4
Verónica sollozaba con cierto temor e ira, recargando su pistola con el último cartucho del que disponía con aquellas manos temblorosas por esos mismo dos sentimientos.
—¡Se acercan! —gritó Jeff, disparando a los enemigos.
Sólo una bala perforó su hombro, alarmado a Rey y haciendo que tirara de su uniforme para devolverlo a su cobertura y salvarlo del mortífero tiro que el androide recibió por él. Su pesado cuerpo cayó abruptamente contra el suelo. Su cabeza había sido destruida con un sólo proyectil. Jeff sólo miró como un líquido azul brotaba sin parar de su cuerpo. Apenas se había percatado de que el compañero con el que menos trataba por el simple hecho de ser un sintético se había sacrificado para que no le volaran la cabeza.
—¡No se acercarán! —vociferó Jhonson asomándose por la patrulla llena de orificios de bala.
A pesar de que antes eran demasiados los enemigos que se aproximaban, ahora la mayoría de ellos estaban muertos de una inexplicable manera. Sin mucha demora, apuntó a la primera mujer que se les acercaba con una sonrisa presente en su rostro. Una a una las balas simplemente rebotaron de su cuerpo, solamente dejando los agujeros creados en sus ropas en lugar de una grave herida. La sonrisa de esta misma se alargó con burla.
—¿Qué...? —susurró el sargento, con los ojos completamente abiertos ante la inexplicable escena que presenció —. ¡¿Cómo es posible?! —exclamó, descargando hasta el último cartucho en lo que a sus ojos parecía ser una abominación.
La mujer de largo cabello, vestida con un uniforme militar negro y pinturas de guerra trazados por su rostro, se acercó lo suficiente a su cobertura como para saltar sobre ella y colocar su mano sobre el cañón de la escopeta del sargento. Sin previo aviso comenzó a torcerlo hasta que el cañón cambiara de manera anormal su dirección. Pronto se lo arrebató sin hacer casi ningún esfuerzo, para luego arrojarlo a metros lejos de todos ellos.
—¿Asustado? —preguntó con esa misma sonrisa perversa en su rostro.
Verónica finalmente terminó de hacer su torpe recarga y se alzó radiando rabia a través de sus ojos. Apuntó a la misma mujer y disparó. En otra ocasión las balas rebotaron en su cuerpo y rostro. La expresión macabra que portaba aquella mujer se tornó molesta ante aquel ataque. Con una pasmosa velocidad, la mujer a prueba de balas desenfundó un avanzado cañón de mano y accionó el gatillo. El cuerpo de Verónica cayó al suelo con un muy notable orificio en la frente, mismo del cual brotaba la sangre.
—¿Dónde está Anne Clover? —interrogó sin más preámbulos.
Jhonson tensó su mandíbula, apretándola lo suficientemente fuerte como para destrozar su perfecta dentadura. Antes preferiría morir por su mano, a que llegaran hasta los demás oficiales que planeaban ir a un lugar seguro con la joven que buscaban con ellos.
—¿Dónde está? —volvió a preguntar, más el sargento se mantenía al margen.
Un hombre encapuchado lo golpeó con la culata de su rifle, haciéndolo caer con un terrible dolor de cabeza. Acto seguido de apuntar el arma directamente a su rostro.
—Contesta —ordenó, amenazante.
Otra persona detrás de todos ellos buscaba en el cuerpo de Verónica algo que le pudiera ser de ayuda, tal y como un carroñero lo haría.
—Pierdes tu tiempo, Kali —dijo ésta misma.
Su rostro era oculto por una especie de manta desgastada, pero por las curvaturas de su cuerpo sin dejar de mencionar su voz, a Jhonson le fue posible saber que era otra mujer con la misma autoridad que esa tal "Kali". La antes mencionada hizo un gesto nefasto, como si escuchar a su compañera le fuera realmente molesto.
—Entonces, ¿podrías facilitar algo? —aludió después.
—Con mucho gusto.
Carraspeó para aclarar su garganta e hizo su contestación.
—Están yendo hacia una extracción, mientras tú tratas de sacar la información que ya sé.
