22
Años atrás...
Los meses que pasaron no hicieron más que favorecer al proyecto antes de anunciarlo oficialmente y cumplir a largo plazo el propósito definitivo en mente.
Las I.A.s creadas fueron bastante complejas y semejantes a su creador en variados aspectos, gracias al tejido de materia gris de los principales participantes de Génesis. Su forma de pensar, procesar y ejecutar acciones era magnífico, y Eve especialmente estaba fascinada con su propia creación, tanto que la veía como una hija.
Ya para el amanecer de un nuevo día, Eve irrumpió en la habitación asignada de su creación con nuevos libros y problemas matemáticos de lo más complejos como si la preparara para un importante exámen. La robot sonrió en cuanto la vio, deseándole los buenos días correspondientes antes de volver a su pequeño proyecto de crear un núcleo cerebral. La doctora le echó un ojo, todos los componentes utilizados se encontraban en sus debidos lugares.
—Veo que has seguido las instrucciones.
—Así es, doctora —respondió al instante —. Aunque no es del todo cierto; he usado también algunos de los errores del ya olvidado Nathan Pierre para darle un enfoque diferente.
Eve juntó ambas cejas, no entendiendo del todo por qué haría tal cosa. Dicho hombre solo era recordado por haber cometido el error de querer darle vida a un objeto insignificante como lo sería un obrero de metal.
—¿Por qué harías eso si puedes crear algo perfecto? —indagó, dejando todo lo que cargaba consigo en la mesa más cercana.
—De la imperfección nace lo único —la robot se detuvo en su tarea, alzando la mirada a su hacedora —. Usted, por ejemplo, tiene un extraño tic que aparece cuando trabaja, pero que de alguna forma la ayuda a tener sus pausas y no cometer errores.
La doctora miró momentáneamente sus manos. Nadie de la instalación se había enterado de eso, ni siquiera Gave.
—Y, ¿qué era lo que querías lograr con eso? —volvió a preguntar, tomando asiento en el pequeño sillón marrón de la esquina.
—Como mencioné antes: algo diferente.
La doctora sorprendida por su decisión, le sonrió orgullosa. Desde su creación la robot le pedía su opinión a Eve para poder tomar una decisión.
—Doctora Rión, tiene una llamada entrante —anunció Anders, siendo únicamente escuchado por la doctora.
Eve miró hacia la pequeña cámara en la esquina superior de la habitación, no mostrando interés alguno en ir y atender a quien quiera que quisiera hablar con ella. Dado a eso, la I.A. tuvo que aclarar una sola cosa:
—Es urgente.
La vieja mujer liberó un suspiro, levantándose de su lugar.
—Tengo un asunto que atender. Si necesitas algo puedes irme a buscar a mi espacio de trabajo —le dijo a la robot que recién se daba cuenta de que la doctora ya estaba de salida.
Su creación asintió, teniendo la curiosidad de preguntarle después sobre su asunto pero de momento estaba enfocada en terminar el núcleo cerebral.
(...)
El tiempo pasó sin que se fuera cuenta de ello, aún así sus esfuerzos darían sus frutos para cuando le enseñara a la doctora Rión su trabajo finalizado. Con el sumo cuidado de un cirujano, instaló la última pieza y cerró la resistente esfera en donde se encontraba todo, lista para presentarlo. Tomó el núcleo cerebral en sus manos y salió de su habitación, rumbo a la ubicación de Eve. Siguió estrictamente una línea que había trazado en su cabeza hasta llegar a su destino.
Al entrar sin antes anunciarse, pudo notar el estrés de la doctora al tener sus hombros caídos y una inusual frecuencia cardíaca que incluso aumento con su llegada. La doctora se giró a ella, preocupada.
—Este no es un buen momento.
Iker siendo proyectado en un holograma, relajó su severa expresión facial y corporal al ver a la robot en el lugar.
—Es más que maravilloso poder entablar una conversación con...
—No estoy interesada —interrumpió la robot, siguiendo su camino hasta llegar a un lado de Eve y mostrarle su proyecto terminado.
El director retomó su estricta postura, aludido por su tan irrespetuosa respuesta.
—Espero que la doctora no se haya encariñado contigo —murmuró, cortando la comunicación.
La versión joven de Eve no evitó juntar el entrecejo con las últimas palabras de aquel hombre.
—¿A qué se refiere con eso, doctora?
Eve la observó debatiéndose dentro de su cabeza sobre lo que debería de hacer, y cuando finalmente encontró una solución, simplemente sonrió.
