20
Morrigan
Años atrás...
Yeti y Morrigan recorrían el territorio dónde llegaban a parar todos los marginados del continente europeo, al sur de Francia. Ahí mismo era posible encontrar cientos de vendedores ambulantes y vagabundos por doquier.
—Aún no sé qué es lo que buscamos —habló, vislumbrando a pocos metros de distancia un par de agentes de la ley en ese lugar.
La mujer encapuchada no respondió. En su lugar, detuvo su caminata y observó con atención cómo un marginado de sospechosa apariencia se mezclaba entre la multitud con un viejo dispositivo móvil pegado a su oreja. Estaba hablando con alguien, y Morrigan estaba segura de que no era para nada de qué preocuparse.
—Sigamos —dijo en voz alta, acelerando su paso para alcanzar al desconocido.
Antes de siquiera tener contacto físico con él, Yeti la detuvo al instante. Luego señaló a un par de oficiales que buscaban algo entre las cientos de personas que transitaban por ahí.
—Alguien le informó a la policía de actividad sospechosa.
—No te preocupes. La policía no es para nosotros —aseguró, reanudando su andada —. Activa el inhibidor.
Yeti acató de inmediato la orden, accionando un pequeño dispositivo en su bolsa para bloquear toda señal entrante en un diámetro de cincuenta metros. Al instante, el hombre al que Morrigan tanto acechaba, al percatarse de que su llamada fue cortada así sin más, arrojó su dispositivo móvil y con desesperación corrió directo a un callejón.
Súbitamente fue detenido por un par de oficiales. El más alto de ellos tomó al encapuchado del cuello y lo empujó contra la pared más cercana. El otro comenzó a registrar sus bolsas hasta dar con una tableta, muy probablemente robada, con detallada información sobre una operación de un escuadrón francés que era inexistente en la historia del mundo y que no haría más que cortar relaciones con los países vecinos si el mundo lo llegase a saber.
—No podemos dejar que expongas esa información —le dijo, dejando caer aquel dispositivo lleno de información valiosa.
—U-Ustedes nos abandonaron a nuestra suerte... ¡aún después de haber hecho su trabajo sucio! —espetó el vagabundo que pronto comenzó a ser ahorcado.
Las dos féminas se detuvieron a pocos metros de ellos, con la androide examinando las placas e identificación de ambos oficiales. Todas falsas e inexistentes.
El que se encontraba cortando la respiración al veterano vagabundo desvió su vista hacia aquel par, por consiguiente el otro también lo hizo.
—Estamos en medio de nuestro trabajo, señoritas —les dijo, con su compañero aflojando el agarre que tenía sobre su objetivo de prioridad —. Me temo que tendrán que...
El veterano dejó toda su fuerza en su mano y golpeó con esa misma en el codo de su atacante, logrando que los huesos que conformaban su brazo se separaran de un sólo movimiento. Éste mismo evitó gritar, y en lugar de eso, usó su brazo izquierdo para propiciar un puñetazo que también fue detenido por el vagabundo. Sin mucha oposición, el veterano tomó su dedo índice y el de en medio y tiró de ambos en direcciones opuestas hasta dolorosamente separar un dedo de otro por cinco pulgadas. Fue en ese momento en el que su atacante no logró contenerse más y lanzó un grito de agonía, mas un silencioso disparo lo calló para siempre.
—¡Merde! —exclamó el veterano, inmediatamente llevando su atención en la mujer que había disparado de su pequeña arma.
Sus ojos luminosos se cruzaron con los suyos, dándose cuenta a partir de ese instante de que ella no era humana.
—Bonne nuit, Dimitri Bourdeu —saludó Morrigan, sorprendido al europeo con su facilidad de palabra en ese idioma.
Dimitri vio a un lado de esa tal Morrigan a la otra mujer registrando el cuerpo sin vida del segundo supuesto oficial. Lo que parecía ser su barbilla se veía de un color oscuro, indicando que se trataba de una prótesis o mejora en ella.
—No somos un peligro —continuó la educada androide, robando su atención —. Al menos no para ti.
Dimitri mantuvo la mirada un par de segundos más.