Kali simplemente se quedó callada y de un grito en un idioma difícil de especificar para el sargento, ordenó a todos sus seguidores avanzar con rapidez. Una camioneta Jeep pasó a su lado y justo en ese mismo instante se sujetó de ésta para subir.
Jhonson permaneció ahí, inmóvil. No podía hacer nada. Su mejor arma había sido dañada y el otro oficial que se quedó con él y seguía con vida, en esos momentos se encontraba en shock.
—Deberán disculparla —habló la encapuchada —. La violencia y la insensatez van de la mano con ella —la mujer dejó el cuerpo de la oficial y se acercó a los únicos dos policías que quedaban allí.
El sargento logró vislumbrar dos luminosos ojos blancos resaltando en la morena piel de la persona que los acompañaba. Su acompañante buscó algo entre sus bolsas para luego simplemente dejarlo caer frente a sus ojos mientras daba la vuelta.
—No es mucho, pero bastará para mantener a tu compañero con vida —le dijo, dejando el lugar con una completa serenidad.
Jhonson abrió la caja con cuidado, apenas encontrándose ahí dentro algo de Medigel y vendas nuevas. Al alzar nuevamente la vista hacia la desconocida que les había perdonado la vida, tuvo la suerte de no verla otra vez. Sin mucha demora recogió el equipo médico y cargó a Jeff en sus acalambrados hombros.
(...)
Richard veía como el estado de Allison parecía empeorar cada vez. Si llegara la necesidad de irse con rapidez, su compañero a duras a penas lograría correr. Sin olvidar de que no era la única que necesitaba atención médica urgentemente.
—El punto de extracción está demasiado lejos para ir a pie —el castaño susurró.
La mujer que se apoyaba de él para mantenerse de pie susurró varias cosas ininteligible. Richard se acercó más a ella y pidió que repitiera lo que había dicho.
—Podríamos salir y... tomar un vehículo prestado... —fue lo que escuchó entre palabras a medias y un desgaste notable en su voz.
Allison miraba fijamente por la pequeña ventanilla detrás de Anne, a través de la cual era posible ver camioneta en plena calle: su billete de salida. Sin tiempo para pensarlo, Richard supo de inmediato lo que pretendía hacer. Al instante comenzó a avanzar fuera del edificio, pidiéndole a Terry que los acompañara con Anne y Brad en su cuidado.
—Bájame... —indicó Allison, cabizbaja.
La oficial no quería ser una carga en el futuro. Por lo que sí más de esos locos llegaban por ellos, estaba dispuesta a quedarse para hacerles ganar más tiempo a sus compañeros y a la joven. Richard estuvo por negarselo debido a su estado, pero recordarle lo de su brazo sería cruel en esos momentos. Al final no le quedó más que aceptar la petición de su compañera.
—Allison —llamó la joven a sus espaldas.
Allison se giró con levedad. La persona que le hablaba sostenía temblorosa el arma de la oficial que había recogido poco después de la explosión.
—Ahora sé que eres más difícil de abatir —dijo Terry, mientras veía como la pálida mujer recibía el arma de parte de la joven a la que le había salvado con la única mano que le quedaba —. Que siga siendo así.
Su camino hacia aquel vehículo resultó ser más corto gracias a una enorme pared derruida por los ataques producidos entre las calles. Desde su lugar comprobaban una vez más que todo era un caos: disparos al aire, saqueos y asesinatos a sangre fría. Todo el orden que la jefatura de policías trató de mantener se fue al carajo en solo un par de minutos. El oficial Raimond destrozó el cristal del lado del conductor con la culata de su pistola e ingresó en la camioneta, buscando las llaves del vehículo en la guantera o algún otro lugar.
—No hay ninguna llave aquí —susurró inquieto, buscando desesperadamente poder encender la camioneta.
Después de una continúa búsqueda inútil, miró a su alrededor. El lugar era un completo desastre. El anarquismo se había apoderado del lugar. Posterior a eso sus ojos se enfocaron en Anne, quién realmente estaba asustada. Su maquillaje para los ojos se había derramado en sus mejillas por las lágrimas que habían brotado desconsoladamente, parecido a un mar turbulento de lamentos.
Su tiempo de tranquilidad y sin tanto apuro, cambió de inmediato al escuchar gritos de guerra al fondo de la calle. Así como ráfagas continuas al aire.
