24
New York
Richard
En la mañana de ese nuevo día, el oficial Raimond comenzó su rutina diaria esperando por su café a estar listo antes de marcharse a la estación e iniciar su jornada de trabajo.
—¿Has notado que Gwysin se ve un poco distraída últimamente? —indagó Jennyfer, también esperando a que la cafetera tuviera listo su café y leyendo las noticias locales a través de su móvil —. ¿No sabes por qué está así?
Él negó con la cabeza en respuesta, pero sí había notado que desde aquella última noche en el que tuvo contacto directo con la I.A. había cambiado. No lo veía tampoco como algo normal pero no creía que pudiera hacer algo al respecto.
—Me preocupa más la presencia de personas que puedan manipular todo lo que sea tecnológico —le dijo, recordando el rostro de aquel bastardo que capturaron la otra vez —. Me sigue impresionado que aún después de ser una sociedad más civilizada, los maleantes sigan queriendo estar por encima de la ley.
—La mala hierba nunca muere —recitó la mujer, pasándole su café con mucho gusto —. Aunque, también recuerda que las buenas personas somos más.
Richard tomó aquel caliente vaso y le dio un sorbo antes de despedirse de su amada mujer y salir de su hogar. Pensaba conducir al trabajo pero para su sorpresa, Brad ya se encontraba esperando frente a su casa y dentro de la patrulla. Intrigado por su presencia, se acercó al vehículo y golpeó levemente la ventanilla de los asientos traseros para llamar su atención.
—Buenos días, Richard —le dijo el amable robot.
—¿Qué haces aquí?
La pregunta sorprendió un poco a Brad.
—Estoy pasando por ti... Creí que sería buena idea —respondió, un poco desanimado —. Además, te debo muchas cosas.
Lo último dicho fue suficiente para Richard y accedió a ser recogido. Sin mucha demora entró en el asiento de pasajero y miró al frente sin mucho que expresar con su rostro.
—¿Cuánto tiempo pasaste en CyberTec? —le preguntó, no atreviéndose a verlo.
—Un par de meses —respondió el piloto, poniéndose en marcha —. Fui de los primeros sujetos en salir de ahí, los demás aún necesitaban mucho trabajo para adaptarse.
—Si sólo fue ese poco tiempo, ¿por qué nunca te apareciste en mi puerta? —volvió a cuestionar, por esa ocasión desviando su vista a su compañero —. ¿Sabes lo mucho que me afectó tu muerte?
Brad negó con la cabeza.
—No lo sabía.
Frenó poco a poco el auto conforme se acercaban a un paso peatonal hasta estar completamente quietos, viendo como un pequeño grupo de niños y sus maestros los ayudaban a cruzar la calle.
—Hay... muchas cosas que no logro recordar. Lo siento —le dijo, cabizbaja.
Brad reaccionó en cuanto escuchó los gritos de las cuidadores y los niños asustados hacerse a un lado antes de ser atropellados por un vehículo que prefirió saltarse un alto. Inmediatamente encendió las sirenas y se arrancó nuevamente, dándole persecusión. Richard notificó a la estación de una persecusión en curso al acceder a la interfaz instalada en el vehículo y la pantalla que les mostraba el mapa de la ciudad.
—Gwysin, ¿podrías predecir su curso? —inquirió Richard.
—Claro —respondió la inteligencia artificial, apareciendo dentro del vehículo en un tamaño a escala.
En cuanto terminó de trazar el curso, dicha ruta apareció en el mapa de un color rojo.
—Trataré de interceptarlo —anunció la mujer holográfica, desapareciendo después.
Tal y como Gwysin lo predijo, el sospechoso siguió la ruta con más probabilidades de aumentar la velocidad, haciendo caso omiso de las advertencia de los oficiales que lo seguían detrás.
La mujer naranja apareció nuevamente dentro del auto, inexpresiva como últimamente se veía.
—Bajen la velocidad y prepárense para aprehender al conductor —avisó.
El cuerpo de la mujer parpadeó y luego apareció hasta el otro extremo de la avenida, levantando poco a poco su mano al mismo tiempo en que una barricada de metal se elevaba del suelo. El conductor errante trató de frenar su vehículo pero a la velocidad a la que iba, resultó costarle caro. Finalmente el vehículo se detuvo; el piloto seguía estático en su lugar gracias a las medidas de seguridad y la bolsa de aire. Gwysin se acercó a su lado.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó.
