios de cubrirlos con tierra.
Richard dejó por momentos su lado para poder acercarse al sargento y colocar su mano sobre Jhonson, en consuelo. El hombre simplemente bajó la cabeza y ajustó su gorra de forma de que no se le pudiera ver la mitad de su rostro, ocultando así su dolor.
En ese día todo mundo tenía algo que lamentar.
Mientras que los llanto eran más que audibles para todos los presentes, el lado del sintético que correspondía al nombre de Rey parecía más tranquilo. Sólo una desconocida familia a la que llegó a ayudar en vida y un alto hombre al que era casi imposible verle la cara se encontraban de pie en completo silencio, seguramente rezando para que alguien como él tuviese la oportunidad de alcanzar algún cielo.
Cuando fue la hora de marcharse, Allison y Richard fueron los últimos en hacerlo, con la primera de ellos dos aún tratando de aceptar que se habían ido. Para siempre.
Antes de que oscureciera todavía más, Richard sujetó de los hombros a su compañera para guiarla hacia su vehículo. Cuando el motor encendió finalmente después de dos intentos, el oficial puso rumbo hacia el hospital donde Allison pasaba todas las noches para acompañar a su padre.
El camino fue silencioso. Ninguno de los dos tenía algo más que decir al respecto.
—¿Estás segura de que no necesitas algo? —le preguntó Richard, viendo como su compañera bajaba del vehículo —. No has descansado bien desde hace más de una semana.
Allison con los ojos cansados de todas las lágrimas que había derrochado en ese mismo día, sólo le sonrió con levedad al mismo tiempo en que negaba con la cabeza. Agradecía el interés de su amigo, pero no había mucho que pudiera hacer.
—Bueno, puedes llamar a cualquier hora si necesitas quien te lleve —le dijo el castaño, correspondiendo con una sonrisa preocupada antes de poner rumbo a su hogar.
La mujer simplemente suspiró, caminando directo a la habitación en la que residía su padre. Después de tanto tiempo frecuentando el lugar, las enfermeras con sólo verla la dejaban pasar ya que nunca iba más allá de quedarse con su padre y desayunar al día siguiente en el comedor. Cuando llegó a aquella pequeña habitación, se llevó la sorpresa de encontrarse a Dakota ahí dentro, charlando con su padre. En cuanto el rubio se percató de su presencia, detuvo su plática.
—Allison, que bueno que llegaste —le dijo Robert, sonriendo de felicidad como cada vez que la veía —. Ya lo conocías, ¿no? —el viejo señaló al hombre a su lado, haciendo que ambos cruzaran miradas —. Dakota se retiró como soldado y ha venido a vivir aquí.
—Oh... —Allison apenas supo que responder ante algo que no resultaba de tanta importancia como a su padre le gustaría —. Espero y New York sea acogedor contigo.
—Gracias. Es un gusto verte otra vez —respondió el rubio.
—Adelante, Ali —le dijo su padre, tratando de ponerse más cómodo en su lugar —. Acompáñanos. Dime, ¿cómo fue tu día?
La mujer tomó asiento al otro lado de la camilla, no queriendo arruinar el agradable momento que estaba teniendo su padre con lo deprimente que fue su transcurso del día.
—Todo bien —contestó esforzándose por crear una sonrisa en su rostro que pronto se rompió en cuanto más lágrimas se asomaron por sus castaños ojos.
Robert rápidamente la acercó a él para poder darle un abrazo que a lo largo del día llegó a necesitar. Dakota aclaró su garganta antes de levantarse y retirarse de la habitación para poder brindarles el tiempo y la privacidad que necesitaban.
Lo que quedó del día hasta la media noche ambos permanecieron despiertos, tratando de consolarse el uno al otro con abrazos y palabras de apoyo hasta que uno de los dos se quedó dormido. Para ese punto, Allison quiso descansar los ojos. Lo único que se lo impidió fue un inusual brillo azul parpadeante en el techo de la habitación. Una tableta blanca que usualmente usaba su padre para saber del exterior mientras él permanecía en cama era el causante de tal brillo que no le permitía gozar de una oscuridad total, al otro lado de la habitación descansando sobre un estante a mano derecha de Robert.
Con cuidado se levantó de su lugar, mirando fijamente a su padre. Gracias a los sedantes que aliviaban el constante dolor en su pecho no lo despertó, pero estaba completamente segura de que lo habría hecho por la misma razón de que era un soldado atento y precavido. Antes, cuando descansaba de su largo tiempo en servicio, siempre despertaba cuando Allison quería hacer una escapada nocturna con amigos y compañeros del trabajo. "Ten cuidado, y vuelve temprano", le dedicaba cada vez en su intento de escabullirse por el pasillo. Ella simplemente asentía y seguía su curso, de acuerdo en cumplir con lo poco que se le pedía.