Más problemas estaban de camino.
—Suban —indicó Allison a la joven que sollozaba lo más bajo que le era posible y al otro oficial que custodiaba a su compañero.
Anne subió al asiento trasero de la camioneta, cubriéndose los oídos. Sabía exactamente que era lo que escuchaba, y deseaba dejar de hacerlo. El herido Brad fue puesto a su lado, quien sólo luchaba por mantener su constante respiración en marcha. Terry fue el último en subir, descansando sus agarrotados músculos antes de volver a tener que cargar a su compañero.
—Allison, ¿cómo arrancamos esta cosa? —consultó Richard, realmente nervioso al escuchar sin pausas los disparos y gritos.
La oficial subió de copiloto, soltando más de un quejido. Una vez arriba, se recargó atrás con alivio.
—Busca el panel del cableado... —indicó a su compañero.
Richard lo buscó debajo del volante y visualizó los cables. Alzó la vista para que continuarán indicándole que hacer.
—El... cable de encendido y el apagado, deberás conectarlos al cable de batería...
Inmediatamente se puso en marcha, entre todo los cables era difícil encontrar los que Allison le indicaba.
—¡Maldicion! —se quejó él, con bastantes gotas de sudor en su frente debido a los nervios.
Todo eso dependía si salían o no con vida.
Prosiguió con su labor y finalmente los encontró. Sujetó ambos cables para frotarlos al de la batería hasta que la camioneta se encendió. Un suspiro de alivio emergió desde lo más profundo de su ser, haciendo que se incorporará derecho en el asiento. Tomó el volante e inmediatamente pisó el acelerador.
—Señorita Clover, sugiero que agache la cabeza —dijo mirando por el retrovisor.
Anne asintió e inclinó su cabeza al frente mientras cubría su nuca con sus manos, tal y como se lo habían pedido aunque siguiera igual de temerosa. El otro oficial que la acompañaba allá atrás no hacía nada más que mirar con nervios el oscuro vidrio detrás de ellos, esperando no ver a más personas que querían verlos muertos.
Allison se relajó un momento en su asiento, y miró por la ventana. Entre toda la desolación vio a su madre, sonriente y esperando donde antes era una parada de autobús. Sus ojos se abrieron como platos al verla nuevamente, pero al parpadear, ella ya no se encontraba más. Si no mal recordaba un comentario de su padre, la muerte solía jugar con sus mentes cuando estaban a punto de irse de la mano con ella.
—No es real... —se dijo en voz baja, aún mirando a través del cristal.
Su madre, desafortunadamente, murió a sus escasos años de edad a inicios de la Crisis. Para ese entonces, no tenía mucho conocimiento sobre la muerte; sólo pensaba en juguetes y cachorritos. Ahora no era más que una incertidumbre que le hacía temerle a lo aquello que había después de la vida. Después de varios minutos de recorrido, tomaron dos calles abajo en dirección a una avenida para evitar a las ratas aprovechadas que estarían por saquear el museo, a pesar de que ahí era su punto de reunión. Sólo dos de ellos estaban en condiciones de pelear, y por eso mismo no podían arriesgarse con tantas personas a la cuales cuidar.
—Espero y también haya considerado recogernos en otro lugar —comentó Richard, con su vista fija al frente.
—Yo también... —respondió Allison, cada vez más pálida.
Durante todo el transcurso la oficial había perdido bastante sangre, y no había nadie en la cercanía que pudiera hacer algo para evitar que muriera desangrada. El castaño miró de reojo a su compañera. Parecía como si estuviese agonizando de manera lenta y dolorosa. Casi podía jurar que justo en esos momentos debía estarse debatiendo contra la muerte.
—Saldremos de esta —le habló, colocando su mano derecha en el hombro izquierdo de ella para motivarla aún más a ganar aquella pelea.
Ella asintió débilmente. Ya estaba en la recta final. Debía de aguantar un poco más por ella, Anne y su padre.
—Pelotón Hawk a oficial de New York, ¿me recibe? —preguntó el mismo hombre con un poco de interferencia de por medio.
Con las manos temblorosas, Allison se dispuso a responder, esforzándose por no cerrar los ojos y ceder al cansancio que tanto la abrumaba.