Los ojos del hombre al volante se iluminaron, viendo con una inquietante preocupación a la mujer naranja. El sintético abandonó su asiento, buscando un lugar al que correr.
—¡No quiero morir! —gritó.
—Nadie va a morir. Por favor, quédese conmigo —Gwysin trató de calmarlo.
—¡No lo entiendes! —volvió a exclamar, aún más angustiado —. E-Ellos pusieron algo en mí...
—Tiene que calmarse y decirme dónde.
Gwysin se acercó más, al mismo tiempo en que los oficiales avanzaron con cuidado hacia él. El angustiado sintético señaló su pecho, quedando aún más horrorizado al ver a una pequeña multitud en cada extremo de la calle.
—¡Quédese en donde está! —vociferó Brad con su arma inmovilizadora apuntando al sujeto.
Los ojos azules del sospechoso se encontraron con los de Gwysin, implorando por una salvación.
—E-Ellos...
Un solo destello hizo que Gwysin desapareciera de la vista, también logrando que el sospechoso y Brad se desplomaran, y que todo lo eléctrico en un rango de veinte metros dejara de funcionar. El oficial Raimond parpadeó y se talló los ojos, recuperando la claridad de su vista en segundos y logrando ver que tanto su compañero como aquel errante conductor yacían sobre el suelo.
—¡Brad!
El castaño se acercó y giró el cuerpo de su compañero, no sabiendo cómo comprobar si estaba bien o no. Repentinamente el robot volvió a la vida, levantando la mitad de su cuerpo y comprobando de pies a cabeza si todo estaba en orden.
—Eso fue un PEM... —anunció a su compañero, girando su cabeza hacia el sujeto.
Richard se aproximó al sintético, encontrándose con sus oscuros ojos que ya no albergaban más una muestra de vida.
...
—Muy inusual su encuentro, oficiales —habló la teniente Lewa, revisando el momento exacto en que la pequeña carga del pulso electromagnético detonó —. Y es bueno que hayas sobrevivido, Brad.
—Yo también me alegro, teniente —éste último compartió el sentimiento.
—¿Tenemos una idea de qué era eso? —indagó Richard, cruzado de brazos.
—Según el informe, aquella bomba fue incorporada en él y para ello removieron unas cuantas cosas —la teniente abrió el expediente del caso —. El pobre hombre recién se adaptaba a su nuevo cuerpo luego de que el orgánico fuera condenado gracias al cáncer —soltó en voz baja, después suspiró —. Para serles sincera, creo que esto es mucho más delicado de lo que parece.
—¿Cree que pueda estar ligado con el caso del tecnopáta? —inquirió Raimond, intrigado.
—No tenemos nada que nos lo pueda asegurar —Lewa fue tajante —. Además, y como dije antes, esto está fuera de nuestras manos y otras personas tendrán que encargarse.
La teniente se cruzó de manos justo después de cerrar la carpeta con todas las evidencias del caso.
—Por el momento, eso sería todo, caballeros —se despidió, observando como aquellos dos salían de su oficina.
Una vez allá afuera, caminaron fuera de la estación a esperar indicaciones y si alguna patrulla se desocupaba ya que la suya había quedado inservible.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó.
El robot asintió.
—Los escudos me protegieron y solo tuve un apagado de emergencia.
Ambos permanecieron en silencio viendo como pasaban los vehículos y transeúntes.
—Así que te preocupas por mí... —susurró Brad.
Richard negó con la cabeza en dos ocasiones.
—Claro que lo hago. Ver a mi amigo morir dos veces sería mucho más de lo que podría soportar —repuso.
Brad inclinó un poco la cabeza, avergonzado.
—¿Cómo morí?
Su compañero al escuchar dicha pregunta juntó el entrecejo.
—¿Qué?
—¿Cómo es que morí? —repitió el robot con su vista perdida al frente.
Se formó un nudo en la garganta de Richard que no le permitió emitir ninguna palabra; todavía seguía siendo algo difícil de hablar, pues aunque Brad estaba a su lado, una parte de él sentía que no era del todo cierto.
—¿Oficial Raimond? —una mujer interrumpió sus pensamientos —. Su tío lo busca al teléfono.
Richard volteó a verla, intrigado. Su "tío" había muerto hace cinco años atrás. Aclaró su garganta y relajó su postura.
—Debe estar equivocado —le dijo.
—¿Eres Richard Raimond?
La mujer alzó su ceja, espectante. A lo que el castaño respondió con un simple asentimiento. ¿Quién podría ser aquel "tío" que lo buscaba?