—¿Qué es lo que quieren? —finalmente preguntó.
Morrigan se arrodilló y recogió aquello que Dimitri había mantenido a salvo durante mucho tiempo, y eso era posible de ver gracias a que la tecnología de aquel almacenador de datos tenía al menos diez años de antigüedad.
—Te necesitamos a ti y a tu precisión —le dijo.
Él negó con la cabeza sucesivame, ignorando el cadáver que se encontraba a escasos centímetros.
—No lo haré otra vez —espetó, cada vez siendo más lejana la posibilidad de reclutar a tan formidable soldado entre sus filas.
Morrigan se levantó con delicadeza de su lugar y retiró la capucha de su cabeza, revelando su joven rostro moreno y con un par de trazos desde su sien hasta hasta su frente. Sus intensos ojos morados destacaban con gracia y belleza, pudiendo enamorar a cualquiera que la viera demasiado tiempo.
—No te pido que me ayudes a mí, si no que te salves a tí mismo —replicó, extendiendo su mano para entregarle lo que le pertenecía —. ¿Recuerdas la masacre de Cerberè?
Aquello atrajó todavía más la atención del veterano, quien rápidamente tomó su tabla de datos de vuelta.
—Fueron manipulados y saboteados un par de años después. Creyeron que los españoles estaban asaltando la gran terminal eléctrica pero en realidad eran los propios franceses quienes querían dejar de vivir en la oscuridad —su tranquila voz cambió a una condescendiente, sintiendo pena por Dimitri —. Oh, chérie. El gobierno dejó de verlos como sus fieles sabuesos y los etiquetó como bestias rabiosas que amenazaban con su poder y credibilidad.
—¡Es por eso que tengo que dejar que todo esto se sepa! —gritó, lleno de esperanza ya que por fin alguien creía en sus palabras y hechos.
—Y me encantaría poder ayudarte, pero primero tienes que encargarte de la persona que llevó al distinguido capitán Bourdeu a la ruina.
Morrigan extendió mano hacia Yeti, esperando a que su fiel seguidora se acercara y le dejara ahí mismo un pesado objeto rectangular que era escencial para esa misión. Y tal como esperaba, así fue.
Al momento de tenerlo bajo su posesión, inmediatamente el objeto se deformó y tomó la singular forma de un rifle de precisión que sólo los ojos de Dimitri eran capaces de reconocer a la perfección.
—Erwan Florit planea manipular la historia a su favor —le informó, ahora también entregándole el rifle —. Está en ti permitirlo o no.
Dimitri, temiendo ser manipulado otra vez pero lo suficientemente resentido como para hacer caso a algún otro sentido, sujetó el arma e hizo un leve asentimiento.
...
El francés con mucho cuidado colocó su rifle a orillas del edificio que Morrigan había escogido para llevar a cabo su fechoría. La altura parecía ser la perfecta, así como la distancia hacia cualquier dirección.
—Tienes dos minutos para tus preparativos —anunció Yeti, observando la gran ciudad llena de luces.
Bourdeu gruñó.
—Sólo necesito uno.
A regañadientes tomó la velocidad del viento, calculando después la velocidad y caída de la bala. Con minuto y medio de sobra, retiró su oscura capucha revelando así su ojo derecho ciego. Hecho que sólo creó una desagradable sorpresa en la compañera de Morrigan, desconfiando en su posibilidad de éxito en ese estado.
—Mi señora, aún estamos a tiempo de que se me permita a mí de hacer ese tiro —indicó, siendo ignorada por la morena.
—Ten un poco de fé —replicó Dimitri, colocándose boca abajo.
El francés se acomodó en su lugar y movió su mira en dirección al punto en el que supuestamente saldría su objetivo. Al acabarse su tiempo, un helicóptero oscuro emergió de entre los edificios tal y como Morrigan se lo había planteado. Buscó a su primordial entre todos esos políticos que lo acompañaban, dando con el sonriente hombre lleno de privilegios y riquezas adquiridas a base de engaños y mentiras. Dimitri se estremeció un poco al ver su rostro otra vez, pero también se llenó de determinación pensando en cada uno de los miembros de su pelotón que habían sido silenciados para siempre. Con la paciencia de un buen depredador al acecho, adelantó un poco el punto rojo de su mira dando un buen uso de su experiencia y cálculos para finalmente efectuar el disparo.