—Aqui seguimos...
—Bien. Pensé que esos locos los habían alcanzado —indicó el soldado, mostrando un ligero alivio en su voz.
Richard desvió su vista del camino por leves instantes, mismos en el que tomó la radio con rapidez para hacer notar su confusión ante tal comentario.
—¿De qué habla? —titubeó, arrugando la frente con el mismo desconcierto.
—Recibimos un informe hace un par de minutos en los cuales se mencionaba que la resistencia en su última ubicación había sido erradicada —las palabras de aquel hombre enviaron a Richard a lo más profundo del abismo al saber que, todos los que había conocido desde años atrás, habían muerto.
Richard se quedó sin palabras. —«¿Por qué a ellos?»—, se preguntaba para sus adentros. Jhonson y los demás no había sido más que buenas personas que cumplían con su deber en servir a su pueblo. Ellos no merecían morir por ser buenas personas.
—Lo siento —escuchaba una y otra vez en su flanco derecho con una apenas audible y débil voz.
Allison no lo hacía por compromiso, si no porque también sentía esa horrible sensación de nostalgia y coraje que torturaba la mente de Raimond. En otra ocasión, sin saber que hacer con exactitud, observó con atención el exterior. No había más que saqueos a las humildes casas, robos a tiendas y muerte, sobre todo la muerte tanto de civiles como de los atacantes. Tal vez si hubiese sido más atenta, habrían podido preveer lo que estaba por acontecer.
Desde el tejado de uno de los edificios departamentales, dos siluetas de personas apuntaron en su dirección. Otra tercera persona hizo su aparición con un RPG fijo a ellos. A pesar de toda la sangre que había perdido, y en cuanto se encontró con las personas que les acechaban desde los techos, su corazón volvió a palpitar tan rápido enviando a su vez una carga de adrenalina por todo su cuerpo que la hizo sentirse más viva que nunca.
—¡Cuidado! —gritó con todas las fuerzas que ahora le quedaban.
Richard apenas logró reaccionar, girando bruscamente el volante para evadir el cohete que impactó al otro extremo de la calle. Su acción los llevó a estrellarse contra un poste de luz que inutilizó la camioneta por completo. Las bolsas de aire se activaron, amortiguando aún más el duro golpe que debieron recibir. La adrenalina no le permitió desvanecerse, recordándole una y otra vez qué era lo que hacía y por qué estaba ahí.
—Allison... —dijo en voz baja al ver a su compañera inconsciente sobre el tablero —. Señorita Clover... Brad, Terry... —llamó a los demás tripulantes, girándose su rostro hacia los asientos traseros.
Anne, que se encontraba sangrando desde la sien de su frente, se alzó de su asiento esta vez sin los ojos llorosos. Las lágrimas se habían acabado, o al menos eso aparentaba. Richard se centró en el frente por un par de segundos, contemplando el vidrio frontal hecho trizas. Saboreó el amargo sabor de su sangre y se movilizó para sacar a sus compañeros y la joven del vehículo antes de que el atacante terminara con su cometido. Se fue al otro extremo del vehículo y cargó a Allison en su hombro, siendo ayudado a la vez a escoltar a Anne a un callejón cercano.
—Richard... —Fue lo primero que pensó Allison al recobrar la conciencia.
—Sigo aquí —le hizo saber Richard, bajándola para recargarla en la pared.
La oficial en un suspiro cerró los ojos, pensando que simplemente sería otro mal sueño y que al abrirlos despertaría en su oficina echando baba de su boca sobre informes que deberían estar listos para el sargento Jhonson.
La estática predominante de la radio se vio interrumpida.
—Escuchamos una explosión cerca de nuestra posición, ¿eran ustedes? —inquirió otro soldado con una voz más gruesa.
—Sí, un loco nos atacó y nuestro vehículo ha quedado inmovilizado —respondió Richard, limpiando la amarga sangre de su boca —. Estamos cerca, en el callejón más próximo a Vermont —informó de su posición, ya que se limitaría a seguir avanzando y arriesgar la vida de sus acompañantes.
—Recibido. Estaremos ahí en cinco —respondió el soldado, volviendo a cortar la comunicación con un chasquido.