Finalmente decidió acompañarla hasta el teléfono y responder a quien fuera la persona que estuviera al otro lado. Tan pronto como colocó su oreja en el altavoz, una persona le habló:
—Hubiera sido más fácil localizarte si no hubieras tenido aquel incidente... Pero bueno, este tipo de situaciones se suelen presentar en el trabajo —susurró, más para sí mismo que para la persona a la que contactaba —. Encuéntrame en aquel viejo puesto de hamburguesas, a dos cuadras de la estación.
—Lo siento pero no recuerdo su nombre, "tío"... —contestó, tratando de actuar natural frente a muchos de sus compañeros oficiales.
Aquel hombre cuyas voz lo pintaba como alguien viejo, rió brevemente.
—Cuando llegues, pregunta por Gabriel Fisher, querido sobrino. Te esperaré.
Al final colgó, dejando al oficial incrédulo.
—¿Todo bien, Raimond? —inquirió la joven que lo había traído hasta ahí, sonriente.
Richard volvió a asentir con la cabeza, esa vez sonriendo de vuelta y dejando el teléfono en su lugar. En cuanto giró sobre sus talones, aquella sonrisa desapareció. Si era la persona que creía, sería interesante encontrarse con él y saber para qué lo buscaba exactamente.
Al salir de la estación, Brad lo interceptó.
—¿Todo bien?
—Sí. Todo en orden —contestó.
—Detecto una irregularidad —dijo el robot, sabiendo que decía la verdad pero no del todo.
El castaño suspiró.
—Mi tío necesita que le lleve algo —se defendió de mala gana.
—Tú no tienes un tío —la voz de Brad se tornó más seria —; murió hace cuatro años.
—Cinco —lo corrigió.
Brad volvió a inclinar un poco la cabeza, sabiendo que Richard se veía un poco más molesto pero no podía evitar seguir con todas esas preguntas.
—Entonces, ¿a dónde vas?
El hombre lo rodeó.
—Me reuniré con alguien, y antes de que digas alguna otra cosa, será rápido —se excusó, evitando mentir otra vez.
—Te acompañaré —el robot comenzó a seguirlo —. Después de todo, aún seguimos en servicio.
A Richard no le quedó más que seguir caminando, cruzando las calles y pasando entre los civiles con su compañero detrás y siendo su sombra. Al encontrarse con el lugar, ambos ingresaron y Richard preguntó en la caja por Gabriel Fisher. El robot inmediatamente irguió su cuerpo. El hombre que buscaba Raimond se trataba de uno de los mejores detectives que su estación había tenido, también conocido por haber sido un buen amigo de su anterior sargento, Johnson, antes de que algo hiciera que ambos rompieran lazos. Con muchas más preguntas, ycon las cuales molestar a Richard, lo siguió hasta la mesa y se sentó a su lado.
El viejo hombre que se encontraba ahí, alzó ambas cejas de asombro. Realmente no esperaba ver al robot ahí.
—Es bueno verlos. Aunque esperaba que sólo fuéramos nosotros dos —mencionó, relajando su expresión.
—¿Qué es ese fuerte olor?
Fisher se rió con brevedad.
—Alcohol barato —determinó Brad, un poco decepcionado por la descuidada apariencia que aquella leyenda había adquirido.
Gabriel lo señaló sin siquiera borrar aquella sonrisa de su rostro.
—¡Debes ser bueno en tu trabajo! —vociferó —. ¿Por qué el cuerpo de metal? ¿Ataque de una banda, un asalto o qué fue?
Brad, aún sin conocer bien cómo es que había muerto, decidió no contestar.
—¿Para qué me buscas? —cuestionó Richard, alzando un poco la voz para llamar su atención.
—Necesito su ayuda con el caso del tecnopáta. Hay muchas cosas detrás de todos estos sucesos... —respondió, recargándose sobre su asiento y sacó una licorera de su bolsillo. La abrió y bebió de ella. —. Y ustedes dos, que estuvieron involucrados en la desgracia de hoy, deberían de tener esa misma sensación.
—Algo así... —coincidió Raimond, sabiendo que no podía deshacerse de aquella percepción.
Fisher cerró su licorera y la guardó devuelta.
—Mientras tanto, me gustaría que pusieran en alerta a Gwysin o a esos cerebritos de CyberTec —les indicó, abandonando su asiento y caminando a la salida del establecimiento —. Me pondré en contacto contigo, sobrino. Sólo un par de días de espera y podremos trabajar en lo más divertido.