Una rápida bala siendo anunciada por un fuerte estruendo atravesó el cristal y terminó en el cráneo de Florit, asustando a los demás pasajeros y pilotos. Súbitamente el helicóptero estalló, cayendo en incandescentes llamaradas repartidas por todos lados. Bourdeu quitó su ojo de la mira, confundido. Rápidamente giró su cuerpo hacia sus acompañantes, encontrándose con una de ellas aún sujetando un pequeño detonador.
—Aunque Erwan era la prioridad, no podía dejar que otro grupo de ratas terminaran con lo que empezó —explicó, incluso sorprendiendo a Yeti al no haber estado enterada de que su misión ya estaba asegurada desde un inicio.
—No me necesitabas... —murmuró el veterano entre dientes —. Sólo me pusiste a prueba.
—Y vaya que un hombre tuerto realizó el disparo perfecto —afirmó Morrigan, soltando el detonador para dejarlo caer sin mucho cuidado —. Sólo era cuestión de tener un poco de fé, ¿no lo crees?
Bourdeu se alzó del gélido suelo, mostrando descontento por haber sido engañado.
—Está muerto. Ahora quiero que toda la verdad salga a la luz. Que ningún rincón de Francia sea la excepción —reclamó, tratando de mantener a raya su enojo.
Morrigan asintió, desviando su atención en Yeti y ordenando proceder con su petición en un silencioso intercambio de miradas. La bella mujer de cabello tan blanco como la nieve nuevamente acató su orden al instante, tomando un avanzado Pad de datos para filtrar toda aquella inédita información por cualquier medio posible.
La tableta de Dimitri recibió una notificación al instante, seguido de cientos de otras más sobre el asesinato del ministro de defensa y los datos que le adjuntaban un crimen de guerra. El descontento del hombre desapareció por completo, cambiando a una felicidad de la cuál no había gozado desde años atrás. Por fin lo había logrado. Incluso en la muerte, todos sus hombres finalmente serían escuchados.
—Aún te necesito —le dijo Morrigan, interrumpiendo su celebración —. Existen muchos como Erwan, y este mundo necesita a más como nosotros. Acompáñanos.
Dimitri puso un semblante serio, dando la vuelta para recoger la misma arma que había usado, y que a pesar de ser una réplica exacta de su estimado rifle usado durante la Masacre de Cerberè, sobre su carcasa mantenía el número de bajas adquiridas durante esa operación como un recuerdo de lo que nunca más volvería a cometer. Aún con su magistral victoria, más allá de eso no existía un futuro para él en una sociedad que ya lo había rechazado. Liberó un pesado suspiro y volvió a cruzar miradas con Morrigan.
—Te seguiré, pero no volveré a levantar mi arma contra un inocente —dictó, caminando a ella.
Una sonrisa de media luna se creó en el rostro de Morrigan, quien extendió delicadamente su mano a su nuevo soldado, esperando que éste correspondiera con un ademán digno de ello.
—Puede que a veces no lo aparente, pero soy una persona con modales.
Bourdeu lo entendió completamente, y como un respetuoso caballero tomó su mano y se inclinó para besarlo, sellando así su pacto.
—El transporte espera —anunció Ava.
Sus castaños ojos lograron vislumbrar una oscura aeronave emerger a un costado del edificio. Una rampa del mismo color los invitó a reunirse dentro.
Actualidad
Morrigan volvió a su recurrente avatar holográfico, mirando la intrigada expresión facial del soldado.
—¿En qué tantos ataques han estado involucrados? —preguntó finalmente.
Ella sonrió.
—Más de lo que podría decirte —confesó —. Por cierto, me enteré de que su próxima misión será en Telangana. Creo que enfrentarán muchas adversidades, y yo podría aliviar un poco su peso.
El rostro de Miller cambió, tal cual lo tenía esperado la IA.
—Tengo que admitirlo, cariño —comenzó a explicarse, optando por una modesta postura —. Hiciste un buen trabajo al ponerme obstáculos, pero nunca serán suficientes para retenerme.