Anne escuchó todo y se dejó caer de un sentón al suelo, liberándose de un poco de su temor y preocupación. Terry y Brad pasaron a su lado, con el primero observando la poca actividad que tenía su compañera.
—¿Allison está bien? —inquirió, claramente preocupado y esperanzado de que su compañera aún no los haya abandonado.
Los sentidos sobreprotectores de Richard habían despertado con aquel comentario. Esa había sido una buena pregunta, y era algo que lo alarmaba. Sin dudarlo se acercó a ella y alzó la voz.
—Allison... ¡Allison!
Los ojos cafés de la oficial se abrieron sin mucha sorpresa, moviéndolos de un lado a otro esperando escontrarse en una situación peor.
—¿Sabes? Creo que esa bodega era mejor que estar aquí... —replicó la oficial, con una sonrisa débil.
Su compañero y gran amigo soltó una carcajada nerviosa. Si por algo adoraba tener a Allison como su compañera de patrulla, era por esos comentarios en momentos críticos.
Desde la lejanía fue posible ver un vehículo color arena que el pequeño grupo de militares traían consigo, y no se trataba de nada más y nada menos que de un URO VAMPAC S3, un vehículo militar de gran resistencia que servía usualmente como medio de transporte. Y así como llegaba su salvación, también se aproximaba su perdición.
Los aullidos de guerra volvieron desde la calle trasera del callejón.
—No... ¡No! —decía Richard cansado de huir, temiendo más que nada por la vida de sus amigos.
Terry, a pesar de cargar con otros sesenta kilos encima, levantó a Anne del suelo. No le hacía falta ver con sus propios ojos para saber que nada de su situación había cambiado.
El Vampac arribó quemando llantas. A toda prisa, los soldados abrieron las puertas. Los uniformados se encontraban completamente armados y listos para cualquier cosa, lo que los llevó a no titubear y abrir fuego en cuanto vieron a la primera hostil aparecerse del otro extremo del callejón.
—¡Suban! —ordenó un hombre de rubia cabellera.
Anne fue la primera en entrar, seguido de Allison usando de apoyo a Richard. Terry y Brad eran los siguientes, pero dos balas alcanzaron al primero. Una de ellas impactando en su hombro, y el último fue un tiro de gracia que terminó acabando con su vida al atravesar su nuca.
—¡No! —gritó Richard.
El oficial se abalanzó sobre el cuerpo de Terry, sólo para reafirmar el terrible hecho de que otro de sus compañeros ya no se encontraba con ellos. De inmediato recogió a Brad y trató de llevarlo al Vampac, pero los hostiles abrieron fuego en una nueva ocasión en intento por asesinarlos. Raimond, con su compañero en sus brazos, se retiró del vehículo para evitar que alguien más saliera herido. Él ya encontraría la forma de sobrevivir.
—¡Váyanse! —les gritó.
El soldado que los recibió no dudó en seguir su indicación. Después de todo el oficial ya había tomado su decisión. El hombre cerró la puerta e indicó al conductor que procediera a huir a las afueras de la ciudad. Más de una bala rebotó en el casco del vehículo, en un vano intento por los hostiles en cobrarse otra vida.
El soldado más viejo de todos ellos miró a los asientos traseros para cerciorarse de que Anne Clover se encontrara bien, pero sobre todo para ver a su hija. Nunca pensó que la vería de aquella manera; tan agonizante y pálida, al borde de la muerte, si le pedían su opinión. Había tenido más que suerte por encontrarlos a tiempo, de no haber sido así la historia sería otra.
—Allison —el sargento no pudo esconder aquel duro golpe al corazón al ver a su hija aferrándose a la vida.
La mujer, al escuchar esa voz familiar, hizo otro esfuerzo sobrehumano por mantenerse despierta. Después de meses, su padre estaba con ella. No era la mejor bienvenida u ocasión para su viejo, pero agradecía profundamente que él estuviera con ella una vez más.
Aún no podía abandonar ese recipiente débil y mortal.
A pesar de sus esfuerzos, las voces a su alrededor comenzaron a hacerse cada vez más lejanas. Los jadeos en el vehículo se volvieron tan constantes que la lograron arrullar en medio de todo el caos. Sólo hacía falta una canción de cuna para que finalmente ella pudiera cerrar los ojos.