—¿Qué es lo que pasa, doctora? —aludió la robot, aún sosteniendo en sus manos los frutos de su tiempo y esfuerzo.
—¡Por fin terminaste! —la vieja mujer evadió su pregunta, tomando con cuidado aquel pequeño artefacto —. Tengo que decir que es un maravilloso trabajo. ¿Crees que pueda ponerlo a prueba?
Su acompañante de apariencia joven e inocente asintió con la cabeza, notando cómo Eve quería relajar sus sentidos con esa pequeña actividad. Despejó una pequeña mesa con un lector craneal a su lado y colocó aquel cerebro artificial en ese espacio, un lector holográfico fue desplegado y escaneó tres veces la esfera transparente. Posteriormente una vieja pantalla se encendió, apareciendo en ella múltiples códigos a los que Eve manipuló y luego invitó a la chica a acercarse para cederle el honor de darle la bienvenida a un nuevo ser. Su casi inexpresivo rostro ligeramente cambió al ver las únicas dos opciones disponibles para ella, a lo que, tratando de olvidar la preocupación que sentía por su hacedora, accedió a presionar el botón de activación.
Actualidad...
—¡He encontrado algo! —Yaca les hizo saber, regresando con sus jefes con una pequeña caja de cristal en sus manos.
Einar fue el primero en tomarlo en su posesión, examinando con sumo cuidado lo que se suponía que era aquel artefacto, llevándose la sorpresa de encontrarse con un viejo modelo de un núcleo craneal.
—¿Esto es...?
Shiva rápidamente lo arrebató de sus frías manos, bastante sorprendida de su existencia aún después de todo el tiempo transcurrido y los eventos que llevó a la desgracia dicho lugar. Soportando la necesidad de sonreír y celebrar el descubrimiento, miró en silencio el pequeño orbe en su centro que se había mantenido intacto.
—¿Es importante para usted, mi lady? —inquirió Yaca.
Shiva no respondió. Únicamente alzó su mirada hacia su leal soldado, no evitando desviar sus luminosos ojos a la otra mujer que se hallaba presente y la veía de la misma forma que alguna vez vio a Morrigan, pero tan pronto como eso sucedió, Kali se devolvió a su puesto.
—Pronto lo sabremos —susurró para sí misma, abandonando su lugar para encaminarse a un lugar en específico.
Yeti
Abriéndose paso entre la oscuridad con un silencio sepulcral en cada zancada que daban, decidieron usar el artefacto para poder guiarse con más facilidad hasta un pequeño espacio antes usado para ciertos tipos de ensamblajes. El artefacto en manos de Ava brilló con más intensidad en ese lugar.
—Debe ser aquí —susurró Dimitri, revisando cautelosamente el lugar de esquina a esquina —. Pero no encontramos nada.
Yeti se internó más, poco a poco sintiendo una fuerza invisible tirando del artefacto. Dirigió lo último dejado por Morrigan hacia aquella fuerza de atracción hasta que le fue imposible sostenerlo en sus manos, saliendo disparado hasta llegar a parar en el centro de una gran caja metálica. El fuerte azote hizo que el hombre llevará una mirada de curiosidad hacia su compañera. La mujer de blanca cresta encogió los hombros.
Rápidamente, y haciendo retumbar los aún corazones orgánicos de los presentes, una serie de golpes se escucharon en el interior de la caja que tenía más aspecto de un extraño ataúd. Los golpes siguieron pero no tuvieron respuesta alguna por parte los soldados, como si de un evento sobrenatural se tratase.
—¿Alguien sería tan amable de sacarme de aquí? —preguntó aquello que residía en su interior, con una voz familiar para ellos.
El europeo se acercó buscando la manera de hacerlo, pero a un solo paso de dejar salir lo que habitaba en su interior llevó una última mirada a Yeti, esperando su aprobación. Un sólo asentimiento fue lo que necesitó para accionar un botón y dejar que emergiera una bella mujer en un ajustado traje negro con un patrón de hexágonos de textura.
—Ugh... Lo poco que estuve ahí dentro fue horrible —expresó lo que parecía ser otra Morrigan, estirando todo su cuerpo como si hubiese pasado toda una eternidad durmiendo.
Inmediatamente Yeti fue hacia ella para auxiliarla en lo que pudiera.
—C-Creímos que habías muerto...
Morrigan salió de la caja tomada de la mano de Ava.
—En realidad fue así —aclaró, tomando la pistola enfundada de Yeti y después comprobar su munición.