Una mesera se acercó a los oficiales.
—Ustedes pagarán la cuenta, ¿verdad?
Ambos llevaron su vista hacia la puerta del lugar, buscando a Gabriel con su mirada pero ya no se encontraba ahí. Brad bajó los hombros y estiró su muñeca para realizar el pago.
(...)
Dado a que no tenía con qué comunicarse con su prometida sobre su tardía llegada, decidió pedir perdón más tarde. Por ello, aún se mantuvo en compañía de Brad al menos hasta que su jornada finalizó. Aunque antes ya haya sido difícil de deshacerse de su acompañante de metal, sólo por esa ocasión se lo pudo quitar de encima gracias a que Brad nunca dejaba de trabajar; día y noche recorría la ciudad bajo aquel uniforme azul. A veces Richard se preguntaba si Brad tenía un lugar al cual regresar, o por qué necesitaba tanto el dinero de sus turnos completos. Aún así, prefería no preguntar.
Por esa misma noche, tomó un taxi que pudiera acercarlo a CyberTec; y aunque no pudiera ingresar en el lugar sin tener antes una invitación o una autorización, los guardias lo dejaron pasar sin siquiera tener que preguntarle su motivo de visita.
Recorriendo los blanco pasillos del lugar, se llegó a encontrar con uno de los patios de la instalación. Y ahí mismo, sentada en la primera banca cerca del área verde de encontraba una de las personas favoritas del oficial. Sin dudarlo, avanzó por el fresco espacio dedicado a la belleza de la naturaleza.
—¡Allison! —la llamó, entusiasmado.
La mencionada se giró sobre su asiento, sosteniendo su teléfono móvil al nivel de su oreja. El castaño se acercó hasta ella y le dio un fuerte abrazo, contagiando algo de su alegría a la, aparentemente, preocupada Allison.
—¿Qué te trae por aquí? —inquirió ella, separándose de él y guardando su teléfono en su pantalón.
—La verdad no estoy muy seguro del por qué debería estar aquí... —confesó, en cierta parte temiendo arrepentirse —. ¿Qué hay de tí? ¿No deberías de estar en otro lugar o algo así?
Allison suspiró con desaliento.
—Sí, sólo me tomé algo de tiempo para preocuparme menos de mi padre. Aunque para serte sincera, estoy fallando en eso —contestó, cruzándose de brazos —. Sólo quiero saber algo de él y que estará bien, sobre todo ahora que saldré a mi primera misión.
Richard asintió levemente con la cabeza, ahora entendiendo esa preocupación; y como el buen amigo que era, estaba dispuesto a ayudarla.
—Podría ir a hacerle una visita, sólo para ver cómo está.
Allison inclinó la cabeza en agradecimiento, saber que su amigo podría hacer eso la aliviaba un poco.
—Lo agradecería mucho —le dijo, sonriendo.
Atrás suyo, y apenas doblando la esquina, se encontraban Mack y Sade saludando a lo lejos y haciendo señas para que ella fuera con ellos.
—Ya no te quitaré más tiempo —se despidió, dándole la vuelta —. Estaré atenta a tus mensajes, y suerte con lo que vayas a hacer.
Richard alzó su mano para despedirse de su compañera, viéndola reunirse con dos personas que él no reconoció en lo absoluto. Tras eso, siguió su camino notando como las cámaras de seguridad del lugar le seguían con la lente. Justo al momento de internarse en otro de esos blancos pasillos ambas puertas de extremo a extremo quedaron selladas, atrapándolo dentro. Dio la vuelta inmediatamente, buscando con la mirada algún panel por el que podría acceder.
—Es bueno verlo, oficial Raimond —lo saludo una alegre voz, justo detrás de él.
Richard giró sobre sus talones, encontrándose con una Gwysin sonriente y con ambas manos en su espalda.
—¿Puedo suponer que te trae aquí? —inquirió.
El oficial permaneció en silencio. Le daba la impresión de que la I.A. ya tenía una idea o ya estaba del todo enterada.
—Avisar a Anne Clover no hará mucho, en realidad se interpondrá en mi camino —advirtió Gwysin, cambiando su tono a uno más serio y sombrío —. Eres una buena persona, Richard, y sé que harás lo correcto y lo más seguro para tí.
Richard pestañeó varias veces, ahora sabiendo que realmente un gran peligro acechaba la ciudad. Su miedo a que todo se repitiera lo llevó a acelerar su respiración y recordar todo por lo que tuvo que pasar.