—No duermas —indicó el mismo soldado pelirubio, sacudiendo su cuerpo un poco para que se mantuviera presente.
La moribunda Allison asintió con debilidad. Todo le pesaba, tanto que ya deseaba tener un descanso. El más largo si era posible.
—Mírame —le dijo el mismo, girando su cabeza por ella —. No dejes de mirarme.
Mientras tanto, al otro lado de los asientos traseros, Anne trataba de encontrar un motivo razonable y coherente de cómo era que todo eso le estaba pasando a ella. Nunca le había hecho daño a nada y a nadie, al contrario, su objetivo era poder mejorar la vidas de millones de personas.
—¿Cómo fue que hemos llegado a esto? —inquirió confusa, casi escéptica al ver el grave estado en el que ahora se encontraba una de los oficiales que la custodiaba.
—No se preocupe por eso, señorita —respondió el sargento Black, con su vista al frente evitando pensar lo peor que podría pasarle a su hija —. Debería preocuparse porque ninguno de esos locos nos alcancen.
Un rotundo silencio invadió el vehículo, y no por el hecho de que trataban con una persona importante para el presidente de la nación, era simplemente porque no había mucho que decir. Y a pesar de eso sus sentimientos de preocupación e inclusive angustia, se expresaba completamente en sus rostros y movimientos corporales. El soldado que se encargaba de mantener a la oficial despierta, era el único que hablaba a cada dos minutos. El sargento Black comenzó a recibir un llamado de auxilio de parte del tercer grupo del pelotón. Por desgracia no podía hacer nada más que quedarse con los brazos cruzados, tratando de encontrar las palabras que les dedicaría a su familia para cuando todo acabara. Era lo mínimo que podía hacer aunque eso le molestara.
—Podríamos tratar de volver una vez que nuestro objetivo esté asegurado —comentó el soldado que custodiaba la puerta trasera en el flanco izquierdo —. Ellos son buenos en lo que hacen, no creo que... —la desafortunada intervención de una bala que había perforado los cristales blindados, impactó en su garganta para hacerlo callar al instante.
El crujir del cristal y el agudo grito de Anne avisó a todo mundo de lo sucedido.
—No puede ser —un rostro de sorpresa se hizo presente en el conductor.
Era imposible que algo pudiera perforar el blindaje de su vehículo a menos de que fuera algún explosivo, pero esta vez no era así. El soldado que dirigía el vehículo, aceleró el Vampac evadiendo en su camino a los autos abandonados por las calles. Ningún arma ordinaria que conociese podrían atravesar los cristales blindados... no a la primera oportunidad.
—¡Señorita Clover, abajo! —indicó el pelirubio, cambiando su lugar con ella para que estuviera más a salvo del tirador y él pudiera colocar ambas manos sobre la garganta de su compañero en un intento por mantenerlo con vida.
—Sin duda estás personas tuvieron ayuda —susurró el conductor, sin quitar su vista del frente.
El vehículo daba varios brincos y sacudidas mientras pasaba sobre escombros como si fuese otro camino rocoso.
—Haremos conclusiones después de que salgamos de aquí. Lo que tenemos que hacer ahora es estar concentrados—replicó el sargento Black, sujetándose con fuerza de la puerta a su lado derecho —. Dakota, ya sabes que hacer.
—Señor —el soldado no dudó en confirmar la orden, dejando a su compañero una vez que se había percatado de que estaba muerto.
Allison nunca dejó de ver aquel soldado, a excepción de cuando llevó su atención a su padre. Ya había pasado tiempo desde la última vez que tuvieron una simple conversación, y sí en esos precisos instantes serían los últimos de su vida, mínimo le hubiera gustado tener las fuerzas suficientes como para poder pronunciar una sola palabra.
Otra bala atravesó el blindaje, impactando en el pecho del conductor ocasionandole una muerte instantánea. El Vampac, al no tener quien guiara su andada chocó contra la pared más cercana, apenas dándole a Dakota algo de tiempo de reacción para poner su brazo frente a la moribunda mujer, esperando de alguna forma llegar protegerla del impacto.