—Corre tu propio riesgo —le dijo Miller, no dejándose intimidar por la IA —. Si Gwysin se entera de tu existencia, te eliminará.
Morrigan se cruzó de brazos, alargando incluso todavía más su sonrisa.
—Lo sé, y envidio su poder —siguió hablando, cambiando su amistoso tono de voz a una más sombría —. Pero si yo caigo, tú también lo harás. Ya no hay marcha atrás.
—No tengo nada qué perder... —espetó el soldado, provocando que la inteligencia artificial sobre su antebrazo relajara su expresión.
—Lo sé.
Morrigan dio la vuelta, regresando a él tan pronto como pudo con un pequeño cubo entre sus manos.
—¿Qué tal un poco más de lectura? —dejó el cubo levitando y su avatar desapareció —. Algo más del... pasado que te ayude a entender un poco más.
Miller, sabiendo que haberse metido con Morrigan había sido las mejores de sus ideas, seleccionó curioso aquel pequeño objeto que la IA había dejado para él, desplegando muchísima más información de otro evento inédito.
Años atrás...
Andhra Pradesh, India.
—Tienes todos los avances de Génesis, procura que lleguen estables a Iker. No queremos más de sus estúpidos sermones sobre cómo debemos de trabajar —indicó Eve a su querida y joven asistente, Amanda.
—Lo dice como si aquí no fuera un dolor de cabeza —replicó la mujer.
Desde el espacio de trabajo de Eve, Amanda sólo era una diminuta holograma que replicaba a la exactitud la forma física de la morena .
—Cree que sabe más que nosotros, cuando en realidad sólo es un simple hombre de negocios que heredó el trabajo de una vida de su padre —se quejó, leyendo los avances del proyecto personal de Eve y muchos otros especialistas más.
Eve juntó el entrecejo.
—Anders —llamó —, quiero que esta conversación sólo sea de uno-a-uno con un código de seguridad encriptado —ordenó a la IA que la asistía en esa instalación de CyberTec.
La IA confirmó la orden al hacer parpadear uno de los faros que iluminaba la reducida habitación. Poco después se escuchó un chasquido dando entender que ya era un canal seguro.
—Tengo aún más información sobre el virus que "misteriosamente" brotó en la ciudad luego de lo ocurrido en Damasco —mencionó, preocupada por lo que estaba por decir.
—Tiene que ser un secreto, ¿verdad? —pensó su compañera.
—Podría decir que fue robado de una o más potencias. ¿Con qué fin? Casi creo que es para desestabilizar algún país —respondió la mujer de avanzada edad, llendo al grano —. Una jugada sucia si tomamos en cuenta que todo el mundo pelea por sobrevivir a la Crisis.
—¿Quiere que se lo muestre a Iker? —preguntó Amanda, dudosa.
—No —negó al instante, sospechaba que el director de CyberTec también tenía algo que ver o simplemente quisiera lucrar injustamente con ello —, es muy precipitado para dar conclusiones... aunque sea más que obvio.
Amanda alzó los hombros, preguntándose qué era lo que haría con toda aquella información.
—Sólo... Guárdala por mí —replicó Eve a la postura dudosa de Amanda.
—Está bien —afirmó su compañera —. ¿Algo más en lo que la pueda ayudar?
Eve negó con la cabeza.
—Es todo por ahora, gracias Amanda —se despidió y corto la comunicación.
El holograma que antes Amanda ocupaba, se convirtió en una esfera que levitaba por toda la habitación.
—Doctora, recuerde que tiene una cita pendiente con Gave Carson —le recordó Anders, cuyo tono era una combinación de una voz femenina y una masculina.
Eve rió. En varias ocasiones ya le había recalcado a la I.A. que no era una cita, pero al parecer su corrección fue omitida.
—Gracias, Anders —le dijo caminando hacia la salida —. ¿Puedes decirle que voy de camino?
La IA lo hizo de inmediato.