—Tu pulso se acelera... ¿Estás bien?
Richard se tambaleó y sujetó su frente, sintiéndose mareado. En medio de toda la discordia que gobernaba su cabeza, un pequeño rayo de luz se abrió paso entre aquel abismo, recordándole por qué seguía vistiendo aquel uniforme. Aún con aquel efecto desorientador sobre él, logró recuperar la compostura.
—No puedo hacerlo, y lo sabes muy bien —dictó, mirando fijamente a la mujer naranja frente a él —. Haré lo que tenga que ser necesario para evitar que todo se vuelva a repetir.
Gwysin se abrazó a sí misma, desviando su vista del oficial.
—Si va a ser así... Envíale mis saludos al detective.
Tan pronto como terminó de hablar, desapareció y finalmente dejó al castaño salir de aquel pasillo para únicamente regresar por donde vino. A la salida del lugar se encontró nuevamente con Brad, quien lo esperaba afuera de la patrulla. Su cambio de postura le dio a entender a Richard que su compañero de metal definitivamente no esperaba que él estuviera ahí.
—¿Podríamos hacer una parada? —inquirió, entrando al vehículo sin siquiera haber saludado antes.
Brad le siguió, optando por no preguntar nada con respecto a sus razones de aquel, ya no tan inusual, humor.
—Tú dime a dónde.
—A casa de Allison. Tengo que hacer algo.
Bradley asintió, poniéndose en marcha hacia aquel lugar y durante todo su viaje ambos permanecieron en silencio, únicamente escuchando la brisa entrar y salir, y el tranquilizante ruido urbano de la ciudad. Si no fuera por esto último, Richard no habría logrado recuperarse del todo.
—Disculpa mi estúpida pregunta de antes —susurró Brad, realmente arrepentido de crear sólo más distancia entre ellos dos.
Richard miró al vacío por un momento, tomando algo de valor para decir algo al respecto.
—Un francotirador logró darte.
Un silencio sepulcral le siguió justo después de su respuesta. Ninguno de los dos quería seguir hablando sobre eso. No obstante, para su buena o mala suerte, notaron que habían dos vehículos sospechosos estacionados justo enfrente de la casa de Allison. Inmediatamente ambos bajaron del vehículo y registraron los otros dos estacionados antes de acercarse a la puerta y, al ver que ésta se encontraba entreabierta, desenfundaron sus armas y uno después del otro ingresaron en el lugar.
Un fuerte olor a metálico estremeció a Richard siéndole fácil de reconocer que en la escena había sangre, y mucha. Una primera idea que se le vino a la cabeza fue que el padre de Allison había sido asesinado. Pronto aquel pensamiento fue descartado al encontrar al menos cinco cuerpos tendidos sobre su propia sangre, y ninguno parecía pertenecer al viejo veterano.
Un fuerte golpe proveniente de las habitaciones, puso en alerta a los dos oficiales. Richard le indicó a su compañero que esperara ahí, puesto que no había alguna otra salida y en dado caso de que quedará algún asaltante pudieran atraparlo con facilidad. El castaño avanzó con cautela, siguiendo el camino de las manchas de sangre en la pared. Al llegar a la gran habitación al fondo del pasillo, vislumbró una figura negra cargando en brazos al padre de Allison, mismo que, se encontraba en un grave estado.
—¡Alto! —exclamó, teniendo su arma fija en la figura.
—Está perdiendo mucha sangre —indicó aquella figura que parecía tener una armadura oscura con pequeños destellos de luz rojizos —, morirá si me detienes ahora.
—Una ambulancia llegará enseguida —replicó el oficial, sin titubear —. Déjalo sobre la cama y ponte de rodillas.
—Supose que no me dejarías hacerlo... —su modulador de voz no le permitía a Richard determinar si se trataba de un hombre o una mujer —, es por eso que yo llamé a la policía antes.
La entrada principal fue arremetida con fuerza, llevando al oficial a girar un poco su cabeza al sonido.
—¡Policía! —anunció uno de los otros dos oficiales que ingresaron en la viviendo —. ¡Las manos en alto!
Al momento en que regresó su mirada al frente se llevó la sorpresa de no encontrar aquel sujeto, mucho menos a Robert. Con el mismo desaliento que ya cargaba desde su encuentro con Gwysin, bajó su arma.
Uno de los otros dos oficiales se acercó a él con su lámpara y arma en mano.
—¿Raimond? —alegó el sargento, confundido de verlo allí.
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