Al momento de quedar completamente inmóviles, otro vehículo arribó a su lugar, descendiendo de ahí mismo menos de una docena de personas bien armadas y aparentemente nada agradables. Otro grupo de menor cantidad se les reunió después.
Momentos antes...
La cálida brisa acariciaba su rostro momentos en que se preparaba para su tiro perfecto, agazapada sobre un local abandonado. Nada podía salir mal después de haberlo planeado meses atrás, sin mencionar la infinidad de veces que había repasado la situación en su cabeza. Muchos de sus seguidores la llamaban Lady Shiva, y no contradecía sus palabras por el simple hecho de que no había nada que no la diferenciara de dicha divinidad. Ella destruía sólo para volver a reconstruirlo; una práctica que la misma naturaleza replica una y otra vez para mantener un equilibrio. ¿Por qué habría de encargarse de traer resentidos y peligrosos grupos de personas para crear un caos en toda la ciudad? Era simple la respuesta. Siempre fue y será la misma razón por la cual fue creada.
—Objetivo a diez minutos de su posición, señora —informó uno de sus fieles seguidores.
—Excelente. Prepara a todos tus hombres —contestó con una increíble serenidad, asegurando su rifle de precisión de alto calibre Pred-HXXIII.
Un simple chasquido sonó a oídos de Shiva. Eso significaba que lo había entendido y que su camarada seguiría el plan al pie de la letra. Observó el pequeño reloj en su muñeca izquierda. Sólo faltaban siete minutos para que todo lo que ideó por años comenzara finalmente.
A poco menos de un metro de distancia, se encontraba un escombro con algo de flamas en las orillas apunto de apagarse por el viento. Shiva lo contempló unos segundos antes de soplar en su dirección. Luego sonrió, justo como si fuese una vela de cumpleaños de un ingenuo niño que esperaba un deseo hecho realidad a cambio. La única diferencia era que no esperaría a que se cumpliera, ella haría de ese deseo una realidad.
La mujer con el extremo cuidado de no manchar nada, retiró las tapaderas de la mira telescópica para después tener su dedo índice rozando el gatillo. Tenía años desde la última vez que había disparado de su querida arma, pero eso no le había impedido mantenerla en un impecable estado. Así como muy pocos seres, ese fusil de francotirador tenía un alto valor en su corta vida; y no era por todas las vidas que arrebató o salvó con ella, si no más bien el propósito que tenía dicha arma.
Faltaban dos minutos.
Shiva ya estaba completamente cómoda con su espacio de trabajo; pero ese lugar sólo era temporal, después de su tiro pasaría a salir de la ciudad para un debido descanso antes de tener proceder con el siguiente paso.
Ya era hora.
La francotiradora observó por su mira telescópica, esperando a que el Vampac saliese de entre los edificios.
Una vez que el vehículo salió tal y como Shiva lo había previsto, preparó la bala con punta de titanio; pero dado a un hecho del destino, su objetivo estaba siendo cubierto por uno de los soldados que estaba ahí para proteger su integridad. Solamente esperó unos segundos más para que su campo de visión estuviera libre. Cuando sus cálculos estuvieron hechos y estaba a tan sólo unos segundos de que su tiro fuese efectuado, un chillido en su comunicador le hizo mover ligeramente el rifle y con ello errar por unos centímetros su disparo. Quitó su único dispositivo de comunicación que emitía tan irritante sonido, e inmediatamente dirigió su cañón en el conductor. Le tomó poco menos de un minuto en efectuar el segundo tiro, esta vez acertando en su blanco.
Cuando el vehículo detuvo su andada, el chillido también dejó de transmitir. El rifle homicida fue alzado de su posición para tiempo después ser colocado en la espalda de la mujer, quien recogió el artefacto que le impidió acabar con la vida de Anne Clover. A un paso apresurado, abandonó su lugar con una gran curiosidad por quién o qué había intervenido en su asesinato. Pero sobre todo, le intrigaba el porqué.
—Informe —solicitó a Kali una vez que reacomodó el pequeño dispositivo en su oído derecho.
—Estaremos sobre ellos en un abrir y cerrar de ojos —respondió su compañera con su usual y fanfarrona voz.
—Recibido.
El canal retornó a su habitual silencio.
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