Finalmente Eve caminó fuera de su área de trabajo con la IA esférica sobre su hombro. Recorrió gran parte de la instalación de CiberTc hasta llegar al laboratorio de Gave: un lugar bastante aislado pero tranquilo donde éste dedicaba gran parte de su tiempo en el proyecto Génesis.
Un par de soldados detuvieron a la doctora para pedirle su identificación, cosa que Eve veía estúpido ya que por más de cinco años ella había estado rondando por ahí como si fuera su propia casa. Finalmente, llegó con el ansioso hombre que aguardaba con un casco lleno de cableados sobre sus manos.
—Esperaba que llegaras un poco más tarde —expresó, tallando sus ojos.
No había dormido durante una aproximación de dieciocho horas por trabajar con su computadora cuántica.
—Yo esperaba que durmieras —repuso la doctora Rión, cruzándose de brazos frente a él.
Carson se carcajeó e invitó a la doctora tomar un lugar en un asiento especial para seguir con su trabajo, y finalmente, dormir.
—¿Cómo vas con tu parte del trabajo? —preguntó Eve, poniéndose cómoda en el asiento que le asignaron.
—No me quejo —replicó Gave. Se acercó a ella y le colocó aquel casco cableado que con anterioridad, Eve había visto. —. Esto tardará más de lo esperado.
Aquel hombre tomó asiento en otra silla más práctica que colocó frente a ella. Encendió la función del casco, y desde su pequeño pequeño aparato en su antebrazo se encargó de supervisar que todo estuviera en orden.
Eve asintió e ignoró el hecho de tener sobre su cabeza un casco que -gracias a una computadora cuántica- replicaría la modalidad de su cerebro y personalidad, cosa que después utilizarían para crear a las otras inteligencias artificiales. Las cuales serían bastantes semejantes a sus creadores, inclusive serían como los clones de metal gracias a un fragmento de la corteza cerebral que se extrajo de cada uno de los participantes y líderes del proyecto.
—¿No has visto comportamientos extraños en Anders? —inquirió Gave.
—¿Extraños?
—Sí, extraños —mencionó Carson —. Usualmente me pregunta muchas cosas sobre Génesis, y aún no sé si se puede hablar con la inteligencia artificial de eso. Aunque no sean preguntas complicadas, ¿crees probable que sienta celos o envidia?
—Es una buena posibilidad —respondió la doctora, aún relajada en su mismo lugar —. Aún así es curioso que se comporte de esa manera. Dado que Anders sí está limitada en ciertos
aspectos.
Gave asintió, haciendo un pequeño ajuste a su computadora cuántica. El casco comenzó a tomar captura de su rostro y expresiones para después ser mostrados en un pantalla a unos metros de ellos.
—¿Qué tal si eres más expresiva? —pidió, sonriente.
Eve comenzó a mostrar de las más comunes expresiones faciales que tenía dependiendo de la situación y emociones.
La mujer miró a la pantalla.
—Todos estos años no me han tratado bien —mencionó después de verse a sí misma cubierta por arrugas.
—El tiempo no espera a nadie —repuso él, aún centrado en lo que tenía sobre su antebrazo —. Por suerte para ti, puedo hacerte ver como una pequeña niña... —calibró nuevamente la computadora manipulando el aspecto físico de Eve haciéndola rejuvenecer cuarenta años —, o volverte bella y joven.
Su rostro había cambiado nuevamente a cuando ella tenía tan sólo treinta y dos años. Casi la mitad de la edad que tenía actualmente. Gave bostezó, tallando nuevamente los ojos en un vano intento por ahuyentar el cansancio.
—¿Por qué no duermes durante el proceso de copiado? —inquirió Eve.
El somnoliento hombre lo meditó unos momentos antes de acceder debido a que sería algo rápido. Al menos con ella tenía la confianza de tomar una siesta en el trabajo. Rión lo observó con detalle.
Ambos tenían una relación bastante profesional durante el trabajo y dentro de la instalación. Aquella razón y muchas más era por la cual solían mantenerse distanciados el uno del otro, y en pocos tiempos a solas con lo era ese podían charlar con libertad aunque tuviesen los minutos contados.