Para cuando alcanzó aquella tableta, accedió a ella al simplemente presionar su pantalla. Algo que le extrañó —aunque no tanto porque el dispositivo que manejaba le pertenecía al hospital— fue no encontrar un foto de ellos juntos como fondo de pantalla. Al no encontrar a simple vista aquello que hacía que la tableta emitiera el azulado brillo para notificar al portador de alguna noticia, lo volvió a bloquear. Todavía había una notificación que ver. Repitió el proceso, pronto husmeando en la ventana que administraba todos esos datos y encontrar un correo electrónico de un llamativo destinatario: Anne Clover.
Allison de inmediato puso la pantalla en negro, recordando mucho de aquel día con sólo ver ese nombre. Siquiera se sentía capaz de llegar a verla otra vez después de todo. Sus manos comenzaron a temblar, preguntándose a sí misma si el ignorarla por más tiempo era lo correcto.
(...)
Al amanecer del día siguiente, Robert despertó sin encontrar a su hija por ninguna parte. Por la hora pudo suponer que se encontraba desayunando en el comedor.
Buscando un medio para entretenerse mientras las enfermeras preparaban su primera comida, tomó su tableta con una de sus manos. Su amena expresión en el rostro cambió a una de curiosidad al ver que tenía un mensaje importante de parte de la hija del presidente. Sin duda alguna abrió el correo, juntando ambas cejas al llegar a la parte en la que solicitaba su ayuda para llevar a Allison a la instalación de CyberTec. Dado que, todas y cada una de las invitaciones ofrecidas a su hija, no habían sido correspondidas de ninguna forma. Ni siquiera sabía si las había recibido en primer lugar.
Relajó su expresión al ver llegar a su hija con un chocolate que le traía de contrabando.
—Buenos días, papá —le dijo, cerrando la puerta de la habitación para poder darle ese pequeño y delicioso regalo.
—Buenos días, Ali —contestó sonriendo al verla acercarse con el dulce entre sus manos.
Allison le entregó su obsequio, tomando asiento a su lado. Su mirada de tornó nerviosa al ver a su padre leyendo el correo de Anne.
—Cuando eras pequeña solías llevarme juguetes que adorabas o los dulces de mejor sabor como un soborno por alguna travesura —le comentó sonriendo con tan grato recuerdo —. Después de mucho tiempo es agradable, pero a la vez preocupante que vuelvas a darme uno de tus chocolates favoritos. Así que dime, ¿qué es lo que no quieres que vea?
Allison abrió los ojos como plato, asomándose un par de lágrimas por ellos al momento de que esos recuerdos de su infancia volvían a su mente. Sin darse cuenta, lo había hecho tal cual su padre creía.
La chica limpió sus ojos con la manga de su suéter, no encontrando las palabras para llegar a cambiar de tema.
—¿Ya leíste el correo de la señorita Clover? —entrelazó sus dedos, nerviosa.
Su padre respondió con un asentimiento con la cabeza.
—¿Qué tiene de malo? —indagó después.
Allison titubeó con esas palabras, por más simples que fueran de responder. Sin previo aviso se levantó de su lugar y caminó directo a la salida, evadiendo sin sutileza alguna contestar a la pregunta. La mujer sólo se dedicó en caminar en dirección a su hogar, ignorando a todo aquel que se atreviera a dirigirle la palabra. Sólo fue así que logró llegar sin ningún problema al único lugar en el que podía refugiarse del exterior, por muy poco que le pudiera durar.
Se acercó a la barra para servirse un trago, pensando en lo tonto e inmaduro de su parte tener que huir de esa manera para evitar contestar una simple pregunta. Al momento en que la botella volvió a tocar la superficie, escuchó algo más moverse por atrás.
—Es muy temprano para comenzar a beber —la sorprendió Dakota, sentado muy tranquilo en el sofá.
Allison giró sobre sus talones, entre asustada y molesta por la presencia del rubio en su propia casa.
—Antes de que quieras arrestarme o algo así, me ha enviado tu padre —se excusó el soldado, levantándose lentamente del sillón con ambas manos en el aire en señal de rendición —. Se preocupó mucho por ti, y lo menos que podía hacer era esperarte aquí.
—¿Cómo es que lograste entrar? —cuestionó Allison, tomando el cuello de botella que usaría para echar a aquel hombre de ser necesario.
—Robert me dijo que usara la llave dentro de la lámpara —respondió al instante con completa calma a pesar de que la hija del mencionado parecía querer responder ante su presencia con violencia —. Ahora, si me lo permites, puedo irme con la certeza de que estarás bien.