Antes de que alguno de los dos pudiera preguntarle algo, una armadura y un casco del mismo color de su traje aparecieron.
—Estaremos en contacto —les dijo con su voz ahora siendo totalmente irreconocible gracias a un modulador seguramente instalado en su casco.
Tras eso Morrigan desapareció de la vista pero fue posible escucharla salir del lugar.
Dimitri comenzó a reír, llamando la atención de la atónita Yeti que antes de verlo encender un cigarrillo mantuvo su vista fija en la salida con más preguntas que respuestas.
—Mejor volvamos, chéri —indicó con una sonrisa aún presente en sus labios.
El sonido hueco que provocaron los nudillos de Shiva sobre el metálico soporte de la puerta tomaron con aún más sorpresa a Ava.
—¿Todo en orden? —preguntó.
El francotirador, con la misma sonrisa en su rostro, dejó salir una breve carcajada.
—Todo perfecto —respondió, acercándose a su compañera y apoyar su mano sobre su hombro —. Tranquila. No debería darte pena asustarte por un pequeño roedor.
Shiva por un momento se contagió de la risa.
—¿Encontraron algo útil? —inquirió.
Dimitri negó con la cabeza, centrando su mirada en aquello que la mandamás cargaba en su mano libre.
—¿Qué es eso que lleva, señora?
Shiva casi abrazó a aquello que llevaba en brazos, sabía que sin la presencia de Kali y Einar podía hacer muchas más cosas libremente; sobre todo con aquellos dos, pues era lo único que le quedaba de Morrigan.
—Vengan conmigo, se los mostraré.
(...)
La única puerta de metal que les impedía el paso fue derribada de un solo golpe de Shiva, ahora dándoles acceso al lugar en el que su hacedora trabajó durante largos años. Dejó aquello que cargaba sobre la mesa más cercana y se acercó al panel del laboratorio, tomándole un par de segundos en redirigir pequeña parte de la energía para ese lugar. Yeti fue la primera en acortar distancia hacia una pequeña placa de identificación abandonado por años en el sucio suelo, limpió un poco la parte posterior hasta que fue entendible lo plasmado ahí.
—Doctora Eve Rión —susurró.
—Tenía una mente brillante y siempre fue muy solidaria —habló Shiva, tomando el lector craneal y situar sobre él la pequeña esfera —. Lo que soy hoy se debe a ella.
De la misma forma que lo había visto años atrás, la pequeña esfera fue escaneada tres veces y una pantalla arrojó la complicada serie de códigos que cambiaban constantemente sin que ella tuviera que intervenir en ello.
—Les presento a Félix —les dijo, orgullosa —. Es un viejo amigo. De hecho, el primero que tuve.
Yeti, pensando más en las palabras de la "otra" Morrigan que en el mundo actual, fue interrumpida por su compañero al darle pequeños empujones y señalarle con la cabeza aquello que Shiva les mostraba, recordándole que debía de estar en el presente. Guardó la placa con aquel nombre en uno de sus bolsillos, esperando poder abordar con más detalle el tema algún día.
—Si nos lo permite, nos gustaría saber qué pasó aquí —indicó, siendo capaz de armarse de mucho más valor para hacer una pregunta que para tirar del gatillo.
Shiva siguió viendo los números, recordando cada uno de los gritos y el plomo siendo disparado.
—La Crisis. La guerra alcanzó este lugar.
Años atrás...
Cruzada de piernas y con toda su atención fija en una pequeña esfera holográfica en frente de ella, la robot mantenía una conversación con su nuevo amigo. Por el momento no se le podía dar un cuerpo pero sí un proyector holográfico para que fuera más cómodo para ellos dos interactuar entre sí, y eso era más que suficiente.
Para entonces, y luego de hablar por horas sobre la nomenclatura zoológica y la razón por la que se tuvo que crear para poder clasificar la diversidad de seres vivos en el planeta, un silencio se prolongó por más de un minuto hasta que la esfera pudo continuar con una nueva pregunta:
—¿Por qué mi nombre es Félix?
La robot pensó en su respuesta detenidamente. Según recordaba la doctora Rión lo asignó como FLX-3 pero ella prefirió referirse a él como Félix porque se escuchaba más humano, aún sabiendo que no lo era. Su estimado amigo, notando que no recibía contestación alguna, decidió pasar a la siguiente pregunta:
—¿Cuál es tu nombre?
Aquello tomó por sorpresa a su compañera, quien siguió con su silencio tratando de recordar algo tan importante como eso.