Algo que la tenía pensativa era que, a pesar de sus cincuenta y siete años de edad, por una primera vez en mucho tiempo, había vuelto a ser feliz al estar con alguien que comprendía su dolor. Carson, endurecido por los conflictos bélicos entre naciones, y Eve solitaria por la perdida de su esposo durante los mismos, de alguna forma se complementaban entre sí.
—¿Doctora? —interrumpió Anders.
Por esa ocasión no era la esfera flotante, si no el cuerpo de un robot vieja generación que podía ocupar si así lo deseaba. Algunas que otras partes como los puntos de flexión de su cuerpo se veían algo oxidados y raspados.
Anders miró con atención a Gave, quien aún seguía teniendo su pequeño descanso.
—Puede correr riesgo si él no está despierto para supervisarla —mencionó al instante, luego de hacer una rápida evaluación de daños para prevenir si aquella variable era más próxima a hacerse realidad.
—Yo se lo ordené —replicó Eve con seriedad —. ¿A qué se debe tu presencia? —indagó.
Su IA asistente era la mejor portadora de problemas y malas noticias que podía haber en toda la instalación, pero aún así no tenía la culpa de ello.
—Shannon ha convocado una junta de acción —respondió con la misma y monótona voz.
La doctora frunció el ceño, no habría forma de que Shannon convocara una junta sin antes tener su consentimiento. Sujetó el casco sobre su cabeza y estuvo a punto de retirarlo hasta que su asistente la interrumpió nuevamente:
—Sólo ha solicitado la presencia de Gave Carson, doctora.
—No puede convocar nada sin que yo lo autorice —le recordó, molesta por el simple hecho de que Shannon pasó por encima de su autoridad una vez más —. Además, tú no puedes obedecer sus órdenes.
Anders sacudió su cabeza como si estuviese poseída unos segundos, sujetando su cabeza para mantenerla quieta hasta que regreso a la normalidad.
—Doctora... ¡¿Qué fue lo que me han hecho?! —preguntó con angustia, algo que nunca antes había visto en la IA.
Una vez más, Anders sacudió su cabeza y volvió a la postura firme que con anterioridad se había presentado ante Eve, cambiando tan drásticamente su angustia por una serenidad inquietante.
—Sigo órdenes del científico Shannon.
—Anders, quiero que canceles la orden de Shannon —indicó a la máquina que se encontraba frente a ella. La inteligencia inclinó su cabeza a un lado procesando aquella indicación.
—Orden rechazada. No se ha completado el objetivo inicial —revocó la orden.
—Lo harás... Carpe diem —pronunció las palabras clave que librarían a Anders.
—C-Carpe... Die-em... Ca... —repitió Anders retorciéndose de nuevo la cabeza pronunciando una y otra vez su oración —. Codigo de invalidación de IA desactivado.
Después de todo aquello, volvió a ser la misma Inteligencia artificial que Eve había creado.
La forma física de Anders cayó de rodillas mientras los faros en sus ojos parpadeaban.
Gave despertó al momento de escuchar aquel fuerte golpe del metal chocando con el suelo, viendo en primera instancia a la IA. De inmediato portó una expresión confusa, para después ver el rostro de Eve y darse cuenta de que había un problema.
—¿Ahora qué? —cuestionó, esforzándose por mantener los ojos abiertos.
—He redactado una orden de detención para el científico Shannon —informó Anders y se levantó de su lugar, ignorando la pregunta del científico presente —. Necesito su confirmación, doctora.
—Guárdalo para otra ocasión —la doctora estaba dispuesta a confortar a Shannon antes de pedir la orden.
Ya estaba cansada. Cansada de que sus inventos y los creadores se vendieran por sólo una simple suma de dinero, sobre todo el tan afamado compañero de trabajo de Eve. Si Shannon se atrevió a hacer una estupidez con el proyecto que ella dirigía y supervisaba, lo lamentaría por completo.
—Gave irá a la junta, y yo también.
Anders asintió. De inmediato mando una confirmación al mismo sobre la llegada del científico Carson.
—Bien, no estoy enterado de nada —murmuró Gave para sí mismo, luego levantando la mirada a la mujer que le hacía compañía —. Ya no tardaré con esto.