Dakota caminó a la salida, pero no se fue de ahí sin antes acercarse lentamente hacia la barra y dejar sobre ella una pequeña tarjeta blanca. Una vez que el hombre estuvo fuera, Allison inmediatamente selló la puerta con cada cerrojo disponible de su lado. Al volver a la barra para poder seguir con su trago, sus ojos enfocaron la pequeña tarjeta de presentación de CyberTec con los dos números principales rayados con un plumón oscuro y al reverso de encontraba escrito otro número de teléfono, perteneciente a Anne Clover.
La ex-oficial decidió dejar en su mismo lugar aquel trozo de papel, prefiriendo acudir primero al alcohol como un escape a todas sus preocupaciones. Luego llamó a la única persona a la que le podía confiar todos sus pensamientos.
(...)
—«CyberTec»—, pensaba Allison cada vez que veía aquella pequeña tarjeta de presentación. Tuvo todo un día para contemplarlo mientras cambiaba su necesidad de una fuerte bebida por un agradable jugo de naranja, desparramada sobre el sofá sin otra cosa mejor que hacer.
—¿Has llamado aunque sea una vez? —inquirió Richard, curioso al ver a su compañera tan centrada en aquella tarjeta.
—No.
No se atrevía. Una parte de dentro de ella le advertía que no lo hiciera y otra le decía que se armara de valor para saciar su curiosidad. Richard se sentó a un lado en el sofá para hablar más de cerca, como siempre lo solían hacer.
—Sólo es una jovencita que trata de recompensar a la persona que le salvó la vida —alentó.
Allison abandonó su lugar, negando desesperadamente como siempre lo hacía cada vez que escuchaba algo relacionado a Anne. Era como si realmente entrara en un debate dentro de sí misma.
—Ya no quiero hablar más de esto.
Richard dejó salir un largo suspiro, para después observar una fotografía familiar colgada en la pared. En ella se encontraba los padres de Allison tan sonrientes, mientras que la pequeña Black se ubicaba justo en medio de ellos dos, abrazándolos.
—Siempre haces lo mismo; te niegas y luego evitas seguir con la conversación —se quejó, quedando en silencio unos segundos antes de seguir: —. ¿Por qué?
Allison miró a la pared frente suyo, observando una mancha creada unos días atrás de cuando se enfadó tanto consigo misma al darle vueltas al asunto que, la bebida de la que tanto gozaba en esos momentos, salió disparada con rabia hacia esa misma dirección.
—No lo merezco.
Cuando aquellas palabras salieron, no pudo evitar sentirse un poco más libre por todo el rencor con el que las había guardado por mucho tiempo. Todo eso debido a que no sólo ella fue la heroína de aquel día, si no que también muchos otros oficiales de su departamento, en su mayoría, compartieron el mismo destino de un descanso eterno.
—¿Qué? —apenas Richard pudo reaccionar, confundido y con deseos de encontrar una explicación —. ¿No lo mereces?
El castaño también abandonó su lugar para encaminarse hasta su amiga y sujetarla del hombro con la intención de que, por esa ocasión, se asegurara de que Allison lo escuchara.
—Allison, siempre has hecho mucho por todos a tu alrededor, y sé que diste el máximo en aquel día crítico —Richard miró directamente a los ojos de su compañera —. Aunque creo que decirte esto se queda corto. Digo, ¡por dios! Perdiste un brazo y aún así tu prioridad siempre fue salvar Anne —hizo una corta pausa —. Mereces más de lo que crees, porque te lo has ganado.
Allison lo abrazó con ganas de llorar en sus hombros. Aunque sabía que a Richard no le molestaba en lo absoluto que lo hiciera, sólo por esa vez quería pasar de eso.
—Todo me ha sido muy difícil últimamente... —mencionó con la cabeza baja.
—Lo sé —contestó, rodeándola con sus brazos para consolarla —. Aún no termino de creer que ya no seas mi compañera, pese a todo el tiempo, lágrimas y sudor que dedicaste como oficial de policía.
Allison tomó un respiro y contuvo el aire. Las cosas todavía habían empeorado más cuando su posibilidad de seguir siendo policía se había desvanecido, dejándola con un vacío que, según ella creía, sólo un propósito en su vida lo podría ocupar.
—También eres más fuerte de lo que crees. No lo olvides —señaló Richard abrazando aún más fuerte, tanto que su compañera fue capaz de escuchar su corazón por más de una milésima de segundo.
Raimond creía firmemente seguir viendo a la Allison que conoció hace unos años: la misma que a pesar de todo se levantaba y seguía andando, pero sabía también que por esa vez pasaba por un momento tan oscuro que ella misma daba por muerta esa parte de sí.
—Te dejaré pensar —dijo el oficial, separándose y sonriendo a la persona frente a él.
Ella asintió tallando sus ojos para evitar que las próximas lágrimas recorrieran sus mejillas una vez más. Mientras tanto su amigo se dirigía a la salida del lugar, antes de finalmente irse, se detuvo para ver a la mujer aún herida sentimentalmente.