—Yo... no lo sé —contestó.
—¿Puedo darte un nombre así como tú me lo diste a mi?
Ella asintió.
Su amigo también optó por un silencio mientras organizaba su larga búsqueda. Durante todo ese tiempo de espera en el que Eve entró en el lugar con una invitación especial para la robot, y fue así como ella decidió poner a Félix a salvo dentro de una pequeña caja de cristal y acompañó a su hacedora hasta la salida de la instalación. Ambas cargaban con todo el equipo requerido para la acción que estaban por tomar.
Una ráfaga de luz dejó ciega a la robot por momentos quien tuvo que calibrar sus ojos para la maravillosa luz natural que el Sol les brindaba a todos los seres del planeta Tierra, quedando incluso más maravillada por poder ver todo eso por sí misma.
Su salida fue escoltada por guardias que se dedicaban en proteger a todo aquel que trabajaste en CyberTec.
—Por aquí —anunció Eve, luego de caminar hacia un vehículo blanco que las transportaría a la zona centro de la ciudad.
El automóvil arrancó en cuanto ambas estuvieron dentro, su transcurso fue rápido y directo. Para cuando llegaron veinte minutos después, una gran fila de personas ya estaba formada y esperando por ser atendidas.
—No era exactamente como había planeado tu primer día en el exterior, pero algo es algo —le dedicó, bajando del transporte para instalarse en ese pequeño consultorio junto con los voluntarios que deseaban hacer algo en medio de una crisis.
La robot examinó a cada paciente que se presentaba frente a la doctora, ayudando a determinar con exactitud el problema en su organismo. Ya sólo le tocaba a Eve recetarle un antibiótico y sus recomendaciones. Una de todas esas consultas la impactó demasiado, pues al examinar a la pálida y pequeña niña en brazos de su angustiada madre se dio cuenta de un devastador hecho.
Rápidamente se acercó a la doctora y la notificó del caso. Eve Rión, aún sabiendo que a la pobre criatura no le quedaba más de una semana de vida, la atendió como era debido y les dio lo que necesitaran para atender la enfermedad de su hija. La robot, confundida, decidió confrontar a su hacedora.
—Su sistema inmunológico va a colapsar en cualquier momento, ¿por qué no se lo dijo a la madre?
Eve prosiguió juntando materiales y equipo que tuvieran de sobra en una pequeña caja de plástico, sabiendo que tomó una decisión que marcaría a la sintético con su respuesta.
—No tenía salvación. Su anemia era demasiado avanzada y los hospitales llevan meses saturados de enfermos y heridos —comenzó a explicar, dando la vuelta sin mucho que expresar con su rostro —. Muchas veces lo mejor que puedes hacer por una persona es simplemente calmar su dolor y miedo.
Tras eso Eve extendió la caja a ella.
—¿Podrías llevarlos al cubículo de al lado? —inquirió, algo a lo que su creación no se pudo negar.
La robot tomó la caja y no replicó nada más, guardando sus palabras como unas indicaciones a seguir para una situación similar futura, y salió del lugar. No le tomó mucho hacer su pequeña tarea y dejar entrar a la jovencita que había esperando tanto tiempo en la fila. No obstante, no pasaron ni dos minutos para cuando la misma mujer había salido de allí a gran velocidad.
—¡Espera! —gritó la voluntaria, quien de inmediato se levantó de su lugar más no pudo darle persecución
Es entonces cuando la robot tomó iniciativa y la siguió hasta dar con ella en un callejón, mismo lugar donde la adolescente fue sorprendida por otro hombre que de inmediato la echó al suelo de un solo golpe.
El hombre alzó la mano como una advertencia de que la seguiría por razones que su perseguidora desconocía. La pobre chica sólo trató de bloquear cualquier golpe con su mano mientras se enrrollaba en el suelo como si se tratase de un pequeño insecto buscando esconderse.
—¡Déjame! —soltó la chica, desesperadamente abrazando un pequeño estuche.
El viejo arrugó la frente por el atrevimiento de ella al alzarle la voz y justo cuando estaba por golpearla nuevamente, la robot intervino sujetando con firmeza su antebrazo y deteniendo el movimiento ejercido por éste. El hombre abrió los ojos como pez e intentó soltarse y efectuar otro golpe a la misteriosa mujer que lo sostenía con fuerza. Su segundo intento fue del todo doloroso al romperse los nudillos en cuanto chocó con la piel de su intermediaria.