Eve simplemente asintió esperando como siempre, la peor situación que pudiera llevarse a cabo en la reunión.
...
Habían pasado más de diez en lo que la doctora y el científico escoltados por Anders, recorrían la basta instalación hasta llegar a la gran sala de reuniones. En ese específico lugar, una gran mesa redonda ocupaba la mayor parte del área con estaba ingenieros, científicos y doctores que hacían de Génesis una realidad sentandos alrededor de ella. Entre ellos estaban también los principales candidatos y dirigentes del proyecto: Oliver Shannon, Joe Rodríguez, Emili Day y Jack Sir.
Una vez que Gave tomó asiento en su respectivo lugar junto a Eve, Shannon se quedó con la boca sellada. La doctora lo miró momentáneamente.
—¿Todo en orden, Shannon?
—Claro. Aunque su presencia es una agradable sorpresa —contestó el moreno, sonriendo después.
La doctora se rió en voz baja.
—Vaya hipocresía —aludió, dándole la señal a Anders de que lo encerraran.
Un par de guardias entraron en el lugar para llevarse a Shannon bajo custodia. Al mismo tiempo, Eve declaró un cierre a la junta de acción y luego fue tras los guardias para una breve interrogación a su compañero.
La doctora entró en el reducido lugar y arrastró con ella una cómoda silla de oficina en la cual podría sentarse. Se acomodó levemente el cabello, y miró con firmeza al hombre que se encontraba enfrente.
—¿Cómo te tratan? —preguntó, curiosa.
—No creo que debería importarle, no después de haber sido usted misma la que me trajo aquí y sin razón aparente —replicó molestó, estirando las esposas que se encontraban unidas a la mesa metálica que los dividía —. ¿Al menos podría tener más comodidad?
La mujer lo observó, creando una sonrisa en su rostro. Hizo una seña con la mano y un corpulento hombre entró para acompañarlos por un corto periodo de tiempo.
—¿Sería tan amable de darle la comodidad que busca? —solicitó.
Éste mismo hombre se acercó a aquello que ma tenía unidas las muñecas de Shannon y las apretó más de lo normal. Eve agradeció al hombre que fue a auxiliarla con una sonrisa. Posteriormente se centró en el científico.
—Muy bien, Shannon. ¿Podrías explicarme qué fue lo que pasó? ¿Quién te dio la autorización de llamar a una junta de acción? ¿Qué era lo que querías hablar en ese mismo lugar?
Y ahí fue donde la doctora disparó, siempre tan concisa e impaciente de esperar por una respuesta, o de varias como lo era el caso. El moreno mantuvo la mirada, siquiera tratando de evadir todos aquellos cuestionamientos. Conocía a Eve. No tan variado como muchos, pero lo suficiente como para poder lidiar con ella.
—Necesitamos protección —susurró, encorvando su cuerpo al frente en un intento de estar lo más cerca posible de ella —. Lo sabes, ¿verdad? Tarde o temprano, alguien querrá venir a robarnos y lo más seguro es que todo termine en una tragedia.
—Eso no pasará, Shannon —replicó la doctora Rión.
—Su paciencia es una buena virtud, doctora —murmuró el hombre, volviendo a su posición original —. Pero yo no estoy dispuesto a esperar a que la guerra nos alcance, no sin tener con qué defenderme.
La mujer asintió sucesivamente.
—Y hablando de eso, he seguido muy de cerca todo lo que has hecho. La IA que piensas crear tiene un nombre muy... peculiar —indicó, curiosa —¿Cómo era que la ibas a llamar?
—Morrigan —aclaró el hombre sin titubear.
—Sí, ese nombre —siguió, acto seguido de suspirar —. En fin, si tu intención al final de todas las etapas es usarla como una arma viviente. Dejame decirte de antemano que no lo lograrás, y como pases por alto mis palabras, lo lamemtarás.
—¿Eso fue una amenaza? —preguntó Shannon, todavía más indignado.
Eve sonrió, levantándose de su lugar y pronto abandonó la habitación sin dedicarle una respuesta. Al encontrarse con los guardias que lo custodiaban, les dio la orden de mantenerlo bajo vigilancia hasta que ella decidiera retractarse.
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