—Mañana invito el desayuno —dedicó una última vez antes de cerrar la puerta detrás de sí.
La mujer volvió al sofá con muchas cosas pasando por su cabeza. Hizo memoria del primer día de trabajo que tuvo como oficial, como todas las veces que había tenido conversaciones triviales con muchos de sus antiguos compañeros y salido con muchos de ellos a celebrar, pero también lo hizo de aquel momento en el que eran sepultados.
Sin más tiempo para meditar, adquirió otro atuendo de su armario y pidió un taxi que la llevaría de vuelta al hospital.
Antes de volver a entrar en la habitación en la que residía su padre, se aproximó a un pequeño puesto donde más de una enfermera asistía a aquel que tuviese un problema o dudas.
—¿Sabe cuándo se le podrá dar de alta al paciente de la veintiséis? —consultó, curiosa de saber por cuánto tiempo más tendría que ver a su padre postrado sobre una incómoda cama.
La mujer de tez oscura y ojos azulados tecleó en su computadora para dar con el nombre del paciente y el tiempo estimado de su estadía en el hospital.
—Todavía tomará un tiempo más antes de que pueda caminar lejos de aquí —le respondió, sonriendo al final antes de volver a seguir con sus informes.
Allison simplemente asintió, dirigiéndose a la puerta de la habitación veintiséis para luego abrirla lentamente. Su padre le sonrió al verla una vez más, esta vez con preocupación en su rostro. La chica tomó lugar a un lado de él, escuchando leves quejidos de parte de Robert en un intento de cambiar de postura en su camilla.
——¿Cómo la llevas? —le preguntó a su padre, inclinando su cuerpo hacia al frente.
—La comida no es la mejor, pero al menos puedo estar en cama todo el día —le respondió, buscando la forma en que la incomodidad dejara de molestarlo.
—Lo odias, ¿no es así?
Robert alargó su sonrisa aún más junto a un asentimiento. Estaba tan acostumbrado a las pocas comodidades del ejército que una buena cama parecía ser una tortura para su espalda.
—Perdóname, Allison —su sonrisa desapareció de pronto —. No te quería presionar, pero tampoco podía estar tranquilo sin saber qué es lo que pasa por tu cabeza.
La mujer se incorporó en su lugar. El hecho de que haya enviado a Dakota hasta su casa no le fue mucho de su agrado, pero sabía a la perfección de que él sería capaz de muchas cosas con tal de que estuviera bien.
—No te disculpes —Allison sujetó su mano sin poder ser capaz de dejar caer una lágrima más —. Es sólo que... todo ha cambiado. Y eso me aterra.
—Anne Clover parece querer ayudarte de alguna forma con este cambio, ¿le vas a estirar la mano? —Robert miró directo a los ojos de su única hija. Él como las otras personas en la vida de Allison querían lo mejor para ella, y CyberTec parecía ser lo mejor en esos momentos.
—Debo de. Después de todo, ella pagó todas las cuentas del hospital —la mujer soltó un suspiro, terminando de convencerse a sí misma de darle la oportunidad a la señorita Clover de ayudarla una vez más —. Es lo menos que puedo hacer.
—En otra de mis misiones, el pelotón organizó un plan de rescate para un niño atrapado en un tiroteo —su padre comenzó a contar otra de sus fabulosas historias —. Para nuestra suerte todo fue un éxito y no hubo nada que lamentar, pero el niño que salvamos escapó durante la noche. Dos días después volvió con una vieja cámara y todas las ganas de entablar un conversación. Tan pronto tuvimos a un traductor, nos advirtió de un posible ataque al cuartel y con las fotografías nos ayudó a ubicar a los tiradores —pausó su relato, esperando a saber si Allison tenía una idea de lo que le trataba de decir —. Todos suposimos que esa fue su forma de darnos las gracias por salvarlo, y quizás Anne también tiene su propio medio.
—Pero yo no me siento capaz de poder recibirlo —aludió Allison, volviendo a tocar el tema, por esa ocasión, armada de valor para no volver a evitarlo —. Muchos dieron su vida por protegerla a ella y a los civiles...
—Y si no me equivoco, cada uno recibió su recompensa —su padre la interrumpió —. Sólo quedas tú de aceptarla. Anímate. No hay nada de qué preocuparse.
—Lo haré.
Allison apretó suavemente la mano de su padre antes de levantarse y encaminarse una vez más al puesto de las enfermeras. Una vez ahí solicitó un teléfono por el cual pudiera hacer una llamada. Sacó de su bolsillo la tarjeta dejada atrás por Dakota, lista para realizar su llamada. Inmediatamente fue contestada por una voz familiar, muchísimo más relajada a comparación de la primera vez que la conoció:
—¿Allison?
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