—¡¿Qué se supone que eres?! —exclamó con dolor y en Hindi.
La misteriosa mujer de inmediato tradujo aquellas palabras sin ningún problema y configuró su voz al idioma hablado.
—Difícil de explicar a oídos sordos —repuso, doblegando al hombre al ejercer más fuerza en su muñeca hasta tenerlo de rodillas.
Un inmenso dolor invadía al hombre pero eso no evitó que tomara una navaja de sus bolsillos y tratara de apuñalarla en un desesperado intento de que lo soltara, pero para nada resultó bien; la robot terminó por romper su muñeca en varios pedazos.
La asustada chica se levantó con rapidez y volvió a correr, dejando a su perseguidora y al mismo tiempo salvadora atrás. La robot observó su ida pero antes de volver a seguirle los gritos de horror y explosiones le hicieron dar la vuelta, teniendo la necesidad de regresar con Eve y mantenerla a salvo. Se unió a una multitud de aterrados civiles que huían del caos y buscaban en dónde esconderse. Al llegar al puesto observó a la doctora buscándola en medio de todas las personas en pánico, corriendo a ella y tomando su mano para llevarla de vuelta a dónde el mismo auto blanco que las había traído debería de estar aparcado. Para su mala suerte el chófer ya no se encontraba a la vista.
Aún no sabiendo qué era lo que pasaba pero teniendo la necesidad de ponerse a salvo, dejó a Eve en los asientos traseros y ella se posicionó al frente. Dejó su manos sobre el volante, viendo todo lo que tendría que hacer para poner en marcha el vehículo.
—¿Desde cuándo sabes conducir? —indagó Rión, bajando la cabeza en pánico al escuchar otra explosión y muchos ecos de lo que parecía ser armas siendo disparadas.
—Justo ahora —replicó, encendiendo su transporte y manejar lejos del área apenas logrando evadir a todos las personas que se cruzaban en el camino.
En cuanto arribaron a las puertas metálicas de CyberTec, más de un arma fueron alzados en su posición. La robot rápidamente salió del vehículo con las manos en alto. Eve fue la siguiente en hacerlo, con los guardias rápidamente indicándoles que debían resguardarse dentro de la instalación al menos hasta que los enfrentamientos cesaran.
Gave Carson envolvió con sus brazos a Eve en cuanto la tuvo frente a él, no importando en lo absoluto tener a un pequeño público viendo una gran muestra de afecto como esa.
—¿Qué está pasando? —preguntó la doctora, preocupada.
Gave dejó de abrazarla, mirándola directamente en los ojos incluso sintiéndose incluso aún más angustiado que antes de que ella apareciera.
—Finalmente la guerra está al pie de la puerta —contestó, separándose de Eve —. Ha sido imposible identificar a los soldados. Nadie sabe de qué país son, pero es seguro que quieren algo de nosotros —alzó la vista hacia la robot que había traído de vuelta al amor de su vida.
—¿Qué es lo que vamos a hacer? —volvió a cuestionar, siendo algo que ella no habría preguntado en otras circunstancias.
—En tu ausencia, acordamos que lo único que podríamos hacer es no dejar que todo lo que hemos creado caiga en manos equivocadas. Y eso significa que absolutamente todo debe ser eliminado.
Eve se giró repentinamente hacia su creación, entendiendo muy bien que era algo que debía de hacer si quería evitar que se convirtiera en un arma pero no le agradaba la idea. Aún así su deber pesaba más que sus deseos, y la llevó al lugar donde todo comenzó.
En aquel lugar esperaban también los otros androides y sus hacedores, entre ellos y, casi imposible, Shannon. Dicho hombre cuyas diferencias de pensamiento y motivaciones habían chocado múltiples veces con los de Eve, parecía estar más a favor en deshacer el trabajo de casi toda una vida.
—Nunca creí que estaríamos de acuerdo en alguna cosa, doctora —le dijo, cruzándose de brazos y también lamentando tener que llegar a algo así.
La doctora lo miró por momentos, antes de encaminar a la robot a su lugar y posicionarse frente a ella donde se ubicaba una pequeña terminal. Las luces parpadearon un par de veces antes de finalmente apagarse.
—Recursos de emergencia activados —anunció Anders.
Nuevamente todo volvió a estar iluminado.
—Habrá que apresurarnos —pensó Carson en voz alta.
Eve asintió, mirando los brillosos ojos de su yo joven y encontrando en ellos algo que no creyó poder ver en un ser hecho de metal y circuitos.
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